miércoles, 13 de julio de 2016

8. EJERCER LA DEMOCRACIA, AFIRMAR LA REPÚBLICA



8. EJERCER LA DEMOCRACIA, AFIRMAR LA REPÚBLICA

Un proceso electoral prolongado, con exceso de listas de candidatos, puede saturar la atención ciudadana sin consolidar los liderazgos necesarios para la  próxima etapa. Por eso es importante repasar conceptos esenciales que estimulen el ejercicio de la democracia y a la vez defiendan la integridad de  la república que es indivisible. Entre estos conceptos hay que distinguir “lo político” de “la política”, donde lo político es el todo que abarca lo profundo del relacionamiento colectivo; y la política es la parte instrumental, criticable cuando se extravía tras los intereses personales de los dirigentes.

La comunidad constituye el marco histórico del desarrollo institucional: tiene causas y efectos políticos que no pueden soslayarse. En este aspecto, “lo apolítico” en rigor no existe, ante el  entramado del “nosotros social” y sus múltiples ramificaciones. La política, en cambio, es la dirección circunstancial aplicada al gobierno, la cual no siempre se ejerce con equidad y eficacia. Ella resulta cuestionable cuando trasluce intereses espúreos de personajes asociados para delinquir con la cobertura de la estructura estatal. Y  acaparan potestades públicas: sea con falsas promesas, reivindicaciones ficticias, negación de información oficial y maniobras de corrupción.

Revertir esta deformación crónica insumirá tiempo y constancia, empezando con la tarea de quienes se consideren partícipes y testigos de su comunidad de pertenencia. En ella el individuo suele estar más atento y arraigado, por la influencia local ineludible que marca su identidad. La soledad que acecha al individualismo, suele presentar un punto de inflexión respecto del ánimo egoísta que aísla y aliena. Hito de transformación que indica un vuelco hacia la “voluntad de conciencia” y el deseo de acceder a los valores solidarios para combatir la inercia de prácticas antisociales.

El nuevo impulso empieza cuando cada uno asume la responsabilidad de involucrarse desde el primer escalón de su ámbito directo. Porque la suma paulatina de espacios organizados hace a una construcción poderosa, contra la fragmentación caótica y la actitud indolente o agresiva.

Seguir con desgano los relatos ideológicos o mediáticos, sin reaccionar frente a la realidad, equivale a consentir la caída de una comunidad en parálisis letal, donde las consignas se confunden y los buenos ejemplos desaparecen. En una opción distinta, pensar con afán productivo es un camino  factible para empeñar correctamente nuestras energías. La acción positiva crecerá comprobando que se marcha acompañado por quienes también saben tomar la iniciativa.

Lo principal es ir consensuando la estrategia integradora de la comunidad, articulando los diferentes componentes de la sociedad civil y sus organizaciones libres, con el apoyo de un Estado presente, pero no autista en términos de “aparato” insensible. En la coordinación de Estado y Sociedad, resultará imprescindible la descentralización por unidades territoriales, municipales y subregionales, que expresen una democracia cercana a las bases para su mayor protagonismo.

La sociedad es la base del Estado, que debe servirla y no traicionarla con funcionarios prepotentes que limitan su desarrollo. Por esta razón, los reformadores eficaces de estructuras caducas tendrán que crear conceptos válidos para una adecuada “toma de posición” con ideas y sentimientos innovadores. En esta definición se concreta el paso previo de una acción comunitaria en los problemas  pendientes. [28.4.15]


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