La nueva
presidencia
36. ENTRE TODOS O NADIE
La frase pertenece al único
argentino elegido tres veces presidente constitucional, y está situada en el
anhelo de un regreso histórico como prenda de paz y unión nacional. A la Argentina la arreglamos
entre todos o no la arregla nadie, fue el corazón de las voces patrióticas
convocantes a la concertación política, económica y social, necesaria para
rescatar y actualizar la democracia y afirmar la república.
La referencia supera toda evocación
celebratoria para acentuar su enseñanza profunda, pues la intromisión de
extremos que pretendió cancelarla, reapareció en una generación de epígonos
igualmente extraños a sus postulados esenciales. Aunque esta vez, de la mano de
una aventura populista, confusamente ideologista, que los instrumentó como una
juvenilia rentada y festiva, sin la capacitación ni el compromiso de una
verdadera militancia, salvo pocas excepciones.
No abundaremos en los desconceptos y
errores de esta década desaprovechada en sus oportunidades inéditas; porque ya
tratamos suficientemente sobre el efecto negativo del relato engañoso, centrado
en la confusión de apariencia y realidad; la malversación de consignas justas
con procedimientos equivocados; y el desgaste del lenguaje político, que no es
inocente, por el abuso de la mentira, la intolerancia y la hipocresía.
El verdadero enigma de este
desencuentro inexplicable y ocioso es la aceptación y la pasividad de tantos
ciudadanos, seducidos o sometidos a la banalidad de un mal poder. El poder de
la arbitrariedad, la sobreactuación, el unicato y, junto a la corrupción
impune, las veleidades de la asimilación con personalidades históricas
incomparables. Esto fue lamentablemente lo que permitimos, a causa del
prejuicio, el temor o la indiferencia; y es lo que ahora en la nueva etapa no
tenemos que repetir ni olvidar.
Transformar lo sufrido en
experiencia y cultura política, implica decir basta y nunca más a la
alienación, el narcisismo y la venalidad de los dirigentes: su improvisación
como estadistas que no lo son, y su desprecio a la idoneidad y el mérito. El
poder se va extinguiendo como la vida, destacando la actitud filosófica y ética
que invita a la humildad y la abnegación en el arte de conducir seres libres.
El ciclo que hoy se abre, con las
acechanzas y trampas de los resentidos, exige más que nunca la participación
ciudadana, y la decisión de defender la democracia y actualizar la política.
Colaborando de distintas maneras los que quieran colaborar, y aún comprometerse
con la gestión que empieza. Y aquellos otros que lo harán ejerciendo una
vigilancia del poder -democrática, responsable y constructiva- según las
políticas de Estado formuladas y debatidas en la campaña electoral.
No significa agazaparse y especular
con los problemas e interferencias de un gobierno difícil, sino sumar a la estabilidad institucional y a las reformas
pendientes. Y al mismo tiempo, realizar la crítica y autocrítica de la fuerza
propia, podándola de sus elementos maleados o ineptos, para reconstruirla como
apoyo en el presente y alternativa de futuro en función, no facciosa, sino del
bien común.
Por razones quizás aleatorias,
terminamos la campaña electoral elaborando y discutiendo las famosas “políticas
de Estado”, no de partido ni de sector, que tanto bregamos por instalar
doctrinariamente. Junto con la selección de varios postulantes
de excelencia por cada cargo público significativo, en una conjunción de
visión política, solvencia técnica y adaptación a un equipo de trabajo. Este
logro no hay que perderlo, sino incrementarlo, para descartar en adelante la
tentación de personalismos y círculos de influencia extemporáneos a la
evolución deseable de nuestra sociedad.
Podemos capitalizar también la
enorme sensibilidad al mal trato, la falta de respuesta y la mala praxis de
todo tipo de funcionarios, como los soportados en este largo período.
Precisamente, para no reincidir en ese proceder arrogante, y poder reaccionar rápidamente ante el amago de
reiterarlo. Señal que, efectivamente, viviremos mejor, compartiendo el trabajo,
las obligaciones y los derechos que ello presupone.
La renovación del Movimiento es
crucial en su matriz fundacional: la provincia de Buenos Aires. Síntesis
cultural y social que debe superar el antagonismo ancestral del choque entre la
capital y el interior, fruto de la presencia colonial y neocolonial de
metrópolis marítimas y su carga de posibilidades y problemas. Luego, esta
renovación, o actualización, no puede hacerse meramente con palabras de impacto
emotivo sin contenido esencial, que subestiman al pueblo y su voluntad de
crecer y desarrollarse. Debe terminar pues el clientelismo, la manipulación y
la promesa falaz e incumplible.
Ni la dádiva barata de los viejos
punteros, ni la información sesgada de los medios que sirven intereses, ni el
histrionismo de la polémica en los programas de variedades, podrán realizar la
escuela superior formativa que hace falta. Porque la esperanza de largo plazo,
que es la heredad en acción decisiva, está en los miles de cuadros
territoriales y líderes comunitarios que, indefectiblemente, pasarán a conducir
el Movimiento, venciendo al tiempo con la organización.
El resultado electoral, aun siendo
la clave del orden democrático, no siempre es un resultado político firme,
cuando ha habido mucho de voto útil, voto contra o voto castigo. La legalidad
entonces debe ir en busca de la legitimidad, cuya caja de resonancia son los
trabajadores, no los especuladores. En consecuencia, ninguna “racionalidad
económica” o tecnocrática deberá atacar la justa distribución social del
esfuerzo y la riqueza nacional. [22.11.15]