27/2015
CUALIDADES Y OBLIGACIONES DEL LIDERAZGO
Hubo un tiempo en
que tuvimos prohibida la palabra “líder”, porque refería por antonomasia al
creador de nuestro movimiento. Por eso hoy resulta grato recordar su esencia,
no por comparación histórica, sino para destacar su excelencia forjada en la
formación constante del criterio y el hábito. No confundamos entonces el
liderazgo, con los referentes que cumplen funciones menores, sin la matriz
espiritual, ética y conceptual de quienes deben encarnar la conducción.
El líder lo es por
su cualidad, no por su cargo. Su carácter contiene la energía de la vocación y
el carisma. Aunque este nivel lo expone también a la crítica de sus
limitaciones, según la valoración colectiva de su actuación. El líder es un
“ejemplo de vida”, que según quien lo observe puede resultar positivo o
negativo pero nunca indiferente. De allí que respetando la dignidad de las
personas, evite que las relaciones de poder se deslicen al mundo inanimado de
las “cosas”.
Ser líder es dar y
darse, al calor de la solidaridad y la abnegación, comprometido con el hacer,
no con el tener. Las formas jerárquicas no sirven si carecen de verdadera
sustancia; porque la sobreactuación en conducción mata la esencia. De la misma
manera, el liderazgo implica un amparo existencial para aventar temores por las
dificultades enfrentadas. Esto no se consigue repitiendo mecánicamente
consignas optimistas, sino proyectando una figura sincera, válida para
compartir emergencias y brindar apoyo.
Se trata pues de
personificar la conducción sin simulación, de alcanzar prestigio sin vanidad y
de actuar sin arbitrariedad. La discreción hace que el éxito sin arrogancia
implique un triunfo mayor. Una conducción equilibrada cumple de este modo las
proposiciones del espíritu de cooperación, descartando la intriga, y el recurso
de dividir para reinar en su propio entorno.
Los logros de la
conducción lo son de su capacidad, y no deben atribuirse a la casualidad ni a
la suerte, so pena de abandonar la metodología rigurosa de la estrategia: ya
que una buena intención si no se reviste de poder para realizarse, se anula. El
ideal del liderazgo es el liderazgo democrático que requiere popularidad, pero
no la demagogia del autoritarismo. Para él, la victoria no es una serie
arbitraria de metas cuantitativas, sino una suma cualitativa de realizaciones
orientadas a grandes objetivos.
El liderazgo es un
arte que amplía permanentemente la perspectiva de acción del conjunto; y a la
vez permite la descentralización operativa, multiplicando la franja de cuadros
con condiciones superiores. Es la capacidad para concentrar la atención sin
dispersarse, reunir los medios necesarios, y trazar líneas apropiadas de
avance. Por eso los verdaderos líderes no inhiben la promoción de sus cuadros y
los preparan para la aspiración legítima de nuevos niveles de decisión.
Así como en la
existencia individual el “ser” requiere la voluntad de perseverar sobre las
necesidades y problemas, en la vida política existimos en tanto hacemos
proyectos para afirmar la comunidad de
pertenencia. Por eso es fácil hablar de las exigencias del liderazgo desde la
experiencia cumplida, cuando ya se han podido asimilar los propios errores.
Situación que obliga a transmitir a las nuevas generaciones, la lección que
llegó adjunta a cada problema.
La práctica
política libre y voluntaria no responde a la ecuación “mando-obediencia”, en
desmedro de una eventual subordinación. La relación de conducción es otra,
porque incorpora un tercer elemento que los integra: la misión común. Es el
desafío que nos hace igualmente protagonistas a todos quienes trabajamos con un
noble ideal. [15.9.15]
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