miércoles, 13 de julio de 2016

35. EL ARTE DE ELEGIR CONSIGNAS CONTRAPUESTAS



En el día de la militancia

35. EL ARTE DE ELEGIR CONSIGNAS CONTRAPUESTAS

La selección de consignas adecuadas al liderazgo de políticas contrapuestas, implica la habilidad de integrar elementos de estrategia y comunicación para orientar las acciones, en una escena de voluntades que compiten en el juego de poder. En tal sentido, deben abrir el espacio a los ejes de propaganda y relaciones, que impidan el encierro de la conducción dentro de  consignas extremas, porque toda beligerancia, en el tiempo, termina en una diplomacia de negociación y pactos.

Si este protocolo de cierre de conflictos, no existe como supuesto genérico en las previsiones básicas del plan, lo que se plantea no es la “lucha”, sino el “exterminio”, o acuerdos de última hora conseguidos de cualquier manera, ante la realidad de una fuerza propia diezmada, como nos pasó en Malvinas. Porque las consignas extremas, además, desdibujan los objetivos definidos en la misma concepción de la instancia superior responsable; mientras en la improvisación, cuando llega el colapso, nadie sabe que hacer y multiplica el desastre.

Un ejemplo notable del arte de fijar consignas para monitorear la evolución de los hechos, fue la operación  regreso de 1972, encuadrada tácticamente en dos voluntades blindadas: la “proscripción”  por la cúpula del  partido militar y su réplica en el “Perón o Muerte” de las organizaciones foquistas. La solución vino por la mediación estratégica que afirmó, lo que hoy sería de gran utilidad: “con el peronismo sólo no se puede y sin el peronismo tampoco”.

Esta dirección correcta ubicó la puja en la mínima graduación posible de violencia, y simultáneamente consolidó las tratativas multipartidarias que culminaron en la concertación política, económica y social. Base, a su vez, para concluir la lucha de resistencia, superar el dogmatismo y priorizar la institucionalización del país, dejando aislados a los extremistas de ambos bandos.

La clave de la paz interior es lograr la unidad en la diversidad y la estabilidad gubernativa, imprescindibles para despegar con la reconstrucción y las reformas pendientes, que nadie podrá encarar en soledad. Por esta razón, la polarización y el enfrentamiento tienen un límite objetivo: aún el derrotado, pero no vencido, debe ser incluído como partícipe necesario del funcionamiento democrático. Y la tarea de reconstrucción orgánica, tendrá que hacerse en simultáneo con esta cooperación exigida por el bien común.

Aplicando estas lecciones de la historia, hoy de cara al ballottage, avanza un recambio generacional que es contrario por igual a las burocracias partidarias distorsionadas por las corruptelas, y a la juvenilia premiada tempranamente con altos cargos públicos, pero sin presencia territorial efectiva. Allí renace la competencia por sumar adhesiones, con flexibilidad no exenta de lealtad a la identidad originaria, y descarte de los discursos repetitivos de una campaña lamentable.

En su reemplazo, según lo venimos reiterando desde el principio, hay que difundir, como se empezó a hacerlo en el debate de los candidatos, una plataforma coordinada de políticas de Estado; guiadas por personalidades prestigiadas que hagan creíble y factible las propuestas. En fin, hay que recuperar, más que el  “optimismo” pasivo de la ingenuidad, el “entusiasmo” activo de la verdadera militancia, cuya mejor celebración es el trabajo. [17.11.15]


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