sábado, 3 de diciembre de 2016

ENTRE TODOS O NADIE Salir de la chatura conceptual y el encubrimiento de intereses



ENTRE TODOS O NADIE
Salir de la chatura conceptual y el encubrimiento de intereses

Debemos compartir nuestras reflexiones sobre un momento complejo y difícil de nuestra patria. Un momento que resiste cualquier discurso o relato, porque exige una clarificación a lograr en conjunto, referida al ser nacional. Aquí todo aporte es valioso y respetable, a condición de que no encubra su ideología o disfrace su origen.

En mi caso vengo del peronismo histórico; de algún modo, de la historia del movimiento en sus últimos años, por haber sido Secretario Político del único presidente constitucional elegido tres veces por el pueblo argentino. Ya veterano, sigo cumpliendo con la promesa que le hice de predicar el Modelo Argentino, como núcleo de su legado de experiencia y sabiduría.

Su filosofía humanista y pensamiento estratégico siguen vigentes por encima del oportunismo de quienes, invocando su nombre, no siguieron su enseñanza ni aman su recuerdo. Su doctrina no es un dogma sectario ni excluyente. Comprende soberanía política, independencia económica y justicia social válidas para todos, según el axioma: “para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”.

Fui testigo privilegiado del histórico abrazo de Perón y Balbín, y de su ofrecimiento para integrar una fórmula que, a su muerte, impidiera la lucha civil. Simbólicamente, todavía estamos bajo el manto protector de este abrazo, que significa la paz de la convivencia necesaria y la unión posible en la diversidad de trayectorias ciudadanas.

Hoy no existe una conducción suficiente encarnada en estadistas de esa talla, y quien quiera abrogarse una autoridad hegemónica corre el riesgo de tropezar con “la realidad que es la verdad”. Cualquier atajo institucional, mal aconsejado por sabios ignorantes, revierte en contramarchas, suspicacias, sospechas y pérdidas de tiempo.

Mientras algunos dicen que aprenden en esta nueva situación, la política confunde, la economía impacienta y lo social angustia. La esperanza, reducida a mera expectativa, es débil.

Todos debemos sentirnos responsables de esta encrucijada, para superarla con medidas concretas y justas. Unos, gobernando con equilibrio,  honestidad y apertura al diálogo, sin arrogancia. Otros, proponiendo soluciones sustentables y sinceras.

No necesitamos dirigentes de actuación, ni declamación: necesitamos dirigentes de acción. La conducción es un arte superior no sustituible por ningún manual de imagen. Y menos de asesores costosos y miopes para captar las vivencias y creencias del pueblo.
Lo bueno de la falta de hegemonismo no es inventarlo, sino aprovechar para crecer en lo institucional, evitando el sectarismo, la polarización y el caos.  Este desafío no admite la banalidad, sino un conocimiento en acción, que piense para hacer y hable para organizar. En una crisis lo que vale es lo orgánico, la improvisación, tarde o temprano, se diluye.

El peronismo demanda una autocrítica constructiva pero muy profunda; transparentar sus procedimientos, y conjugar su recomposición con las corrientes realmente solidarias, no vividoras del subsidio crónico y humillante.

En la esfera pública, no limitarse a optar sesgadamente por un aparato grande o reducido, sino construir un Estado presente y eficaz con funcionarios probos: “el hombre es bueno, pero mejor si se lo  vigila”.

La democracia representativa (gobierno de, para y por el pueblo) debe perfeccionarse con la “democracia participativa” (gobierno con el pueblo). La clave es la “cultura del trabajo” que dignifica en lo personal; y en lo comunitario, es el eje de toda organización e integración social.

Una comunidad sin los deberes y derechos del esfuerzo productivo marcha a su decadencia política, destrucción económica y atomización.

En cambio, una república de trabajo reclama un poder ejecutivo de trabajo, un poder legislativo de trabajo y un poder judicial de trabajo, desterrando la indolencia, el acomodo y la politiquería.

La dinámica geopolítica, interna y externa, requiere planificar la “organización territorial” sobre una matriz estratégica. Implica estimular la expansión demográfica de los argentinos dentro de sus fronteras, y un caudal migratorio, no anárquico, sino relacionado a nuestros recursos, para facilitar el empleo productivo, una vez de perpetuar la miseria.

No hay política vieja y política nueva: hay política mala y política buena. La llamada “pospolítica” es la negación de una verdadera voluntad de ser, saber y hacer política al servicio del bien común.

Formar nuevos cuadros políticos, gremiales, profesionales y comunitarios para producir ordenadamente el recambio y la renovación de la dirigencia y sus métodos. No perpetuar la compra-venta de votos por explotación de la pobreza; y dar lugar, sin discriminar, a los liderazgos que surgen de la base social más honda.

La “comunidad organizada” comprende un gobierno centralizado, un Estado descentralizado y un pueblo libre con sus propias organizaciones autogestionadas. Esta concepción abarca la nación, cada una de las provincias y también los municipios. La evolución municipal deja la forma estática de las “intendencias” derivadas de las campañas colonizadoras.

Hoy el municipio comunitario progresa según la calidad de las relaciones de vecindad, la potenciación de sus propios recursos y las iniciativas de su pueblo de arraigo. Su nuevo modo de liderazgo, opuesto al mando por delegación de cuño autoritario, es la llave para acceder prácticamente a la democracia participativa.

La autonomía municipal supera, a la vez, el vecinalismo aislacionista y la regimentación partidista, cumpliendo directamente las aspiraciones y necesidades de la gente. El militante de  verdad libra allí una batalla de presencia permanente en la organización y comunicación de su territorio. Se lo reconoce porque no es indiferente al sufrimiento social, ni lucra con el clientelismo.

En política exterior, vuelve a la escena el concepto de “tercera posición”,  equidistante de viejos y nuevos imperialismos; y defensora de nuestra integridad ante los desbordes actuales de una globalización tecnocrática asimétrica y una mundialización financiera arbitraria.

La matriz especulativa del “capitalismo salvaje”, maximiza sus ganancias deformando el orden internacional: vulnerando normas, evadiendo impuestos y presionando por ventajas dominantes del mercado. Así se concentran monopolios y oligopolios que “dibujan” flujos comerciales entre filiales, contra el control de los países soberanos.

Como respuesta a la aceleración del desorden transnacional surgen como tendencias visibles el nacionalismo político y el proteccionismo económico. Con distintos personajes y formas el fenómeno excede lo electoral, porque crece el rechazo social al deterioro ambiental, el despilfarro de recursos naturales y la destrucción masiva de empleo.

Una fase cultural decadente, agrega la exhibición irritante de la opulencia, el menosprecio de los sectores populares y medios, la negación de los valores comunitarios y la apología de la delincuencia.

Ahora, en vez de congraciarnos con los nuevos ocupantes del poder, debemos asimilar esta lección desde una perspectiva argentina. Nadie vendrá de afuera a hacer por nosotros el esfuerzo pendiente. Ante el derrumbe de esquemas demoliberales considerados “eternos”; tenemos la oportunidad cierta de avanzar con lo nuestro.

Defendiendo el trabajo argentino. Ampliando la plataforma productiva e industrial de todo el país especialmente “el interior del interior”. Resguardando el mercado interno. Rediseñando las alianzas políticas y de mercado con los países hermanos.

Impulsando la aplicación científico-tecnológica propia para aumentar el volumen y el valor agregado de nuestras exportaciones. Promoviendo el capital de riesgo e inversión que crea empleo genuino. Afirmando nuestra opción por la economía mixta, lo que descarta los regímenes extremos de cualquier signo.

Estas decisiones imprescindibles no triunfarán si somos indiferentes y apolíticos (como quieren las corporaciones). Porque hay que combatir la práctica del “libre comercio” al revés, a favor del poderoso. La firma de empréstitos improductivos, con grandes “comisiones” a funcionarios y gestores. Las maniobras de los “fondo de inversión” especulativa que no crean trabajo. Los empresarios falsamente “argentinos” que abusan de la protección con una producción escasa, cara y mala.

La crisis que vivimos tiene un costado positivo, acicateando las transformaciones que venimos demorando. Entre ellas, alivianar la sobrecarga impositiva del ciudadano común, sin privilegios, que cumple y paga. Y gravar como corresponde a las operaciones financieras, extractivas y especulativas.

Imponer, desde el más alto ejemplo, una política de austeridad en los medios utilizados por funcionarios y dirigentes. Y ser implacables en la sanción de quienes hacen negocios incompatibles con su cargo.

Los gobiernos de turno no se debilitan, sino se fortalecen, cuando escuchan a los que saben; y no repiten ensayos que colapsaron.

A diferencia del elitismo egoísta, la verdadera excelencia es generosa. Por eso necesitamos liderazgo sin mesianismo, entusiasmo sin triunfalismo y prestigio sin ficción ni hipocresía.

Y, en nuestra militancia, hagamos gala de respeto sin temor, adhesión sin obsecuencia y lealtad sin sumisión.

 Mercedes, Provincia de Buenos Aires, 2 de diciembre de 2016.                                                
Julián Licastro



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