miércoles, 13 de julio de 2016

3. EL ROL INTEGRAL DE LAS FUERZAS POLITICAS



3. EL ROL INTEGRAL DE LAS FUERZAS POLITICAS
En la Constitución Nacional, los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático (Art.38).  Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro de una normatividad que debe garantizar su organización y funcionamiento, la representación de las minorías, la competencia de los candidatos a cargos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas. A tal efecto, el Estado contribuye al sostenimiento de sus actividades y la capacitación de sus dirigentes; con la obligación de las distintas agrupaciones de dar publicidad del origen y aplicación de sus fondos y patrimonio.
Se describe así un régimen de funciones articuladas, destacando el rol integral del partido político, especialmente por la necesidad de concordar el principio de “elección”, con el principio de “selección”. El primero destaca la votación, por la mayoría, de los candidatos que ocuparán los cargos dispuestos en la convocatoria electoral; mientras el segundo, fundado en la formación y capacitación, tiende a remarcar la idoneidad necesaria para la gestión ejecutiva o legislativa que les corresponde. De esta doble condición surge el aforismo que indica que: una de las faltas más graves en una república, es aceptar un cargo para el cual no se está preparado.
Es imprescindible ratificar la amplitud operativa y las múltiples misiones de las agrupaciones políticas. En particular, de cara a la transición hacia un nuevo ciclo gubernativo, para no volver a cometer los errores y las fallas de los períodos anteriores. Sobre todo, hay que superar la acepción de “partido” como un aparato burocratizado y cerrado en una tarea excluyente de carácter proselitista. Una estructura inerte, fuera de las campañas periódicas, con vacíos en la formulación programática, y en la preparación política y técnica de cuadros y dirigentes.
El arte de conducir seres libres es distinto al oficio de mandar en un régimen de sumisión. En la conducción democrática ya el pensar es una praxis, porque tiene un método para priorizar los argumentos motivantes  de militantes, afiliados y adherentes. Luego, la prédica coherente va logrando una unidad de acción voluntaria enriquecida detrás del interés general. Éste ideal no desconoce el principio realista de que “todo poder tiende a expandirse”, potenciando la ambición de personajes venales y círculos de influencia. Pero estos males se moderan, o se vencen, cuando prevalece el rumbo y la templanza de los verdaderos estadistas.
El buen rendimiento de una fuerza no empieza en la tarea partidaria; ella requiere el precedente de la educación familiar y comunitaria donde se siembran las primeras nociones y aspiraciones espirituales. Y aunque las vicisitudes de la vida muchas veces parecen desmentirlas, siempre están allí como un faro orientador que hace posible las relaciones humanas que tejen la trama de la sociedad.  Por el contrario, cuando el respeto mutuo desaparece, la estructuración social se paraliza y la comunidad se autodestruye. En consecuencia, el ideal ético existe para exigir gobernabilidad, estabilidad y destino al instinto gregario.
Elevar el debate de contenidos que faltan en los paneles mediáticos, impulsar el diálogo entre distintas corrientes para constituir alianzas perdurables; y lograr el clima tolerante que debe facilitar las discusiones racionales, siendo metas importantes no agotan el desafío que enfrentamos  de madurar ahora o decaer definitivamente. También necesitamos mejorar el nivel de las conversaciones cotidianas que entablamos en los lugares de trabajo y en los espacios  públicos; ya que muchos de los problemas que sufrimos lo son por nuestros hábitos individualistas y prejuiciosos, que nos impiden construir una identidad ciudadana pluralista y confiada en sí misma. [17.3.15]

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