Elecciones primarias
7. APRENDER DE LOS ACIERTOS Y ERRORES
La comunidad es una
construcción conjunta que trasciende todo aislamiento individual, organizando
sus relaciones de producción, reproducción y convivencia. Sin el ideal del bien
común, que madura como cultura de identidad y arraigo, ella se reduce a un
conglomerado amorfo, inestable y violento que frustra expectativas y
esperanzas.
La diferencia entre
uno y otro estadio de la evolución política, corresponde al progreso de las
instituciones y estructuras, y a la solvencia del régimen de conducción y
gobierno. La calidad del poder así constituído abre o cierra perspectivas
económicas y sociales en cada etapa; encomiando la selección y elección de sus dirigentes
en un marco civil centrado en el deber y la satisfacción de participar.
Las campañas
electorales resultan importantes porque en ellas se juega el destino de un
tramo de nuestra trayectoria histórica, con consecuencias que, a veces,
comprometen factores claves que hacen a su razón de ser. Por tanto, hay que
advertir sobre todo aquello que puede dañar la síntesis vital de la cuestión
nacional, que es menester preservar de la fragmentación partidista decadente y
estéril.
Hoy, el desarrollo de
los comicios primarios ofrece la oportunidad de efectuar un balance
metodológico de los errores y aciertos en el ejercicio del sufragio, con el
objeto de mejorar la acción de fondo en las elecciones generales. Con este
propósito, la referencia debe superar lo táctico con lo didáctico, para
contribuir al esclarecimiento mutuo, que
es lo propio de la educación política entre personas libres.
Una falla letal para
la democracia es el fraude, real o aparente, por comisión u omisión de las
autoridades responsables; máxime en los procedimientos tecnológicos que
multiplican el volumen de votos afectados, respecto a las consabidas trampas a
escala reducida de ciertos punteros barriales.
De igual manera, una
“modernidad” mal entendida puede variar la pretensión innovadora de los
partidos no tradicionales. Ellos tienen que prevenir las mañas del viejo
caciquismo, como la saturación personalista; el uso discrecional del aparato;
la opacidad en la administración de fondos y las designaciones arbitrarias o
divisionistas.
Lo más positivo del
balance, todavía incipiente, es el tono moderado de muchos precandidatos
triunfantes en los distintos distritos, y su disposición a dialogar sobre el
eje de políticas públicas concertadas. Dato relevante, después de un tiempo de
confrontación excesiva, que revierte ahora en una apertura. Es una amplitud de
miras que representa mejor la directriz de la alternancia democrática, respecto
al esquema “cambio o continuidad” carente aún de precisiones programáticas.
La unidad requerida
no es la uniformidad insulsa entre componentes demasiado semejantes, ni la obediencia
fingida para obtener favoritismo. Por el contrario, es la unión dinámica de
aportes esenciales para enriquecer una plataforma compartida. Éste es también
el valor de la reflexión política, porque repensar lo actuado, sin engañarse a
sí mismo, fortalece la estrategia y anula la tentación del cinismo y del
escepticismo.
Revisar los flancos
vulnerables de nuestra acción, implica una catarsis de alcance filosófico por
su apelación a la sabiduría y la prudencia, que libra a la militancia honesta
de los resabios de lecciones vividas dolorosamente. Así permite aprovechar los
beneficios de todo lo aprendido en la práctica concreta, para retomar con
energía la misión permanente. [21.4.15]
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