6. CAMPAÑA ELECTORAL Y COMPROMISO CIUDADANO
Los grandes maestros afirman que las
virtudes y defectos del alma de los hombres se proyectan en las virtudes y
defectos de la comunidad, destacando así la vía educativa para la evolución
ciudadana. Según este concepto tratamos el desenvolvimiento de las campañas
políticas, exponiendo el contraste entre conocimiento e ignorancia. Ahora, para
completar las premisas de una buena participación, nos toca hacerlo en la
opción por la libertad y dignidad frente a las distintas formas de manipular la
voluntad popular.
No nos referimos, obviamente, “a
quién” votar, sino a “cómo” interpretar el derecho y el deber del sufragio en
la intimidad de la reflexión previa, para contribuir a una mayor calidad
institucional. Porque votar es un hecho simple en el marco formal del sistema
democrático, pero no tan sencillo cuando se reivindican los contenidos reales
de su funcionamiento integral y justo. En este trance, el arma fundamental es
la capacidad civil de autodeterminarse.
El acto comicial no se comprende
como un hecho aislado, al margen del grado de integración en lo cultural, lo
productivo y la organización territorial efectiva, no la que aparenta el mapa.
Porque concurrir ante el padrón como un paso efímero y disperso, descarta su
repercusión concreta en la vida colectiva, y pierde la oportunidad de incidir pacíficamente en el progreso necesario
y posible. La política, pues, no es propiedad de los políticos que la pretenden
acaparar, sino del pueblo que quiere participar.
Es fundamental encarar la tarea de
neutralizar la red de clientelismo, estatal o partidista, que funciona en la
base social expropiando la libertad por una contraprestación miserable. Un
mecanismo que sustituye con dádivas lo que debiera ser un proselitismo
legítimo, sin engaños, presiones y amenazas que especulan con los más
vulnerables.
Sobrevuela el paisaje electoral los
nubarrones del temor, porque pocos hablan pero todos presienten “ajustes” por
agotamiento de recursos, extendiendo el miedo a perder subsidios y “planes”.
Angustia natural por defender la subsistencia familiar, aunque la inflación
haya reducido el poder adquisitivo de los aportes, que eternizan la cautividad
política de la exclusión estructural. Por lo demás, la persistencia del
asistencialismo crónico ha vuelto a demostrar su incompetencia, en comparación
a la creación de trabajo genuino.
Otro modo de afectar la voluntad
electoral suele impactar en ciertas capas medias, sin tantas necesidades
materiales pero gran déficit de perspicacia política y sensibilidad social. En
especial, aquellos que confunden solvencia técnica con rigidez tecnocrática,
inserción mundial con globalización trasnacional y planificación estratégica
con retórica generalista. Es decir, con simplificaciones esquemáticas que no
profundizan el análisis de los problemas, ni el orden de prioridades, ni las
medidas específicas de solución.
Tenemos que debatir sin demora estos
temas pendientes, cuidando de no provocar ni pontificar, para proponer los
objetivos y lineamientos más adecuados. Ellos tienen que diseñarse acorde al
desarrollo de nuestras fuentes y fuerzas productivas, dentro de un conjunto
armónico: sin los extremos del estatismo, el privatismo, la xenofobia y la
extranjerización. A tal fin, hay que retomar los principios y valores de la
comunidad que ansiamos, y conferir a las mejores virtudes y sentimientos
argentinos una expresión ética y política de excelencia. [14.4.15]
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