martes, 29 de septiembre de 2015
Ver "Conversemos conel Embajador Julián Licastro en You tube"
Ver "Conversemos con el Embajador Julián Licastro en You tube" https://youtu.be/nypNmZBVTs8
LA GRAN POLÍTICA HACE HISTORIA, NO LA SIMULACIÓN
28/2015
LA GRAN
POLÍTICA HACE
HISTORIA, NO LA SIMULACIÓN
Una comunidad
existe como entidad significante al asumir un espíritu histórico de grandeza.
Es decir, al trascender la mera subsistencia de los países fallidos, que
carecen de personalidad cultural y proyección estratégica. La cualidad de lo
nacional es clave, siempre que se ubique equidistante de quienes la desdeñan
por sus prejuicios ideológicos, o la exaltan con carácter reaccionario.
La historicidad no
procede de los relatos arbitrarios de los extremos, sino de los factores de
espacio y tiempo en los cuales deviene la realización del pueblo. El “espacio”
significa el territorio de pertenencia, integrando y organizando armónicamente
geografía y población. Y “tiempo” expresa las etapas irrevocables de su
trayectoria evolutiva. Sin estos contenidos, dinamizados en la experiencia
conjunta, la historia cede a la regresión, en las formas elementales de los
nucleamientos humanos con jefaturas primarias y violentas.
Esta es la
involución que, más allá de una retórica escénica, provocan los ideologismos
laterales a la perspectiva comunitaria; y cuyas desviaciones se inclinan a la
división por una crisis de identidad no resuelta, en tanto dicen una cosa y
hacen lo contrario. Esto se observa en la irresolución de los problemas de
pobreza; el abandono de los pueblos lejanos; y la falta de condiciones dignas
de vida y de trabajo. Obra de la corrupción que el gobierno niega y que
practican también los partidos que dicen combatirla.
Pese al
latiguillo de una publicidad cargosa, el Estado no está presente sino ausente,
tanto en los problemas internos expuestos en la campaña, como en los ejes
básicos de una política exterior. Mientras desgranamos consignas caducas del
70, desfasadas de los nuevos conceptos que califican la soberanía real,
carecemos de peso geoeconómico, visión geopolítica, defensa nacional disuasiva
y cancillería responsable.
En una percepción
superior, la política avanza con las categorías existenciales de la memoria
integral y del proyecto histórico, sin las cuales no surgen ni se sostienen los
grandes estadistas. Luego, nos demoramos en el subdesarrollo político,
económico y social, pese a nuestros recursos, porque el exceso de jefaturas y
caudillismos no disimula la falta de liderazgos lúcidos y equipos de
excelencia.
Sólo una nación
sustancial, no nominal, tiene valores fundamentales, intérpretes válidos,
representantes honestos y dirigentes sabios. Son las virtudes que le permiten
identificarse y hacerse conocer por su influencia. Una nación que, segura de su
valer, se abre al intercambio inteligente y equitativo con el mundo, sin la
máscara de una militancia sobreactuada, que transa con viejos y nuevos
imperialismos, impostando una suficiencia engañosa.
Retomar
protagonismo exige recoger los mejores aportes de las distintas experiencias
políticas, que confluyen en el propósito de una realización pendiente, antes o
después del comicio presidencial. Por lo demás, su resultado numérico servirá
de poco, en un clima de desconfianza generalizada, sin las reformas
consensuadas que posibiliten la reconstrucción del diálogo institucional. Por
nuestro lado, es urgente procesar la crítica, autocrítica y actualización que
nos refiera a la esencia originaria del movimiento y no a quienes lo
tergiversan para enriquecerse ilícitamente.
Es menester
construir respeto y no temor, amistad y no conveniencia, adhesión y no
obsecuencia, pacificación y no violencia; logrando el equilibrio postulado
entre realización personal y comunitaria; lejos así de la especulación
individualista y la ineptitud del colectivismo. Recordemos que quienes piensan
diferente representan variantes respetables y, aún siendo adversarios
electorales, son partícipes necesarios de la unidad y el porvenir argentino.
[22.9.15]
LIDERAZGOS COOPERANTES SIN UNICATOS EXCLUYENTES
29/2015
LIDERAZGOS COOPERANTES SIN UNICATOS EXCLUYENTES
En una proyección
evolutiva de las instituciones civiles y sociales bajo el control ciudadano del
poder, los llamados liderazgos únicos son extemporáneos y terminan mal. En
rigor, son unicatos, jefaturas cerradas y aisladas en su círculo incondicional,
porque el verdadero liderazgo, por la complejidad del mundo contemporáneo,
demanda diálogo, apertura y voluntad de concertar con transparencia.
Una decisión
manifiesta de acordar posiciones afines, con la mayor cantidad de fuerzas, sea
en un gobierno de coalición, o en un frente nacional, porque nadie puede
conducir solo, ni tampoco prescindir de ningún sector que quiera participar de
la solución de los problemas pendientes. Éstos necesitan, en el campo político
y técnico, el concurso de conocimientos, habilidades y experiencias diferentes
que pueden complementarse en un plan compartido.
La coordinación
requiere paciencia y humildad, lo contrario de arrogancia y soberbia. Exige
construir desde abajo, no desde arriba, porque en el territorio, que es la raíz
de la base social, la población deja de ser el número anónimo de las
estadísticas que se compran y se venden, para encarnarse en familias con
necesidades y esperanzas personales. Ésta es nuestra realidad, que determina la
tarea de servicio propia de la verdadera militancia, superior a la adhesión
ocasional, y no sustituible por promotores publicitarios ni simples
“voluntarios”.
Las campañas
incorporan ahora asesores extranjeros como una moda aparente de modernidad.
Especialistas que suelen aportar lo suyo con discreción, sin condicionar sus
consejos con la difusión pública de argumentos reservados. Esto último puede
traslucir imágenes influenciables y volubles de un supuesto liderazgo, lo que
no es igual a la virtud ponderada de una mentalidad flexible.
Junto con la
confusión de roles, corre el concepto de “purismo”, más propio de la ortodoxia
ideológica que de la práctica política. Especialmente en los nuevos partidos,
que no nacen de la nada, sino de dirigentes de orígenes dispares, aglutinados
alrededor de un personaje convocante para una etapa determinada. Este hecho
tiene la posibilidad de abrir expectativas, pero también la limitación de
dispersarse cuando el referente no está o la oportunidad ya pasó. Nuestra
historia está llena de estos partidos fugaces de propiedad personal.
Las grandes
estructuras, a pesar de sus defectos, se sedimentan en eslabonamientos
generacionales con tradición de sus momentos culminantes. Comparten, además, un
núcleo de sentimientos y criterios, en un terreno conocido a través de vivencias
intransferibles. Hay que ser precavidos cuando se pacta con estas formaciones
sin compartir cierta sintonía de política cotidiana, porque la figura
convocante puede ser instrumentada para reposicionar aparatos.
También cabe
consignar la ingenuidad que implica el “triunfalismo”, exhibido por más de un
candidato. Porque considerarse “ganador” antes de tiempo relaja la presencia de
los cuadros que deben trabajar hasta el final. Y, aún la victoria lograda
trabajosamente, se relativiza comparada con el exagerado exitismo de
“colaboradores” oportunistas.
Nadie ignora los
excesos y argucias que limitan el ejercicio de la libertad democrática, ni el
recelo de fraude que enrarece la definición electoral. Una situación sensible
que nos obliga a pensar con inteligencia y prudencia: admitiendo con equidad
las fallas u omisiones de todos, y aportando propuestas efectivas para retomar
la salud espiritual y emocional imprescindible para las buenas decisiones.
CUALIDADES Y OBLIGACIONES DEL LIDERAZGO
27/2015
CUALIDADES Y OBLIGACIONES DEL LIDERAZGO
Hubo un tiempo en
que tuvimos prohibida la palabra “líder”, porque refería por antonomasia al
creador de nuestro movimiento. Por eso hoy resulta grato recordar su esencia,
no por comparación histórica, sino para destacar su excelencia forjada en la
formación constante del criterio y el hábito. No confundamos entonces el
liderazgo, con los referentes que cumplen funciones menores, sin la matriz
espiritual, ética y conceptual de quienes deben encarnar la conducción.
El líder lo es por
su cualidad, no por su cargo. Su carácter contiene la energía de la vocación y
el carisma. Aunque este nivel lo expone también a la crítica de sus
limitaciones, según la valoración colectiva de su actuación. El líder es un
“ejemplo de vida”, que según quien lo observe puede resultar positivo o
negativo pero nunca indiferente. De allí que respetando la dignidad de las
personas, evite que las relaciones de poder se deslicen al mundo inanimado de
las “cosas”.
Ser líder es dar y
darse, al calor de la solidaridad y la abnegación, comprometido con el hacer,
no con el tener. Las formas jerárquicas no sirven si carecen de verdadera
sustancia; porque la sobreactuación en conducción mata la esencia. De la misma
manera, el liderazgo implica un amparo existencial para aventar temores por las
dificultades enfrentadas. Esto no se consigue repitiendo mecánicamente
consignas optimistas, sino proyectando una figura sincera, válida para
compartir emergencias y brindar apoyo.
Se trata pues de
personificar la conducción sin simulación, de alcanzar prestigio sin vanidad y
de actuar sin arbitrariedad. La discreción hace que el éxito sin arrogancia
implique un triunfo mayor. Una conducción equilibrada cumple de este modo las
proposiciones del espíritu de cooperación, descartando la intriga, y el recurso
de dividir para reinar en su propio entorno.
Los logros de la
conducción lo son de su capacidad, y no deben atribuirse a la casualidad ni a
la suerte, so pena de abandonar la metodología rigurosa de la estrategia: ya
que una buena intención si no se reviste de poder para realizarse, se anula. El
ideal del liderazgo es el liderazgo democrático que requiere popularidad, pero
no la demagogia del autoritarismo. Para él, la victoria no es una serie
arbitraria de metas cuantitativas, sino una suma cualitativa de realizaciones
orientadas a grandes objetivos.
El liderazgo es un
arte que amplía permanentemente la perspectiva de acción del conjunto; y a la
vez permite la descentralización operativa, multiplicando la franja de cuadros
con condiciones superiores. Es la capacidad para concentrar la atención sin
dispersarse, reunir los medios necesarios, y trazar líneas apropiadas de
avance. Por eso los verdaderos líderes no inhiben la promoción de sus cuadros y
los preparan para la aspiración legítima de nuevos niveles de decisión.
Así como en la
existencia individual el “ser” requiere la voluntad de perseverar sobre las
necesidades y problemas, en la vida política existimos en tanto hacemos
proyectos para afirmar la comunidad de
pertenencia. Por eso es fácil hablar de las exigencias del liderazgo desde la
experiencia cumplida, cuando ya se han podido asimilar los propios errores.
Situación que obliga a transmitir a las nuevas generaciones, la lección que
llegó adjunta a cada problema.
La práctica
política libre y voluntaria no responde a la ecuación “mando-obediencia”, en
desmedro de una eventual subordinación. La relación de conducción es otra,
porque incorpora un tercer elemento que los integra: la misión común. Es el
desafío que nos hace igualmente protagonistas a todos quienes trabajamos con un
noble ideal. [15.9.15]
martes, 1 de septiembre de 2015
ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO
25/2015
ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO
Establecido el
objetivo y asignados los medios por la política, la estrategia aplica su
metodología para allanar el camino de obstáculos, analizando todas las
variantes posibles. Por eso “política y estrategia” resumen el arte de la
conducción, para desarrollar el potencial propio y aprovechar las
vulnerabilidades adversarias, pero siempre en una lucha ciudadana dentro del
marco democrático.
Representa así un
“juego de poder”, por el desenvolvimiento de interacciones externas e internas
que nunca cesan. Y hace que la capacidad de acción de los liderazgos
participantes, sea evaluada con un criterio dinámico y relativo. El poder,
pues, no es estático ni definitivo, y se construye con una tarea reflexiva y
orgánica, descartando vacíos e improvisaciones. Una práctica contraria al
comportamiento errático u obsesivo que, tarde o temprano, tiene serias
consecuencias institucionales.
La “voluntad de
conducción” es una virtud importante en la dotación de carácter de los
dirigentes, que se traduce en firmeza, constancia y tenacidad. Pero el
“voluntarismo” es un defecto, porque evade la verdad y se maneja con
expresiones de deseo e ideologismos. Una conducta acentuada con tendencias
autoritarias, que anulan el asesoramiento, por temor al rechazo abrupto y el
descarte.
De la misma manera,
conspira contra el despliegue de una buena estrategia, la provocación constante
de frentes expuestos, o las actitudes irreconciliables con aliados tratados
como oponentes y oponentes tratados como “enemigos”, sin percibir el flujo y
reflujo en la naturaleza de los conflictos políticos. La peor decisión es el
aislamiento, en un espacio que se reduce con las dificultades, y al que hay que
abrir a nuevas propuestas mientras haya tiempo.
He aquí los tres
componentes principales de la ecuación estratégica: concepción, espacio y
tiempo, para que una proporción armónica haga posible la expansión de una
fuerza y no su desaparición o quiebre. Porque, si resulta difícil ganar una
campaña reñida, con diferencia indiscutible y trámite transparente: ¿cómo
funcionaría un gobierno de margen escaso y escrutinio dudoso?.
Salvo que se opte
por una “victoria pírrica” de gran costo político y breve efecto positivo, todo
análisis confirma la importancia del consenso para conjurar crisis inmanejables
por cualquier fuerza excluyente. Entonces, si no hay deseo en lo social ni
posibilidad en lo político de nuevos hegemonismos, llegó la hora de los
acuerdos, antes, durante o después del resultado electoral. La complejidad del
futuro inmediato, y las necesarias reformas a encarar entre todos, destacan el
valor agregado que aportan estrategias pacificadoras y confluyentes.
Siempre al final de
un ciclo gubernativo, afloran las falencias de sus programas, el dibujo de las
estadísticas y encuestas de resultados; y hasta las consignas binarias de
relatos épicos son desmentidas por la conducta protegida de funcionarios
ineptos o corruptos. Todo lo cual se defiende o se ataca con ardor, inhibiendo el
verdadero debate de alcance presidencial, con contenidos factibles y sinceros.
Ya la justicia hará lo suyo, si hay un gobierno nuevo y estable; y actúan los
organismos de control ante el reclamo persistente del pueblo.
En el curso
perentorio de la estrategia el monólogo no puede calificar de defecto a virtud;
ni la división inveterada de “la ambición por la ambición” significar la prenda
de unión que necesita nuestra comunidad. Por eso, para no avalar la involución,
tendríamos que debatir en profundidad como perfeccionar la democracia con los
nuevos instrumentos constitucionales de una mayor
participación. Y no cuestionar las reglas mínimas a respetar para brindarle al
voto ciudadano las condiciones de libertad real y credibilidad que sustentan la
paz interior. [1.9.15]
NO HAY TRANSPARENCIA ELECTORAL SIN CULTURA DEL TRABAJO
La solución
estratégica del país será una obra compartida o no será, lo cual exige
construir poder al servicio del deber y no del sectarismo y la ambición
desmedida. Construcción que implica predicar con el ejemplo para recuperar la
credibilidad dañada por una politización excesiva en cargos y candidaturas, sin
idoneidad ni selección: requerimientos de un régimen equilibrado de autoridad,
no sólo en sus orígenes, sino en sus procedimientos y postulados.
Es menester
redescubrir la relación directa de la política con las cuestiones primordiales
que el pueblo intuye y siente con el peso de la multitud, a la espera de planes
y programas eficaces. La propaganda infantil y repetitiva subestima el sentido
común y ofende a la ciudadanía, que cede espacio al protagonismo de las
camarillas que destruyen la democracia con sus enfrentamientos y desbordes.
Estos amagos fraudulentos, de una violencia minoritaria pero en aumento, son
inadmisibles, y urgen a la revisión de formas electorales caducas, para
facilitar su pasaje a metodologías actualizadas y transparentes.
Sin embargo, la
matriz del problema es más compleja e invita a ir relevando progresivamente el
accionar pernicioso del clientelismo, que lucra con el asistencialismo crónico
a la marginalidad, que multiplica porque es su fuente de especulación. De igual
modo actúa el empleo público excedente que condiciona votos y manifestaciones
proselitistas, porque completa el mecanismo de cautividad electoral
feudalizada. Por tal razón, únicamente el trabajo genuino es su antídoto.
No existe otra
clave para acceder al porvenir que la concertación económica y social para la
producción y la educación, equivalente moral al esfuerzo de reconstrucción de
las naciones que supieron resurgir de sus conflictos externos e internos. Países que vuelven
a retroceder cuando el mando lo toma la especulación financiera, la corrupción
estatal y privada, y la desorientación de la mayoría desmovilizada para
participar de manera activa en fuerzas responsables, como lo vemos ahora en gran
parte de Europa.
La finalidad es
propender a la organización de la sociedad en una democracia de trabajo,
orientada por los valores del esfuerzo digno, sin imposición de sacrificios
reaccionarios, y de la solidaridad verdadera, sin permitir los excesos
falsamente “progresistas” de reclamar derechos sin cumplir las obligaciones que
de ellos derivan. Porque el relato ideológico no suscita organización
territorial, ni promoción social, ni desarrollo económico.
Para los dirigentes
que deseen perdurar resulta imprescindible evidenciar austeridad, laboriosidad
y coraje, como preceptos morales y leyes intrínsecas a la nueva realidad que se
perfila sobre el límite de la decadencia. De lo contrario, sin referencias
públicas convocantes la mera agitación
de parcialidades y sectas nunca podrá configurar la gran transformación
necesaria, de orden racional no extremo, con el menor costo en tiempo, penurias
y contradicciones.
Es sabido que sin
proyecto de nación se diluye el ámbito comunitario, y el caos reinante premia
al oportunismo y castiga al ciudadano que trabaja y cumple. En consecuencia,
hay que prevenir la degradación de nuestros vínculos básicos permanentes, en otros
de conveniencia a corto plazo. En tal contexto, aceptar la naturalización de
prácticas antidemocráticas, establecería un piso y no un techo a las próximas
contiendas comiciales, con resultado incierto.
La orfandad de
liderazgo no siempre se corrige con el conductor carismático, que provee la
historia para sus momentos culminantes. Hay otros momentos, cuando se regresa
de consignas estridentes, y divisivas donde importa establecer un sistema
estable, basado en articulaciones de cooperación y consenso. [25.8.15]
Suscribirse a:
Entradas (Atom)