9. EXHIBICIÓN ELECTORAL O PROPUESTAS VERDADERAS
Pensar es aplicar la facultad
distintiva del ser humano a comprender aquello que capta. Constituye la premisa
de una obra y, particularmente, el incentivo que “forma el ánimo” para hacer un
trabajo. Éste es el sentido a destacar en un pensar metódico, dirigido a un
reclamo nacional por aspiraciones y necesidades, lo cual exige hablar claro,
sin artificios ni engaños.
La conducción, que es el arte de las
artes, sin el cual no hay orden sino caos, se transmite a través de un lenguaje
orientador de la transformación de la realidad. Es un código de palabras e
imágenes que explican con propiedad el rol de las distintas actividades de la
“polis”, ayudando a armonizar sus funciones complementarias. Sus contenidos
surgen de la fuente sencilla de una “filosofía de la acción” que le confiere
consistencia, mediante un discurso argumental ético y lógico con centro en la
equidad social.
El resultado del pensar productivo,
realizado de manera individual o en equipo, es el pensamiento comunitario que, cuando
se encuentra bien fundado, es un razonamiento vivo que se abre a sí mismo para
adaptarse a las circunstancias cambiantes de tiempo y espacio. Y que, a la vez,
se presta al intercambio enriquecedor de diversos matices, por la corrección
mutua y sin recelos de un proyecto conjunto.
Alrededor de este juicio y su fuerza
motriz, las cosas no permanecen inmutables, pues reciben su impacto oportuno,
motivando distintos grados de modificación en las conductas personales, los
comportamientos colectivos, las estructuras orgánicas y los procedimientos
técnicos. Cuando esta expresión creativa no existe, o cuando es bloqueada por
ignorancia o represión, hay una clara señal de peligro, porque se niega el
proceso prometedor de una nueva configuración de los vínculos de la comunidad,
que es imprescindible para ingresar a un nivel más elevado de su trayectoria.
Los desafíos del pensar en el
contexto de un sistema democrático comienzan cuando la versión única busca
imponerse, por la vía autoritaria, según la conveniencia de un círculo propenso
a fingir y por eso deficitario de credibilidad y confianza. O cuando, dudando
de su vigencia, el discurso unilateral se encierra en consignas superficiales,
rechazando debatir en profundidad los cuestionamientos constructivos de la
crítica y la autocrítica.
Por estas razones, y máxime en un
cuadro de transición, la pregunta “qué debemos hacer”, clave para intervenir en
la situación, tiene que estar presidida por una interrogación preliminar sobre
“cómo debemos pensar”, y, consecuentemente, cómo trasmitir reflexiones que
sirvan al diálogo. La respuesta puede esbozarse como “un pensar para hacer
pensar” y llevarnos persuasivamente a una más activa participación, ofreciendo:
finalidades claras, aceptación de la realidad y perseverancia en la propuesta
de políticas públicas, sin descalificar a nadie por prejuicios.
El enlace entre pensar, hablar y
obrar no opera por exhibición electoral, sino por algo concreto que se llama
organización; y que en el plano nacional trasciende los partidos en la
estructura del Estado. En la realidad, este orden superior se encuentra entre
la idea perfecta de los clásicos, y nuestras formas imperfectas, que sin
embargo no hay que naturalizar para siempre. Al contrario, una reforma
equilibrada del Estado, que expurgue sus elementos ineptos y dolosos, será
esencial para lograr el éxito de las políticas concertadas
democráticamente.[5.5.15]
No hay comentarios:
Publicar un comentario