Trascendencia
histórica del 17 de octubre
31. EL DESAFÍO DE GOBERNAR CON EL
PUEBLO
La
movilización nacional del 17 de octubre trasciende históricamente, más allá de
su vigencia celebratoria en el tiempo, por resignificar la libertad política
con la inclusión de la base fundante de su expresión social. A la clásica
fórmula de una democracia “del, para y por” el pueblo, que explicitaba entonces
una representación distante, parcial e injusta, incorporó el concepto “con” el
pueblo, dando cabida a sus organizaciones propias, con peso insoslayable en el
concierto de las decisiones ciudadanas.
Desde
entonces, “gobernar con el pueblo” se convirtió en un desafío de nuestra
evolución institucional y, pasado el período de reacción ante el cambio,
culminó en la concepción de la comunidad organizada, respetada incluso por
viejos opositores, aunque no siempre realizada por ciertos dirigentes
peronistas. Pese a ello, esta creación doctrinaria que, con formación y
capacitación de cuadros, ha persistido a los defectos individuales, ha sabido
canalizar el accionar empresarial y sindical argentino, lejos de los modelos
negativos del internacionalismo.
Es cierto
que no hay doctrina sin práctica, y que la práctica incluye la ética
imprescindible para liderar, y también la capacidad democrática de actualizar
la organización. Porque sin conducta no hay conducción. Este imperativo nos
lleva ahora de lo corporativo a lo comunitario, para lograr, no la “autarquía
utópica” pregonada por el clasismo, sino la “autonomía responsable” en la
defensa del interés común. Por tal
razón, nuestro país contiene un protagonismo social que puede superar los objetivos
secundarios y la puja de ambiciones personales. Porque lo histórico es lo
estratégico, que enmarca los grandes ciclos sucesivos de la lucha por la
dignidad y la justicia.
En la
compleja realidad actual, que no sólo incluye problemas económicos, sino que
expone nuestra posición geopolítica austral
enajenando soberanía, las fuerzas sindicales y políticas pueden retomar
y actualizar el legado visionario del primer justicialismo. Es una nueva instancia que implica pasar de factor
reactivo de “presión”, a factor proactivo de concertación. Dicho de otro modo:
dejar de actuar de contragolpe ante la inflación, la especulación, la
corrupción y la destrucción de empleo, para marchar en conjunto con el rumbo
puesto en la educación de calidad y
la producción diversificada.
Si las
metrópolis internacionales, tradicionales o nuevas, nos ven únicamente como
proveedores de recursos primarios o geográficos, obstruyendo el proceso de
industrialización que supimos encabezar en América Latina, no habrá pleno
empleo, ni gremialismo unido, ni proyecto nacional de ningún tipo.
Por esta
finalidad superior, la comunidad organizada recusa la proliferación de
presuntas verdades que reducen la búsqueda de la “gran verdad”. Lo pequeño es
la defensa unilateral del interés de cada sector, sea como fuere y contra todo.
Lo grande, en cambio, es la suma persuasiva de fuerzas a una equidad mayor
decidida por el “bien común”. Allí nace la política en sentido estricto, que
consiste en mediar constantemente para evitar antagonismos facciosos y
enfrentamientos estériles.
Ésta es la
esencia realista, no dogmática, de una democracia de trabajo cuya trayectoria
se irá reconstruyendo gradualmente.
Porque trasciende el mero oficio de hacer lo “posible” según una visión
oportunista de la política, sea estática o decorativa, pero siempre suicida
ante conflictos que requieren acción. Si así lo reconocen los distintos
candidatos presidenciales, habremos dado un paso importante hacía un nuevo
ciclo, caracterizado por liderazgos cooperantes, en función de un acuerdo de
estabilidad política y transformación. [13.10.15]
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