jueves, 19 de diciembre de 2013

SINCERAMIENTO INTITUCIONAL O VACÍO POLÍTICO Y FRACTURA SOCIAL





La democracia no es sustituible, pero sí perfectible

La verdadera política es el ejercicio legítimo del liderazgo y su aplicación constructiva  al logro de las aspiraciones de la comunidad. Su motivación es la exigencia de solucionar los problemas ciudadanos, sin perder el rumbo del destino nacional en las vicisitudes del presente, que es la amalgama histórica de su pasado y futuro. Antipolítica, por su parte, es lo contrario, porque significa obstruir el camino con la combinación de incapacidad, corrupción e intolerancia.

La conducción política, sea del oficialismo o de la oposición, no se improvisa y menos en períodos de ajuste económico y malestar social. Allí naufraga el partidismo, el punterismo, el clientelismo, el falso coopertivismo y la especulación electoral, aunque  sean los métodos que dieron “resultado” hasta ayer. Las meras combinaciones entre distintas expresiones del naufragio, son igualmente frágiles y aleatorias, pues carecen de estructuras reales de contención civil y participación social. Así no garantizan fortaleza institucional sino debilidad, porque la conducción no es un problema de cantidad sino de calidad, y ésta no existe cuando reinan la ambigüedad, el descrédito o  el ridículo.

Una sociedad irreconciliable es una sociedad indefensa

Los desencuentros y divisiones permanentes erosionan la democracia que tanto nos costó recuperar. Se arriesga entonces el juicio despectivo del ciudadano de bien a todos los políticos, y aún a toda la política, como si la mala praxis de ciertos dirigentes justificase el retorno al autoritarismo y la represión. Tendremos que analizar cómo llegamos a esta situación que parece increíble por la saturación de lo mediocre y la audacia de las ambiciones desmedidas. Porque la Argentina no es el último lugar de del mundo, sino un país de ingentes recursos naturales y humanos, con una singularidad cultural reconocida en el mundo.

Los “discursos” ya no sirven para distinguir a los dirigentes de tantas parcialidades, a quienes es más fácil reconocer por los intereses que concitan sus círculos cerrados, distantes por igual del pueblo. Olvidan que en el sistema republicano y democrático, el principio de elección debe completarse con el  criterio de selección; porque el voto confiere legitimidad de origen, pero ésta se diluye con las gestiones y acciones incorrectas.

La corrupción y el exhibicionismo como antivalores potenciados

En nuestra crónica desigualdad social, que ahora suma una década de posibilidades mal aprovechadas, tiene mucho que ver la “ejemplaridad inversa” de los dirigentes asimilados a la “farándula”, que han representado el “éxito” de la corrupción en el marco de la impunidad y el exhibicionismo. La emulación de estas conductas antisociales,  en la cúpula de lo tres poderes republicanos, ha provocado, por caso, que en los saqueos a comercios y viviendas los culpables hayan soslayado el ocultamiento propio del delito, subiendo a las redes sociales sus imágenes de hurto y violencia.

Contra su propia seguridad han querido demostrar que “el delito paga”, la impunidad otorga, y la publicidad de lo inmoral vende “popularidad”. Conclusión masificante que pretende inculcar que quien trabaja y no roba es un tonto y un anacronismo. Nueva versión de un falso progresismo vulgarizado por un esquema de encubrimientos y mentiras. Luego, en esta instancia, es imperioso exigir dirigentes éticamente aceptables, políticamente idóneos y psicológicamente razonables para evitar que las conductas irresponsables causen más daño (“la corrupción mata”).

Sin embargo, los criticados dirigentes no emergen por generación espontánea. Somos nosotros, como pueblo, los responsables de esta situación que, sin soluciones a la vista, puede seguir largamente en el plano inclinado de la anomia. Y ella sí pondría en duda la propia voluntad del ser argentino. ¿Queremos ser argentinos? Nuestro individualismo parece negarlo. ¿Tenemos fe nacional? Es la pregunta que nos debemos hacer, porque contestarla positivamente comprende la decisión individual y colectiva de realizarnos integralmente como personas y como sociedad.

La prolongación de la anomia y el riesgo de anarquía

Las naciones como los individuos, en los momentos difíciles de su vida, vuelven a las imágenes recurrentes de sus buenos y malos sueños. Es una especie de pecado original político, que llama a la reflexión de la comunidad desde su propio mito fundacional, recordándole sus temores ancestrales, sus frustraciones angustiosas y los desafíos pendientes. Es necesario comprender este proceso de la conciencia colectiva para poderlo superar, evitando el pesimismo sistemático que nos cree condenados al fracaso definitivo.

Es una cuestión fundamental que debemos asimilar nosotros mismos, sin desconocer las especulaciones de quienes medran con nuestra división. Estos problemas irresueltos, estas categorías agónicas de la argentinidad polarizada y enfrentada, se repitieron y repiten en las crisis políticas y económicas que impactan nuestra trayectoria. Por consiguiente, hay que profundizar en todas las cuestiones, de forma y de fondo, donde las crisis cíclicas se consumaron sin debatir ni consensuar las propuestas concretas. Porque en el trance de conducir; “lo que no es posible es falso”.

No se trata de incurrir en la soberbia de pretender originalidad, porque el arte es extraer  lecciones de sabiduría y prudencia; y aprender de los ensayos y fracasos que, bien analizados, se constituyen en fuente de experiencia, comparación y rectificación. La tarea es elaborar un pensamiento político estratégico institucionalizado, para que sea patrimonio común y funcione normalmente en nuestra realidad, recordando que “la política sin diálogo es violencia”.

 La educación de los dirigentes

Quienes ejercen la conducción encarnan durante su gestión el dinamismo de su comunidad. Este carácter integral es de naturaleza cultural, porque abarca todas las actividades políticas, económicas y sociales de la personalidad plena del país. Y además, porque las sintetiza de modo operativo en una estructura codificada de lenguaje, ideas, instituciones y procedimientos como un todo comprensible y efectivo de acción. Estos son los conductores que conducen, y no se dejan conducir por los acontecimientos.

Los grandes sucesos renovadores de la historia no han sido “puristas” ni excluyentes, y supieron engarzar a viejos y nuevos protagonistas e incorporar a distintos sectores sociales. Lo nuevo, en rigor, estuvo en el impulso con que se aceptó el desafío de actualizar propuestas y proyectos. Reto político que hay que volver a encarar con coraje civil, asumiendo las responsabilidades que implica, y arrostrando los sacrificios que impone; es decir: saliendo del refugio del oportunismo y del encierro del sectarismo.

La provocación de los extremos, disfrazados ideológicamente, con la anuencia o no de círculos transnacionales, fomenta un enfrentamiento civil. Lo conciben como el “empujón” que falta, ante una situación conflictiva, para decidir uno u otro rumbo en nuestra inserción  mundial. El terreno está siendo preparado con la persistente crisis institucional y el repudio ingenuo y frontal a toda la política,  lo que anticipa el horizonte de posibles colapsos. A esto se agrega la propuesta de un “gobierno de los jueces” que es inaceptable, al igual que los amagos confusos de una “democracia parlamentaria”. La nuestra  es la tradición del “presidencialismo”, pero dentro de una democracia constitucional que impida claramente la arbitrariedad y el autoritarismo.

El sistema democrático funciona en una concepción aglutinante,  como un todo, sin perjuicio de disparidades puntuales por asuntos específicos; y no como “partidos por encima de los partidos” con propósitos de prevalencia o avasallamiento. Son poderes circunstanciales no autosuficientes, lo cual no sólo consulta fundamentos éticos y normativos, sino criterios simples y directos de sensatez. En tal aspecto, debemos salir rápidamente de la discusión abstracta y capciosa, que ya aburre e irrita.

Ser un factor de decisión nacional resulta algo distinto a especular en la política como profesión especulativa. Porque la política en esencia no se limita a la faz cuantitativa como el aparato, la caja, la encuesta y el proselitismo. Es necesaria también una faz expresiva con contenidos conceptuales y simbólicos de ideas, sentimientos y valores para construir un compromiso de participación. Por lo demás, la verdadera crítica será la de los nuevos hechos políticos cargados de significación sincera, para recuperar el prestigio perdido. Hay que proponerse objetivos y tareas; y no sólo artificios retóricos y mediáticos que no conceden sentido ni dignidad a las fuerzas carentes de una línea doctrinaria y programática.
 
A la unidad por la razón y el diálogo con fundamento

En el quehacer político la razón profunda, no el mero intelecto sin sabiduría, busca la unidad; pero no cualquier unidad sino aquella en que percibe la verdad. Este principio elemental de filosofía de la vida es válido  para estadistas y conductores, ya que la reflexión y el diálogo buscan siempre esclarecer el ser nacional y brindarle su prédica y su acción para que éste prevalezca y salga renovado y fortalecido de la crisis. La corrupción de la que hablamos aquí no se circunscribe a su aspecto doloso y material, sino a la ausencia del Proyecto Nacional; porque sin él es imposible consensuar un entramado de Políticas de Estado, no de partido o de facción. Y sin el alma de este proyecto vertebral, todo el cuerpo orgánico del país se frustra y se descompone.

La Argentina violenta no tiene remedio con simples medidas cosméticas. Necesitamos ir al fondo de lo problemas que no se solucionaron, y aún se agravaron en estos últimos años. Es imprescindible concertar una lucha seria contra la inflación y la especulación; instrumentar un plan integral de prevención y seguridad democráticas con especialistas de fuste; recuperar el control de nuestras fronteras; realizar la infraestructura energética y vial sin favoritismos ni sobreprecios; acabar con el unitarismo fiscal y potenciar las economías regionales; desarrollar un plan global de viviendas populares a ejemplo de quienes han sabido hacerlo a escala de su jurisdicción, impidiendo aventuras y estafas, etc. Sólo así se pacificará un país que sufre injustamente olvidos, desbordes y maltratos.
 
Reflexiones útiles para la nueva generación

Por eso las preguntas que nos hacíamos no son de orden “intelectual” sino práctico, porque el nuevo impulso presupone partir de principios y  valores y no escudarse en la indiferencia o el anonimato. Tampoco hay que hablar porque sí, sin comprometerse en una participación organizada. En la espera activa de las cosas nuevas que siempre actualizan la militancia, la alternativa es construir formas de expresión y de acción que liberen el potencial extraordinario de nuestro movimiento.

Toda interpretación de la historia está determinada políticamente por el presente y referida a él, criterio que relativiza la supuesta objetividad de la historiografía que pretenda imponer su arbitrio sobre el pasado para condicionar el futuro por derecha o izquierda. De ahí el mérito de un enfoque ecuánime donde van sedimentando las diferentes capas sociales en la categoría “pueblo” y las distintas visiones ideológicas en la categoría “cultura”, para la integración de una comunidad de destino.

Esta legitimidad a largo plazo, de una mirada no sectaria ni excluyente, es crucial para los movimientos nacionales que, en cada instancia histórica, deben abrir nuevas perspectivas para todos como condición para perseverar en sus  grandes objetivos. Actitud clave para superar los periodos dolorosos, y extraer las enseñanzas correspondientes, junto a las reflexiones útiles para la nueva generación, porque aquello que moviliza socialmente de verdad no es el resentimiento sino la esperanza.




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