13. LA CONCERTACION SOCIAL
PARA EL PROYECTO NACIONAL
La concertación como
herramienta de la comunidad
Concertar es convocar a la acción conjunta de los
sectores protagónicos de la producción y el trabajo en momentos históricos de
cambio. Implica involucrarse directamente en la actualización del proyecto nacional desde el punto de vista
de los principales agentes de desarrollo del país, complementado el rol de las
instituciones de la democracia representativa con formas propias de la democracia
participativa. Como tal, trasciende la visión liberal reducida a la lucha
anti-inflacionaria, para extenderse a todos los aspectos relevantes del mundo
del trabajo (innovación tecnológica, capacitación profesional, generación de
empleo genuino, etc.).
En este sentido amplio e integral, la comunidad
organizada es una sociedad concertada, donde sus miembros demuestran de modo
efectivo que, desde el seno de sus organizaciones de pertenencia, comparten
principios y valores de equidad y justicia que hacen a la unión nacional. Y
que, de cara a la construcción del futuro, son capaces de acordar sobre grandes
objetivos comunes, utilizando métodos racionales de información, asesoramiento
técnico y debate, a partir de formas democráticas de planificación indicativa.
La concertación significa, precisamente, el esfuerzo
de potenciar la conciencia nacional con la conciencia social y viceversa, para
lograr la armonización posible de intereses que requiere un proceso
autosostenido de desarrollo integral. La actual crisis global, que sólo puede
ser enfrentada con estrategias nacionales y regionales adecuadas, lejos de
dificultar los acuerdos, puede actuar como acicate y catalizador del
reordenamiento de la actividad general de la comunidad, a condición de que se
advierta el riesgo de una actitud improvisada o alterada por disputas y
divisiones internas.
Obviamente, la realización acertada de la concertación
es compleja, porque no sólo incluye discutir sobre la distribución de recursos
y medios, sino sobre la ocupación de espacios de influencia y dirección, sea
entre sectores o al interior de cada uno de ellos. Situación que amerita tener
una expectativa prudente sobre su desenvolvimiento, alejando las posiciones
fatalistas o inmediatistas. Y apostando con perseverancia a recomponer y
mantener un dialogo social institucionalizado, enriquecido también por todo
tipo de iniciativas atrayentes respecto de programas por rama de actividad y
producto.
La imaginación de la post-crisis; la consideración de
las potencias emergentes; el peso creciente de los polos de integración
continental, entre otros factores de importancia, deben mantener siempre
abierta la esperanza de concertar lo máximo posible. Y a este fin, la presencia
activa del gobierno en función de la estrategia y logística estatal, tendrá que
actuar entre empresarios y trabajadores con un balance de moderación y
estimulo. Luego, la descentralización interna del país, con sus economías
regionales, hará su parte, impulsando los emprendimientos productivos en sus
múltiples manifestaciones y modalidades.
La orientación estratégica
del proceso concertador
La concertación no es un hecho puntual y aislado, sino
un proyecto y un proceso continuo de aproximación y logro conjunto entre los distintos
sectores involucrados. Cada uno de
ellos, en principio, no debe plantarse
“ante” el otro, sino ubicarse “con” el otro en una labor mancomunada,
porque de sus conclusiones no resultarán ganadores y perdedores, lo cual es la
antinomia del consenso, sino beneficios para todos, pues se trata justamente de
promover la prosperidad del conjunto.
En tanto estrategia de índole nacional, concertar
presupone elaborar políticas públicas eficaces a partir de lo propio y de lo
disponible, que es mucho si lo sabemos captar sin sectarismos paralizantes y
estériles. Frente a este proceso prometedor de un mejor destino, compartimos el
“nosotros” comunitario para ser personas sociales, participando de un mismo
modo fundamental de existir, convivir y solucionar nuestras diferencias. Por lo
tanto, además de un pensamiento reflexivo y metódico, requiere una base de
sentimientos, intuiciones y gestos plenos de sentido solidario, recordando que:
“la Argentina
es el hogar”.
Si éste es el sujeto histórico de la concertación, es
evidente que ella no puede expresarse en un sistema intelectual de abstracciones,
sino que hay que referirla a la realidad concreta que tan bien percibe la
visión popular; lo cual demanda humanizar el discurso y la praxis política con
claridad, síntesis y humildad en las distintas posiciones de los representantes
empresariales y sindicales. O sea, toda una redefinición del ejercicio
democrático, ya agotado y tedioso en lo meramente formal.
En este quehacer los procedimientos surgen de operar,
con el sentido indicado, tratando de colocar a la conducción paulatinamente en
el cruce de las contradicciones que aparecen, para trazar nuevas perspectivas y
entrever las posibles soluciones. Esto instala la necesidad de una autoridad
estratégica que abra los límites de las problemáticas más dificiles y pueda
ayudar a canalizar aspiraciones y asignar incentivos y apoyos. Así se define la
misión indelegable de la más alta representación del gobierno y del Estado, en
una tarea no comprendida ni acompañada por los “apresurados” y “retardatarios”
que siempre existen y apuestan al fracaso.
Por sobre estas circunstancias, la conducción nacional
tiene que conocer y asumir las oposiciones planteadas en la mesa de la
concertación, para afirmar la lógica de un centro mediador ecuánime; y así
determinar el rumbo del todo consensuado en sus contenidos esenciales. Un
protagonismo imprescindible, matizado por el equilibrio, la constancia y la
paciencia, ya que toda imposición es imposible o fracasa por la índole
voluntaria de los acuerdos a establecer. El diálogo, por consiguiente, tiene
una dimensión tranquilizadora y compensadora que también trasciende por la
difusión pública de lo actuado.
La buena conducción, de este modo, constituye la mejor
defensa política frente a la disociación o frustración del pacto social. Y
recíprocamente, la mayor instancia promotora de la consonancia de intereses y
objetivos, que trascienden a las partes concertantes y afectan de manera muy
sensible a la sociedad en general. Por esta razón, e incluyendo en ello a toda
la ciudadanía, la concertación social con eje en el trabajo y la producción, es
un acto de coraje civil que califica a las comunidades que, en tiempos de
reconstrucción nacional, supieron estar a la altura del desafío histórico.
La responsabilidad social
de empresarios y trabajadores
Con este antecedente, corresponde ahora evaluar la
responsabilidad de empresarios y trabajadores en un tema de tanta repercusión
social. Responsabilidad que empieza en el reconocimiento mutuo de la
pertenencia y representatividad de los dirigentes de ambos sectores, que actúan
como interlocutores válidos de un diálogo que hay que sostener normalmente, más
allá de las tensiones y pujas propias de las cuestiones reivindicativas
cotidianas.
El propósito de concertar exige este esfuerzo
continuado para hacer converger voluntades y actitudes, ya que nace de la
necesidad de resolver cuestiones críticas sin apelar a formas intemperantes o
coactivas, a pesar de partir de puntos de vista diferentes y hasta
contradictorios. Lo importante es que tales contradicciones no se conviertan en
antagonismos principales, lo que impediría la formulación integrada de un plan
de desarrollo general que confía en la
concertación como clave de éxito.
Es en este sentido que caracterizamos a la
concertación social dentro de una estrategia gradualista equidistante de los
extremos intransigentes; y con capacidad movilizadora y potenciadora de los
variados recursos y medios del país, con eje en el trabajo productivo. Sobre
este núcleo tripartito [estado, empresarios, trabajadores] se obtiene la masa
crítica a fin de atraer y sumar a todos los elementos necesarios para lograr un
gran consenso nacional.
El método indicado para poner en marcha este proceso
comienza con el análisis de los ejes de la propuesta de concertación cursada por
el gobierno con los fundamentos políticos y argumentos técnicos. Sigue con los
aportes de cada sector respecto a diagnósticos de la situación, aspiraciones
propias y alternativas de acción diferenciadas. Y promedia con la resolución
acordada referida a la selección de opciones económicas, coordinación de
intereses sociales, priorización de medidas operativas y delimitación de
programas, funciones y agentes de ejecución.
La reintegración del
humanismo por la cultura del trabajo
Cada determinación de objetivo concertado tiene que
adjuntar la explicación de los lineamientos políticos, que resumen la manera de
lograrlo, para evitar simples declaraciones y garantizar un accionar efectivo y
equitativo. Por supuesto que las partes involucradas no “son” iguales- ni en su
origen, ni en su lugar en la ecuación económica, ni en sus instrumentos
habituales de acción-pero “se hacen” iguales por su participación prioritaria
en el escenario público de la concertación social.
Esta es la filosofía que motiva el encuentro con un
fondo de valores éticos apreciables, en tanto desea superar prejuicios
negadores de los cambios irreversibles que se han producido en el mundo, y del
que son testimonio las nuevas potencias emergentes (BRIC). Es decir, que no hay
independencia sin desarrollo, y que éste para realizarse requiere un nuevo
ordenamiento de las fuerzas productivas, que pueden reunirse cualitativamente
con el apoyo invalorable del Estado para crecer y expandirse sin limitaciones.
No es una “ingenuidad acrítica”, sino una
potencialidad que se acrecienta con la
toma de conciencia de una unidad de destino, que sabe que el flagelo del
subdesarrollo es, a la vez, resultado de la división interna y de la
dependencia exterior, En nuestro caso, además, la concertación surge en el
marco de la democracia que, si es autentica, rechaza tanto el “economicismo
deshumanizante” como el clasismo sectario. Tal connotación comunitaria aspira
de este modo a un lazo institucional perdurable y, pensando en las nuevas
generaciones, se expone al juicio inapelable del porvenir.
El diálogo, pues, construye una sociedad más justa y
popular, alejando el riesgo de la inestabilidad inhibidor del arte de prever y
planificar. Mientras que el espíritu emprendedor y laborioso asegura la
pacificación, la identidad y la prosperidad: objetivos lógicamente imbricados
que no pueden conquistarse por separado. Los conflictos habidos en el pasado se
superan con este avance social de nuestra comunidad, lo que no implica
abandonar las respectivas tradiciones partidarias, pero si moderar la critica
política total que incluye la desaparición del “otro”.
La reintegración del humanismo por la cultura del
trabajo resalta indudablemente el rol de los trabajadores y sus organizaciones.
Ellos tiene que actualizarse y reforzar su capacitación para no desoir el
legado del líder que proyectó el sindicalismo argentino, entre los más fuertes
del mundo, como factor de poder. Porque sin esa renovada formación ética y política, se reduciría en poco tiempo
a simple factor de presión, sin gravitación real e inteligente en las
decisiones estratégicas necesarias para adecuarse a las transformaciones
geoeconómicas.
Una nueva calidad de
justicia social para dar contenido a la libertad
Entre estas transformaciones se cuenta el reflujo de
las ideologías partidistas (demócrata, republicana, democristiana,
socialdemócrata y marxista) sometidas en los países centrales al crudo
pragmatismo financiero trasnacional. Este llegó al extremo de montar una
especie de “socialismo al revés”, subvencionado la quiebra especulativa de la
banca financiera con dinero de los contribuyentes y la sobreemisión
inflacionaria de divisas (dólares y euros), para exportar la crisis producida
por la codicia desmedida.
En nuestros países, en cambio, con la crisis se
recuperó el rol del Estado como poder legitimante de las comunidades
nacionales, polarizando a las minorías de la dependencia contra las mayorías de
la liberación, con la acusación indiscriminada de “populismo”. Sin embargo,
este refugio de la soberanía territorial y cultural, geográfica e histórica, no
justifica una actitud nostálgica ni pasiva, entregando el destino común a los
avatares de estructuras burocráticas y arbitrarias, sino que exige el espíritu
activo de participación, destacado por indelegable en estas breves reflexiones.
Se trata de salvar las distorsiones impuestas mediáticamente,
y restablecer la coherencia entre realidad, valores y práctica social. En el
mundo actual, la era post-industrial, también llamada era de la información y
el conocimiento, ha producido una concentración inédita del poder económico y
de la tecnología dominante en sus manos. Estas empresas enormes, de dimensión
planetaria, por su despliegue transnacional y formación accionaria masiva, son
de hecho organizaciones colectivas; pero su manejo, en realidad, está centrado
en una oligarquía financiera extremadamente individualista y antiética, cada
vez más rica, oculta y excluyente.
Luego, algo hay que hacer para cooperar con el Estado,
en la contención de un fenómeno adverso que, por su misma dinámica, significa
combinar la superexplotación de los recursos naturales, la exclusión y
precarización laboral y la supresión de nuestra personalidad y estilo de
cultural. En algunos temas, esta defensa de lo nuestro puede operarse por una
legislación de consenso político (sobre tierra, recursos naturales, medios
audiovisuales, etc.), pero en el caso social la herramienta es primordialmente
la concertación.
Ella permitirá, a favor de una reforma de la empresa
que los mismos hechos de la realidad están impulsando -y que muchos empresarios
previsores ya empiezan a realizar-, que los trabajadores dispongan de la
información y la capacidad de análisis para aportar a su eficacia,
productividad y rentabilidad; accediendo paralelamente a la legítima
participación en la ganancias que se pacte. Es un proceso progresivo que se
dará indefectiblemente en el tiempo, haciendo que la libertad política no esté
vacía de contenidos de desarrollo humano, y adquiera una mejor calidad de
justicia para perfeccionar la democracia en el campo económico. (22.9.11)
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