lunes, 12 de octubre de 2015

1945-2015: Trascendencia histórica del 17 de octubre


EL DESAFÍO DE GOBERNAR CON EL PUEBLO                                                                                                                                                                                            
La movilización nacional del 17 de octubre trasciende históricamente, más allá de su vigencia celebratoria en el tiempo, por resignificar la libertad política con la inclusión de la base fundante de su expresión social. A la clásica fórmula de una democracia “del, para y por” el pueblo, que explicitaba entonces una representación distante, parcial e injusta, incorporó el concepto “con” el pueblo, dando cabida a sus organizaciones propias, con peso insoslayable en el concierto de las decisiones ciudadanas.

Desde entonces, “gobernar con el pueblo” se convirtió en un desafío de nuestra evolución institucional y, pasado el período de reacción ante el cambio, culminó en la concepción de la comunidad organizada, respetada incluso por viejos opositores, aunque no siempre realizada por ciertos dirigentes peronistas. Pese a ello, esta creación doctrinaria que, con formación y capacitación de cuadros, ha persistido a los defectos individuales, ha sabido canalizar el accionar empresarial y sindical argentino, lejos de los modelos negativos del internacionalismo.

Es cierto que no hay doctrina sin práctica, y que la práctica incluye la ética imprescindible para liderar, y también la capacidad democrática de actualizar la organización. Porque sin conducta no hay conducción. Este imperativo nos lleva ahora de lo corporativo a lo comunitario, para lograr, no la “autarquía utópica” pregonada por el clasismo, sino la “autonomía responsable” en la defensa del interés común.

Por tal razón, nuestro país contiene un protagonismo social que puede superar los objetivos secundarios y la puja de ambiciones personales. Porque lo histórico es lo estratégico, que enmarca los grandes ciclos sucesivos de la lucha por la dignidad y la justicia. 

En la compleja realidad actual, que no sólo incluye problemas económicos, sino que expone nuestra posición geopolítica austral  enajenando soberanía, las fuerzas sindicales y políticas pueden retomar y actualizar el legado visionario del primer justicialismo.

Es una nueva instancia que implica pasar de factor reactivo de “presión”, a factor proactivo de concertación. Dicho de otro modo: dejar de actuar de contragolpe ante la inflación, la especulación, la corrupción y la destrucción de empleo, para marchar en conjunto con el rumbo puesto en la educación de calidad  y la  producción diversificada.

Si las metrópolis internacionales, tradicionales o nuevas, nos ven únicamente como proveedores de recursos primarios o geográficos, obstruyendo el proceso de industrialización que supimos encabezar en América Latina, no habrá pleno empleo, ni gremialismo unido, ni proyecto nacional de ningún tipo.

Por esta finalidad superior, la comunidad organizada recusa la proliferación de presuntas verdades que reducen la búsqueda de la “gran verdad”. Lo pequeño es la defensa unilateral del interés de cada sector, sea como fuere y contra todo. Lo grande, en cambio, es la suma persuasiva de fuerzas a una equidad mayor decidida por el “bien común”. Allí nace la política en sentido estricto, que consiste en mediar constantemente para evitar antagonismos facciosos y enfrentamientos estériles.

Ésta es la esencia realista, no dogmática, de una democracia de trabajo cuya trayectoria se irá reconstruyendo gradualmente. Porque trasciende el mero oficio de hacer lo “posible” según una visión oportunista de la política, sea estática o decorativa, pero siempre suicida ante conflictos que requieren acción. Si así lo reconocen los distintos candidatos presidenciales, habremos dado un paso importante hacía un nuevo ciclo, caracterizado por liderazgos cooperantes, en función de un acuerdo de estabilidad política y transformación. [13.10.15]

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