miércoles, 13 de julio de 2016

4. VALORACION Y RIESGOS DE LAS ALIANZAS Y FRENTES



4. VALORACION Y RIESGOS DE LAS ALIANZAS Y FRENTES
El pensamiento clásico que forjó nuestra forma de ver y de vivir, se plasmó en categorías políticas, ligadas por relaciones de cercanía u oposición como: lo individual y lo colectivo: lo privado y lo público; y en el pensamiento: lo teórico y lo práctico. Vínculos que, según cada experiencia, comprendía también sus desviaciones a los extremos: individualismo; colectivismo; privatismo; estatismo, dogmatismo y pragmatismo. El sistema acentuaba la necesidad de conducir con criterio amplio de contención, condición que sigue vigente en la actualidad.
Significa un desafío previsto en la misma metodología del conocimiento creativo, que tiene la ocasión de ofrecer una nueva síntesis superadora, restableciendo, con sus matices, la identidad integral del conjunto afectada por el sectarismo de las partes. Es una oportunidad, no un oportunismo, que requiere el esfuerzo de una actitud constructiva para neutralizar los excesos de los antagonismos.
Dentro de esta regla, verificada especialmente en los períodos de transición, tenemos que reflexionar sobre las alternativas para conjurar una fragmentación caótica del país. En este orden vale la concertación de alianzas o frentes, apelando a corrientes afines o reunidas para complementarse mutuamente. Vía escogida por estadistas de renombre que supieron encontrar su articulación correcta; en el caso de Perón, convocando a un frente nacional del “bloque histórico de fuerzas” enroladas en las mismas banderas políticas, económicas y sociales.
Esta opción trascendente de la gran política refiere a una visión que sobrepasa las presunciones  triunfantes de un partido o movimiento aislado; porque se plantea, además de ganar una elección, realizar un gobierno de transformación, cuya premisa es la unidad y solidaridad que la posibilite y sostenga. Una propuesta clara y viable en función del bien común, que debe definirse con los objetivos y lineamientos de un núcleo esencial de políticas de Estado.
La matriz conceptual que destacamos en el origen milenario de la República, custodia el ejercicio de la política con la filosofía y la ética. Es decir: política con doctrina, que suma al análisis profundo de la realidad la técnica de la planificación democrática; y política con ética, que impone la conducta honesta de dirigentes y funcionarios. Así, sin improvisación ni corrupción, se perfila una práctica exitosa, no con la “utopía” del relato ni el espectáculo de la frivolidad, sino el ideal posible de un futuro diferente.
Tenemos que sentirnos responsables de la construcción compartida de fuerzas sólidas y eficaces, y no culpables de nuevos errores y frustraciones. Las alianzas y frentes serán por la solución de los problemas de la comunidad o no serán; lo que incluye advertir sobre los riesgos del tactiquismo, el internismo y el mero reparto de cargos. En una dirección equívoca, lejos de remediar la fragmentación, la estaríamos agravando con efectos imprevisibles. Por esta razón, es más necesario que nunca el protagonismo social y ciudadano, para elegir nuestro destino sin resignarnos pasivamente a la instrumentación de ambiciones y engaños.
La aspiración legítima a representar a un pueblo requiere coraje moral, compromiso civil, sensibilidad social y formación estratégica. Los recursos logísticos son importantes, pero no deben estar al mando, so pena de degradar la “democracia” en “plutocracia” por el uso masivo de dineros públicos o privados. Nuestra esperanza está en la convocatoria a los valores que, por el reconocimiento al mérito, obtenga la selección de los mejores y no la adulación de los mediocres. [24.3.15]

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