16. POLÍTICA ECONÓMICA Y DOCTRINA SOCIAL
En nuestra concepción la dignidad de
la vida prima sobre la economía, recusando al “economicismo”, liberal o
marxista, que niega a las personas y a los pueblos su esperanza de realización
plena. Por eso la política, como medio instrumental, y no fin en sí misma, debe
orientar el capital a la actividad productiva para servir a la comunidad, en el
propósito integral de una democracia de justicia y paz.
La cultura del trabajo, que
comprende toda una escala de valores esenciales, es el eje organizador de la
sociedad, en una relación equilibrada de deberes y derechos que es menestar
preservar de la manipulación ideológica. Porque el progreso real requiere
concretar la tarea pendiente en la construcción del país, mientras el
“progresismo” declama en abstracto agravando la frustración social.
Equidistante de los extremos hay
voluntades dispuestas a emprender planes eficaces para la utilización
independiente de nuestras reservas naturales; articulando con ecuanimidad el
balance de esfuerzos y beneficios. En un sistema de este carácter, con un
protagonismo compartido y sin arbitrariedades del poder, todos tenemos algo que
decir, hacer y ofrecer al bien general.
Este horizonte prometedor y
accesible implica remover los obstáculos que traban nuestro avance, como los
especuladores financieros, los agoreros de colapsos económicos y los mentores
de una supuesta “pacificación” impuesta por la inmovilidad social y la amenaza
represiva. Pero también, los pregoneros del facilismo y la improvisación que
aumentan absurdamente la pobreza y la indigencia a pesar de una naturaleza
pródiga.
Del contraste entre país promisorio
y vidas carenciadas surge precisamente la conciencia redentora del compartir
para multiplicar las posibilidades. Fuente de una doctrina humanista y fraterna,
basada en la dignificación social como reivindicación colectiva, superadora del
individualismo egoísta que es causa de debilidad. Por este motivo, la doctrina
alcanza su total significado al concebir el “bien común” como protección
universal de la condición humana, para incorporarnos a una gran fuerza con
capacidad transformadora. Proceso de integración comunitaria que convierte la
protesta en propuesta, y une el idealismo de la solidaridad con el realismo de
la organización para la justicia social.
Construir una opción válida a los
excesos del capitalismo opresivo no habilita la transgresión irresponsable de
las leyes genuinas del arte de la economía, error que desemboca fatalmente en
aventuras y fracasos. Al contrario, implica un afán mayor por la excelencia
profesional, técnica y política para no decepcionar a quienes quieren
prosperar, sin caer por la vía del resentimiento en un dirigismo mediocre y
venal.
De igual manera, la obligación de
asistir a los hermanos marginados y excluidos no consagra la subcultura
subsidiada de la desocupación permanente. Es preciso crear trabajo digno para
el rescate de la emergencia social que humilla y entraña cautividad clientelar.
Así la libertad se recupera por la acción personal de cada uno al aportar su esfuerzo
indelegable para el sustento mutuo.
La dinámica económica es implacable;
suele resistir el endoso de autoridad, la conducción dual y el secretismo de
poder, porque necesita vislumbrar claramente la coincidencia entre eficacia y
equidad. Quien no lo demuestre activamente arriesgará su liderazgo, y quien lo
imponga con absolutismo enfrentará un conflicto imprevisible, cuando es la hora
del consenso. [23.6.15]
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