Trasfondo
ideológico de la campaña
DEBATE
SOBRE LA IDENTIDAD DEL
PERONISMO
Cuando todo parecía privilegiar el
apoyo del aparato radical a uno u otro referente opositor, en el trasfondo del
año electoral se desarrolló un debate intenso sobre la identidad del peronismo,
con el juicio crítico a sus dirigentes y la perspectiva histórica de sus potencialidades. Esta
controversia, en parte subterránea, superó la polémica profesional de los
paneles mediáticos, cuyo negocio es aclarar y confundir simultáneamente; y se
reveló con fuerza popular en el último tramo, enfrentando al relato oficial y
las encuestas engañosas.
Semejante “sorpresa” despertó la expectativa de los nuevos nucleamientos y
los votantes independientes, respecto al peronismo fiel a sus raíces
fundadoras. Y la esperanza de una rebeldía, por la prolongada usurpación ideológica del
populismo, de discurso “izquierdista” y comportamiento reaccionario. Con este tono
impensado por los punteros del clientelismo, se libró la elección sustancial en el bastión bonaerense, calificado
por su efecto territorial y orgánico. El “voto castigo” cayó, no sólo sobre los
candidatos sospechosos de delincuencia, sino sobre los referentes de un
justicialismo que no sienten ni practican, porque lo comercian.
La gobernadora electa, antes que
nadie, incluyendo su partido, orientado inicialmente por un asesor inhábil,
supo abrir su estrategia en el terreno, buscando contener a la sufrida base del
conurbano. Y lo hizo con modestia, recordando su juventud, signada por la
valorización familiar de la justicia social en la figura de Eva Perón. Ésta es
la motivación que cuenta y no el “madrinazgo” retórico de la presidenta, cuyo
perfil no puede compararse con la mujer más relevante de la historia argentina.
Existe pues una actitud favorable a
identificarse con su mensaje y apoyar su gestión, que ha definido con prudencia
en una provincia de publicidad excesiva y administración deficiente, donde los
principales candidatos oficialistas perdieron en sus distritos de origen. Es fácil
anticipar entonces la doble ecuación política que resumía nuestro líder: “con
el peronismo sólo no se puede; sin el peronismo tampoco”. En esta conjunción
posible, que el futuro se encargará o no de confirmar, las reservas del
Movimiento tendrán tiempo y espacio para reflexionar y componer una alternativa
ganadora en función del bien común.
En cuanto a la estructura de
encuadramiento y conducción, es imprescindible retomar ahora las escuelas de
formación y capacitación, centradas en nuestros principios y valores esenciales.
Dejando que el “camporismo”, tras su experiencia festiva y rentada, haga su
propio partido; así como los “montoneros”, luego del foquismo, formaron el
partido auténtico, que se disolvió por sectario. Perón decía con razón que el
activismo marxista tenía que crear un partido socialista explícito y legal, en
vez de hacer “entrismo” clandestino en las organizaciones de las grandes
mayorías.
Dijimos que lo fundamental ya fue
votado en la primera vuelta, consolidando un bloque que concentra a las
provincias de mayor población y producción; mientras el feudalismo retuvo, en
general, su espacio subsidiado por el poder central, al precio de su
alineamiento automático y la muerte del federalismo. Es el resultado obvio de la ecuación que vincula la transparencia
electoral a la cultura del trabajo genuino; la cual se reconstruirá al ritmo de
la economías regionales, hoy asfixiadas por el capitalismo prebendario, el
consumismo de baja calidad y la falta de inversiones, créditos, y planes de
desarrollo.
Resta considerar específicamente el
próximo desempate electoral, sin el dramatismo de quienes se juegan sus
negocios o la posibilidad de la cárcel; porque las consignas electorales reales
se han acercado a una línea central. Las posiciones ya no fluctúan entre “la
continuidad o el cambio”, porque la primera perdió, y el adversario común es el
“continuismo extremo”. Queda optar por la dimensión del cambio a efectuar en el
rumbo del país, y evaluar su credibilidad y factibilidad según la trayectoria
conocida de cada candidato. Sin embargo, lo más lamentable es la guerra sucia y
de temor desatada por quienes avasallan las normas electorales parlamentarias y
judiciales.
Por fortuna, la campaña deja saldos
positivos, entre ellos la conducta de las terceras fuerzas que, a pesar de no
llegar al ballottage, presentaron propuestas serias y figuras idóneas,
manteniendo el caudal electoral más allá de un resultado previsible. Al
disponerse al diálogo y efectuar su autocrítica han dado el ejemplo, en esta
hora de hartazgo de la sociedad civil por las peleas políticas sin destino.
Buen augurio para levantar puentes de unión y no muros de división, a fin de
evitar nuevos fracasos de gobiernos aislados de la realidad y unicatos rodeados
de mediocres.
Todo esto, y la participación lúcida
de millones de ciudadanos que supieron repensar la situación antes de votar,
honraron a la política verdadera como herramienta pacifica para construir y
distribuir poder. Acción comunitaria que implica una apuesta al futuro, para
regenerar el tejido institucional que permita la unión en la diversidad, el
reconocimiento de la mayoría y el respeto a la disidencia. Con este propósito
elevado, en una instancia delicada, todos podremos aportar algo efectivo. La
condición es no dejarse tentar por el facilismo; ni tampoco ceder al
resentimiento desde el fondo de una mentalidad facciosa, que procura el fracaso
del nuevo gobierno, aunque pierda el país. [8.11.15]
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