miércoles, 7 de octubre de 2015

HACER QUE TODO SIRVA PARA CONSTRUIR



30/2015


HACER QUE TODO SIRVA PARA CONSTRUIR


Para que la invocación a la unidad no resulte un recurso retórico o falaz, hay que contar con mentalidades que comprendan que realmente tenemos la posibilidad de hacer que todo sirva para construir. Incluso lo aprendido con los contrastes de la política, si ésta se relaciona íntimamente con lo más humano de la vida, y se atreve a buscar lo esencial del bien y la verdad, por encima del comercio electoral  y de la corrupción.

Este ideal posible es una categoría existencial de la política, asumida en la dimensión irreemplazable de los estadistas, que expresan en si mismos el don de la estrategia subordinada a la densidad histórica del tiempo. Es decir, a la vivencia más prolongada de los grandes valores, que siempre superan los errores y vacíos de lo táctico. Sólo quienes tienen principios se proponen fines, y pueden corregir el nivel inferior de lo actuado, en un momento favorable, para ponerlo al servicio superior del pueblo.

Éste es el sentido con que juzgamos la necesidad de unión, como una línea demarcatoria entre enfermedad y salud civil, dirimida en un ambiente crítico de inquietud y tensión. Sabiendo de su complejidad, que no es reciente sino preexistente, porque hace mucho que nos sobran “dirigentes” y nos faltan conductores. La conducción es aquella cualidad que se agranda con la toma de conciencia, no con el gesto  irresponsable, y crece en su voluntad de hacer, sin caer en la codicia angustiosa de poder, que autodestruye.

Nada es más importante que recuperar la confianza en nosotros, proyecta en el espíritu nacional, por ser un concepto vital que se ha dañado. Ya que el desánimo trae más desanimo, hasta la hora culminante del reencuentro, que lo es con nuestro destino y la potencialidad que nos plantea. Tarea pendiente que demanda imaginar positivamente el futuro, y dar el ejemplo en el presente con inteligencia, prudencia y sinceridad.


El fin de los relatos y modelos esquemáticos urge la iniciativa para el desarrollo económico y el progreso social, sin prejuicios ideológicos. Con tal propósito, es preciso concertar un plan de trabajo concreto, con una articulación orgánica y técnica capaz de superar la fragmentación actual. Prólogo, a su vez, del ingreso a un nuevo ciclo fortalecedor de los espacios regionales descuidados por un centralismo inútil.

El soporte humano de esta iniciativa supera los formatos partidarios, que están por igual en crisis de identidad, abarcando sin embargo una amplia reserva de cuadros sociales, técnicos y profesionales. Estos cuadros, sin desconocer sus raíces, responden a un impulso que trasciende la puja de las ambiciones desmedidas y las agrupaciones cerradas, propias de una disolución tan anunciada como lamentable.

La decisión depende así de una actitud operativa, nucleada en torno al conocimiento y la idoneidad como sinómino de eficacia; la cual requiere amalgamar esfuerzos de diversas fuentes. Una planificación compartida que canalice la adaptación de la auténtica militancia, pasando de lo homogéneo a lo heterogéneo, para restaurar la convivencia y aceptar la alteridad; pues cada uno es parte de la proximidad de otro, aunque  piense diferente.

El plan contiene el marco orientador de quienes quieren vencer la rutina desganada del “no se puede” y la vía muerta del individualismo apático, indiferente a la comunidad. Pero la tarea solidaria, que es la alternativa correcta, tiene una condición ineludible para no pecar de ingenua. Exige clarificar la prioridad y continuidad de las metas prometidas, para controlar democráticamente el cumplimiento de los programas, y no reiterar la malversación  de expectativas y recursos, cuando ya no hay margen de paciencia social que la soporte. [6.10.15]

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