domingo, 1 de noviembre de 2015

SEGUNDA VUELTA ELECTORAL (Nota II)



Segunda vuelta electoral (nota II)   
                                                    
 LA PEOR CONSIGNA ES EL CONTINUISMO  EXTREMO                                                                                                                                                                    
Cuando el resultado de una batalla principal bifurca el eje de una campaña reñida, dos espíritus opuestos emergen al mando de los contendientes. Uno, no puede disimular su entusiasmo, aunque reclame prudencia, y el otro no puede ocultar su desazón, aunque pregone fortaleza. Porque, surgiendo ambas actitudes del fragor de la lucha: el optimismo lleva al triunfo y el pesimismo al fracaso.

No nos referimos a la tarea ulterior de constituir una instancia de diálogo y consenso para asegurar estabilidad política, que necesita el aporte de todos, sino a la meta inmediata de la presidencia. Porque el próximo cruce destaca las visiones contrapuestas de dos campos: el que avanza con la bandera de la transformación, y el que se abroquela hasta hoy con el estandarte del continuismo. En esta disyuntiva, la ventaja suele estar del lado de quien asuma la iniciativa, y corrija sus falencias, y no de quien niegue la realidad y amplifique sus errores.

Perder velocidad de reacción y demorarse por la complicación antipolítica del “doble comando” pleno de contradicciones, resta empuje al conjunto; inhibe la habilidad de desconcentrar acciones para aprovechar la variación del terreno; e invita a la indisciplina y la deserción. Cuando no agrava el trabajo de zapa de quienes, por rencor u oportunismo, comienzan a hacer fuego en contra.

Analizando la escena con óptica estratégica, vemos una columna que parte del bastión capitalino, donde se abastece y refugia, y se despliega en un teatro de operaciones descuidado, reclutando fuerzas que hasta ayer respondían al otro postulante. Mientras éste sufre un doble acoso, externo e interno, que divide su atención y le impide un dispositivo más amplio, despegado de los grupos provocadores.

En medio de esta lucha aparece un movimiento generacional de elementos nuevos, pero que aprenden rápido. Fenómeno singular de recambio, contrario por igual a las burocracias partidarias desgastadas por las corruptelas, y a la juvenilia festiva y rentada, sin militancia efectiva en cada territorio específico, salvo excepciones. Allí nace la competencia por sumar adhesiones y aliados, deslindando lo propio, con suficiente identidad política, de la ambición sin límite que lleva al sacrificio estéril con las consignas vaciadas del viejo  relato.

En el arte de la estrategia, el “potencial” se convierte en “poder” cuando se movilizan las fuerzas posibles para disponerlas “en presencia”. Obviamente, el máximo potencial estaría en la idea del cambio, abarcando con distintos matices las dos terceras partes del  electorado. Ahora, la clave es encontrar las herramientas idóneas para convocar a la mayoría de este contingente, en línea con el rumbo de cada candidato. Pero siempre, dentro de una graduación atrayente de nuevas políticas de Estado guiadas por personalidades prestigiadas, que hagan creíble y factible la propuesta.

Esto exige la combinación de generosidad y audacia, para oxigenar los círculos íntimos que quieren acaparar todo. Y también, sentido de justicia para descartar a personajes repudiados por la sociedad. Una selección política y técnica correcta, con hombres y mujeres que hagan exactamente al perfil del cargo a cubrir, será la mejor autodefensa del último tramo de esta campaña de “final abierto”. 

De igual modo, es crucial el compromiso sincero y sólido de unir en la acción la labor legislativa de los diversos bloques comprometidos con la eficacia parlamentaria. Único modo de desarmar, o hacer explotar en el vacío, las “bombas de tiempo” dejadas por el sectarismo extremo en su retirada calculada.

También es necesario resguardar el clima democrático del rol insidioso de los “comisarios políticos”;  que se exhiben como custodios de una alienación autoritaria. Así se aclarará cuánto hay en nosotros de virtud, en los gestos de paciencia que acompañan a una conducción persuasiva, y cuánto de obsecuencia ante un mando arrogante sin vocación de libertad. [1.11.15]

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