domingo, 22 de noviembre de 2015

ENTRE TODOS O NADIE



 ENTRE TODOS O NADIE

La frase pertenece al único argentino elegido tres veces presidente constitucional, y está situada en el anhelo de un regreso histórico como prenda de paz y unión nacional. A la Argentina la arreglamos entre todos o no la arregla nadie, fue el corazón de las voces patrióticas convocantes a la concertación política, económica y social, necesaria para rescatar y actualizar la democracia y afirmar la república. 

La referencia supera toda evocación celebratoria para acentuar su enseñanza profunda, pues la combinación de extremos que pretendió cancelarla, reapareció en una generación de epígonos igualmente extraños a sus postulados esenciales. Aunque esta vez, de la mano de una aventura populista, confusamente ideologista, que los instrumentó como exhibición de una juvenilia rentada y festiva, sin la capacitación ni el compromiso de una verdadera militancia.

No abundaremos en los desconceptos y errores de esta década desaprovechada en sus oportunidades inéditas; porque ya tratamos suficientemente sobre el efecto negativo del relato engañoso, centrado en la confusión de apariencia y realidad; la malversación de consignas justas con procedimientos equivocados; y el desgaste del lenguaje político, que no es inocente, por el abuso de la mentira, la intolerancia y la hipocresía.

El verdadero enigma de este desencuentro inexplicable y ocioso es la aceptación y la pasividad de tantos ciudadanos, seducidos o sometidos a la banalidad de un mal poder. El poder de la arbitrariedad, la sobreactuación, el unicato y, junto a la corrupción impune, las veleidades de la “asimilación” histórica con personalidades incomparables. Esto fue lamentablemente lo que permitimos, a causa del prejuicio, el temor o la indiferencia; y es lo que ahora en la nueva etapa no tenemos que repetir ni olvidar.

Transformar lo sufrido en experiencia y cultura política, implica decir basta y nunca más a la alienación, el narcisismo y la venalidad de los dirigentes: su improvisación como estadistas que no lo son, y su desprecio a la idoneidad y el mérito. El poder se va extinguiendo como la vida, destacando la actitud filosófica y ética que invita a la humildad y la abnegación en el arte de conducir seres libres.

El ciclo que hoy se abre, con las acechanzas y trampas de los resentidos, exige más que nunca la participación ciudadana, y la decisión de defender la democracia y actualizar la política. Colaborando de distintas maneras los que quieran colaborar, y aún comprometerse con la gestión que empieza. Y aquellos otros que lo harán ejerciendo una vigilancia del poder -democrática, responsable y constructiva- según las políticas de Estado formuladas y debatidas en la campaña electoral.

No significa agazaparse y especular con los problemas e interferencias de un gobierno difícil, sino sumar a la  estabilidad institucional y a las reformas pendientes. Y al mismo tiempo, realizar la crítica y autocrítica de la fuerza propia, podándola de sus elementos maleados o desgastados, para reconstruirla como apoyo en el presente y alternativa de futuro en función, no facciosa, sino del bien común. 

Por razones quizás aleatorias, terminamos la campaña electoral elaborando y discutiendo las famosas “políticas de Estado”, no de partido ni de sector, que tanto bregamos por instalar doctrinariamente. Junto con la selección de varios  postulantes  de excelencia por cada cargo público significativo, en una conjunción de visión política, solvencia técnica y adaptación a un equipo de trabajo. Este logro no hay que perderlo, sino incrementarlo, para descartar en adelante la tentación de personalismos y círculos de influencia extemporáneos.

Podemos capitalizar también la enorme sensibilidad al mal trato, la falta de respuesta y la mala praxis de todo tipo de funcionarios, como los soportados en este largo período. Precisamente, para no reincidir en ese proceder arrogante o inepto, y poder  reaccionar rápidamente ante el amago de reiterarlo. Señal que, efectivamente, viviremos mejor, compartiendo el trabajo, las obligaciones y los derechos que ello presupone.

La renovación del Movimiento es crucial en su matriz fundacional: la provincia de Buenos Aires. Síntesis cultural y social que debe superar el antagonismo ancestral del choque entre la capital y el interior, fruto de la presencia colonial y neocolonial de metrópolis marítimas y su carga de posibilidades y problemas. Luego, esta renovación, o actualización, no puede hacerse meramente con palabras de impacto emotivo pero sin contenido esencial, que subestiman al pueblo y su voluntad de crecer y desarrollarse. Debe terminar pues el clientelismo, la manipulación y la promesa falaz e incumplible.

Ni la dádiva barata de los viejos punteros, ni la información sesgada de los medios que sirven intereses, ni el histrionismo de la polémica en los programas de variedades, podrán realizar la escuela superior formativa que hace falta. Porque la esperanza de largo plazo, que es la heredad en acción decisiva, está en los miles de cuadros y líderes comunitarios que, indefectiblemente, pasarán a conducir el Movimiento, venciendo al tiempo con la organización.

El resultado electoral, aun siendo la clave del orden democrático, no siempre es un resultado político firme, cuando ha habido mucho de voto útil, voto contra o voto castigo. La legalidad entonces debe ir en busca de la legitimidad, cuya caja de resonancia son los trabajadores, no los especuladores. En consecuencia, ninguna “racionalidad económica” o tecnocrática deberá atacar la justa distribución social del esfuerzo y la riqueza nacional. [22.11.15]

martes, 17 de noviembre de 2015

En el día de la militancia




EL ARTE DE ELEGIR CONSIGNAS CONTRAPUESTAS

La selección de consignas adecuadas al liderazgo de políticas contrapuestas, implica la habilidad de integrar elementos de estrategia y comunicación para orientar las acciones, en una escena de voluntades que compiten en el juego de poder. En tal sentido, deben abrir el espacio a los ejes de propaganda y relaciones, que impidan el encierro de la conducción por consignas extremas, porque  toda beligerancia, en el tiempo, termina en una diplomacia de negociación y pactos.

Si este protocolo de cierre de conflictos, no existe como supuesto en las previsiones del plan, lo que se plantea no es la “lucha”, sino el “exterminio”, o acuerdos de última hora, conseguidos de cualquier manera, ante la realidad de una fuerza propia totalmente desgastada, como nos pasó en Malvinas. Porque las consignas extremas, además, desdibujan los objetivos definidos en la misma concepción de la instancia superior responsable; mientras en la improvisación, cuando llega el colapso, nadie sabe que hacer y multiplica el desastre.

Un ejemplo notable del arte de fijar consignas para monitorear la evolución de los hechos, fue la operación  regreso de 1972, encuadrada tácticamente en dos voluntades blindadas: la “proscripción”  por la cúpula del  partido militar y su réplica en el “Perón o Muerte” de las organizaciones foquistas. La solución vino por la mediación estratégica que afirmó, lo que hoy sería de gran utilidad: “con el peronismo sólo no se puede y sin el peronismo tampoco”.

Esta dirección correcta ubicó la puja en la mínima graduación posible de violencia y simultáneamente consolidó las tratativas multipartidarias que culminaron en la concertación política, económica y social. Base, a su vez, para concluir la lucha de resistencia, superar el dogmatismo y priorizar la institucionalización del país, dejando aislados a los extremistas de ambos bandos.

 La clave de la paz interior es lograr la unidad en la diversidad y la estabilidad gubernativa, imprescindibles para despegar con la reconstrucción y las reformas pendientes, que nadie podrá encarar en soledad. Por esta razón, la polarización y el enfrentamiento tienen un límite objetivo: aún el derrotado, pero no vencido, debe ser incluído como partícipe necesario del funcionamiento democrático. Y la tarea de reconstrucción orgánica, tendrá que hacerse en simultáneo con esta cooperación exigida por el bien común. 

Aplicando estas lecciones de la historia, hoy de cara al ballottage, avanza un recambio generacional que es contrario por igual a las burocracias partidarias distorsionadas por las corruptelas, y a la juvenilia festiva y rentada, sin presencia territorial efectiva. Allí renace la competencia por sumar adhesiones, con flexibilidad no exenta de lealtad a la identidad originaria, y descarte de los discursos repetitivos de una campaña larga y tediosa.

En su reemplazo, según lo venimos reiterando desde el principio, hay que difundir, como se empezó a hacerlo en el debate de los candidatos, una plataforma coordinada de políticas de Estado; guiadas por personalidades prestigiadas que hagan creíble y factible las propuestas. En fin, hay que recuperar, más que el  “optimismo” pasivo de la ingenuidad, el “entusiasmo” activo de la verdadera militancia, cuya mejor celebración es el trabajo. [17.11.15]

domingo, 8 de noviembre de 2015

DEBATE SOBRE LA IDENTIDAD DEL PERONISMO



Trasfondo ideológico de la campaña

DEBATE SOBRE LA IDENTIDAD DEL PERONISMO

Cuando todo parecía privilegiar el apoyo del aparato radical a uno u otro referente opositor, en el trasfondo del año electoral se desarrolló un debate intenso sobre la identidad del peronismo, con el juicio crítico a sus dirigentes y la perspectiva histórica de sus potencialidades. Esta controversia, en parte subterránea, superó la polémica profesional de los paneles mediáticos, cuyo negocio es aclarar y confundir simultáneamente; y se reveló con fuerza popular en el último tramo, enfrentando al relato oficial y las encuestas engañosas.

Semejante “sorpresa” despertó  la expectativa de los nuevos nucleamientos y los votantes independientes, respecto al peronismo fiel a sus raíces fundadoras. Y la esperanza de una rebeldía, por  la prolongada usurpación ideológica del populismo, de discurso “izquierdista” y comportamiento reaccionario. Con este tono impensado por los punteros del clientelismo, se libró la elección  sustancial en el bastión bonaerense, calificado por su efecto territorial y orgánico. El “voto castigo” cayó, no sólo sobre los candidatos sospechosos de delincuencia, sino sobre los referentes de un justicialismo que no sienten ni practican, porque lo comercian.

La gobernadora electa, antes que nadie, incluyendo su partido, orientado inicialmente por un asesor inhábil, supo abrir su estrategia en el terreno, buscando contener a la sufrida base del conurbano. Y lo hizo con modestia, recordando su juventud, signada por la valorización familiar de la justicia social en la figura de Eva Perón. Ésta es la motivación que cuenta y no el “madrinazgo” retórico de la presidenta, cuyo perfil no puede compararse con la mujer más relevante de la historia argentina.

Existe pues una actitud favorable a identificarse con su mensaje y apoyar su gestión, que ha definido con prudencia en una provincia de publicidad excesiva y administración deficiente, donde los principales candidatos oficialistas perdieron en sus distritos de origen. Es fácil anticipar entonces la doble ecuación política que resumía nuestro líder: “con el peronismo sólo no se puede; sin el peronismo tampoco”. En esta conjunción posible, que el futuro se encargará o no de confirmar, las reservas del Movimiento tendrán tiempo y espacio para reflexionar y componer una alternativa ganadora en función del bien común.

En cuanto a la estructura de encuadramiento y conducción, es imprescindible retomar ahora las escuelas de formación y capacitación, centradas en nuestros principios y valores esenciales. Dejando que el “camporismo”, tras su experiencia festiva y rentada, haga su propio partido; así como los “montoneros”, luego del foquismo, formaron el partido auténtico, que se disolvió por sectario. Perón decía con razón que el activismo marxista tenía que crear un partido socialista explícito y legal, en vez de hacer “entrismo” clandestino en las organizaciones de las grandes mayorías.

Dijimos que lo fundamental ya fue votado en la primera vuelta, consolidando un bloque que concentra a las provincias de mayor población y producción; mientras el feudalismo retuvo, en general, su espacio subsidiado por el poder central, al precio de su alineamiento automático y la muerte del federalismo. Es el resultado obvio  de la ecuación que vincula la transparencia electoral a la cultura del trabajo genuino; la cual se reconstruirá al ritmo de la economías regionales, hoy asfixiadas por el capitalismo prebendario, el consumismo de baja calidad y la falta de inversiones, créditos, y planes de desarrollo.

Resta considerar específicamente el próximo desempate electoral, sin el dramatismo de quienes se juegan sus negocios o la posibilidad de la cárcel; porque las consignas electorales reales se han acercado a una línea central. Las posiciones ya no fluctúan entre “la continuidad o el cambio”, porque la primera perdió, y el adversario común es el “continuismo extremo”. Queda optar por la dimensión del cambio a efectuar en el rumbo del país, y evaluar su credibilidad y factibilidad según la trayectoria conocida de cada candidato. Sin embargo, lo más lamentable es la guerra sucia y de temor desatada por quienes avasallan las normas electorales parlamentarias y judiciales.

Por fortuna, la campaña deja saldos positivos, entre ellos la conducta de las terceras fuerzas que, a pesar de no llegar al ballottage, presentaron propuestas serias y figuras idóneas, manteniendo el caudal electoral más allá de un resultado previsible. Al disponerse al diálogo y efectuar su autocrítica han dado el ejemplo, en esta hora de hartazgo de la sociedad civil por las peleas políticas sin destino. Buen augurio para levantar puentes de unión y no muros de división, a fin de evitar nuevos fracasos de gobiernos aislados de la realidad y unicatos rodeados de mediocres.

Todo esto, y la participación lúcida de millones de ciudadanos que supieron repensar la situación antes de votar, honraron a la política verdadera como herramienta pacifica para construir y distribuir poder. Acción comunitaria que implica una apuesta al futuro, para regenerar el tejido institucional que permita la unión en la diversidad, el reconocimiento de la mayoría y el respeto a la disidencia. Con este propósito elevado, en una instancia delicada, todos podremos aportar algo efectivo. La condición es no dejarse tentar por el facilismo; ni tampoco ceder al resentimiento desde el fondo de una mentalidad facciosa, que procura el fracaso del nuevo gobierno, aunque pierda el país. [8.11.15]

domingo, 1 de noviembre de 2015

SEGUNDA VUELTA ELECTORAL (Nota II)



Segunda vuelta electoral (nota II)   
                                                    
 LA PEOR CONSIGNA ES EL CONTINUISMO  EXTREMO                                                                                                                                                                    
Cuando el resultado de una batalla principal bifurca el eje de una campaña reñida, dos espíritus opuestos emergen al mando de los contendientes. Uno, no puede disimular su entusiasmo, aunque reclame prudencia, y el otro no puede ocultar su desazón, aunque pregone fortaleza. Porque, surgiendo ambas actitudes del fragor de la lucha: el optimismo lleva al triunfo y el pesimismo al fracaso.

No nos referimos a la tarea ulterior de constituir una instancia de diálogo y consenso para asegurar estabilidad política, que necesita el aporte de todos, sino a la meta inmediata de la presidencia. Porque el próximo cruce destaca las visiones contrapuestas de dos campos: el que avanza con la bandera de la transformación, y el que se abroquela hasta hoy con el estandarte del continuismo. En esta disyuntiva, la ventaja suele estar del lado de quien asuma la iniciativa, y corrija sus falencias, y no de quien niegue la realidad y amplifique sus errores.

Perder velocidad de reacción y demorarse por la complicación antipolítica del “doble comando” pleno de contradicciones, resta empuje al conjunto; inhibe la habilidad de desconcentrar acciones para aprovechar la variación del terreno; e invita a la indisciplina y la deserción. Cuando no agrava el trabajo de zapa de quienes, por rencor u oportunismo, comienzan a hacer fuego en contra.

Analizando la escena con óptica estratégica, vemos una columna que parte del bastión capitalino, donde se abastece y refugia, y se despliega en un teatro de operaciones descuidado, reclutando fuerzas que hasta ayer respondían al otro postulante. Mientras éste sufre un doble acoso, externo e interno, que divide su atención y le impide un dispositivo más amplio, despegado de los grupos provocadores.

En medio de esta lucha aparece un movimiento generacional de elementos nuevos, pero que aprenden rápido. Fenómeno singular de recambio, contrario por igual a las burocracias partidarias desgastadas por las corruptelas, y a la juvenilia festiva y rentada, sin militancia efectiva en cada territorio específico, salvo excepciones. Allí nace la competencia por sumar adhesiones y aliados, deslindando lo propio, con suficiente identidad política, de la ambición sin límite que lleva al sacrificio estéril con las consignas vaciadas del viejo  relato.

En el arte de la estrategia, el “potencial” se convierte en “poder” cuando se movilizan las fuerzas posibles para disponerlas “en presencia”. Obviamente, el máximo potencial estaría en la idea del cambio, abarcando con distintos matices las dos terceras partes del  electorado. Ahora, la clave es encontrar las herramientas idóneas para convocar a la mayoría de este contingente, en línea con el rumbo de cada candidato. Pero siempre, dentro de una graduación atrayente de nuevas políticas de Estado guiadas por personalidades prestigiadas, que hagan creíble y factible la propuesta.

Esto exige la combinación de generosidad y audacia, para oxigenar los círculos íntimos que quieren acaparar todo. Y también, sentido de justicia para descartar a personajes repudiados por la sociedad. Una selección política y técnica correcta, con hombres y mujeres que hagan exactamente al perfil del cargo a cubrir, será la mejor autodefensa del último tramo de esta campaña de “final abierto”. 

De igual modo, es crucial el compromiso sincero y sólido de unir en la acción la labor legislativa de los diversos bloques comprometidos con la eficacia parlamentaria. Único modo de desarmar, o hacer explotar en el vacío, las “bombas de tiempo” dejadas por el sectarismo extremo en su retirada calculada.

También es necesario resguardar el clima democrático del rol insidioso de los “comisarios políticos”;  que se exhiben como custodios de una alienación autoritaria. Así se aclarará cuánto hay en nosotros de virtud, en los gestos de paciencia que acompañan a una conducción persuasiva, y cuánto de obsecuencia ante un mando arrogante sin vocación de libertad. [1.11.15]

martes, 27 de octubre de 2015

SEGUNDA VUELTA ELECTORAL (Nota I)




NECESIDAD DE CONCERTAR FINES Y VALORES 

Una crisis histórica debe cumplir su finalidad, marcando el fin de una época y el principio de otra. Requiere una gran visión para transformar el continuo: concepción-organización-método-resultado en la dinámica de una sociedad, logrando una nueva síntesis creadora que abra perspectivas para todos. Luego, no se resuelve con discursos retóricos, ni se agota en un electoralismo excesivo que multiplica comicios y candidaturas hasta la confusión, afectando la funcionalidad y credibilidad del sistema democrático.

La pérdida de identidad de los partidos tradicionales, disueltos en varios “espacios” de oportunidad y oportunismo, acusa la ausencia de autenticidad y compromiso que puede presagiar una contención efímera; lo cual se suma al voluntarismo de los nuevos partidos, sin mayor asentamiento todavía en el territorio donde se aventuran. Aunque es bueno postular la coherencia lógica y ética en el ejercicio del poder, si se confirma con el ejemplo de una trayectoria.

Como conclusión, todos siguieron a varios buscando la definición política, pero sin consolidar aún a ninguno, por la falta de nitidez del perfil necesario para ser conductor y estadista. En este sentido, la crisis del milenio no está saldada, a pesar de los años de crecimiento económico, ya frenado. Porque el problema argentino es el subdesarrollo institucional, premeditado o consentido, para facilitar el clientelismo, el feudalismo, y la corrupción. 

Las elecciones previas de nivel provincial alentaron suspicacias sobre encuestas “erradas” o mal intencionadas; trampas comiciales; operaciones fraudulentas; violencia política con delincuencia común, represión con policía feudalizada; y el “todo vale” en el aferramiento extremo a cargos públicos transitorios. Anomalías que redujeron el proceso de “elección” a un esquema de “opción”. 

Con esta condición de sospecha se concurrió a la primera vuelta, luego de una campaña larga, tediosa y sin fervor visible. Hay que rescatar, sin embargo, este comicio atípico, interpretando que al plasmar el deber y el derecho de votar, afirmó la democracia y defendió la república, destacando los principios de nuestro poder constituyente nacional, y sancionando el autoritarismo. 

Para completar la serie de problemas, antes de vislumbrar las soluciones, digamos que la situación fue descentrada por el protagonismo extemporáneo de autoridades salientes que no encarnaban candidaturas, pero pretendían endosar votos a sus “sucesores” con el peso administrativo y comunicacional del aparato estatal. La contienda se libró así a medias, por los prejuicios y divisiones internas de los sectores, entre un semi-oficialismo y una semi-oposición, determinando una semi-elección que hay que completar ahora.

Como, de un modo u otro, el proceso “electivo” está planteado, la vía para dirimirlo es un proceso “selectivo”, proponiendo un gobierno de unión nacional proclive al diálogo, el consenso y la persuasión. Una convocatoria amplia del mérito y la idoneidad para realizar políticas de estado con hombres de estado y no políticas facciosas con referentes mediocres. Porque resulta totalmente impensable construir un marco adecuado de estabilidad y gobernabilidad, sin concertar en lo político y social las grandes reformas pendientes.

Cabe agregar dos factores que acotarían aún más el radio de acción de un  gobierno sin  estrategias compartidas. Es el agotamiento de la paciencia social, ante los dirigentes profesionales que no saben que hacer con “la política”, y la confunden con el relato ideológico, la exhortación tecnológica o la homilía “buenista”. Es el caso dramático de viejos países, de vasta cultura partidista, cegada por la hipocresía y la venalidad, hoy asediados por erupciones racistas, anárquicas y secesionistas.

El otro factor es la reticencia del llamado “populismo” regional, para entregar el mando naturalmente, al ritmo de la alternancia democrática. Manifestación elocuente de una codicia de poder como pecado capital de quienes sobreestiman su rol individual, creyéndose eternamente dueños de la cima. Con arrogancia declinan las virtudes que sólo consagra la humildad. Es la desesperación existencial del “omnipotente” que descubre su “impotencia”, por decadencia física o política, y se refugia en la ira que es mala consejera; lo que rechaza la comunidad, porque en ella y para ella: todos somos necesarios pero nadie imprescindible [27.10.15]

lunes, 12 de octubre de 2015

1945-2015: Trascendencia histórica del 17 de octubre


EL DESAFÍO DE GOBERNAR CON EL PUEBLO                                                                                                                                                                                            
La movilización nacional del 17 de octubre trasciende históricamente, más allá de su vigencia celebratoria en el tiempo, por resignificar la libertad política con la inclusión de la base fundante de su expresión social. A la clásica fórmula de una democracia “del, para y por” el pueblo, que explicitaba entonces una representación distante, parcial e injusta, incorporó el concepto “con” el pueblo, dando cabida a sus organizaciones propias, con peso insoslayable en el concierto de las decisiones ciudadanas.

Desde entonces, “gobernar con el pueblo” se convirtió en un desafío de nuestra evolución institucional y, pasado el período de reacción ante el cambio, culminó en la concepción de la comunidad organizada, respetada incluso por viejos opositores, aunque no siempre realizada por ciertos dirigentes peronistas. Pese a ello, esta creación doctrinaria que, con formación y capacitación de cuadros, ha persistido a los defectos individuales, ha sabido canalizar el accionar empresarial y sindical argentino, lejos de los modelos negativos del internacionalismo.

Es cierto que no hay doctrina sin práctica, y que la práctica incluye la ética imprescindible para liderar, y también la capacidad democrática de actualizar la organización. Porque sin conducta no hay conducción. Este imperativo nos lleva ahora de lo corporativo a lo comunitario, para lograr, no la “autarquía utópica” pregonada por el clasismo, sino la “autonomía responsable” en la defensa del interés común.

Por tal razón, nuestro país contiene un protagonismo social que puede superar los objetivos secundarios y la puja de ambiciones personales. Porque lo histórico es lo estratégico, que enmarca los grandes ciclos sucesivos de la lucha por la dignidad y la justicia. 

En la compleja realidad actual, que no sólo incluye problemas económicos, sino que expone nuestra posición geopolítica austral  enajenando soberanía, las fuerzas sindicales y políticas pueden retomar y actualizar el legado visionario del primer justicialismo.

Es una nueva instancia que implica pasar de factor reactivo de “presión”, a factor proactivo de concertación. Dicho de otro modo: dejar de actuar de contragolpe ante la inflación, la especulación, la corrupción y la destrucción de empleo, para marchar en conjunto con el rumbo puesto en la educación de calidad  y la  producción diversificada.

Si las metrópolis internacionales, tradicionales o nuevas, nos ven únicamente como proveedores de recursos primarios o geográficos, obstruyendo el proceso de industrialización que supimos encabezar en América Latina, no habrá pleno empleo, ni gremialismo unido, ni proyecto nacional de ningún tipo.

Por esta finalidad superior, la comunidad organizada recusa la proliferación de presuntas verdades que reducen la búsqueda de la “gran verdad”. Lo pequeño es la defensa unilateral del interés de cada sector, sea como fuere y contra todo. Lo grande, en cambio, es la suma persuasiva de fuerzas a una equidad mayor decidida por el “bien común”. Allí nace la política en sentido estricto, que consiste en mediar constantemente para evitar antagonismos facciosos y enfrentamientos estériles.

Ésta es la esencia realista, no dogmática, de una democracia de trabajo cuya trayectoria se irá reconstruyendo gradualmente. Porque trasciende el mero oficio de hacer lo “posible” según una visión oportunista de la política, sea estática o decorativa, pero siempre suicida ante conflictos que requieren acción. Si así lo reconocen los distintos candidatos presidenciales, habremos dado un paso importante hacía un nuevo ciclo, caracterizado por liderazgos cooperantes, en función de un acuerdo de estabilidad política y transformación. [13.10.15]

miércoles, 7 de octubre de 2015

HACER QUE TODO SIRVA PARA CONSTRUIR



30/2015


HACER QUE TODO SIRVA PARA CONSTRUIR


Para que la invocación a la unidad no resulte un recurso retórico o falaz, hay que contar con mentalidades que comprendan que realmente tenemos la posibilidad de hacer que todo sirva para construir. Incluso lo aprendido con los contrastes de la política, si ésta se relaciona íntimamente con lo más humano de la vida, y se atreve a buscar lo esencial del bien y la verdad, por encima del comercio electoral  y de la corrupción.

Este ideal posible es una categoría existencial de la política, asumida en la dimensión irreemplazable de los estadistas, que expresan en si mismos el don de la estrategia subordinada a la densidad histórica del tiempo. Es decir, a la vivencia más prolongada de los grandes valores, que siempre superan los errores y vacíos de lo táctico. Sólo quienes tienen principios se proponen fines, y pueden corregir el nivel inferior de lo actuado, en un momento favorable, para ponerlo al servicio superior del pueblo.

Éste es el sentido con que juzgamos la necesidad de unión, como una línea demarcatoria entre enfermedad y salud civil, dirimida en un ambiente crítico de inquietud y tensión. Sabiendo de su complejidad, que no es reciente sino preexistente, porque hace mucho que nos sobran “dirigentes” y nos faltan conductores. La conducción es aquella cualidad que se agranda con la toma de conciencia, no con el gesto  irresponsable, y crece en su voluntad de hacer, sin caer en la codicia angustiosa de poder, que autodestruye.

Nada es más importante que recuperar la confianza en nosotros, proyecta en el espíritu nacional, por ser un concepto vital que se ha dañado. Ya que el desánimo trae más desanimo, hasta la hora culminante del reencuentro, que lo es con nuestro destino y la potencialidad que nos plantea. Tarea pendiente que demanda imaginar positivamente el futuro, y dar el ejemplo en el presente con inteligencia, prudencia y sinceridad.


El fin de los relatos y modelos esquemáticos urge la iniciativa para el desarrollo económico y el progreso social, sin prejuicios ideológicos. Con tal propósito, es preciso concertar un plan de trabajo concreto, con una articulación orgánica y técnica capaz de superar la fragmentación actual. Prólogo, a su vez, del ingreso a un nuevo ciclo fortalecedor de los espacios regionales descuidados por un centralismo inútil.

El soporte humano de esta iniciativa supera los formatos partidarios, que están por igual en crisis de identidad, abarcando sin embargo una amplia reserva de cuadros sociales, técnicos y profesionales. Estos cuadros, sin desconocer sus raíces, responden a un impulso que trasciende la puja de las ambiciones desmedidas y las agrupaciones cerradas, propias de una disolución tan anunciada como lamentable.

La decisión depende así de una actitud operativa, nucleada en torno al conocimiento y la idoneidad como sinómino de eficacia; la cual requiere amalgamar esfuerzos de diversas fuentes. Una planificación compartida que canalice la adaptación de la auténtica militancia, pasando de lo homogéneo a lo heterogéneo, para restaurar la convivencia y aceptar la alteridad; pues cada uno es parte de la proximidad de otro, aunque  piense diferente.

El plan contiene el marco orientador de quienes quieren vencer la rutina desganada del “no se puede” y la vía muerta del individualismo apático, indiferente a la comunidad. Pero la tarea solidaria, que es la alternativa correcta, tiene una condición ineludible para no pecar de ingenua. Exige clarificar la prioridad y continuidad de las metas prometidas, para controlar democráticamente el cumplimiento de los programas, y no reiterar la malversación  de expectativas y recursos, cuando ya no hay margen de paciencia social que la soporte. [6.10.15]

martes, 29 de septiembre de 2015

Embajador Julián Licastro con la Dra. Ana María Pelizza en Conferencia para Lideres Comunitarios


Ver "Conversemos conel Embajador Julián Licastro en You tube"

Ver "Conversemos con el Embajador Julián Licastro  en You tube" https://youtu.be/nypNmZBVTs8

LA GRAN POLÍTICA HACE HISTORIA, NO LA SIMULACIÓN



28/2015
LA GRAN POLÍTICA HACE HISTORIA, NO LA SIMULACIÓN

Una comunidad existe como entidad significante al asumir un espíritu histórico de grandeza. Es decir, al trascender la mera subsistencia de los países fallidos, que carecen de personalidad cultural y proyección estratégica. La cualidad de lo nacional es clave, siempre que se ubique equidistante de quienes la desdeñan por sus prejuicios ideológicos, o la exaltan con carácter reaccionario.

La historicidad no procede de los relatos arbitrarios de los extremos, sino de los factores de espacio y tiempo en los cuales deviene la realización del pueblo. El “espacio” significa el territorio de pertenencia, integrando y organizando armónicamente geografía y población. Y “tiempo” expresa las etapas irrevocables de su trayectoria evolutiva. Sin estos contenidos, dinamizados en la experiencia conjunta, la historia cede a la regresión, en las formas elementales de los nucleamientos humanos con jefaturas primarias y violentas.

Esta es la involución que, más allá de una retórica escénica, provocan los ideologismos laterales a la perspectiva comunitaria; y cuyas desviaciones se inclinan a la división por una crisis de identidad no resuelta, en tanto dicen una cosa y hacen lo contrario. Esto se observa en la irresolución de los problemas de pobreza; el abandono de los pueblos lejanos; y la falta de condiciones dignas de vida y de trabajo. Obra de la corrupción que el gobierno niega y que practican también los partidos que dicen combatirla.

Pese al latiguillo de una publicidad cargosa, el Estado no está presente sino ausente, tanto en los problemas internos expuestos en la campaña, como en los ejes básicos de una política exterior. Mientras desgranamos consignas caducas del 70, desfasadas de los nuevos conceptos que califican la soberanía real, carecemos de peso geoeconómico, visión geopolítica, defensa nacional disuasiva y cancillería responsable.

En una percepción superior, la política avanza con las categorías existenciales de la memoria integral y del proyecto histórico, sin las cuales no surgen ni se sostienen los grandes estadistas. Luego, nos demoramos en el subdesarrollo político, económico y social, pese a nuestros recursos, porque el exceso de jefaturas y caudillismos no disimula la falta de liderazgos lúcidos y equipos de excelencia.

Sólo una nación sustancial, no nominal, tiene valores fundamentales, intérpretes válidos, representantes honestos y dirigentes sabios. Son las virtudes que le permiten identificarse y hacerse conocer por su influencia. Una nación que, segura de su valer, se abre al intercambio inteligente y equitativo con el mundo, sin la máscara de una militancia sobreactuada, que transa con viejos y nuevos imperialismos, impostando una suficiencia engañosa.

Retomar protagonismo exige recoger los mejores aportes de las distintas experiencias políticas, que confluyen en el propósito de una realización pendiente, antes o después del comicio presidencial. Por lo demás, su resultado numérico servirá de poco, en un clima de desconfianza generalizada, sin las reformas consensuadas que posibiliten la reconstrucción del diálogo institucional. Por nuestro lado, es urgente procesar la crítica, autocrítica y actualización que nos refiera a la esencia originaria del movimiento y no a quienes lo tergiversan para enriquecerse ilícitamente.

Es menester construir respeto y no temor, amistad y no conveniencia, adhesión y no obsecuencia, pacificación y no violencia; logrando el equilibrio postulado entre realización personal y comunitaria; lejos así de la especulación individualista y la ineptitud del colectivismo. Recordemos que quienes piensan diferente representan variantes respetables y, aún siendo adversarios electorales, son partícipes necesarios de la unidad y el porvenir argentino. [22.9.15]

LIDERAZGOS COOPERANTES SIN UNICATOS EXCLUYENTES



29/2015

LIDERAZGOS COOPERANTES SIN UNICATOS EXCLUYENTES  

                                                                      
En una proyección evolutiva de las instituciones civiles y sociales bajo el control ciudadano del poder, los llamados liderazgos únicos son extemporáneos y terminan mal. En rigor, son unicatos, jefaturas cerradas y aisladas en su círculo incondicional, porque el verdadero liderazgo, por la complejidad del mundo contemporáneo, demanda diálogo, apertura y voluntad de concertar con transparencia.

Una decisión manifiesta de acordar posiciones afines, con la mayor cantidad de fuerzas, sea en un gobierno de coalición, o en un frente nacional, porque nadie puede conducir solo, ni tampoco prescindir de ningún sector que quiera participar de la solución de los problemas pendientes. Éstos necesitan, en el campo político y técnico, el concurso de conocimientos, habilidades y experiencias diferentes que pueden complementarse en un plan compartido.

La coordinación requiere paciencia y humildad, lo contrario de arrogancia y soberbia. Exige construir desde abajo, no desde arriba, porque en el territorio, que es la raíz de la base social, la población deja de ser el número anónimo de las estadísticas que se compran y se venden, para encarnarse en familias con necesidades y esperanzas personales. Ésta es nuestra realidad, que determina la tarea de servicio propia de la verdadera militancia, superior a la adhesión ocasional, y no sustituible por promotores publicitarios ni simples “voluntarios”.

Las campañas incorporan ahora asesores extranjeros como una moda aparente de modernidad. Especialistas que suelen aportar lo suyo con discreción, sin condicionar sus consejos con la difusión pública de argumentos reservados. Esto último puede traslucir imágenes influenciables y volubles de un supuesto liderazgo, lo que no es igual a la virtud ponderada de una mentalidad flexible.

Junto con la confusión de roles, corre el concepto de “purismo”, más propio de la ortodoxia ideológica que de la práctica política. Especialmente en los nuevos partidos, que no nacen de la nada, sino de dirigentes de orígenes dispares, aglutinados alrededor de un personaje convocante para una etapa determinada. Este hecho tiene la posibilidad de abrir expectativas, pero también la limitación de dispersarse cuando el referente no está o la oportunidad ya pasó. Nuestra historia está llena de estos partidos fugaces de propiedad personal.

Las grandes estructuras, a pesar de sus defectos, se sedimentan en eslabonamientos generacionales con tradición de sus momentos culminantes. Comparten, además, un núcleo de sentimientos y criterios, en un terreno conocido a través de vivencias intransferibles. Hay que ser precavidos cuando se pacta con estas formaciones sin compartir cierta sintonía de política cotidiana, porque la figura convocante puede ser instrumentada para reposicionar aparatos.

También cabe consignar la ingenuidad que implica el “triunfalismo”, exhibido por más de un candidato. Porque considerarse “ganador” antes de tiempo relaja la presencia de los cuadros que deben trabajar hasta el final. Y, aún la victoria lograda trabajosamente, se relativiza comparada con el exagerado exitismo de “colaboradores” oportunistas. 

Nadie ignora los excesos y argucias que limitan el ejercicio de la libertad democrática, ni el recelo de fraude que enrarece la definición electoral. Una situación sensible que nos obliga a pensar con inteligencia y prudencia: admitiendo con equidad las fallas u omisiones de todos, y aportando propuestas efectivas para retomar la salud espiritual y emocional imprescindible para las buenas decisiones.

CUALIDADES Y OBLIGACIONES DEL LIDERAZGO



27/2015
CUALIDADES Y OBLIGACIONES DEL LIDERAZGO               
                                                 
Hubo un tiempo en que tuvimos prohibida la palabra “líder”, porque refería por antonomasia al creador de nuestro movimiento. Por eso hoy resulta grato recordar su esencia, no por comparación histórica, sino para destacar su excelencia forjada en la formación constante del criterio y el hábito. No confundamos entonces el liderazgo, con los referentes que cumplen funciones menores, sin la matriz espiritual, ética y conceptual de quienes deben encarnar la conducción.

El líder lo es por su cualidad, no por su cargo. Su carácter contiene la energía de la vocación y el carisma. Aunque este nivel lo expone también a la crítica de sus limitaciones, según la valoración colectiva de su actuación. El líder es un “ejemplo de vida”, que según quien lo observe puede resultar positivo o negativo pero nunca indiferente. De allí que respetando la dignidad de las personas, evite que las relaciones de poder se deslicen al mundo inanimado de las “cosas”.

Ser líder es dar y darse, al calor de la solidaridad y la abnegación, comprometido con el hacer, no con el tener. Las formas jerárquicas no sirven si carecen de verdadera sustancia; porque la sobreactuación en conducción mata la esencia. De la misma manera, el liderazgo implica un amparo existencial para aventar temores por las dificultades enfrentadas. Esto no se consigue repitiendo mecánicamente consignas optimistas, sino proyectando una figura sincera, válida para compartir emergencias y brindar apoyo.

Se trata pues de personificar la conducción sin simulación, de alcanzar prestigio sin vanidad y de actuar sin arbitrariedad. La discreción hace que el éxito sin arrogancia implique un triunfo mayor. Una conducción equilibrada cumple de este modo las proposiciones del espíritu de cooperación, descartando la intriga, y el recurso de dividir para reinar en su propio entorno.

Los logros de la conducción lo son de su capacidad, y no deben atribuirse a la casualidad ni a la suerte, so pena de abandonar la metodología rigurosa de la estrategia: ya que una buena intención si no se reviste de poder para realizarse, se anula. El ideal del liderazgo es el liderazgo democrático que requiere popularidad, pero no la demagogia del autoritarismo. Para él, la victoria no es una serie arbitraria de metas cuantitativas, sino una suma cualitativa de realizaciones orientadas a grandes objetivos.

El liderazgo es un arte que amplía permanentemente la perspectiva de acción del conjunto; y a la vez permite la descentralización operativa, multiplicando la franja de cuadros con condiciones superiores. Es la capacidad para concentrar la atención sin dispersarse, reunir los medios necesarios, y trazar líneas apropiadas de avance. Por eso los verdaderos líderes no inhiben la promoción de sus cuadros y los preparan para la aspiración legítima de nuevos niveles de decisión.

Así como en la existencia individual el “ser” requiere la voluntad de perseverar sobre las necesidades y problemas, en la vida política existimos en tanto hacemos proyectos para afirmar la  comunidad de pertenencia. Por eso es fácil hablar de las exigencias del liderazgo desde la experiencia cumplida, cuando ya se han podido asimilar los propios errores. Situación que obliga a transmitir a las nuevas generaciones, la lección que llegó adjunta a cada problema.

La práctica política libre y voluntaria no responde a la ecuación “mando-obediencia”, en desmedro de una eventual subordinación. La relación de conducción es otra, porque incorpora un tercer elemento que los integra: la misión común. Es el desafío que nos hace igualmente protagonistas a todos quienes trabajamos con un noble ideal. [15.9.15]

martes, 1 de septiembre de 2015

ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO



25/2015
ESTRATEGIA POLÍTICA DE APERTURA Y CONSENSO
                                                                                                                                                                   
Establecido el objetivo y asignados los medios por la política, la estrategia aplica su metodología para allanar el camino de obstáculos, analizando todas las variantes posibles. Por eso “política y estrategia” resumen el arte de la conducción, para desarrollar el potencial propio y aprovechar las vulnerabilidades adversarias, pero siempre en una lucha ciudadana dentro del marco democrático.

Representa así un “juego de poder”, por el desenvolvimiento de interacciones externas e internas que nunca cesan. Y hace que la capacidad de acción de los liderazgos participantes, sea evaluada con un criterio dinámico y relativo. El poder, pues, no es estático ni definitivo, y se construye con una tarea reflexiva y orgánica, descartando vacíos e improvisaciones. Una práctica contraria al comportamiento errático u obsesivo que, tarde o temprano, tiene serias consecuencias institucionales.

La “voluntad de conducción” es una virtud importante en la dotación de carácter de los dirigentes, que se traduce en firmeza, constancia y tenacidad. Pero el “voluntarismo” es un defecto, porque evade la verdad y se maneja con expresiones de deseo e ideologismos. Una conducta acentuada con tendencias autoritarias, que anulan el asesoramiento, por temor al rechazo abrupto y el descarte. 

De la misma manera, conspira contra el despliegue de una buena estrategia, la provocación constante de frentes expuestos, o las actitudes irreconciliables con aliados tratados como oponentes y oponentes tratados como “enemigos”, sin percibir el flujo y reflujo en la naturaleza de los conflictos políticos. La peor decisión es el aislamiento, en un espacio que se reduce con las dificultades, y al que hay que abrir a nuevas propuestas mientras haya tiempo.

He aquí los tres componentes principales de la ecuación estratégica: concepción, espacio y tiempo, para que una proporción armónica haga posible la expansión de una fuerza y no su desaparición o quiebre. Porque, si resulta difícil ganar una campaña reñida, con diferencia indiscutible y trámite transparente: ¿cómo funcionaría un gobierno de margen escaso y escrutinio dudoso?.

Salvo que se opte por una “victoria pírrica” de gran costo político y breve efecto positivo, todo análisis confirma la importancia del consenso para conjurar crisis inmanejables por cualquier fuerza excluyente. Entonces, si no hay deseo en lo social ni posibilidad en lo político de nuevos hegemonismos, llegó la hora de los acuerdos, antes, durante o después del resultado electoral. La complejidad del futuro inmediato, y las necesarias reformas a encarar entre todos, destacan el valor agregado que aportan estrategias pacificadoras y confluyentes.

Siempre al final de un ciclo gubernativo, afloran las falencias de sus programas, el dibujo de las estadísticas y encuestas de resultados; y hasta las consignas binarias de relatos épicos son desmentidas por la conducta protegida de funcionarios ineptos o corruptos. Todo lo cual se defiende o se ataca con ardor, inhibiendo el verdadero debate de alcance presidencial, con contenidos factibles y sinceros. Ya la justicia hará lo suyo, si hay un gobierno nuevo y estable; y actúan los organismos de control ante el reclamo persistente del pueblo.

En el curso perentorio de la estrategia el monólogo no puede calificar de defecto a virtud; ni la división inveterada de “la ambición por la ambición” significar la prenda de unión que necesita nuestra comunidad. Por eso, para no avalar la involución, tendríamos que debatir en profundidad como perfeccionar la democracia con los nuevos instrumentos constitucionales de una mayor participación. Y no cuestionar las reglas mínimas a respetar para brindarle al voto ciudadano las condiciones de libertad real y credibilidad que sustentan la paz interior. [1.9.15]

NO HAY TRANSPARENCIA ELECTORAL SIN CULTURA DEL TRABAJO



24/2015

NO HAY TRANSPARENCIA ELECTORAL  SIN CULTURA DEL TRABAJO                                               

La solución estratégica del país será una obra compartida o no será, lo cual exige construir poder al servicio del deber y no del sectarismo y la ambición desmedida. Construcción que implica predicar con el ejemplo para recuperar la credibilidad dañada por una politización excesiva en cargos y candidaturas, sin idoneidad ni selección: requerimientos de un régimen equilibrado de autoridad, no sólo en sus orígenes, sino en sus procedimientos y postulados.

Es menester redescubrir la relación directa de la política con las cuestiones primordiales que el pueblo intuye y siente con el peso de la multitud, a la espera de planes y programas eficaces. La propaganda infantil y repetitiva subestima el sentido común y ofende a la ciudadanía, que cede espacio al protagonismo de las camarillas que destruyen la democracia con sus enfrentamientos y desbordes. Estos amagos fraudulentos, de una violencia minoritaria pero en aumento, son inadmisibles, y urgen a la revisión de formas electorales caducas, para facilitar su pasaje a metodologías actualizadas y transparentes. 

Sin embargo, la matriz del problema es más compleja e invita a ir relevando progresivamente el accionar pernicioso del clientelismo, que lucra con el asistencialismo crónico a la marginalidad, que multiplica porque es su fuente de especulación. De igual modo actúa el empleo público excedente que condiciona votos y manifestaciones proselitistas, porque completa el mecanismo de cautividad electoral feudalizada. Por tal razón, únicamente el trabajo genuino es su antídoto.

No existe otra clave para acceder al porvenir que la concertación económica y social para la producción y la educación, equivalente moral al esfuerzo de reconstrucción de las naciones que supieron resurgir de sus conflictos externos e internos. Países que vuelven a retroceder cuando el mando lo toma la especulación financiera, la corrupción estatal y privada, y la desorientación de la mayoría desmovilizada para participar de manera activa en fuerzas responsables, como lo vemos ahora en gran parte de Europa.
 
La finalidad es propender a la organización de la sociedad en una democracia de trabajo, orientada por los valores del esfuerzo digno, sin imposición de sacrificios reaccionarios, y de la solidaridad verdadera, sin permitir los excesos falsamente “progresistas” de reclamar derechos sin cumplir las obligaciones que de ellos derivan. Porque el relato ideológico no suscita organización territorial, ni promoción social, ni desarrollo económico.

Para los dirigentes que deseen perdurar resulta imprescindible evidenciar austeridad, laboriosidad y coraje, como preceptos morales y leyes intrínsecas a la nueva realidad que se perfila sobre el límite de la decadencia. De lo contrario, sin referencias públicas convocantes  la mera agitación de parcialidades y sectas nunca podrá configurar la gran transformación necesaria, de orden racional no extremo, con el menor costo en tiempo, penurias y contradicciones.

Es sabido que sin proyecto de nación se diluye el ámbito comunitario, y el caos reinante premia al oportunismo y castiga al ciudadano que trabaja y cumple. En consecuencia, hay que prevenir la degradación de nuestros vínculos básicos permanentes, en otros de conveniencia a corto plazo. En tal contexto, aceptar la naturalización de prácticas antidemocráticas, establecería un piso y no un techo a las próximas contiendas comiciales, con resultado incierto.

La orfandad de liderazgo no siempre se corrige con el conductor carismático, que provee la historia para sus momentos culminantes. Hay otros momentos, cuando se regresa de consignas estridentes, y divisivas donde importa establecer un sistema estable, basado en articulaciones de cooperación y consenso. [25.8.15]