domingo, 22 de noviembre de 2015

ENTRE TODOS O NADIE



 ENTRE TODOS O NADIE

La frase pertenece al único argentino elegido tres veces presidente constitucional, y está situada en el anhelo de un regreso histórico como prenda de paz y unión nacional. A la Argentina la arreglamos entre todos o no la arregla nadie, fue el corazón de las voces patrióticas convocantes a la concertación política, económica y social, necesaria para rescatar y actualizar la democracia y afirmar la república. 

La referencia supera toda evocación celebratoria para acentuar su enseñanza profunda, pues la combinación de extremos que pretendió cancelarla, reapareció en una generación de epígonos igualmente extraños a sus postulados esenciales. Aunque esta vez, de la mano de una aventura populista, confusamente ideologista, que los instrumentó como exhibición de una juvenilia rentada y festiva, sin la capacitación ni el compromiso de una verdadera militancia.

No abundaremos en los desconceptos y errores de esta década desaprovechada en sus oportunidades inéditas; porque ya tratamos suficientemente sobre el efecto negativo del relato engañoso, centrado en la confusión de apariencia y realidad; la malversación de consignas justas con procedimientos equivocados; y el desgaste del lenguaje político, que no es inocente, por el abuso de la mentira, la intolerancia y la hipocresía.

El verdadero enigma de este desencuentro inexplicable y ocioso es la aceptación y la pasividad de tantos ciudadanos, seducidos o sometidos a la banalidad de un mal poder. El poder de la arbitrariedad, la sobreactuación, el unicato y, junto a la corrupción impune, las veleidades de la “asimilación” histórica con personalidades incomparables. Esto fue lamentablemente lo que permitimos, a causa del prejuicio, el temor o la indiferencia; y es lo que ahora en la nueva etapa no tenemos que repetir ni olvidar.

Transformar lo sufrido en experiencia y cultura política, implica decir basta y nunca más a la alienación, el narcisismo y la venalidad de los dirigentes: su improvisación como estadistas que no lo son, y su desprecio a la idoneidad y el mérito. El poder se va extinguiendo como la vida, destacando la actitud filosófica y ética que invita a la humildad y la abnegación en el arte de conducir seres libres.

El ciclo que hoy se abre, con las acechanzas y trampas de los resentidos, exige más que nunca la participación ciudadana, y la decisión de defender la democracia y actualizar la política. Colaborando de distintas maneras los que quieran colaborar, y aún comprometerse con la gestión que empieza. Y aquellos otros que lo harán ejerciendo una vigilancia del poder -democrática, responsable y constructiva- según las políticas de Estado formuladas y debatidas en la campaña electoral.

No significa agazaparse y especular con los problemas e interferencias de un gobierno difícil, sino sumar a la  estabilidad institucional y a las reformas pendientes. Y al mismo tiempo, realizar la crítica y autocrítica de la fuerza propia, podándola de sus elementos maleados o desgastados, para reconstruirla como apoyo en el presente y alternativa de futuro en función, no facciosa, sino del bien común. 

Por razones quizás aleatorias, terminamos la campaña electoral elaborando y discutiendo las famosas “políticas de Estado”, no de partido ni de sector, que tanto bregamos por instalar doctrinariamente. Junto con la selección de varios  postulantes  de excelencia por cada cargo público significativo, en una conjunción de visión política, solvencia técnica y adaptación a un equipo de trabajo. Este logro no hay que perderlo, sino incrementarlo, para descartar en adelante la tentación de personalismos y círculos de influencia extemporáneos.

Podemos capitalizar también la enorme sensibilidad al mal trato, la falta de respuesta y la mala praxis de todo tipo de funcionarios, como los soportados en este largo período. Precisamente, para no reincidir en ese proceder arrogante o inepto, y poder  reaccionar rápidamente ante el amago de reiterarlo. Señal que, efectivamente, viviremos mejor, compartiendo el trabajo, las obligaciones y los derechos que ello presupone.

La renovación del Movimiento es crucial en su matriz fundacional: la provincia de Buenos Aires. Síntesis cultural y social que debe superar el antagonismo ancestral del choque entre la capital y el interior, fruto de la presencia colonial y neocolonial de metrópolis marítimas y su carga de posibilidades y problemas. Luego, esta renovación, o actualización, no puede hacerse meramente con palabras de impacto emotivo pero sin contenido esencial, que subestiman al pueblo y su voluntad de crecer y desarrollarse. Debe terminar pues el clientelismo, la manipulación y la promesa falaz e incumplible.

Ni la dádiva barata de los viejos punteros, ni la información sesgada de los medios que sirven intereses, ni el histrionismo de la polémica en los programas de variedades, podrán realizar la escuela superior formativa que hace falta. Porque la esperanza de largo plazo, que es la heredad en acción decisiva, está en los miles de cuadros y líderes comunitarios que, indefectiblemente, pasarán a conducir el Movimiento, venciendo al tiempo con la organización.

El resultado electoral, aun siendo la clave del orden democrático, no siempre es un resultado político firme, cuando ha habido mucho de voto útil, voto contra o voto castigo. La legalidad entonces debe ir en busca de la legitimidad, cuya caja de resonancia son los trabajadores, no los especuladores. En consecuencia, ninguna “racionalidad económica” o tecnocrática deberá atacar la justa distribución social del esfuerzo y la riqueza nacional. [22.11.15]

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