martes, 1 de septiembre de 2015

ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO



25/2015
ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO
                                                                                                                                                                   
Establecido el objetivo y asignados los medios por la política, la estrategia aplica su metodología para allanar el camino de obstáculos, analizando todas las variantes posibles. Por eso “política y estrategia” resumen el arte de la conducción, para desarrollar el potencial propio y aprovechar las vulnerabilidades adversarias, pero siempre en una lucha ciudadana dentro del marco democrático.

Representa así un “juego de poder”, por el desenvolvimiento de interacciones externas e internas que nunca cesan. Y hace que la capacidad de acción de los liderazgos participantes, sea evaluada con un criterio dinámico y relativo. El poder, pues, no es estático ni definitivo, y se construye con una tarea reflexiva y orgánica, descartando vacíos e improvisaciones. Una práctica contraria al comportamiento errático u obsesivo que, tarde o temprano, tiene serias consecuencias institucionales.

La “voluntad de conducción” es una virtud importante en la dotación de carácter de los dirigentes, que se traduce en firmeza, constancia y tenacidad. Pero el “voluntarismo” es un defecto, porque evade la verdad y se maneja con expresiones de deseo e ideologismos. Una conducta acentuada con tendencias autoritarias, que anulan el asesoramiento, por temor al rechazo abrupto y el descarte. 

De la misma manera, conspira contra el despliegue de una buena estrategia, la provocación constante de frentes expuestos, o las actitudes irreconciliables con aliados tratados como oponentes y oponentes tratados como “enemigos”, sin percibir el flujo y reflujo en la naturaleza de los conflictos políticos. La peor decisión es el aislamiento, en un espacio que se reduce con las dificultades, y al que hay que abrir a nuevas propuestas mientras haya tiempo.

He aquí los tres componentes principales de la ecuación estratégica: concepción, espacio y tiempo, para que una proporción armónica haga posible la expansión de una fuerza y no su desaparición o quiebre. Porque, si resulta difícil ganar una campaña reñida, con diferencia indiscutible y trámite transparente: ¿cómo funcionaría un gobierno de margen escaso y escrutinio dudoso?.

Salvo que se opte por una “victoria pírrica” de gran costo político y breve efecto positivo, todo análisis confirma la importancia del consenso para conjurar crisis inmanejables por cualquier fuerza excluyente. Entonces, si no hay deseo en lo social ni posibilidad en lo político de nuevos hegemonismos, llegó la hora de los acuerdos, antes, durante o después del resultado electoral. La complejidad del futuro inmediato, y las necesarias reformas a encarar entre todos, destacan el valor agregado que aportan estrategias pacificadoras y confluyentes.

Siempre al final de un ciclo gubernativo, afloran las falencias de sus programas, el dibujo de las estadísticas y encuestas de resultados; y hasta las consignas binarias de relatos épicos son desmentidas por la conducta protegida de funcionarios ineptos o corruptos. Todo lo cual se defiende o se ataca con ardor, inhibiendo el verdadero debate de alcance presidencial, con contenidos factibles y sinceros. Ya la justicia hará lo suyo, si hay un gobierno nuevo y estable; y actúan los organismos de control ante el reclamo persistente del pueblo.

En el curso perentorio de la estrategia el monólogo no puede calificar de defecto a virtud; ni la división inveterada de “la ambición por la ambición” significar la prenda de unión que necesita nuestra comunidad. Por eso, para no avalar la involución, tendríamos que debatir en profundidad como perfeccionar la democracia con los nuevos instrumentos constitucionales de una mayor participación. Y no cuestionar las reglas mínimas a respetar para brindarle al voto ciudadano las condiciones de libertad real y credibilidad que sustentan la paz interior. [1.9.15]

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