EL ARTE DE ELEGIR CONSIGNAS CONTRAPUESTAS
La selección de
consignas adecuadas al liderazgo de políticas contrapuestas, implica la
habilidad de integrar elementos de estrategia y comunicación para orientar las
acciones, en una escena de voluntades que compiten en el juego de poder. En tal
sentido, deben abrir el espacio a los ejes de propaganda y relaciones, que
impidan el encierro de la conducción por consignas extremas, porque toda beligerancia, en el tiempo, termina en
una diplomacia de negociación y pactos.
Si este protocolo de
cierre de conflictos, no existe como supuesto en las previsiones del plan, lo
que se plantea no es la “lucha”, sino el “exterminio”, o acuerdos de última
hora, conseguidos de cualquier manera, ante la realidad de una fuerza propia
totalmente desgastada, como nos pasó en Malvinas. Porque las consignas
extremas, además, desdibujan los objetivos definidos en la misma concepción de la
instancia superior responsable; mientras en la improvisación, cuando llega el
colapso, nadie sabe que hacer y multiplica el desastre.
Un ejemplo notable del
arte de fijar consignas para monitorear la evolución de los hechos, fue la
operación regreso de 1972, encuadrada
tácticamente en dos voluntades blindadas: la “proscripción” por la cúpula del partido militar y su réplica en el “Perón o
Muerte” de las organizaciones foquistas. La solución vino por la mediación
estratégica que afirmó, lo que hoy sería de gran utilidad: “con el peronismo sólo
no se puede y sin el peronismo tampoco”.
Esta dirección correcta
ubicó la puja en la mínima graduación posible de violencia y simultáneamente
consolidó las tratativas multipartidarias que culminaron en la concertación
política, económica y social. Base, a su vez, para concluir la lucha de
resistencia, superar el dogmatismo y priorizar la institucionalización del país, dejando aislados a los extremistas de ambos
bandos.
La
clave de la paz interior es lograr la unidad en la diversidad y la estabilidad
gubernativa, imprescindibles para despegar con la reconstrucción y las reformas
pendientes, que nadie podrá encarar en soledad. Por esta razón, la polarización
y el enfrentamiento tienen un límite objetivo: aún el derrotado, pero no
vencido, debe ser incluído como partícipe necesario del funcionamiento
democrático. Y la tarea de reconstrucción orgánica, tendrá que hacerse en
simultáneo con esta cooperación exigida por el bien común.
Aplicando
estas lecciones de la historia, hoy de cara al ballottage, avanza un recambio generacional
que es contrario por igual a las burocracias partidarias distorsionadas por las
corruptelas, y a la juvenilia festiva y rentada, sin presencia territorial
efectiva. Allí renace la competencia por sumar adhesiones, con flexibilidad no
exenta de lealtad a la identidad originaria, y descarte de los discursos
repetitivos de una campaña larga y tediosa.
En su reemplazo, según
lo venimos reiterando desde el principio, hay que difundir, como se empezó a
hacerlo en el debate de los candidatos, una plataforma coordinada de políticas
de Estado; guiadas por personalidades prestigiadas que hagan creíble y factible
las propuestas. En fin, hay que recuperar, más que el “optimismo” pasivo de la ingenuidad, el
“entusiasmo” activo de la verdadera militancia, cuya mejor celebración es el
trabajo. [17.11.15]
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