miércoles, 13 de julio de 2016

5. DISCERNIR ENTRE REALIDAD Y APARIENCIA



5. DISCERNIR ENTRE REALIDAD Y APARIENCIA
Desde siempre la alegoría de la luz refiere al conocer, al pensar, a esclarecer la realidad por la verdad develada en el trasfondo de los hechos. Y la alegoría de la oscuridad hace a la ignorancia, la sinrazón, el enmascaramiento de las cosas con olvido del ser substancial. Por eso, en el campo de la política, el conocimiento alienta los hábitos democráticos que la perfeccionan, mientras la ignorancia, incluso la del supuesto intelectual, se queda en la apariencia o la simulación que la desgastan y destruyen.
La trayectoria política argentina es una muestra de estas tendencias opuestas, que chocan periódicamente frustrando la realización de la comunidad que requiere, en cambio, la acumulación constante de esfuerzos virtuosos. Por lo tanto, aprender a competir sin agredir y a disentir sin exacerbar las diferencias, es el ánimo imprescindible para la convivencia cotidiana y para construir progresivamente un destino común de grandeza. Únicamente esta visión estratégica, capaz de enlazar a varias generaciones, nos puede sacar de un clima de división, escepticismo o indiferencia que no se compadece con nuestras posibilidades.
En esta laxitud espiritual se esconde, sin embargo, una insatisfacción con los factores preocupantes de nuestra inmadurez civil; además del disgusto íntimo que genera la indolencia ante problemas crónicos que con el tiempo se naturalizan y aceptan. Máxime ante el catalizador de una “violencia pre-política” que atraviesa el ámbito intrafamiliar, vecinal y colectivo. Pulsión social a prevenir porque potencia la inseguridad, y puede alcanzar formas “ideológicas” de polarización en la catarsis de una crisis no querida.
Así, es difícil progresar con una tonalidad de cambio y solidaridad, porque falta la “nave” de la metáfora clásica que simboliza el ensamble de Estado y sociedad para mantener el rumbo firme en circunstancias difíciles. He ahí la tarea de restauración a cumplir en lo político, empezando por el debate pendiente del “qué hacer” fundado en argumentos demostrables y fuerza probatoria. Lo contrario del discurso anodino de inspiración publicitaria que todavía impregna a algunos candidatos y los torna ambiguos, volubles e intercambiables.
Las campañas electorales no ocurren para lograr tan magros resultados, sino precisamente para promover el perfil dirigente de todos los candidatos; en especial los pretendientes a los niveles de conducción superior que exigen idoneidad, abnegación, decisión y humildad. En consecuencia, no es la frivolidad ni el improperio la materia prima de una actividad que debe recuperar el lenguaje conceptual y simbólico que consolida el arte del liderazgo, y articula un despliegue de equipos de trabajo y organización territorial.
Recambio de ciclo significa conclusión de los “relatos” de uno y otro lado, utilizados para posicionarse ante un “modelo” que ya no existe. Vislumbrar lo nuevo implica el momento propicio para aproximarse a la verdad, porque ocultarla o disimularla transmite incertidumbre y paraliza el impulso de la tarea pendiente. Lo mismo pasa con las verdades a medias: porque gestión sin conducción es mera administración carente de perspectivas; política sin ética es corrupción impune; y ética sin política es simple declamación de falso moralismo. En fin, que la democracia no debe simularse sino realizarse con el respeto al funcionamiento institucional y a la cultura del trabajo. [14.4.15]


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