domingo, 25 de marzo de 2018

7. LA ESTRATEGIA Y EL CASO CONCRETO



7. La estrategia y el caso concreto

La aplicación del arte  a la situación

La estrategia se aprende para aplicarla a la realidad, porque es un arte de ejecución. El estratega no es un mero observador ni un simple comentarista de hechos producidos por otros actores protagónicos. Es un creador que se desenvuelve en las circunstancias de espacio y tiempo donde se juega el destino de la comunidad. “Vivir una situación” significa precisamente, estar en medio de las múltiples tensiones, presiones y riesgos que la definen, impulsando la toma de decisiones operativas y tácticas más adecuadas.

Una coyuntura determinada representa una escena más de una larga sucesión histórica, por lo cual cada situación presente tiene una situación precedente y una situación consecuente, que finalmente se integran y deben evaluarse en conjunto: porque no hay causa sin consecuencia y viceversa. Ver sólo el marco actual, como surgido de la nada, suele ser una maniobra distractiva de los responsables de errores y contrastes. De allí el axioma que afirma que “el tiempo es el padre de la verdad”, porque descubre las razones ocultas del comportamiento de los dirigentes y cuadros comprometidos en cada etapa y su balance de resultados.

Otra maniobra distractiva es plantear luchas extremas, de cumplimiento imposible, para negar la autocrítica imprescindible al mal desempeño político o la gestión ineficaz. Hay que eludir obviamente el riesgo de estos extremos peligrosos, porque en el fondo son resabios sectarios y foquistas con propuestas para aventuras dictatoriales de cualquier signo ideológico. Por el contrario, la democracia es perfectible si participa, no una minoría “iluminada”, sino el conjunto del pueblo como sujeto histórico; cada quien con el método a su alcance, configurando una lucha popular persistente y casi siempre victoriosa.

El “caso concreto”, además de ser motivo de la aplicación del arte, se libra de las teorías dogmáticas. Y brinda la posibilidad de adaptarse, actualizarse e innovar, al analizar objetivamente cada problema y resolverlo en sí mismo, como condición para continuar. En esta trayectoria de obstáculos y avances, se da la aparición de los nuevos líderes, que van estimulando su propia percepción de una conducción participativa y solidaria. Bautismo de fuego de una “generación de reserva y relevo” que se suma con aportes específicos a la conciencia nacional práctica, no abstracta. 

Las nuevas formas de expresión, organización y representación

En realidad la política, que no es una actividad productiva, se justifica moralmente cuando atiende a las demandas del conjunto social. Esto conlleva armonizar los objetivos colectivos en función del bien común. De allí la ayuda que presta la obcecación adversaria, cuando sus dirigentes se manifiestan despectivos, reaccionarios y sólo preocupados por sus negocios personales. De esta manera reivindican lo político por el absurdo de la “pospolítica”, y destacan la  necesidad de verdad por sus “logros invisibles” y discursos incomprensibles.  

La respuesta que ello genera en el campo nacional se llama “participación popular directa”, con una guía sencilla de acción, basada en un trabajo de equipos desplegados, lugar por lugar. Equipos eslabonados capaces de elaborar, predicar y dialogar hacia nuevas formas de expresión, organización y representación. Una estrategia para superar los espacios de ineptitud de los viejos y nuevos partidos del “sistema”. Por esta razón la impronta movimientista evitó la reducción del peronismo a partido laborista, socialista o liberal; a pesar del esfuerzo permanente de los “tránsfugas“, como los llamaba el General. 

No se trata de marchar en esquemas rígidos, ni de permanecer en posiciones estáticas,  sino de defender novedosamente el territorio de pertenencia, sin quedar vulnerables a los golpes previsibles de un adversario que nos consideraría inmóviles o “rejuntados”, y por lo tanto inermes. Por eso nuestras escuelas de capacitación deben ser prácticas, discretas y reubicables. Todo aquello que ofrezca un “blanco fijo “, como enseña la historia, será dividido o destruido, en la agudización lamentable  de la protesta social y las movilizaciones de reclamo.

El modo de control y la fiscalización operativa que corresponden a los niveles de conducción tienen que garantizar la libertad y flexibilidad de nuestros procedimientos. Y lo harán progresivamente de forma menos piramidal y más comprometida voluntariamente. En este aspecto, Perón recusa al “caciquismo”, como esquema primario de ejercer un mando discrecional sin asesoramiento orgánico. Y anticipa la evolución en el arte de conducir por la formación profesional, política y social. Lo hizo en miles de escuelas que cubrieron nuestro despliegue territorial, colaborando con la integración y el desarrollo del país, mediante organizaciones autogestionadas más numerosas y mejor preparadas. Tarea que hay que retomar seleccionando y eligiendo dirigencias honestas, lúcidas y transformadoras.

La información y la comunicación 

La unidad de acción, más difícil en los despliegues descentralizados, que en los concentrados requiere por ello un esfuerzo especial que resulta clave para el éxito. En principio la información política debe ser “suficiente”, a fin de no actuar con visones parcializadas de la realidad, evitando sus consecuencias divisivas en la “coordinación” de toda la organización. De igual modo, tiene que ser “objetiva” y profundizada, eliminando las interpretaciones superficiales o la acción psicológica contrapuesta.

Igualmente, requiere un carácter “permanente” sin vacíos informativos; y funcionar “recíprocamente” hacia y desde la base en un intercambio enriquecedor y que descarte la manipulación de personas o grupos interesados. Perón aclara a este efecto que “la conducción procede tan bien como informada esté: porque la información, de naturaleza estratégica o táctica, en el caso concreto de un conflicto, ya es “poder”.

En cuanto a la comunicación deviene un factor determinante de la posibilidad de desconcentrar y descentralizar equipos, sin perder contacto con ellos y evitando  un impacto dispersivo. Por eso se sabe que “sin comunicación no hay conducción“, precio que implica “vencer al espacio”, particularmente en una beligerancia prolongada y de múltiples manifestaciones sociales y políticas. 

Si bien los medios técnicos son importantes en el tráfico de comunicaciones, lo esencial permanece en el corazón de las personas: por la amistad; la adhesión sincera a los ideales de la doctrina; y el compartir con lealtad los mismos propósitos de militancia. Hay así una ”comunicación interior” que puede superar la diferencia de una tecnología sofisticada.

Economía de esfuerzos y reunión para la decisión

En la dinámica de los conflictos no es obligatorio se siempre más fuerte, cuando se trata de episodios secundarios. Pero la mayor fortaleza es imprescindible en el momento y el lugar donde se va producir la “decisión “. Esta exige una “economía de fuerzas” o “principio de masa”, porque empeña la totalidad de nuestra energía acumulada. Implica la facultad de “hacer la fuerza”, reuniendo la mayor cantidad de medios y recursos disponibles, porque en una batalla principal se juega la suerte de las concepciones enfrentadas. 

Significa obviamente que la negociación o concertación de las diferentes posiciones fracasó, y que del resultado de las operaciones saldrá un nuevo margen, favorable o desfavorable, para retomar la mesa de la diplomacia y el diálogo. Cuando se tocan grandes intereses no hay concesiones gratuitas, salvo las que se perfilan, como el Caballo de Troya, para luchar por dentro del oponente ingenuo o desinformado.

La prolongación y complejidad de las contiendas por la soberanía, la independencia y la justicia demandan  la aplicación del “principio de continuidad en el esfuerzo”; definiendo no sólo los objetivos principales, sino también los objetivos intermedios. Ellos se ubican dosificadamente sobre el eje de avance, para guiar y regular la marcha, acercando la consecución de  la meta, pero sin abandonarla nunca.

Lo expuesto en este capítulo de aplicación puede conjugarse en tres aspectos inviolables:
-          Estar bien informados
-          Mantener la discreción sobre nuestros planes
-          Y tratar de obtener sorpresas tácticas, de gran utilidad en el arte de conducir.

Un fuerte abrazo, Julián Licastro

jueves, 22 de marzo de 2018

6. EL LIDERAZGO Y LA EXCELENCIA



6. El liderazgo y la excelencia
Liderazgo y maestría de vida
Según los clásicos, somos aquello que hacemos repetidamente, convirtiendo la excelencia de “acto” en “hábito” (Aristóteles). Esa definición señala un ideal que reúne tres conceptos inseparables: el liderazgo como don personal; la conducción como su desarrollo orgánico y conjunto; y la estrategia como visión general. Los líderes deben ser “maestros de vida”, ya que guían por su “cualidad” más que por su “cargo”.

Se distingue pues la “jefatura” nominal, de la “ejemplaridad” a gran nivel del tríptico vocación-carisma-formación; porque siempre adjunta la crítica colectiva, por la especial valoración del liderazgo. Las agrupaciones humanas no representan estructuras mecánicas, sino organismos vivientes necesitados de liderazgos humanizados que comprendan, amparen y protejan, haciendo crecer los valores preexistentes en el alma de las personas y los pueblos.

Liderar representa dar y darse, en vez de sacar y aislarse en un supuesto elitismo. Ese comportamiento solidario, demuestra abnegación porque no trabaja para sí, sino que sirve a los demás. La concepción comunitaria lo postula en tanto “protagonismo compartido”, evitando que nadie se sienta insignificante y subordinado a ambiciones ajenas y alienantes. Aquellas que responden al “tener” egocéntrico, contra la autenticidad de la organización de todos.

También exige el ejercicio constante de “verdades interiores”, cuya ausencia tarde o temprano se descubre. La expresión pública de estas verdades tiene que lograr el equilibrio entre la elocuencia y la reserva; entre la pasión y la prudencia; entre la argumentación propia y la asimilación de la realidad que percibe “la gente”. En esa instancia de “lealtad recíproca” toda violencia es negativa y la ira mala consejera.

Liderazgo y formación cualitativa
El conductor nace y se hace. Las condiciones innatas tienen que educarse para alcanzar su mejor y mayor efecto. Entre las primeras condiciones está la vocación espontánea de “hacerse cargo” de la situación. Presupone una rápida captación del comportamiento social y grupal, porque para liderar es tan importante la “aptitud” como la “actitud”. Profundizar ese vínculo hace que el temperamento se eleve a carácter y la habilidad natural se traduzca en “estilo”.

La “aspiración” de conducir es buena cuando se corresponde al núcleo de las virtudes ya enunciadas; pero es mala cuando trata de imponerse en tanto “ambición” desmedida a expensas de la organización, que no se identifica con motivaciones individualistas. El prestigio y la popularidad no constituyen demagogia, y ayudan al salto de calidad en los procesos internos y en la articulación de alianzas tácticas o estratégicas.

Un líder aplomado se desempeñará sin riesgo en situaciones críticas; porque “estar centrado” entraña la fuerza de ánimo para recuperar el equilibrio ante el impacto de circunstancias adversas. Tal el mérito de recomponerse espiritual y políticamente, frente a los golpes sorpresivos y las emociones fuertes.
Liderazgo, intención y poder
En estrategia, una buena intención se reviste de poder para realizarse o se anula. Esa operación necesita a su vez la manifestación del “ser” y “parecer” del liderazgo. En nuestra idiosincrasia cultural, aparentar virtudes sin tenerlas es simulación o hipocresía. Y tenerlas realmente sin demostrarlas, quizás por un exceso de sobriedad, dificulta la reciprocidad entre “atracción y persuasión”; que son facultades imprescindibles para poner en marcha los planes.

Desde siempre en el arte de conducir hay un contexto de signos y significados que eslabonan un “código simbólico”, utilizable legítimamente para promover un clima de convocatoria y organización. Un ámbito para la acción que, sencillamente, despierta conductas activas para preservar la unión común y aglutinarse detrás de personalidades que son respetadas y confiables.

Liderazgo, métodos y proyectos
Existir implica hacer proyectos para afirmar la condición del “ser posible”, dando vida a la organización. Ella se sostiene en un basamento de fe y creencias que se invocan y practican simultáneamente, para irradiarse como método efectivo de conducción. Un método que suma y multiplica sin cesar, para alimentar una estrategia superior y más abarcadora.
Liderar es confiar en el éxito, y lograr que la organización, en un todo, lo vea posible y útil: porque la inacción es el comienzo de la desagregación de las fuerzas que aborrecen el vacío de conducción.

El concepto comunitario de liderazgo debe ser democrático, libre, equitativo y justo. Esas virtudes no se declaman sobreactuando sus principios. Por ejemplo, la fe en sí mismo no tiene que llegar al mesianismo; el deber de vencer no tiene que caer en el triunfalismo; y la lealtad recíproca no tiene que entrañar sumisión.

El líder orgánico y fraterno consolida la labor educativa y la “cultura de participación”. Reúne energías y las orienta con gran sensibilidad para descubrir tendencias, variantes y ocasiones de éxito que beneficien al conjunto.

Reconocimiento por sus comentarios sobre estos textos al Dr. Víctor Dante Aloé, escritor y diplomático, doctorado en varias disciplinas, quien en la actualidad se encuentra trabajando en una extensa obra académica sobre estrategia y política internacional.

5. LA PLANIFICACIÓN Y LAS PREVISIONES ESTRATEGICAS



5. La planificación y las previsiones estratégicas
La esfera de la inteligencia y la esfera de la habilidad
El general ítalo-suizo Jomini estudió tanto a Napoleón como su contemporáneo Clausewitz, con la ventaja que lo visitaba periódicamente en sus campañas para recoger directamente sus lecciones. Él nos dice que la misión de la estrategia, donde es suprema la inteligencia, consiste en llegar a la situación decisiva en las mejores condiciones, momento en que le cede lugar a la táctica, que además de conocimiento requiere habilidad, intuición y buena fortuna para triunfar.
Son tan complejas las variables de aquel pensar teórico, que un refrán del oficio afirma que “cuando el hombre planifica, Dios sonríe”. Pero esta combinación teórico-práctica es eficaz, siempre que no se caiga en un pensar rígido y absolutista. La estrategia parte del “principio de impulsión”, manteniendo una organización superior unida, y persistiendo en la presión por los grandes objetivos, superando las tendencias “tacticistas” y “tecnicistas” que la dispersan en lo secundario.
La estrategia, en su acepción adoptada por la comunidad, toma este arte de origen épico en la edad antigua de la historia. Y llega a nuestros días con lo esencial de su origen clásico ubicando y desubicando todos los elementos disponibles en el teatro de operaciones para su mejor conducción.
Entusiasmo y deber de vencer
El estratega rompe el dilema entre “saber y no poder” y “poder y no saber”, porque allí se manifiesta la falta de conocimientos o ausencia de la facultad de adaptación e innovación. La sinergia resultante se crea por el espíritu, se multiplica por el movimiento y se emplea por la actividad (Leopoldo Lugones decía que lo único inmóvil es la ignorancia). Subyace pues el entusiasmo y el “deber de vencer”. El ser personal se identifica con el entramado comunitario, asume poder en conjunto y siente la responsabilidad que comparte.
No hay acciones organizadas sin ideas organizadas. Por eso la estrategia genera más estrategia. Discurso y actividad –lexis y praxis- constituyen de este modo una cohesión de fundamento con sus argumentos y exigencias. Este pensar avanza en una sucesión de resoluciones acertadas que requieren autocontrol, disciplina e idoneidad. El estratega es a la vez, actor y autor, aunque su plan no se escriba de una vez y para siempre, porque la acción tiene que apoyar a la acción, duplicando la continuidad en el esfuerzo principal.
El plan, de esta manera, está inscripto en “el corazón del estratega”, que hará los cambios adecuados al desarrollo probable de todas las alternativas de los diferentes escenarios que puedan presentarse para llegar a la meta.
La preparación estratégica y la acción prematura
La labor de preparación siempre es esforzada, poco reconocida e ingrata: pero luego se elogia plenamente en la consecución de la victoria. Los creadores de la estrategia en China, por ejemplo, enfatizaban que toda acción prematura ocasiona desastres. Corregir la patología de la improvisación implica poner en línea el eje del plan, la preparación esencial y la evaluación precisa de la oportunidad, para ponerlo en marcha en sus etapas sucesivas.
Los “medios” necesarios tienen que ajustarse al “fin” necesario, en una ecuación equilibrada de energía idealista y fuerza realista. Es una misma verdad que unifica prever, movilizar y concentrar. La misión del estratega, que incluye saber comunicar el pensamiento estratégico, es imperiosa para mantener a todos los integrantes dentro de sus lazos de pertenencia; y demostrando su compromiso de participación que la sustenta en la realidad inapelable de los hechos.
En la formación del carácter del estratega predominan dos axiomas decisivos. Sentir que “la fe en la victoria la decide” y estar persuadido que la creatividad que se le exige, surge de la suma de su capacidad de imaginación y su decisión de buscar siempre la iniciativa.
Metodología y estrategia
Nada se obtiene en estrategia sino por el cálculo. Este significa descartar el mero “pensar por pensar” y ordenar el razonamiento hacia la acción, con un sistema de conceptos definidos, claros y comprensibles. Una creación surgida de la inspiración, la intuición, la inferencia y la comparación eslabonadas con unidad de propósito. Y que hace confluir reflexión y expresión por tratarse de un trabajo de equipo elaborado y ejecutado en conjunto. En consecuencia, hay una metodología que requiere saber sintetizar para decidir, superando la divagación, la vanidad y la confusión.
Cada situación estratégica plantea preguntas esenciales que deben responderse con los análisis, estudios y apreciaciones propias de un verdadero Estado Mayor. Los objetivos estratégicos se clasifican en dos grandes partes: los “objetivos positivos” cuando proyectan nuevos logros, espacios o metas a conquistar; y los “objetivos defensivos”, cuando sólo tratan de mantener posiciones ya alcanzadas. Un lenguaje apropiado para señalar siempre la prioridad del impulso decidido de acción.
El espacio estratégico es el mejor aliado o el peor enemigo, por su influencia en las operaciones, según el estratega lo conozca, lo domine y lo explote en sus condiciones para favorecer sus movimientos en el “juego de ajedrez” del arte. Negarlo sería ingenuo en una lógica de construcción orgánica de poder.




4. LA VOLUNTAD DE CONDUCCIÓN Y LA CONCEPCIÓN COMUNITARIA



4.  La voluntad de conducción y la concepción comunitaria
El modo de ser del poder  y el espíritu comunitario
Las costumbres apropiadas conservan la democracia, las prácticas arbitrarias la disuelven. El pensamiento capaz de movilizar energías no se limita a interpretar la realidad, sino que la transforma. El modo de ser del poder comunitario, integrado en libertad y en conjunto, formula una idea directriz para lograr la concentración de esfuerzos. Transmite  una vibración afectiva y señala el valor de una conducta, que aunque la ejerza el liderazgo, no es patrimonio individual de los dirigentes.
En un contexto de “voluntades contrapuestas”, propio de la estrategia, lo principal es juzgar objetivamente las “relaciones de poder”, y descubrir si hay espacio suficiente para “tomar la iniciativa”. Caso contrario, hay que reforzar la tarea orgánica y táctica para “crear las condiciones” de nuestras mayores posibilidades
El poder se ejerce. Esta es la función concreta de la conducción que debe abstenerse de caprichos y abusos. Aún en los grandes liderazgos hay que estar atentos a las limitaciones de los entornos; y considerar respetuosamente la salud que en todo hombre culmina en la enfermedad y la muerte. Tal la característica fundamental que marca la concepción comunitaria de la existencia. Ella no elude con supersticiones o consignas fingidas de fanatismo que corren a favor de los oportunistas de distinto signo.
Es el infierno de los aduladores, como se decía en el Renacimiento, que utilizaban la “lisonja aviesa” en su propio beneficio, descartando las preocupaciones y desvelos de la verdadera militancia.
La actitud leal, vital y emprendedora
Los hombres creen buscar la verdad por el valor de ella misma, pero en realidad buscan la vida en la verdad. Esta actitud vital convierte el intento en hacer y la potencia en acto. Conducir se manifiesta así en “el arte de lo posible”, pero siempre a favor del pueblo como sujeto histórico. Ella se propaga, se afirma y se desarrolla como señal de avance de la misión asumida en conjunto. Es la superación del “no-poder” del individualismo y de la “no-libertad” del autoritarismo.
El camino de la voluntad pasa por el esfuerzo de no claudicar y perseverar en la lucha, estimulando la propensión espontánea de asociación y resistencia para la autodefensa, no sólo de cuestiones materiales sino de principios morales que dan plenitud a la vida; y descartan la depresión, la deserción y el abandono de los ideales. Esto es más eficaz en la lucha que una dirección por promesas, recompensas, amenazas o castigos; ya que conducción es persuasión y no dominio.
La conducción organizada, no improvisada
El poder es un fenómeno variable y relativo; se tiene o no se tiene poder en función de algo y para algo. De allí la valoración de la estrategia que puede crearlo, fortalecerlo, perderlo o recuperarlo. Es decir: una capacidad específica para obtener un efecto definido, y no un poder absoluto que, como tal, no existe. La estrategia contiene el concepto ordenador de “los objetivos del poder”, que guían el análisis y las previsiones de las hipótesis de cooperación, de neutralidad y de conflicto.
La no precisión en los objetivos es fatal para la organización construida a fin de conseguirlos; y a la vez, impide la correcta formulación de las “líneas de acción” para tomar previsiones y estudiar contradicciones en el juego de variantes posibles en el curso de las operaciones.
La estrategia además de la posibilidad razonable de producir los efectos específicos deseados explícitamente, incluye la habilidad de influenciar la conducta de otros en orden a nuestros fines. Una combinación de rasgos persuasivos y disuasivos en el trance de prevalecer sobre los adversarios irreconciliables.
El poder transcurre en un presente permanente
Pertenecer a una componenda de “reparto”, con dirigentes nuevos o figuras caducas es letal para una organización con proyecto estratégico. Porque la urgencia en la conducción del reparto es incapaz de percibir la categoría fundamental del “tiempo” para diferenciarse de las servidumbres territoriales de la táctica. Porque el poder, considerado en su esencia, no está en las cosas, sino en la conciencia de las personas. El tiempo, en definitiva, somos nosotros.
Eso no implica desconocer la utilización de las nociones de tiempo y espacio para medir los hechos operacionales en términos de oportunidad, observación, etapas y períodos de acción. Pero en rigor, la estrategia no termina nunca, y el poder “transcurre” en un presente permanente. Solucionado un problema, el estratega ya se sumerge inmediatamente en otro, en una expresión circular e instantánea propia del movimiento más activo.
Si el tiempo, pues, está en nosotros como especie, la construcción de poder nos trasciende personalmente y se encarna en la maduración de una cultura en la continuidad de las generaciones que la heredan, la asumen y la recrean.
Forma objetiva y forma subjetiva de la estrategia
Clausewitz nos recuerda que la forma objetiva es la “concepción” de la estrategia, pero la forma subjetiva es la “habilidad” en el terreno de acción. En consecuencia, lo creativo del arte facilita su toma de decisiones si se apoya subsidiariamente en un método. Aquí se conjugan factores intuitivos y emotivos con vías de soporte comprensivo, y una capacidad de síntesis para utilizar expeditivamente un gran volumen de información e inteligencia. La atención debe anticiparse al “curso probable” de los acontecimientos. La conducción, por lo demás, es un arte donde prima la ejecución y necesita la observación metódica de la realidad para enfocar la percepción, estimular la imaginación, y aplicar los criterios del liderazgo.
Perón destaca que  “racionalismo y empirismo” van de la mano, porque su tesis reconoce simultáneamente la asociación de ideas de un razonamiento entrenado y los datos sensoriales que va recogiendo la experiencia, que él llama “madre de la sabiduría”. De igual modo, las reflexiones teóricas, el conocimiento de la historia y el manejo del instrumental técnico disponible, hacen al talento de quienes ocupan los puestos de mayor responsabilidad: “el genio es trabajo”.
Secuencia del ciclo metodológico
Este ciclo distingue varios momentos fundamentales, que son:
- Apreciar la situación y resolver. Todo análisis de los factores intervinientes debe culminar en una resolución que vincule organización y escenario estratégico para captar los posicionamientos y dispositivos en presencia. Y la proyección más conveniente de las acciones propias, como oportunidad, volumen, forma, sucesión y duración de las acciones tácticas y operativas que integran una resolución estratégica.
- Planificar la acción inicial e impartir las directivas pertinentes. Momento en que la síntesis obtenida en la resolución, se abre para el aporte de los especialistas del Estado Mayor. De esta manera, se suman los planes complementarios de reorganización, capacitación, comunicaciones y logística. Todo ello con el detalle de instrucciones que ponen el “plan” en “ejecución” por el ejercicio de la autoridad legítima.
- Controlar, por último, la ejecución y realizar la crítica y autocrítica, para aprender de los errores cometidos. A los efectos de la conducción, aquello que no se controla debe considerarse no ejecutado o mal ejecutado, porque la presencia del liderazgo en los lugares de mayor esfuerzo y riesgo, reconoce y corrige procedimientos, mientras da ejemplo personal de coraje y compañerismo.





3.LA CONSTRUCCIÓN ORGÁNICA Y LAS HERRAMIENTAS ESTRATÉGICAS



3. La construcción orgánica y las herramientas estratégicas
Entusiasmo y transformación de la fuerza en poder
Hay una ética del hacer que contiene el entusiasmo por transformar la fuerza inicial, inestable y ambigua, en un poder estabilizado y formado para potenciar su capacidad transformadora. Un sistema funcional a la dirección táctica y estratégica, pero no cerrado en un círculo. Concebir una gran organización supone la alegría de ver la conjunción del sentir, del pensar y del querer. Un pensar del “ser” superador del simple “estar”, y una actitud decidida por la justicia como virtud principal del alma de las personas y los pueblos (Platón).
El “bien común” en acción, encargado de armonizar fines y medios, y renovar la mala práctica del menor esfuerzo descubre que, en la relación naturaleza-comunidad-trascendencia, hay un sentimiento superior que madura una fe que lo sostiene. Como los medios no “justifican” el fin, sino lo “prejuzgan”, resulta un equilibrio equidistante del conformismo, pero también de la ambición desmedida, lo que replica la acción orgánica del estratega en factor clave de su propia dimensión espiritual.
Organizada la fuerza como primer paso, ella se encarga de “conducir al conductor”. Por eso Napoleón, genio de la organización decía: “me siento llevado por mi ejército”.
Pensar estrategia siempre significa estar en marcha
Esa “personalidad de conjunto” explica que la falla de los dirigentes es la falla de una construcción orgánica enferma. Por eso, educar no es un hecho técnico meramente pedagógico, sino una formación en la vida, en la historia y en las luchas sociales. Cauce de un espíritu abierto que acepta aportes críticos constructivos como alternativas válidas. Sin ellos anula la representatividad, porque la ética colectiva no existe como discurso banal sin implicancia moral y política de fondo. La alegría organizativa del militante, descripta al principio, no es casual, sino la conformidad de las ideas con el nivel de participación y la vocación general de servicio.
El carácter prosaico no sirve para organizar, porque hacerlo presupone realizar el ejercicio de pensar para disponer y de disponer para actuar. Esta es la probidad manifiesta en el arte de armar una estructura persistente. El camino es coordinar esfuerzos; seleccionar bien para las funciones específicas y convencer a todos sobre las ideas básicas que se implementan naturalmente, sin apatía ni exageraciones.
Una red de afectos y efectos
Esa tarea de paciencia y constancia, realizada hombre por hombre, da sus frutos, porque concreta una participación compartida, revelando el secreto del destino común que cancela el individualismo caótico. Luego, se logra la ansiada cohesión por el “espíritu de cuerpo”. Virtud unitiva y operativa que permite descentralizar tácticamente la organización, para adaptarla a las circunstancias, y reunir estratégicamente el poder acumulado en el lugar de la decisión.
Perfeccionar una obra es quererla más plena y efectiva, y hacerla más real y activa. Este ideal significa que el arte de organizar no termina nunca. Para ello hay que contar con un relacionamiento de cuadros y dirigentes convencidos de una labor constante.
Esta red de afectos y efectos tiene la impronta de recrear las pautas de la unidad de concepción y de acción, derivando los principios complementarios de coordinación, fortalecimiento y cooperación entre sus miembros. Y manteniendo el protagonismo participativo que lleva adelante un crecimiento de iniciativas útiles; dejando poco margen para la indiferencia y las intrigas por un mando espúreo.
El hallazgo de adaptar el arte de la estrategia a las organizaciones sociales
Organizar es orientar, ordenar y vincular los recursos y medios para un fin determinado. Los criterios de eficacia y eficiencia que exige impiden que cualquiera pueda merecer el honroso título de “organizador”. La formación humanística, además, debe garantizar su empeño en mantener la unidad en la diversidad, aprovechando capacidades y necesidades complementarias. Su máximo éxito será evitar las formas burocráticas y dar vida a las estructuras inertes o despersonalizadas. Sus objetivos deben ser claros, factibles y necesarios, dosificando los principios de estabilidad y perfectibilidad.
La jefatura autoritaria funciona sólo en un clima precario y desconfiado. Únicamente la libertad fomenta “la organización que vence al tiempo” en términos políticos y sociales. El hallazgo de Perón fue adaptar la estrategia militar a las secuencias de la conducción civil. El fracaso de las dictaduras fue tratar de imponerla de modo craso, rígido y represivo, haciendo que la mala política volviera, a su turno, con más corrupción que nunca y sin distinción de colores ideológicos.
Organizar es proyecto y es proceso
La potencia de una organización no se extingue en las individualidades; ni siquiera la de sus dirigentes más venales. Por eso es un “proyecto” que permanece en las adversidades y se multiplica en las consecuencias colectivas. Este proyecto, poco explicado, busca en sus propias energías la causa matriz para permanecer en la vida de la comunidad y  poder cumplir así sus auténticas funciones.
Cuando este proyecto se actualiza, especialmente con las nuevas generaciones, se convierte en “proceso” con diferentes adaptaciones y etapas. Por tal razón, los grandes estrategas han organizado para la historia, y no para las simples coyunturas de la democracia liberal, o el mesianismo golpista. 
Estos líderes providenciales han probado así, en los prolongados ciclos del tiempo, que la facultad de sus promesas orgánicas y doctrinarias es la memoria de la voluntad de su compromiso de estrategas y estadistas. Esto augura, según escritores lúcidos como Alain Rouquié, que entremos al universo político contemporáneo bajo el signo indeleble de “El siglo de Perón”.










2. LA PALABRA Y LA FUNCIÓN AGLUTINACIÓN - INTEGRACIÓN



2. La palabra y la función aglutinación-integración

Una idea carece de fuerza si no encarna una imagen

La imagen es la vía de representación del pensamiento estético. Da lugar a un trabajo guiado por la medida, la proporción y la armonía; elaborando formas eficaces para reflejar sentimientos, concepciones y aspiraciones profundas. El centro de la identidad cultural, precisamente, es un “núcleo ético-estético”, sin el cual no existiría el don de la palabra política y estratégica.
Se da así la oposición entre valores y antivalores, despertando las virtudes de equidad, ecuanimidad y justicia, o su contraparte decadente, redescubriendo una cosmovisión afirmativa o negativa del “ser nacional” que es causante de la deformación simbólica y el discurso engañoso de la posverdad. Para nosotros, emitir juicios propios sin cesar contribuye a expresar y configurar nuestro sentido de la vida.
El pensamiento estratégico se hace motivo, causa y necesidad
La actividad política y estratégica se sustenta en la palabra orientadora, sea hablada o escrita, para que el pensamiento salga del limbo y se haga “motivo”, “causa” y “necesidad” de actuar. La palabra, en este aspecto, facilita la transmisión de argumentos, criterios y propósitos para que la comunicación pueda vencer al espacio en un despliegue territorial tan extenso como el nuestro.
El lenguaje es el abrigo y la protección de la conciencia que, sin él, quedaría a la intemperie y expuesta a la alteración ideológica de los extremos. Por esta razón, hay que “dar la palabra al ser profundo”, que es su origen, su experiencia y su finalidad, En su seno anida el impulso de vivir y de transcender, en lo individual y lo colectivo.
El arte de predicar, persuadir y convencer

Estas son las condiciones que valorizan el arte de predicar, persuadir y convencer a partir de nuestras propias convicciones. El “hablar habla” y nos determina en conjunto con nuestros propios aportes. Siendo fundamental “organizar el diálogo” para articular las estructuras desde la base con libertad de conciencia. Todos tenemos que aspirar a un modo conciso y convincente, sin divagaciones, ni excesos de retórica académica o vulgar.
El propósito último es promover las formas de acción y los modos de asociación que se inician espontáneamente en la base social, política y profesional; porque “hablar por hablar” se desvanece, pero lo dicho con propiedad y solvencia permanece y es parte de la construcción conjunta.
Perspectiva estética y convicción estratégica

El nivel más alto de este arte hace confluir la perspectiva estética y la persuasión política, porque toda verdad ilustrada por la belleza nos atrae y conquista. Razón por la cual hay que percibir la poesía inscripta en el lenguaje de nuestra cultura, y los discursos de los grandes maestros. Esta actitud une lo visible a lo invisible, el entendimiento a la contemplación, y la inteligencia analítica a la sensación de “inteligencia interior”, clave de los mejores educadores y militantes de una causa nacional.

Nombrar, como lo dice el Evangelio, es conocer la esencia de las cosas, para no engañar ni dejarse engañar en el oficio de las luchas ciudadanas. La elocuencia es una aptitud necesaria para destacar lo admirable, discernir lo real de lo aparente y pronunciar en cada caso la palabra exacta que esclarece y une y no la palabra errónea que confunde y divide.
Se comprende fácilmente que, cuando se comparte un lenguaje cultural nacional, los directores políticos, funcionarios diplomáticos y oficiales militares tienen menos que discutir y más margen para hacer ante una emergencia de conflicto con un país fragmentado.
El misterio de crear nombrando 

El lenguaje es el verbo que hace posible el misterio de crear por el hecho de nombrar. Esto es así si incluye una escala de valores de una comunidad en ascenso, porque da testimonio conductivo de compromiso, credibilidad y confianza. Un mensaje de estas características ya es acción, y su efecto reflexivo se enriquece con miles de aportes, ofreciendo una producción colectiva; porque los ejes del pensar son sólidos. Responden a los de un verdadero liderazgo y no a los de una dirigencia venal de circunstancias.

La persona existe cabalmente en presencia de una comunidad de acción. Lo contrario es una suma inestable de individualidades dispersas, ineptas para acciones tácticas y sueños estratégicos. Evocar las acciones luminosas del pasado; invocar los principios actualizados de la doctrina y convocar las acciones de una proyección y planificación adecuada en el tiempo. He ahí una fórmula simple para el orador de base.

La estrategia nacional lo es realmente si abre posibilidades de realización para todos. Su inventiva se juega en encontrar nuevas alternativas de trabajo y desarrollo. En la escuela política de las nuevas generaciones éste es el espíritu que debe prevalecer, contra todo escepticismo, dogmatismo y resentimiento. Porque la escuela estratégica forma y transforma en orden a su grandes metas.
._________________________________________________________________
El lenguaje estratégico se expone aquí referenciado a la voz del General Perón con citas de sus apuntes de historia militar, artículos de política y estrategia y conferencias de defensa nacional; con la resonancia de su código simbólico pleno de significado en la historia del Movimiento. Se diferencia pues del vocabulario tecnocrático del “staff” de los ejecutivos posmodernos.


1. LA ESTRATEGIA Y EL CONOCIMIENTO EN ACCIÓN



1. La estrategia y el conocimiento en acción
El apoyo de la reflexión filosófica

Ya nos advertía Aristóteles que el fin de la teoría es la verdad y el fin de la práctica es la obra. Sin embargo, la estrategia se apoya en una reflexión filosófica de la vida, ya que el espíritu del estratega aumenta la densidad de la organización rechazando la pasividad y el fatalismo, y exaltando el trabajo inteligente, la responsabilidad social y la vocación de destino.
La filosofía contempla al ser como tal y, a través de las ideas primordiales, el conductor comprende y se comprende, dándole fundamento a su existencia personal y proyección humanista. En esta meditación permanente percibe los arquetipos que son verdades espirituales trascendentes, haciendo que la estrategia no sea sustituida por la tecnología, sino que la oriente y explique, con una mentalidad amplia.
Así lo hicieron creadores como Clausewitz, estudioso de Napoleón, que supo enmarcar sus conocimientos sobre el gobierno y la conducción en el contexto evolutivo del pensamiento de su época. Estos principios imperecederos delimitan el reino de los liderazgos inmortales, porque van incluyendo a los nuevos conductores, como Perón, que en algún momento fulgurante supieron cambiar la historia.

La energía espiritual es la base de todo

La filosofía fundamenta una ética de la conducción otorgando una visión del poder a través del deber; y en épocas caóticas de cambios (?), difusas, nos da la fuerza necesaria para volver a las fuentes y proyectarnos al porvenir. La energía espiritual es la base de todo, no como deformación voluntarista ni alienación a la sobreactividad.  El espíritu manda, en realidad, porque sin acción no hay esperanza, sino decadencia y disgregación.
Los símbolos brindan un sentimiento de participación real. Valen más cuando cultivan la humildad que hace de la dirección de hombres una relación cada vez más prudente, constructiva y justa. Son los liderazgos fundantes de nacionalidad. Las imágenes referenciales de estos grandes líderes encauzan nuestra potencialidad psicológica, porque producen emociones y efectos persuasivos, constitutivos de la organización comunitaria (no hegemónica).


La estrategia es un hacer creativo
La estrategia es un hacer creativo, es decir, un arte. El impulso material a ella no debe ser negado ni desviado, sino perfeccionado; porque reúne el “principio de identidad” por la memoria, y el “proyecto de finalidad” por la aspiración a un futuro mejor. Por eso, afirmar la vocación y acatar su desafío, es aceptar desde ya la sobriedad en sus logros y la angustia en sus frustraciones.
Develar el sentido de la vida implica considerar el existir como “coexistir”, y el vivir como “convivir”; por pertenecer con muchos otros iguales y distintos a un mismo escenario geográfico e histórico. Esta conciliación entre razón pura y práctica, entre igualdad de dignidad y diferencia de carácter, enfatiza la necesidad del estadismo, no sólo como mero concepto, sino en tanto sensibilidad, intuición, gesto y deseo por medio de una voluntad que se autoafirma en esta función integradora y organizadora.

Lenguaje e identidad cultural

La prueba del pensamiento es la práctica. Entre el pensar y el hacer está el lenguaje, que es “saber concentrado” por la sucesión generacional, que desarrolla la identidad cultural. Así se va determinando un entramado social y una mentalidad colectiva sin la cual no hay historia que compartir, sino papeles que simulan un “excesivo marco legal”, que pocos conocen y nadie cumple.
Ascender realmente a mayores niveles de organización requiere la elaboración continua de un “pensar situado” para fructificar en un carácter propio de país por la “unidad de estilo”: aquél que debe repensar las proyecciones dinámicas del “ser argentino”, como alternativa al egocentrismo, la sectorización y la violencia. En el arte de organizar, la práctica se sintoniza en la táctica; la crítica compara los resultados; la teoría generaliza el saber, y la técnica dispone los instrumentos que se derivan de ese ciclo (práctica-crítica-teoría-técnica).

Conciencia nacional y falsas antinomias

Es posible entonces equilibrar afectividad y racionalidad y formar la conciencia nacional con el protagonismo del “nosotros real”. Ello exige el gran esfuerzo de mediar entre aparentes opuestos para superar falsas antinomias y edificar una cultura solidaria, sincera y cotidiana. Lo que importa no es el ego abstracto, sino el hombre concreto, pensante y actuante, por encima de las estructuras formales que aparentan y engañan.
Saber es querer saber, con voluntad de sinceridad, para entre todos identificar el ideal posible y el camino practicable desechando a la vez los extremos de la improvisación vulgar y las veleidades del autor.

La reflexión más adecuada en estrategia es la directa, con la menor cantidad posible de mediaciones e interpretaciones complejas: “sólo lo sencillo promete éxito”. La unidad de acción no es un principio uniformador, sino la síntesis vital del conductor bien formado y capacitado que evita la dispersión de esfuerzos, los conflictos internos de intereses y la impunidad de corrupción. En síntesis: optimismo sin ingenuidad; profundidad sin artificios y sentido comunitario sin masificar a las personas.
Según los clásicos, constituye “acción” únicamente el proceso que tiene un fin determinado. Sin “concluir” este esfuerzo la estrategia se degrada a simple tentativa y debilita a la conducción. En cambio, el logro de los objetivos previstos acumula efecto y permite la continuidad de los planes elaborados hacia el término de las operaciones.
________________________________________________________________________
Agradecimiento especial a la Dra. Ana María Pelizza por algunos de los valiosos conceptos incluidos en este primer capítulo, a manera de prólogo.


EL ARTE DE LA ESTRATEGIA ADAPTADO POR PERÓN A UNA POLÍTICA ACTIVA DE LIBERACIÓN


JULIÁN LICASTRO

EL ARTE DE LA ESTRATEGIA ADAPTADO POR PERÓN
A UNA POLÍTICA ACTIVA DE LIBERACIÓN

El rescate de la democracia de su decadencia
por la corrupción de los viejos y nuevos partidos del sistema



Índice

1.  La estrategia y el conocimiento en acción
2.  La palabra y la función aglutinación-integración
3.  La construcción orgánica y las herramientas estratégicas
4.  La voluntad de conducción y la concepción comunitaria
5.  La planificación y las previsiones estratégicas
6.  El liderazgo y la excelencia
7. La estrategia y el caso concreto



________________________________________________________________________
Libro digitalizado en  Buenos Aires entre el 22 y el 26 de marzo de 2018. En el portal www.julianlicastro.blogspot.com el lector encontrará el desarrollo completo, en forma directa, gratuita y simultánea en todo el país. Autorizada su difusión,  citando la fuente.