lunes, 11 de julio de 2016

6. MILITANCIA: PRESENCIA, VALORES Y CONSTANCIA



6. MILITANCIA: PRESENCIA,
VALORES Y CONSTANCIA


Quejarse de la realidad o transformarla

Quejarse de la realidad es la forma inversa de la conducción, cuya misión precisamente es trasformarla. Esta inversión obtusa del arte sólo sirve para eludir la autocrítica que hable de nuestras falencias, y no sólo de las de aquellos a quienes se pretende vencer en una campaña electoral. Ubicados en la vida democrática tal cual se da, con sus posibilidades y defectos, no hay otra alternativa que trabajar en la base social, que se ha abandonado por insuficiencia de vocación y acción política.

Esta incapacidad evidente en el escenario complejo de las grandes ciudades, que concentran la mayor parte de los factores de comunicación y capacitación, obedece a la falta de voluntad para el contacto y la relación directa con las franjas populares, que son las protagonistas del fenómeno irreemplazable de la participación. Luego, queda un enorme vacío que deja el populismo de izquierda, para que lo ocupe el populismo de derecha con bastante resultado.

Es conveniente analizar las causas de cierta frustración que es imposible disimular, empezando por el criterio “intelectual” que confunde la elaboración sofisticada de tesis ideológicas, con las ideas políticas prácticas que pueden convocar y unir a las fuerzas necesarias. Error persistente al que se suma el maniqueísmo adolescente de dividir el campo entre buenos y malos, inhibiendo el acceso a las virtudes de la militancia, que no se declaman, se realizan. Ella requiere ideales y valores como ejemplo personal y síntesis de una concepción de la sociedad que se anhela más equitativa y justa. Concepción que hay que acompañar con la orientación sobre el camino real a seguir para lograr sus metas en la sociedad civil. De allí se deriva la educación ética de los adherentes y cuadros, como núcleo de la energía moral indispensable para luchar con las adversidades del presente y crear proyectos de futuro.


Asistencialismo burocrático o compartir esfuerzos

Un entrañable pensador nacional decía que “la amistad es un olvido del egoísmo” (Raúl Scalabrini Ortiz). A ello se podría agregar que la solidaridad, como demostración de sentido social, representa la superación del individualismo urbano, poco propenso inicialmente a los afectos comunitarios que, sin embargo, permiten desplegar a plenitud la personalidad humana. La amistad y la solidaridad tampoco se realizan en la operatoria del asistencialismo ejercido centralizadamente desde una burocracia estatal y, por lo tanto siempre sospechosa para la percepción argentina del oportunismo y la corrupción. Este sentimiento adverso, más allá del voluntarismo de los funcionarios, corresponde al hecho de que el “beneficiario” pasivo de la ayuda oficial la considera obligatoria y, al final, siempre escasa en relación a sus necesidades.

Hace falta, en consecuencia, el esfuerzo del militante de base para suscitar una actitud positiva y activa, en una tarea compartida que hay que cumplir día a día y paso a paso, como lo supimos hacer en otras épocas, donde reinaban las pautas inigualables de nuestra doctrina. Esta apertura del corazón y de la mente es la que se reclama ahora a aquellos grupos que no escuchan a nadie, y hablan para sí mismos, en una “revolución” de minorías ilustradas que ignoran lo esencial.

No se dan cuenta que, al no promover una transformación evolutiva, y repetir los argumentos estancados de las “falsas antinomias”, que prevenía la sabiduría de Perón, hacen el juego a los profetas contemporáneos de “civilización o barbarie”, que saben lo que dicen y saben lo que hacen. El populismo, de izquierda o derecha, es una regresión para la rica trayectoria política de un pueblo actor de grandes cambios históricos. Queda pendiente, pues, algo distinto del revisionismo neomarxista de esa historia, llevada de la mano de autores no situados cabalmente en la razón popular de nuestra causa nacional.


Centralismo excesivo o libertad táctica

La militancia fructifica en la realización creativa de una práctica adaptada a cada realidad. Definición abarcativa del trabajo que, si bien sigue la directriz del nivel superior, no se queda allí, ni repite con tono monocorde el discurso en bloque de la conducción, sobreactuando una obediencia formal cercana a la obsecuencia y a la pereza mental y operativa. En el código de la estrategia, todo mensaje general exige un desdoblamiento de contenidos, para aplicarlo a cada lugar geográfico y sector social. Este despliegue de argumentos y propuestas es clave para la diversificación de las voces políticas, con la resonancia propia de la multiplicidad del movimiento, a fin de llegar e identificarse plenamente con sus distintos integrantes.

Un sistema completo de conducción, que incluye y brinda suficiente espacio a la iniciativa táctica y a la descentralización logística, evita el defecto grave de la masificación política, que afecta el derecho personal de participar libremente. En lo organizativo, un sistema así, bien integrado, exige un accionar conjunto de cientos de cuadros vecinales y barriales, formados como “lideres comunitarios”; los que no han sido remplazados, como se ha comprobado, por agrupaciones de activistas sin suficiente despliegue e inserción territorial.

La humildad no empaña el brillo de la conducción, en ninguna de sus instancias: lo acrecienta porque estimula el diálogo, y aún el debate sincero de diferencias que enriquecen y amplían la base de sustentación de una estructura que pretende proyección histórica. La disciplina excesiva, ante la actual profusión igualitaria, alienta en cambio un respeto reverencial fomentado por la concesión de cargos públicos, quizás sin selección de idoneidad ni evaluación de gestión.


Oportunismo político o vocación comunitaria

Quedan así resumidos algunos ejes de discusión constructiva que hay que dar cuanto antes, porque el silencio otorga espacio a la imprudencia que hurta trayectorias y prestigios de tantos militantes de buena fe. El problema no es únicamente de mala comunicación, es por la falta de organización, situación concreta que demanda trabajo, método y recursos. En política, el poder no se alcanza de cualquier manera, sino que se estructura laboriosamente con tiempo y paciencia.

Las grandes ciudades no se inclinarán a nuestro lado de un día para el otro, ni siquiera con el mejor candidato y la campaña más eficaz; porque la acción pendiente no es meramente electoral, sino una tarea constante de servicio y generación de organizaciones permanentes de participación política, económica y social. La comunidad organizada, cumplida ya su etapa fundacional, se expresa  hoy en la necesidad de fortalecer los gobiernos locales, municipales y comunales. Y en la intervención de la ciudadanía, y especialmente de  los trabajadores, en las formas paulatinas de dirección y propiedad social, para acceder a sus propios medios de comunicación y centros de capacitación profesional, sin imposiciones ni regalías de nadie.

El deseo legítimo de una transición hacia una mayor y mejor identidad cultural, que a veces se plantea como batalla cultural, no debe dejarse al mando de los ideólogos del enfrentamiento sistemático;  porque la pugna de los “anti” contradice las categorías políticas indispensables de la persuasión y la concertación. Ellas deben manifestarse lógicamente, con energía y entusiasmo, para sustentar las diferentes posiciones, pero sin alentar antagonismos violentos y destructivos. (24.7.11)




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