miércoles, 13 de julio de 2016

1. LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN



1. LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN

Este año político  se ha iniciado con la novedad del protagonismo de sectores no militantes que se politizan. Son integrantes de la sociedad civil que tienen sus propias motivaciones referidas a la marcha del país y quieren participar de las decisiones que los involucran. Han demostrado capacidad de autoconvocatoria y sus manifestaciones, emergentes de momentos críticos, han desbordado las respuestas partidarias. Aunque esta politización, que agrega valor al pluralismo, todavía no alcanza el rango de una cultura política superadora de la coyuntura. 

Estas manifestaciones multitudinarias constituyen una reacción  ante la incapacidad de los partidos, en una fase declinante que sustituye la “política-acción” por la “política-actuación”, con preeminencia del espectáculo. El resultado resume ambigüedad, poca credibilidad y actitudes cambiantes. Todo queda en un juego de encuestas por la representación, que significa ocupar un cargo, muchas veces sin la condición cualitativa de la “representatividad”, que es imprescindible, porque agrega a la legalidad electoral la legitimidad política de la eficacia. 

¿Cómo se revierte esta involución que hoy inhibe el marco institucional para el desarrollo del potencial económico y social argentino?. En principio, retomando el camino de la construcción de ciudadanía con la prédica y el ejemplo de principios y valores trascendentes, y estimulando el sentido de pertenencia que es donde se cultivan las virtudes republicanas. Una tarea nada fácil ni rápida pero que puede adquirir  fuerza para encaminar el futuro.
Si bien se ha registrado mediáticamente que la movilización civil es más notoria en la clase media porteña, no hay que olvidar las manifestaciones que a diario se realizan en los barrios de la capital, del conurbano y en todo el país, reclamando por la delincuencia, el corte de servicios públicos mal administrados, los graves accidentes evitables, la venta de narcóticos y  otros problemas recurrentes en nuestra sociedad.

Estos hechos, ligados directa o indirectamente a la corrupción, suscitan el repudio de sectores humildes y desprotegidos que peticionan con la convicción de sus derechos. Por lo demás, en uno y otro  sector, hay que considerar que la “movilización” no es sólo “manifestación”, sino un proceso integrado a logros organizativos permanentes. Es decir, promotor  de organizaciones libres, autónomas del clientelismo y capaces de tomar iniciativas sin depender de dádivas. 

De otro lado, valores superiores como libertad, verdad y justicia tienen que sostenerse en el arraigo local y no en declaraciones abstractas. Siempre lo “universal” se genera paso a paso y lugar por lugar, para no reducirse a una entelequia ni a un relato. Por esta razón, la construcción de ciudadanía se realiza mejor cuando acompaña la formación de la conciencia nacional, que distingue a los pueblos con personalidad.  Allí, además de los sectores medios tradicionales, se expresa el carácter de los productores y trabajadores, porque la unión y pacificación requeridas surgen de un criterio amplio de bien común. Luego, la democracia no corre el riesgo de quedarse en la apariencia, y se ejerce vitalmente en tanto sistema participativo y no autoritario. 

Nos preguntamos si tendremos una transición política tranquila o traumática. Hay que ser optimistas pero no ingenuos: rescatar a las instituciones exige paralelamente que se rescaten a sí mismas de la ineficacia y la corrupción donde éstas existan. El límite a no traspasar es el uso de la violencia con fines políticos y una malformación del poder con tendencia absolutista.  Además, hay que confiar en la trasformación que se está dando en la base social, democratizando la organización territorial feudalizada. Nos referimos al impulso de las comunidades organizadas municipales con verdadero liderazgo, por su contacto directo con la gente y sus aspiraciones más sentidas. [3.3.15]

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