lunes, 4 de julio de 2016

17. PROTEGER NUESTROS VALORES ESENCIALES EN LOS TRATADOS INTERNACIONALES



17. PROTEGER NUESTROS VALORES ESENCIALES
EN LOS TRATADOS INTERNACIONALES

Avanzando en el análisis de la nueva escena geopolítica expuesta por el Brexit, digamos que ha evidenciado el nivel de descontrol económico global que afecta gravemente la vida cotidiana de las personas y la existencia jurídica de las naciones. Reflexionando desde las categorías de una interpretación doctrinaria, no improvisada, es posible percibir que estamos en un punto de saturación de todo el sistema, que ataca particularmente a la cultura del trabajo y a las relaciones de solidaridad con los sectores populares postergados. Es, en rigor, una crisis de subsistencia ante el juego de ambiciones de los poderosos y su irradiación negativa generalizada.

En principio, dos estrategias contrapuestas pugnan en el seno de la Unión Europea (UE): la Alemania continentalista dirigida a la producción de bienes para la economía real; y la Inglaterra insular beneficiaria de la reproducción especulativa del capital por la expansión de sus servicios financieros. Londres, que es la segunda plaza financiera después de Nueva York, aspira a convertirse en el más grande paraíso fiscal del mundo, refugiando a los capitales sospechados de evasión y lavado, fuera de las nuevas regulaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). 

Ambos modelos de acumulación convivieron, con sus diferencias, en la etapa que ahora se cierra, aprovechando la integración de grandes espacios económicos promovida por el esfuerzo y la esperanza de los pueblos de postguerra. Pero este proceso fue cediendo protagonismo a las corporaciones a expensas de la soberanía de los Estados y su agenda de objetivos nacionales. De este modo, diseños tecnocráticos fueron interfiriendo decisiones vitales, y provocando el “euroescepticismo” de la sociedad.

Una agenda exterior con predominio del interés nacional 

La matriz original de la unión cultural, y luego económica, con el predominio de las comunidades nacionales y sus respectivas formas jurídicas, terminó por declinar. Y fue sustituido por burocracias supranacionales, en el marco de disfunciones productivas, migraciones traumáticas, y rivalidades étnicas. El resultado concreto significó el desequilibrio de las sociedades involucradas, con ricos cada vez más ricos y pérdida de la capacidad adquisitiva relativa de la mayoría de la población.

Paralelamente, la innovación tecnológica se automatizó en exceso, disminuyendo el estímulo a una mayor creatividad, y a una mejor calidad en la capacitación. La producción, siguiendo la inercia de la mayor ganancia se concentró en los sectores pudientes, aunque minoritarios, descuidando la norma fundamental de satisfacer  suficientemente al gran mercado interno. La conclusión representó el trastorno de la cohesión territorial; el quiebre de muchas economías regionales, y la baja en el  producto bruto interno (PBI).

Esta secuencia prolongada de frustraciones convirtió el futuro de esperanza en amenaza; advirtiendo, vía la crisis monetaria y el refugio en el oro, el presagio de tiempo difíciles. Un horizonte de convulsiones  sociales e incluso bélicas, con el agregado creciente de posiciones extremas y el avance de corrientes antisistema. Todo lo cual configura una situación compleja de riesgo integral, con secuelas conflictivas en lo cultural, religioso y geopolítico.

Participar de todos los tratados funcionales a nuestro desarrollo

En este plano de incertidumbre por el posible decrecimiento del intercambio mundial, con caída de los precios de las materias primas y menor flujo de inversiones, se operan las relaciones de integración en nuestro propio continente, y los vínculos con EE.UU. y Europa. Vínculos que tradicionalmente han beneficiado al norte desarrollado respecto a los países emergentes, sea en el orden bilateral o regionalizado. Razón de más para negociar con habilidad y unidad, a efectos que los llamados “Tratados de libre comercio” no oxigenen asimétricamente a un sector de esta atmósfera enrarecida.

En cuanto al Mercosur, sin caer en las falsas antinomias de optar por uno u otro acuerdo, debe refundarse sobre bases actualizadas, más abarcativas, sinceras y ágiles. Al margen, obviamente, de la decantación de los hechos producidos en Brasil y Venezuela; en el final de un ciclo “populista”, no popular. Porque el populismo postuló un exceso de retórica “izquierdista”, desmentida por una ineficacia crónica  para establecer la plataforma permanente de un despegue autosostenido en la educación, la producción y el trabajo.

Por su lado, la Alianza del Pacífico comprende a la otra parte de los países de América Latina, con nuestra misma raíz cultural e histórica. Es el panorama que nos invita a constituir un espacio propicio de unión y consolidación continental. Nuestro primer gran intento, el ABC, ya reunía la fuerza bioceánica del Atlántico y el Pacifico, ubicando la posición triangular del espacio territorial argentino, apoyada en el polo sur, como proyección abierta a la patria grande. Rol insoslayable que no es sólo económico, sino también estratégico, porque define la zona de paz y la defensa conjunta de nuestra integridad.

El reflejo institucional de un mundo atravesado por movimientos económicos y políticos sísmicos, incluye el alerta a las convulsiones sociales; la violencia en sus diversas manifestaciones; y la irrupción de tendencias agresivas y autoritarias que pueden complicar la historia; si no aprendemos sus lecciones. 

Nuestra colaboración, no desdeñable aún en el juego mayor, dada nuestra condición de gran reserva alimentaria y acuífera, exige la reasunción histórica de la voluntad nacional retemplada en el bicentenario; la recuperación plena de las funciones conductoras del estadismo; y la planificación como guía del país que queremos construir entre todos. Esta directriz debe orientar a las empresas que desean invertir en nuestro desarrollo, sin las actitudes anacrónicas que, precisamente, están ocasionando el descontrol actual.


No hay comentarios:

Publicar un comentario