lunes, 11 de julio de 2016

13. LA CONCERTACION SOCIAL PARA EL PROYECTO NACIONAL



13. LA CONCERTACION SOCIAL
PARA EL PROYECTO NACIONAL


La concertación como herramienta de la comunidad

Concertar es convocar a la acción conjunta de los sectores protagónicos de la producción y el trabajo en momentos históricos de cambio. Implica involucrarse directamente en la actualización  del proyecto nacional desde el punto de vista de los principales agentes de desarrollo del país, complementado el rol de las instituciones de la democracia representativa con formas propias de la democracia participativa. Como tal, trasciende la visión liberal reducida a la lucha anti-inflacionaria, para extenderse a todos los aspectos relevantes del mundo del trabajo (innovación tecnológica, capacitación profesional, generación de empleo genuino, etc.).

En este sentido amplio e integral, la comunidad organizada es una sociedad concertada, donde sus miembros demuestran de modo efectivo que, desde el seno de sus organizaciones de pertenencia, comparten principios y valores de equidad y justicia que hacen a la unión nacional. Y que, de cara a la construcción del futuro, son capaces de acordar sobre grandes objetivos comunes, utilizando métodos racionales de información, asesoramiento técnico y debate, a partir de formas democráticas de planificación indicativa.

La concertación significa, precisamente, el esfuerzo de potenciar la conciencia nacional con la conciencia social y viceversa, para lograr la armonización posible de intereses que requiere un proceso autosostenido de desarrollo integral. La actual crisis global, que sólo puede ser enfrentada con estrategias nacionales y regionales adecuadas, lejos de dificultar los acuerdos, puede actuar como acicate y catalizador del reordenamiento de la actividad general de la comunidad, a condición de que se advierta el riesgo de una actitud improvisada o alterada por disputas y divisiones internas.

Obviamente, la realización acertada de la concertación es compleja, porque no sólo incluye discutir sobre la distribución de recursos y medios, sino sobre la ocupación de espacios de influencia y dirección, sea entre sectores o al interior de cada uno de ellos. Situación que amerita tener una expectativa prudente sobre su desenvolvimiento, alejando las posiciones fatalistas o inmediatistas. Y apostando con perseverancia a recomponer y mantener un dialogo social institucionalizado, enriquecido también por todo tipo de iniciativas atrayentes respecto de programas por rama de actividad y producto.

La imaginación de la post-crisis; la consideración de las potencias emergentes; el peso creciente de los polos de integración continental, entre otros factores de importancia, deben mantener siempre abierta la esperanza de concertar lo máximo posible. Y a este fin, la presencia activa del gobierno en función de la estrategia y logística estatal, tendrá que actuar entre empresarios y trabajadores con un balance de moderación y estimulo. Luego, la descentralización interna del país, con sus economías regionales, hará su parte, impulsando los emprendimientos productivos en sus múltiples manifestaciones y modalidades.


La orientación estratégica del proceso concertador

La concertación no es un hecho puntual y aislado, sino un proyecto y un proceso continuo de aproximación y logro conjunto entre los distintos sectores involucrados. Cada  uno de ellos, en principio, no debe plantarse  “ante” el otro, sino ubicarse “con” el otro en una labor mancomunada, porque de sus conclusiones no resultarán ganadores y perdedores, lo cual es la antinomia del consenso, sino beneficios para todos, pues se trata justamente de promover la prosperidad del conjunto.

En tanto estrategia de índole nacional, concertar presupone elaborar políticas públicas eficaces a partir de lo propio y de lo disponible, que es mucho si lo sabemos captar sin sectarismos paralizantes y estériles. Frente a este proceso prometedor de un mejor destino, compartimos el “nosotros” comunitario para ser personas sociales, participando de un mismo modo fundamental de existir, convivir y solucionar nuestras diferencias. Por lo tanto, además de un pensamiento reflexivo y metódico, requiere una base de sentimientos, intuiciones y gestos plenos de sentido solidario, recordando que: “la Argentina es el hogar”.

Si éste es el sujeto histórico de la concertación, es evidente que ella no puede expresarse en un sistema intelectual de abstracciones, sino que hay que referirla a la realidad concreta que tan bien percibe la visión popular; lo cual demanda humanizar el discurso y la praxis política con claridad, síntesis y humildad en las distintas posiciones de los representantes empresariales y sindicales. O sea, toda una redefinición del ejercicio democrático, ya agotado y tedioso en lo meramente formal.

En este quehacer los procedimientos surgen de operar, con el sentido indicado, tratando de colocar a la conducción paulatinamente en el cruce de las contradicciones que aparecen, para trazar nuevas perspectivas y entrever las posibles soluciones. Esto instala la necesidad de una autoridad estratégica que abra los límites de las problemáticas más dificiles y pueda ayudar a canalizar aspiraciones y asignar incentivos y apoyos. Así se define la misión indelegable de la más alta representación del gobierno y del Estado, en una tarea no comprendida ni acompañada por los “apresurados” y “retardatarios” que siempre existen y apuestan al fracaso.

Por sobre estas circunstancias, la conducción nacional tiene que conocer y asumir las oposiciones planteadas en la mesa de la concertación, para afirmar la lógica de un centro mediador ecuánime; y así determinar el rumbo del todo consensuado en sus contenidos esenciales. Un protagonismo imprescindible, matizado por el equilibrio, la constancia y la paciencia, ya que toda imposición es imposible o fracasa por la índole voluntaria de los acuerdos a establecer. El diálogo, por consiguiente, tiene una dimensión tranquilizadora y compensadora que también trasciende por la difusión pública de lo actuado.

La buena conducción, de este modo, constituye la mejor defensa política frente a la disociación o frustración del pacto social. Y recíprocamente, la mayor instancia promotora de la consonancia de intereses y objetivos, que trascienden a las partes concertantes y afectan de manera muy sensible a la sociedad en general. Por esta razón, e incluyendo en ello a toda la ciudadanía, la concertación social con eje en el trabajo y la producción, es un acto de coraje civil que califica a las comunidades que, en tiempos de reconstrucción nacional, supieron estar a la altura del desafío histórico.


La responsabilidad social de empresarios y trabajadores

Con este antecedente, corresponde ahora evaluar la responsabilidad de empresarios y trabajadores en un tema de tanta repercusión social. Responsabilidad que empieza en el reconocimiento mutuo de la pertenencia y representatividad de los dirigentes de ambos sectores, que actúan como interlocutores válidos de un diálogo que hay que sostener normalmente, más allá de las tensiones y pujas propias de las cuestiones reivindicativas cotidianas.

El propósito de concertar exige este esfuerzo continuado para hacer converger voluntades y actitudes, ya que nace de la necesidad de resolver cuestiones críticas sin apelar a formas intemperantes o coactivas, a pesar de partir de puntos de vista diferentes y hasta contradictorios. Lo importante es que tales contradicciones no se conviertan en antagonismos principales, lo que impediría la formulación integrada de un plan de desarrollo general que  confía en la concertación como clave de éxito.

Es en este sentido que caracterizamos a la concertación social dentro de una estrategia gradualista equidistante de los extremos intransigentes; y con capacidad movilizadora y potenciadora de los variados recursos y medios del país, con eje en el trabajo productivo. Sobre este núcleo tripartito [estado, empresarios, trabajadores] se obtiene la masa crítica a fin de atraer y sumar a todos los elementos necesarios para lograr un gran consenso nacional.

El método indicado para poner en marcha este proceso comienza con el análisis de los ejes de la propuesta de concertación cursada por el gobierno con los fundamentos políticos y argumentos técnicos. Sigue con los aportes de cada sector respecto a diagnósticos de la situación, aspiraciones propias y alternativas de acción diferenciadas. Y promedia con la resolución acordada referida a la selección de opciones económicas, coordinación de intereses sociales, priorización de medidas operativas y delimitación de programas, funciones y agentes de ejecución.


La reintegración del humanismo por la cultura del trabajo

Cada determinación de objetivo concertado tiene que adjuntar la explicación de los lineamientos políticos, que resumen la manera de lograrlo, para evitar simples declaraciones y garantizar un accionar efectivo y equitativo. Por supuesto que las partes involucradas no “son” iguales- ni en su origen, ni en su lugar en la ecuación económica, ni en sus instrumentos habituales de acción-pero “se hacen” iguales por su participación prioritaria en el escenario público de la concertación social.

Esta es la filosofía que motiva el encuentro con un fondo de valores éticos apreciables, en tanto desea superar prejuicios negadores de los cambios irreversibles que se han producido en el mundo, y del que son testimonio las nuevas potencias emergentes (BRIC). Es decir, que no hay independencia sin desarrollo, y que éste para realizarse requiere un nuevo ordenamiento de las fuerzas productivas, que pueden reunirse cualitativamente con el apoyo invalorable del Estado para crecer y expandirse sin limitaciones.

No es una “ingenuidad acrítica”, sino una potencialidad que  se acrecienta con la toma de conciencia de una unidad de destino, que sabe que el flagelo del subdesarrollo es, a la vez, resultado de la división interna y de la dependencia exterior, En nuestro caso, además, la concertación surge en el marco de la democracia que, si es autentica, rechaza tanto el “economicismo deshumanizante” como el clasismo sectario. Tal connotación comunitaria aspira de este modo a un lazo institucional perdurable y, pensando en las nuevas generaciones, se expone al juicio inapelable del porvenir.

El diálogo, pues, construye una sociedad más justa y popular, alejando el riesgo de la inestabilidad inhibidor del arte de prever y planificar. Mientras que el espíritu emprendedor y laborioso asegura la pacificación, la identidad y la prosperidad: objetivos lógicamente imbricados que no pueden conquistarse por separado. Los conflictos habidos en el pasado se superan con este avance social de nuestra comunidad, lo que no implica abandonar las respectivas tradiciones partidarias, pero si moderar la critica política total que incluye la desaparición del “otro”.

La reintegración del humanismo por la cultura del trabajo resalta indudablemente el rol de los trabajadores y sus organizaciones. Ellos tiene que actualizarse y reforzar su capacitación para no desoir el legado del líder que proyectó el sindicalismo argentino, entre los más fuertes del mundo, como factor de poder. Porque sin esa renovada formación  ética y política, se reduciría en poco tiempo a simple factor de presión, sin gravitación real e inteligente en las decisiones estratégicas necesarias para adecuarse a las transformaciones geoeconómicas.


Una nueva calidad de justicia social para dar contenido a la libertad

Entre estas transformaciones se cuenta el reflujo de las ideologías partidistas (demócrata, republicana, democristiana, socialdemócrata y marxista) sometidas en los países centrales al crudo pragmatismo financiero trasnacional. Este llegó al extremo de montar una especie de “socialismo al revés”, subvencionado la quiebra especulativa de la banca financiera con dinero de los contribuyentes y la sobreemisión inflacionaria de divisas (dólares y euros), para exportar la crisis producida por la codicia desmedida.

En nuestros países, en cambio, con la crisis se recuperó el rol del Estado como poder legitimante de las comunidades nacionales, polarizando a las minorías de la dependencia contra las mayorías de la liberación, con la acusación indiscriminada de “populismo”. Sin embargo, este refugio de la soberanía territorial y cultural, geográfica e histórica, no justifica una actitud nostálgica ni pasiva, entregando el destino común a los avatares de estructuras burocráticas y arbitrarias, sino que exige el espíritu activo de participación, destacado por indelegable en estas breves reflexiones.

Se trata de salvar las distorsiones impuestas mediáticamente, y restablecer la coherencia entre realidad, valores y práctica social. En el mundo actual, la era post-industrial, también llamada era de la información y el conocimiento, ha producido una concentración inédita del poder económico y de la tecnología dominante en sus manos. Estas empresas enormes, de dimensión planetaria, por su despliegue transnacional y formación accionaria masiva, son de hecho organizaciones colectivas; pero su manejo, en realidad, está centrado en una oligarquía financiera extremadamente individualista y antiética, cada vez más rica, oculta y excluyente.

Luego, algo hay que hacer para cooperar con el Estado, en la contención de un fenómeno adverso que, por su misma dinámica, significa combinar la superexplotación de los recursos naturales, la exclusión y precarización laboral y la supresión de nuestra personalidad y estilo de cultural. En algunos temas, esta defensa de lo nuestro puede operarse por una legislación de consenso político (sobre tierra, recursos naturales, medios audiovisuales, etc.), pero en el caso social la herramienta es primordialmente la concertación.

Ella permitirá, a favor de una reforma de la empresa que los mismos hechos de la realidad están impulsando -y que muchos empresarios previsores ya empiezan a realizar-, que los trabajadores dispongan de la información y la capacidad de análisis para aportar a su eficacia, productividad y rentabilidad; accediendo paralelamente a la legítima participación en la ganancias que se pacte. Es un proceso progresivo que se dará indefectiblemente en el tiempo, haciendo que la libertad política no esté vacía de contenidos de desarrollo humano, y adquiera una mejor calidad de justicia para perfeccionar la democracia en el campo económico. (22.9.11)


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