Julián Licastro
DEMOCRACIA DE TRABAJO
Y LÍDERES COMUNITARIOS
Incluye aportes sobre
el desarrollo territorial argentino
con visión estratégica
Año 2016
1. LA DIGNIDAD DEL TRABAJO
NUNCA TRAICIONA, TRAICIONA LA CORRPCIÓN
IMPUNE
Nuestra doctrina nacional
se inspira en los valores del trabajo, que no vienen de un relato ideológico
estéril, sino de la experiencia del esfuerzo fructífero. Esta concepción es, a
la vez, idealista para proyectar grandes objetivos y realista para encararlos
con “sabiduría y prudencia”.
El poder social no es
mando sino vocación de servicio, donde las ideas no se imponen, se exponen y la
persuasión no significa vencer sino convencer. En este enfoque democrático, la
justicia social no exige sumisión ni violencia, sino convicción en la evolución inexorable del
pueblo “artífice de su propio destino”.
Construir comunidad
requiere responsabilidad, tanto en sentido personal como colectivo: sabiendo
que la vanidad diluye la responsabilidad y la codicia la mata. Y consolidar
ciudadanía supone partir de una identidad política bien definida, pero sin
iluminados ni arrogantes que la desmienten con su sectarismo.
Es el momento crucial
para crecer con prédica, formación y planificación: herramientas estratégicas
para descartar toda improvisación frustrante y
toda descoordinación desgastante. Por definición, la dignidad del
trabajo nunca traiciona. Traicionan la egolatría del mal dirigente, la
especulación del mal empresario, la insensibilidad del mal funcionario y la
tecnocracia que ignora el arte superior de la conducción.
Lograr una conducción de
excelencia no justifica la inacción de los cuerpos orgánicos. Por el contrario,
exige emulación en presencia, energía y dedicación en cada lugar operativo de
nuestro despliegue. Una organización de calidad es producto del nivel de
sus dirigentes y cuadros, que deben
capacitarse constantemente y mantener una perspectiva abierta y abarcadora.
Establecer una pedagogía de diálogo y crítica constructiva
Lo correcto es establecer
una pedagogía interna, en nuestra expresión de pensamientos y sentimientos,
para constituir una organización sólida y fraterna. Como reza el evangelio, la
búsqueda de la verdad nos hará libres. Y esta libertad nos permitirá coordinar
una unidad esencial resguardando la diversidad.
Es una participación con
múltiples iniciativas, diálogos y propuestas, para un
avance mancomunado. No es juntar por juntar, sino unir en la idea y la acción.
No es actuar con amenazas y presiones, sino priorizando alicientes y
aspiraciones. Una reflexión recíproca permanente que se potencia en la voluntad
sincera de compartir.
La igualdad republicana
tiene que existir como hecho práctico y efectivo, con equidad para todos los
argentinos. En tal sentido, el peor defecto de la política es el “círculo de
poder” que se convierte en partido dentro del partido y en estado dentro del
estado.
La crítica constructiva y
la corrección mutua, en los ámbitos que corresponda, soslaya a los aplaudidores
y a los sofistas que suelen presentar fracasos evidentes como éxitos engañosos.
Debemos integrarnos a un contingente lo más grande posible para realizar las
tareas pendientes, que exceden a un solo encuadramiento político o gremial.
Apoyar la construcción de un liderazgo de trabajo
Tenemos que ocupar
nuestro lugar con humildad y firmeza, virtudes demostradas con abnegación
y traducidas en obras concretas de
nuestra voluntad de acción. El cambio y la transición abren una posibilidad
extraordinaria que depende de nosotros mismos. Nadie hará nuestra tarea y nada
afectará nuestra fe.
Llegó la hora de
distinguir al verdadero peronismo del “pejotismo”, que ensaya un simulacro
partidista, negando el voto de las bases y encubriendo mariscales de la derrota
e imputados por corrupción de estado. Apoyemos la construcción de un liderazgo
de trabajo que conduzca con el ejemplo, y tenga visión estratégica para dar
sentido nacional a la gestión de un gobierno concertador y no excluyente.
2. EL
PENSAMIENTO ESTRATÉGICO EN LA DINÁMICA SOCIAL
La cuestión social no se aprecia con
teorías rígidas que refutan los hechos. Como lo único constante es el cambio,
“la única verdad es la realidad”. Así, la práctica social se beneficia del
pensamiento estratégico, que no es estático, para la resolución de conflictos
con medios políticos, no violentos, facilitando la comprensión y normatividad
de situaciones complejas.
El arco de aplicación se amplía ante
la disminución de los márgenes extremos inclinados a la represión o la anarquía
política; a la regulación excesiva o la flexibilización laboral absoluta; y al
corporativismo o la atomización sindical. Resulta conveniente la formulación
renovada de un modelo de “tercera posición”, fuera de la lógica caduca del
autoritarismo y el totalitarismo. La democracia no es sustituible pero si
perfectible.
Discreto en la etapa preparatoria,
el arte de la estrategia se evidencia en la concreción triunfante de sus
grandes objetivos. La misión de la estrategia no se limita a la astucia
necesaria en la táctica; porque se eleva al campo abarcador de la inteligencia
analítica y prospectiva.
En los ciclos largos de la historia,
y ante el juicio de los movimientos sociales, no se premia el poder por el
poder, ni la fuerza por la fuerza; sino el impulso trascendente que perdura en
las ideas y en las obras de la evolución humanista. En momentos críticos de
cambio profundo y transición, este modo de razonar las funciones de gobierno,
con coherencia y congruencia, ayuda a
esclarecer la nueva relación entre nación, estado y sociedad.
La nación
con vocación protagónica
La nación no surge sólo de una
entidad geográfica con recursos de intercambio comercial, sino de una comunidad
cultural con vocación protagónica en el concierto mundial. Este espíritu
comunitario nos exige identificarnos primero con nosotros mismos, para
relacionarnos con las otras comunidades y desarrollarnos integralmente.
La nación, que es subsistencia,
arraigo y protección, significa el concepto irreductible de todo sistema
político-institucional. Renunciar a la política, no a la politiquería, es
renunciar a la vida en plenitud de los derechos individuales y sociales: por
indiferencia, desarraigo e indefensión.
La nación, no con las formas
extremas del aislamiento y la autarquía, es una realidad concreta y actuante,
que opera sobre la estructura de decisión de un Estado eficaz, actualizado en
cada época o tramo de su trayectoria. Sin Estado no hay nación ni sociedad, por
eso la “post-política”, al negar la persuasión, la planificación y la
coordinación como virtudes de la conducción, arriesga pasar del ser a la nada.
El elitismo profesional y la
apología de la tecnocracia encubren un internismo contradictorio de intereses
materiales; y como todo sectarismo se aleja de la base de sustentación social
de la democracia. Los pueblos dependientes, que se demoran en un nivel
ahistórico de subdesarrollo, lo son porque no han logrado una cultura política
y organizativa basada en la unión nacional y la participación.
La nación tiene un rol específico en
la geopolítica y la geoeconomía que son ámbitos del pensamiento estratégico,
para superar el día a día de la incertidumbre y la improvisación. Pensar el
pensamiento estratégico incluye integrar y armonizar nuestro orden territorial
en todas sus dimensiones, sin librarlo exclusivamente a las tesis
funcionalistas del economicismo global.
El
principio de soberanía
El principio de soberanía debe
tutelar la expansión de un desarrollo económico equitativo y sustentable, con
eficacia y sin excesos burocráticos. Los proyectos concertados y compartidos
pueden captar el concurso de los actores del proceso productivo y de trabajo,
para sostener “entre todos” el interés nacional.
Una nación sustancial y no aparente,
requiere aumentar nuestras posibilidades, disminuir nuestras debilidades y aprovechar
las oportunidades que aparecen como signos de transformación.
La justicia y la equidad son los
principios claves de la convivencia y la estabilidad, porque en la desigualdad
no se puede prever para el conjunto, sino oprimir a una parte con la otra. Esta
acepción de igualdad no presupone la unificación coactiva del pensamiento
estratégico, que necesita identidad y libertad, sin caos, para imaginar
múltiples alternativas de realización.
3. CONCERTAR
ES DEMOCRATIZAR
El trabajo es el principal
organizador de una comunidad edificada con los valores de la dignidad y la
solidaridad. Sin trabajo la democracia perece por la falsa antinomia entre
autoritarismo y anarquía. Por esta razón, una “democracia de trabajo” aleja la
violencia y atrae intenciones de consenso y participación.
La república, como sinónimo de
equidad, convoca e interpela a empresarios, trabajadores y funcionarios para
lograr, con responsabilidad, los fines de la concertación productiva. En ella, la
justicia social manifiesta una pertenencia que
construye unidad y exige educación; implicando deberes y derechos que, más allá
de proclamarse, deben legislarse con
ecuanimidad.
Mejor que discutir es debatir y mejor
que confrontar es concertar; ejerciendo una persuasión recíproca y mutua para
establecer los criterios de un destino común, que acepta la diversidad legítima
de los interlocutores. Toda lucha, por más intensa que parezca,
debe librarse en el marco democrático establecido: “dentro de la ley todo,
fuera de la ley nada”.
Hay
que organizar un “diálogo institucional” abierto y transparente, para diseñar
una política de desarrollo económico y social sustentable. Sin esta política equilibrada, el “populismo”, en
el balance de una década, contrastó su relato ideológico con malos
procedimientos y malos resultados, generando más pobreza.
En
la cultura del trabajo la solución no es el subsidio, sino el empleo genuino,
en blanco, y protegido por las leyes laborales, las organizaciones gremiales y
las obras sociales. Una concertación obtenida con alicientes e incentivos, no
con penalizaciones, siempre prevalecerá sobre la arbitrariedad de cualquier
individuo o sector.
Reformas urgentes a favor de la
producción y el trabajo
La
desigualdad inducida por un sistema prebendario, que concentra sus polos de
riqueza extrema y pobreza extrema, urge reformas en el área educativa,
tributaria, laboral y de seguridad social. La educación, antes que nada, precisa convertir la igualdad ante la ley en
“igualdad de oportunidades”, mediante el
apoyo espiritual, la formación profesional y la capacitación técnica en el mundo del trabajo.
-
El régimen tributario tiene que corregir el grave desfasaje entre la evasión
fiscal de los poderosos y la opresión fiscal de los ciudadanos, para salir de
su insuficiencia recaudatoria en materia
previsional y asistencial.
-
En el área laboral se combatirá la precarización del empleo y las innumerables maniobras
“legales” de instrumentación de períodos de prueba sin destino, suspensión de
personal, reducción de turnos, jubilación anticipada, etc.
-
La seguridad social se regirá por la ley
respectiva, sin medidas discrecionales de los gobernantes de turno, que
incumplen las normas.
La
acumulación irracional de poder económico y político, señala la obligación de
una ética pública atenta a las necesidades del conjunto social. Pero hay que
advertir que, con la excusa del “poder social”, pueden derivarse acciones
reivindicativas improcedentes a nuevos circuitos de manipulación popular.
Un cuerpo unificado de legislación
laboral y conexa
La concertación hace a la seguridad
física y jurídica necesaria para salir de la emergencia económica y ocupacional
con inteligencia decisoria, inversiones productivas y promoción de los
trabajadores.
En su momento, habrá de evaluarse la
conveniencia de articular en un cuerpo unificado toda la legislación laboral y
conexa, superando la dispersión actual. Este “corpus”, lejos de conculcar
derechos, aumentando la conflictividad social, complementaría sus contenidos
para estimular y sostener la generación de condiciones creadoras de trabajo.
Convertir lo sufrido socialmente en
experiencia y cultura política, ha sido siempre la llave de acceso a una mejor
calidad de vida, respaldada en instituciones sólidas. No expuesta, por lo
tanto, al juego de apariencia y realidad de los relatos ideológicos, las
maniobras proselitistas y las concesiones discrecionales del oportunismo.
Un futuro de prosperidad es posible,
manteniendo un temperamento austero, no afecto a la ostentación y el
despilfarro con que, en periodos anteriores, se perdieron oportunidades inéditas.
De allí la importancia que recobra una participación consciente y sincera, sin
consignas excesivamente optimistas o ingenuas.
La crisis, como síntesis de
limitación y posibilidad, destaca la voluntad de quienes quieren colaborar de alguna manera con la gestión actual; y de
aquellos que, recusando las trampas de los resentidos, desean ejercer una
vigilancia responsable del poder según las “políticas de estado” prometidas en
la campaña electoral.
4. EL
GRADUALISMO COMO OPCIÓN POLÍTICA
El impulso referido a la teoría y
práctica social de concertar proviene de
toda una filosofía política, que se aplica sobre la evolución de las
circunstancias. En crisis graves, además, la concertación puede emplearse como
un catalizador del reordenamiento institucional, postergado burocráticamente en
periodos de menor tensión.
Un país realizado es un país
concertado. En él se comparten principios y valores, como no ocurre donde prima
la división y el retardo. Por eso, una
educación para concertar tiene que prever con detalle los pasos a seguir, y
asimilar las desconfianzas y retrasos de un contexto aún incapaz de armonizar
expectativas e intereses.
Corregir
desviaciones políticas y morales inaceptables
Las tendencias centrifugas de una
sociedad fracturada suelen llevar al fracaso, uno tras otro, a supuestos
proyectos y supuestos equipos, porque el trastorno del desencuentro es general.
Inventar un nuevo “relato”, para establecer cierto hegemonismo, tampoco es
válido, cuando la diversidad existente reclama una conducta distinta, convergiendo
los liderazgos parciales en una finalidad superior.
Obviamente, nadie puede pretender
congelar las contradicciones que movilizan la dinámica social: ellas sólo
desaparecen con la propia comunidad que las contiene. Pero es deseable alcanzar
un relativo nivel de estabilidad como alternativa a un enfrentamiento
prematuro, confuso y desbordado.
Entre las contradicciones a mediar
se encuentra el desfasaje de fuerzas, de tradición mayoritaria, con grupos que
hoy tienen más capacidad de interferir que de conducir. Pues, antes de
proponerse para el gobierno nacional, precisan corregir desviaciones políticas y
morales inaceptables.
Ante el cúmulo de problemas a
resolver, las posiciones de antemano fatalistas o facilistas resultan por igual
inconvenientes. El tema es perfilar con claridad la post-crisis, sin retórica
hueca, e imaginar el camino accesible para llegar a ese ideal. La tarea
específica consiste en convocar y consolidar espacios de compromiso real, para
generar riqueza suficiente y distribuirla con equidad; sin marginados ni
excluidos.
Se requiere paciencia y mucha
habilidad para lograr una respuesta estructural, no voluntarista sino efectiva,
consiguiendo un producto final de presiones muy distintas, articulando el
empuje de esas mismas presiones. En tal instancia, las actuaciones volubles,
mezquinas o poco sinceras quedarán fácilmente en evidencia y sancionadas públicamente
por agudizar la crisis.
Concertar presupone desconcentrar y
descentralizar muchas decisiones, enmendando una mala praxis arraigada en
centros de poder “autosuficientes”, que luego se desmoronan rapidamente. De
igual modo, es menester descartar el burocratismo que multiplica los laberintos
de trámites ociosos como mecanismo de corrupción oficial impune.
En orden a construir una comunidad
abierta a más y mejores formas de participación, cooperación y coordinación de
esfuerzos, el gradualismo es la opción preferente. Ante las debilidades de un
sistema en transición, con divisiones políticas y fragmentación social, la
acción gradual, aunque a veces avance lentamente, resuelve situaciones complicadas sin emplear
la fuerza por el riesgo que entraña.
El gradualismo, reconociendo puntos
de partida diferentes y contrapuestos, irá sentando reglas de juego claras. El
respeto a esos criterios consensuados, evitará que las contradicciones
iniciales se radicalicen, volviéndose antagónicas, inmanejables y violentas.
Los riegos del “choque” frontal de
intereses, implícitos en exposiciones absolutistas de derecho privado y de
derecho laboral, con consecuencias polémicas para empresarios y trabajadores,
recomienda el equilibrio del derecho social tripartito. En esta concepción, el Estado
defiende a uno sin destruir al otro para no afectar la producción ni el empleo.
Sin perder la iniciativa, el
gradualismo táctico, al analizar cada escenario y cada caso, exige la
coherencia del planteamiento económico-social
estratégico. Y garantizar el carácter irreversible de las
reivindicaciones conquistadas en los
pasos sucesivos. Lo contrario, sería hacer y deshacer la delicada política de negociación
y acuerdo, debilitando el rol del estadista y su propuesta programática.
El
fundamento gremial de la concertación
El estudio del factor económico es
vital para el desenvolvimiento del proceso concertador, porque constituye su sustento material. Pero no
justifica una tesis economicista cerrada
en lo académico o ideológico, menospreciando la trascendencia del factor
social. Éste simboliza históricamente el fundamento gremial del origen y la
finalidad de la concertación.
Al gradualismo en la concertación le
corresponde un proceso paralelo de progresiva participación de la soberanía
política popular. Y así expresarse de manera más presente, activa y
comprometida, según las nuevas instituciones de nuestro ordenamiento
constitucional. Acción clave para el control republicano del poder sin el cual
el blanqueo económico y el rumbo productivo serían efímeros, y se crearían
nuevamente las condiciones perversas del regreso de la economía en negro y del
circuito especulador.
5. EL PODER DE LA DISTRIBUCIÓN SOCIAL
CON RESPALDO PRODUCTIVO
Una comunidad tiene un plan de vida que
proyecta progresivamente un destino compartido. Esta esperanza teje la trama de
una visión cultural propia; y define un
hacer integral, no acotado a la actividad económica. La
naturaleza del poder para reactivar una comunidad
en receso, que es lo opuesto a progreso, llama a un cambio estructural de
amplia convocatoria. Cambio en el pulso evolutivo de la mayoría, que primero
reflexiona consigo misma para calibrar los esfuerzos que afrontará en esta etapa.
De otro lado, se insinúa el “estilo de
conducción” capaz de orientar y canalizar el empeño de nuevas energías
sociales. Todo lo cual va determinado un tipo de liderazgo distinto, con las
aproximaciones consiguientes. Esto ocurre en muchos países, cuyos partidos
principiantes, emergentes de la crisis de representación, tienen dificultades
para formar gobiernos con respaldo parlamentario suficiente.
Como el momento es histórico, y no simplemente
político, el sistema que al final se impone suele sorprender a los propios
candidatos. Especialmente cuando, obligados por el apremio de los reclamos
sociales, toman distancia de su sector de origen para identificarse con los
objetivos del conjunto. Esta es la prueba existencial que los desafía en su
intimidad, porque sin abnegación personal para servir al bien común les espera
el fracaso.
El liderazgo de reconstrucción
El liderazgo de reconstrucción siempre
corresponde a las características del estadista, y nunca del politiquero o del
tecnócrata. Es decir, hay que aprender a encarnar una síntesis particular de
virtudes con convicciones firmes, autoridad moral y persuasión constante, sin
reacciones abruptas o intempestivas.
Aquí no corresponde un concepto del poder como
sustantivo -“tener poder”- , sino como verbo –“poder hacer”- , a fin de unirse
a la potencia ciudadana que rige en el núcleo de realización de la comunidad.
Ella expresa satisfacción en las acciones producto de la cercanía y la consulta
de los dirigentes, a diferencia de la actitud
arrogante y la manipulación.
Las dificultades económicas complican el
funcionamiento de la democracia que hay que mantener; evitando que la legalidad
de origen de un gobierno elegido constitucionalmente, se desvirtúe en el
ejercicio de sus funciones. De allí el gradualismo en las medidas de impacto
social, y el auxilio de la concertación para conferir al sistema representativo
un mayor sustento institucional.
Lo contrario es lo habitual de las dictaduras
civiles o militares, que confunden poder político con mando, y propiedad
económica con apropiación. Contradicción no inocente, sino deliberada, que
traza el camino decadente de la corrupción y la malversación impunes.
En nuestro continente, que detenta la mayor
desigualdad social comparada, estas desviaciones del régimen democrático, y su
interrupción golpista, han sido sinónimo de opresión y subdesarrollo. Círculo
vicioso a superar con una cultura del trabajo actualizada, integrada y
concertada. El trabajo, ubicado en la conjunción de producción y educación,
fomentando una democracia participativa por el anhelo de justicia, progreso y pacificación.
Como se ve, no es un cambio “de” cultura que
niega nuestra génesis espiritual, sino un cambio “en” la cultura que
retoma y potencia las fuentes nutricias de nuestra nacionalidad. Y que, en el
nivel presidencial, demanda fuertes obligaciones para ofrecer una gestión
correcta, y una agenda con políticas de estado de gran relieve. Porque el
anuncio de programas pequeños, siendo útiles en su localidad, no alcanza para
despertar un entusiasmo de dimensión territorial para el despegue.
Toda la Argentina está esperando éxitos en la lucha contra
el flagelo de la inflación; la creación sostenida de puestos de trabajo;
la restauración de la seguridad física y jurídica; la mejoría en los servicios
públicos. Y aguarda atentamente, por la sucesión de escándalos conocidos, las
medidas efectivas que ataquen la criminalidad económica y financiera que
perpetró la fuga del capital ganado aquí para invertirlo en otra parte.
Ampliar la infraestructura de nuestra modernización
El agotamiento de este ciclo antiguo, pero acelerado
por la voracidad de la última década, ha demostrado los límites de la
distribución social sin respaldo productivo y el daño ocasionado a las reservas
por el consumismo exacerbado. Ahora avanza un enfoque centrado en la
inversión de capitales “repatriados”, pero que deben asignarse al desarrollo y
no inclinarse a la especulación.
Esta decisión permitirá la recuperación y la
ampliación de la infraestructura imprescindible de “nuestra”
modernización y competencia; evitando que las divisas se filtren nuevamente en
el esquema perverso de la especulación y
la distorsión abusiva del tipo de cambio. Porque ambos extremos: consumismo y
especulación, destruyen con su ilusionismo la estructura realista y virtuosa de
una cultura del trabajo.
Por eso hablamos de elaborar la “agenda” de
gobierno adecuada, que es el plan racional y completo que verifica un rumbo
estratégico. El cumplimiento a largo plazo, pero con metas escalonadas en el
tiempo, más allá de todo discurso proselitista, fortalecerá la confianza
política y la adhesión social, con la consigna “mejor que prometer es hacer”,
posibilitando la culminación de una transición definida. Única forma, sin
margen de engaño, para pasar de la lógica negativa de la crisis recurrente, a
la lógica positiva de la realización constante.
6. LA NECESIDAD HISTÓRICA
DE FORMAR ESTADISTAS
No somos el único pueblo que siente
la necesidad de contar con auténticos estadistas para salir de la crisis, luego
de sufrir la teatralización de liderazgos sin sustancia estratégica ni ética
pública. Con este antecedente, sería incomprensible que un nuevo equipo, puesto
a enrumbar el país, desconozca la esencia de la conducción política. Porque
ella es la única que, desde la fundación clásica de la democracia, dispone de
los métodos específicos para gobernar la comunidad: la “polis”.
Maestría de validez universal, que
no puede compararse a los criterios menos abarcadores de la dirección ejecutiva
de empresas. Sería ignorar la definición
de Perón sobre “la conducción como hecho humano y no técnico”, superadora de la
politiquería burocrática y del aislamiento tecnocrático; porque ambos extremos
naufragan en la complejidad de las relaciones sociales contrapuestas.
Esto es así porque la dimensión
integral de las vinculaciones comunitarias, sin dejar de considerar la
importancia del sustento material y sus combinaciones utilitarias, se eleva
naturalmente a otros niveles: en el plano espiritual de las creencias profundas, el
plano simbólico de la expresión y el lenguaje, y el plano creativo de la
cultura y sus pautas de personalidad definida.
La
representación con sentido de pertenencia
El principio de representación no
puede alejarse “intelectualmente” de esos caracteres reales, al precio de un
discurso abstracto y una actitud autista, indiferente a la realidad de quienes
defienden su verdad frente a lo extraño. Por lo cual, esos representantes
elegidos o designados en pura formalidad, tienen que asumir el plexo axiomático
del sentido llano de pertenencia, que
culmina en un cariz político.
Entre estos valores se destacan los que hacen al trabajo como determinación
cultural y no sólo mercantil. Porque el trabajo es factor de organización
social y manifestación concluyente de la vocación de servicio recíproca que anima
a la mayoría de los integrantes de las formaciones gregarias persistentes.
Conclusiones éstas que exceden los
estudios sociológicos, por la comprensión histórica, incorporada en el tiempo
de la evolución humana, que acepta las “modas” sin dejar de considerarlas
efímeras. Por lo demás, lo importante de esta evolución se sedimenta en el
marco de las estructuras institucionales, que también actualizan las
herramientas de su praxis.
¿De dónde viene entonces este afán
antipolítico, con cierto tono generacional de jóvenes y no tan jóvenes? Viene
del hartazgo de padecer las falencias de una partidocracia decadente que sólo
actúa en su propio beneficio. Viene también de ciertos filósofos hedonistas, de
poses mediáticas inocuas, y de asesores creídos que aconsejan al revés y
habrían llevado a la derrota electoral, de no mediar el aporte certero de
dirigentes aliados y sindicalistas lúcidos.
El sistema político de participación
sin duda debe renovarse y depurarse pero no postergarse. Y menos eliminarlo en
aras de la reedición de grupos “ilustrados”; porque “todos debemos ser artífices del destino
común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.
La participación fortalece la
comunidad y la conducción potencia la participación. Reglas simples de una
filosofía de la vida que alienta, simultáneamente, la acción y la reflexión,
para prevenir el contagio de tesis erróneas en la difusión del proyecto.
Un estado
eficaz pero no estatista
Para lograr la
convivencia nacional hace falta un estado eficaz, pero no estatista, y
gobernantes atrayentes pero no excluyentes. Esto es lo nuevo y bueno que apunta
a la interlocución válida de la concertación económica y social. Una mesa de
diálogo libre acompañada oficialmente para coordinar el debate y ayudar a
encontrar el consenso posible. Base para planificar el corto, mediano y largo
plazo, sin “paquetes” de medidas que antes deben consultarse.
Esta planificación
indicativa y participada requiere un cambio en la cultura de la empresa y en la
mentalidad de sus ejecutivos, para apreciar el apoyo de las organizaciones
gremiales en la promoción y la capacitación del empleo. De este modo, una
producción nacional en cantidad y calidad adecuadas, instalará algo beneficioso
para todos: la presencia prestigiada de la Argentina en el continente y en el mundo.
La mejor forma del respeto es el afecto
No hay política vieja y
política nueva, hay política mala y política buena según el comportamiento de
sus actores. No todo lo anterior es desechable, ni todo lo actual es excelente.
Lo que se debe valorar es la vigencia atemporal de la conducción como arte, que
tiene principios permanentes, adaptables a las circunstancias fácticas de cada
época.
Algunos de estos
principios todavía no son parte activa del funcionamiento gubernamental, pero
tendrán que incorporarse en razón de su eficacia operativa. Como el principio
de unidad de concepción y de acción; la coordinación y cooperación del trabajo
en equipo; la selección y priorización de objetivos y metas; la capacidad de
resolución seguida de ejecución y control; y la coherencia de los lineamientos
políticos elegidos para acumular el afecto estratégico de una conducción
superior.
La concertación, que con
sus vaivenes y reproches cruzados, se está intentando, no puede reducirse
únicamente a concesiones políticas por asignación de recursos materiales muy
evidentes. Hace al interés nacional un
grado efectivo y sólido de convicción en la construcción del país, y el lugar
que se ocupa con certidumbre en la instancia de reactivarlo. De modo que el
axioma de Perón se cumpla aumentando el respeto recíproco de todos los
participantes y sectores involucrados, fortaleciendo, a su vez, la estructura
institucional y la autoridad persuasiva de sus más altos dirigentes.
7. LA VERDADERA EXCELENCIA
ES GENEROSA
A los efectos de la amplia convocatoria que
postulamos para concertar,
corresponde distinguir dos grandes alineamientos en la franja que no se
identifica con los llamados “sectores populares”; ya que estas corrientes, en principio,
provocan diferentes consideraciones y respuestas dispares para el curso
probable de los próximos acontecimientos políticos.
Por un lado, se encuentra el “no peronismo”,
con las características de las propias identidades partidarias que lo componen. Constituye una fuerza de
acción a reconocer, respetar, debatir y acordar en todo lo posible, respecto al
interés nacional. Su legitimidad democrática es incuestionable, constituyéndolo
en la interlocución válida y obligada para la definición conjunta de las
“políticas de Estado” irrenunciables.
Por otro lado, actúa el “antiperonismo” irreductible, que se propone explícitamente la
desaparición del movimiento fundado en la década del 40 al que considera
culpable de todos los males que afectan al país. Más que una propuesta civilizada atendible, encarna una ideología negadora de grandes
mayorías de argentinos, de un modo tan irracional que hace difícil discutir.
Este sectarismo es inverso pero igual al sectarismo de quienes se dicen peronistas y no lo son,
porque se manifiestan contra toda apertura convergente en la unión nacional. En
la última década, como se sabe, este espacio cerrado estuvo ocupado por una especie de “entrismo neomarxista” de obediencia debida a un autoritarismo
endógeno, que impidió el natural florecimiento de cientos de cuadros con
capacidad de organización y liderazgo compartido.
La inviabilidad de un elitismo
desarrollista
De más
está decir que si prevalecieran estas tesituras estériles, y lo que es peor, se
pusieran directa o indirectamente de acuerdo para anular a las demás, la incertidumbre destruiría la transición que ansiamos. Porque
el clima favorable a la concertación pacífica,
se dañaría por la mezquindad agresiva de la pelea sin reglas.
En este
vacío, donde la mala política, de palabra o de hecho, sólo piensa continuarse en la violencia,
aparecen quienes aprovechan para procurar un
“modelo de liderazgo alternativo” que patee el tablero de la concertación. Y
así pergeñan una articulación “desarrollista” con una dirección técnica, para encuadrar a la clase media reacia al gremialismo,
profundizando la “grieta”.
Paradójicamente,
el radicalismo real, hoy subsistente y con enclaves importantes,
que le diera despliegue territorial a un núcleo vecinalista porteño, se pronuncia por la
convocatoria opuesta: una asociación duradera con el peronismo de raíz histórica
y el sindicalismo. Justamente, para otorgar peso parlamentario y apoyo social a
un pacto con criterios programáticos consecuentes en la contienda electoral
futura.
Si de algo sirve la experiencia histórica, no para calcar pero sí para
comparar tendencias y resultados, tenemos que analizar la trayectoria desigual de Frondizi, un estadista “intelectual” sin rapidez de
reflejos políticos. Y que, más allá de sus buenas intenciones, subestimó la
fuerza del peronismo, y no puedo crear una configuración política propia. Situación que fue desgranando
debilidad, con demasiadas concesiones a los grandes poderes fácticos, provocando el paralelo alejamiento de sus elementos
iniciales.
Podrá alegarse que actualmente no existe el militarismo que lo derrocó,
pero al golpismo podría sucederlo la confrontación constante. Esta secuela de
la falsa antinomia peronismo-antiperonismo, hoy atrasaría el reloj de una evolución posible; impidiendo crear las condiciones de estabilidad y previsibilidad necesarias para atraer las inversiones
productivas de la reactivación.
Vigencia histórica de un abrazo
conciliador
En cambio, la vigencia histórica del abrazo de Perón y Balbín, concluyó con el dogmatismo, justificado en la resistencia, no en el orden democrático; y auguró momentos especiales para emularlo, en una amplia base de sustentación
política e institucional. Contrapartida ineludible de la gran plataforma de
producción diversificada que demanda la reconstrucción nacional.
Una no será posible sin la otra, mal que les pese a aquellos que
aconsejan al revés a la presidencia de los argentinos, con un
tono elitista: porque la verdadera excelencia es generosa y abierta a la
comunidad. Concertar, acordar y consensuar, en todo lo lealmente posible, significa la convicción en el resurgimiento de virtudes patrióticas sin sufrir las acciones sorpresivas y extremas que podrían derrotarnos.
Una aplicación decisiva del
pensamiento estratégico en el campo político, es la implementación exitosa de
un orden territorial actualizado y eficaz. Proceso esencial, de cariz fundacional,
pero no detenido en el tiempo, para transformar progresivamente el espacio
geográfico con la voluntad de una comunidad de sólido arraigo y vocación
histórica.
El territorio, como parte de una
concepción dinámica de la realidad, compone el cuerpo de una doctrina nacional
imprescindible, pero no dogmática, sino adaptada a las modalidades del país. El
principio y fin de esta doctrina es un pueblo motivado a cumplir el mandato
implícito en el “ser o no ser” de su determinación evolutiva.
Este temperamento trascendente,
templado en el criterio objetivo de ocupación y utilización racional del
territorio, potencia su acción organizativa con el arte de la planificación.
Porque planificar significa descartar la improvisación perniciosa que deforma
la naturaleza del espacio; impidiendo la acumulación de los efectos positivos
concatenados en la sucesión de la trayectoria nacional.
Sin embargo, la organización
territorial no es obra de los estrategas sedentarios que la pretenden diseñar
en su escritorio. Diseños rechazados por sus destinatarios, ubicados
realistamente en el contexto social, por considerarlos teorías incomprensibles
o imposiciones burocráticas. Luego, esta tarea requiere el aporte de la
experiencia de los pueblos que viven y sienten las condiciones de su
localización concreta.
Una
expansión demográfica productiva
Reflexión situada, no abstracta, que
suele producir ideas relevantes, no muy difundidas, de cómo realizar una
expansión demográfica sustentable. Cooperación inestimable para dinamizar la práctica
política, hoy encapsulada en el pasado; y para relanzar la “cultura del
trabajo” postergada por la inercia de los malos dirigentes que se eternizan en
sus cargos, sólo por su propio beneficio.
Hay que abrir el ciclo de un debate
estratégico-territorial, con algunos ejes principales de análisis, dentro de
los numerosos factores en juego. Así, las primeras conclusiones operativas, no
teoricistas, irán orientando el intercambio de diversas ópticas y propuestas
para enriquecer los contenidos de una estrategia efectiva, que privilegie la
producción y el trabajo.
El despliegue actual de las unidades
poblacionales establecidas y afincadas en su paisaje productivo, educativo y
laboral, puede expresar los requerimientos técnicos y logísticos a satisfacer.
Sobre todo si los conjugan en el radio de alcance de las instalaciones que, con
sus limitaciones y vacíos, marcan la presencia del Estado: sea en los sistemas
de protección civil, defensa nacional, fuerzas de seguridad al servicio de la
comunidad y red de infraestructura con sus problemas y demandas.
De igual modo, considerar el
despliegue territorial de la
Iglesia, imbricado desde siempre en todos los parajes, aún
los más lejanos, de nuestra vastedad geográfica. Y, en un aspecto similar, la
concurrencia social y asistencial de otras expresiones religiosas presentes con
su propio accionar. Amén de innumerables organizaciones libres, autogestionadas
o intermedias, cuya finalidad ulterior fortalece la gran construcción
comunitaria que nos alberga.
El movimiento obrero organizado es
fundamental en esta materia, por su relación con las fuentes de trabajo y el
aprovechamiento de los recursos naturales, en un marco de concertación con las
unidades de producción y con los gremios empresariales. Todo esto con una operatoria
descentralizada, para incentivar directamente a las economías regionales que se
encuentran quebradas.
Reactivar
la conciencia territorial argentina
El cambio en la cultura que ya hemos
referido, se muestra aquí como cambio de mentalidad para reactivar la
conciencia territorial argentina. Y
como un volver propositivo al espíritu pionero, audaz, creativo y emprendedor
que realizó nuestro primer avance colonizador, pendiente ahora de un nuevo
impulso expansivo. Las migraciones externas que recibimos, sin discriminación,
aún desde otros continentes, requiere nuestra presencia indelegable por su
impacto cultural e integrador de la ocupación geográfica.
La mejor respuesta al acicate
territorial será, sin duda, aquella de los líderes comunitarios que, aparte de
sus etiquetas partidarias, cargan en primera persona la crisis que agobia a las
comunidades distritales. En esta jurisdicción, el municipio es la entidad
protagonista, predispuesta a captar y adoptar las nuevas ideas sobre
aprovechamiento territorial y concertación productiva, pues se sabe que la
emergencia no cederá en un esquema burocrático pasivo, ni en el desborde de la
protesta vecinal.
La desconcentración de la
competencia ejecutiva que el nuevo ordenamiento territorial exige, tendrá su
reflejo institucional en el perfeccionamiento social de la democracia. Fuente
de inspiración para legislar normas consensuadas que consoliden su aspecto
jurídico. Y para renovar las prácticas gubernativas caducas, orientando sus
pasos con verdaderas “políticas públicas”, y la paralela formación de toda una gama
de nuevos dirigentes y estadistas.
9. LAS
POLITICAS DE POBLACIÓN Y EMPLEO
PARA
DESARROLLAR EL INTERIOR DEL INTERIOR
La sociedad argentina es una de las
más urbanizadas del mundo, con más del 90% de su población viviendo en
ciudades. Dato relativo celebrado por una derivación extrema del liberalismo,
que considera que únicamente las ciudades, y con preferencia las grandes
capitales, son “motores de progreso social” y productividad económica. Estos
logros vendrían de su alta concentración de recursos en el menor espacio
posible, para atraer inversiones, racionalizar el empleo e innovar
tecnológicamente.
Esta contaminación anti-estratégica
de una matriz territorial distorsionada por la ambición desmedida de
rentabilidad y beneficio, aísla a las grandes empresas de su necesario contexto;
anulando el servicio social y la imagen de convivencia que deben brindar para
integrarse a la comunidad que frustran. Facetas de un capitalismo carente de
regulaciones adecuadas en el plano humanitario y ambiental.
Sus secuelas son los asentamientos
precarios, la congestión, la polución y una topografía caotizada que se presta
a los laberintos de la delincuencia y el narcotráfico. Estos flagelos se
parapetan en una ciudad oculta, tomando de rehenes a los más vulnerables,
contradiciendo la ficción ideológica de la ciudad visible. Éstas y otras causas
de disrupción territorial aumentan la capacidad ociosa de las grandes empresas
y las maniobras de explotación laboral.
Vincular
estrechamente las nociones de campo e industria
Se evidencia, una vez más, la
importancia vital de una organización estratégica, con base territorial, de la
sociedad y la economía argentinas con proyección futura. Sistema, cuyo núcleo central, irradiará las políticas
rurales de población y empleo, imprescindibles para corregir la baja densidad
demográfica del “interior del interior”, que compromete, tanto la viabilidad de
nuestro desarrollo como la integridad de nuestro Estado.
Es menester vincular estrechamente
las nociones de campo e industria, cubriendo además los eslabones
agroindustriales en la continuidad mutuamente útil de la cadena productiva.
Primordialmente, si articulamos esta decisión con las políticas estatales de
promoción a las pequeñas y medianas empresas, cuyo número sobrepasa el 90% de
todas las empresas establecidas y ocupan el 70% de todos los trabajadores
registrados.
En el aspecto gremial bipartito se
ha avanzado lo suficiente para incorporar ahora las iniciativas oficiales que
alientan una mayor y mejor producción, aumentando el valor agregado de nuestras
exportaciones. Lo cual no tiene que significar un exceso de trabas al conjunto
de los productores, para facilitar aviesamente la concentración corporativa
como en la era anterior.
En el sindicalismo de raíz
peronista, hoy dividido por intereses de sector, la intención manifiesta de
unidad puede encontrar ciertas pautas de solución en la organización de los
trabajadores rurales; por ser la más numerosa en afiliación, la más extendida en
el orden territorial nacional y la más representativa en el orden internacional,
por su incidencia en la lucha contra el hambre y por el equilibrio ecológico. [29.5.16]