25/2015
ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO
Establecido el
objetivo y asignados los medios por la política, la estrategia aplica su
metodología para allanar el camino de obstáculos, analizando todas las
variantes posibles. Por eso “política y estrategia” resumen el arte de la
conducción, para desarrollar el potencial propio y aprovechar las
vulnerabilidades adversarias, pero siempre en una lucha ciudadana dentro del
marco democrático.
Representa así un
“juego de poder”, por el desenvolvimiento de interacciones externas e internas
que nunca cesan. Y hace que la capacidad de acción de los liderazgos
participantes, sea evaluada con un criterio dinámico y relativo. El poder,
pues, no es estático ni definitivo, y se construye con una tarea reflexiva y
orgánica, descartando vacíos e improvisaciones. Una práctica contraria al
comportamiento errático u obsesivo que, tarde o temprano, tiene serias
consecuencias institucionales.
La “voluntad de
conducción” es una virtud importante en la dotación de carácter de los
dirigentes, que se traduce en firmeza, constancia y tenacidad. Pero el
“voluntarismo” es un defecto, porque evade la verdad y se maneja con
expresiones de deseo e ideologismos. Una conducta acentuada con tendencias
autoritarias, que anulan el asesoramiento, por temor al rechazo abrupto y el
descarte.
De la misma manera,
conspira contra el despliegue de una buena estrategia, la provocación constante
de frentes expuestos, o las actitudes irreconciliables con aliados tratados
como oponentes y oponentes tratados como “enemigos”, sin percibir el flujo y
reflujo en la naturaleza de los conflictos políticos. La peor decisión es el
aislamiento, en un espacio que se reduce con las dificultades, y al que hay que
abrir a nuevas propuestas mientras haya tiempo.
He aquí los tres
componentes principales de la ecuación estratégica: concepción, espacio y
tiempo, para que una proporción armónica haga posible la expansión de una
fuerza y no su desaparición o quiebre. Porque, si resulta difícil ganar una
campaña reñida, con diferencia indiscutible y trámite transparente: ¿cómo
funcionaría un gobierno de margen escaso y escrutinio dudoso?.
Salvo que se opte
por una “victoria pírrica” de gran costo político y breve efecto positivo, todo
análisis confirma la importancia del consenso para conjurar crisis inmanejables
por cualquier fuerza excluyente. Entonces, si no hay deseo en lo social ni
posibilidad en lo político de nuevos hegemonismos, llegó la hora de los
acuerdos, antes, durante o después del resultado electoral. La complejidad del
futuro inmediato, y las necesarias reformas a encarar entre todos, destacan el
valor agregado que aportan estrategias pacificadoras y confluyentes.
Siempre al final de
un ciclo gubernativo, afloran las falencias de sus programas, el dibujo de las
estadísticas y encuestas de resultados; y hasta las consignas binarias de
relatos épicos son desmentidas por la conducta protegida de funcionarios
ineptos o corruptos. Todo lo cual se defiende o se ataca con ardor, inhibiendo el
verdadero debate de alcance presidencial, con contenidos factibles y sinceros.
Ya la justicia hará lo suyo, si hay un gobierno nuevo y estable; y actúan los
organismos de control ante el reclamo persistente del pueblo.
En el curso
perentorio de la estrategia el monólogo no puede calificar de defecto a virtud;
ni la división inveterada de “la ambición por la ambición” significar la prenda
de unión que necesita nuestra comunidad. Por eso, para no avalar la involución,
tendríamos que debatir en profundidad como perfeccionar la democracia con los
nuevos instrumentos constitucionales de una mayor
participación. Y no cuestionar las reglas mínimas a respetar para brindarle al
voto ciudadano las condiciones de libertad real y credibilidad que sustentan la
paz interior. [1.9.15]
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