18. PROTAGONISMO ECONÓMICO Y DECISIÓN POPULAR
Para los jóvenes “el presente siempre es lo nuevo”; para los veteranos
la historia se repite con cambios de forma. Hace a la integración de las
generaciones conciliar ambas perspectivas para aprovechar la experiencia y, a
la vez, apreciar los factores de una etapa distinta. Una mirada amplia facilita
comprender la dinámica económica, ya que las transformaciones estructurales se
convalidan en la prueba de la alternancia política. Recién entonces, aunque
parezca paradógico, integran el patrimonio común en un ciclo largo de la
historia.
La crítica justificada de las falencias del “populismo”, no tiene que
encubrir la crisis teórica y práctica de la “ortodoxia económica” que lo
provoca; pues la situación global demuestra
la caducidad de las viejas recetas del ajuste, la devaluación y la deuda.
De igual manera, se exponen las limitaciones de la aventura “cortoplacista”
populista, al negar la planificación estratégica como herramienta del arte de
gobernar.
En síntesis: la “austeridad” liberal fracasa porque sin crecimiento no
hay reactivación; pero el “consumismo” por sí tampoco genera desarrollo. La
solución se encuentra en el acuerdo nacional de una economía social, siguiendo
el rumbo de políticas de Estado que atraigan la adhesión ciudadana para un
mejor ejercicio electoral y mayor estabilidad institucional.
La soberanía popular es clave en la movilización económica voluntaria, a diferencia de una
gestión arbitraria, sin calidad ejecutiva; y del asambleísmo obstructivo, sin
calidad parlamentaria. Nos referimos a la disposición colectiva de involucrarse
en un esfuerzo productivo y de innovación tecnológica, para participar de él sin
centralización excesiva de las decisiones.
Este esfuerzo implica gobernar “con” el pueblo y sus organizaciones
libres de extracción comunitaria; al tiempo que se enfoca la tarea difícil,
pero posible, de perfeccionar el sistema representativo para fortalecerlo. Así
se complementará el orden institucional del país federal, con las iniciativas
locales de participación directa para recuperar las economías regionales; y
cooperar con los programas encarados por los buenos líderes territoriales.
Entre las ambiguedades ideológicas de la actualidad, se encuentra el
significado confuso de “cambio”, que no es una palabra mágica, y podría incubar
la pretensión de regresar en un sentido involutivo, con retoques cosméticos.
Con igual esquematismo, desde otro lado, se declama la integración de la
región, sin destacar que ella no disuelve el carácter soberano de los Estados,
ni admite la permeabilidad abusiva de
las fronteras.
La democracia no está amenazada hoy por el golpismo, sino interpelada
por su capacidad o ineptitud para solucionar los problemas presentes y futuros
de la globalización asimétrica que concentra riqueza y expande pobreza.
Deformación cultural que se ignora al precio del oportunismo y del escepticismo,
que podrían terminar socavando nuestra autoestima, por una trama inaceptable de
intereses espúreos y desconfianza generalizada.
A nivel regional, todos sabemos, la necesidad de resolver los desafíos
que comprometen el sentido de la vida en nuestra América. Entre ellos: la
desigualdad social por desocupación y pobreza; la voracidad de la especulación
capitalista; la corrupción con impunidad y provocación; la complicidad con el
narcotráfico; y las ideologías intolerantes que culminan en unicatos. No hay
equidad sin democracia, ni democracia sin equidad, y en esta síntesis
superadora, nada debe alterar el clima de legalidad, justicia y paz que los
pueblos reclaman. [14.7.15]
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