5. DISCERNIR
ENTRE REALIDAD Y APARIENCIA
Desde siempre la
alegoría de la luz refiere al conocer, al pensar, a esclarecer la realidad por
la verdad develada en el trasfondo de los hechos. Y la alegoría de la oscuridad
hace a la ignorancia, la sinrazón, el enmascaramiento de las cosas con olvido
del ser substancial. Por eso, en el campo de la política, el conocimiento
alienta los hábitos democráticos que la perfeccionan, mientras la ignorancia,
incluso la del supuesto intelectual, se queda en la apariencia o la simulación
que la desgastan y destruyen.
La trayectoria política
argentina es una muestra de estas tendencias opuestas, que chocan periódicamente
frustrando la realización de la comunidad que requiere, en cambio, la
acumulación constante de esfuerzos virtuosos. Por lo tanto, aprender a competir
sin agredir y a disentir sin exacerbar las diferencias, es el ánimo
imprescindible para la convivencia cotidiana y para construir progresivamente
un destino común de grandeza. Únicamente esta visión estratégica, capaz de
enlazar a varias generaciones, nos puede sacar de un clima de división,
escepticismo o indiferencia que no se compadece con nuestras posibilidades.
En esta laxitud
espiritual se esconde, sin embargo, una insatisfacción con los factores
preocupantes de nuestra inmadurez civil; además del disgusto íntimo que genera
la indolencia ante problemas crónicos que con el tiempo se naturalizan y
aceptan. Máxime ante el catalizador de una “violencia pre-política” que
atraviesa el ámbito intrafamiliar, vecinal y colectivo. Pulsión social a
prevenir porque potencia la inseguridad, y puede alcanzar formas “ideológicas”
de polarización en la catarsis de una crisis no querida.
Así, es difícil
progresar con una tonalidad de cambio y solidaridad, porque falta la “nave” de
la metáfora clásica que simboliza el ensamble de Estado y sociedad para
mantener el rumbo firme en circunstancias difíciles. He ahí la tarea de
restauración a cumplir en lo político, empezando por el debate pendiente del
“qué hacer” fundado en argumentos demostrables y fuerza probatoria. Lo
contrario del discurso anodino de inspiración publicitaria que todavía impregna
a algunos candidatos y los torna ambiguos, volubles e intercambiables.
Las campañas
electorales no ocurren para lograr tan magros resultados, sino precisamente
para promover el perfil dirigente de todos los candidatos; en especial los
pretendientes a los niveles de conducción superior que exigen idoneidad,
abnegación, decisión y humildad. En consecuencia, no es la frivolidad ni el
improperio la materia prima de una actividad que debe recuperar el lenguaje
conceptual y simbólico que consolida el arte del liderazgo, y articula un
despliegue de equipos de trabajo y organización territorial.
Recambio de ciclo
significa conclusión de los “relatos” de uno y otro lado, utilizados para
posicionarse ante un “modelo” que ya no existe. Vislumbrar lo nuevo implica el
momento propicio para aproximarse a la verdad, porque ocultarla o disimularla
transmite incertidumbre y paraliza el impulso de la tarea pendiente. Lo mismo
pasa con las verdades a medias: porque gestión sin conducción es mera
administración carente de perspectivas; política sin ética es corrupción
impune; y ética sin política es simple declamación de falso moralismo. En fin, que
la democracia no debe simularse sino realizarse con el respeto al
funcionamiento institucional y a la cultura del trabajo.
[14.4.15]
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