lunes, 23 de octubre de 2017

REQUISITOS PREPOLÍTICOS DE UN CORRECTO EJERCICIO DEMOCRÁTICO



REQUISITOS PREPOLÍTICOS
 DE UN CORRECTO EJERCICIO DEMOCRÁTICO

Un proceso en la evolución de los pueblos

La creación de legitimidad es un logro espiritual y social., que nace en la evolución del alma de los pueblos. Ella genera la situación favorable para fundar y fundamentar el marco normativo de la legalidad. Sin aquella, ésta sería una instancia vacía de principios y valores básicos para el ejercicio real de la democracia. Algo sin duda ausente en el accionar de los partidos, carentes de contenidos para orientar, con lealtad ciudadana y honestidad administrativa, las decisiones del país. Uniformados como están, más allá de matices, en la corrupción persistente, el doble discurso y el desdén por la construcción de consensos.

Campañas de palabras sueltas, gesticulación de marketing sin compromiso, que al final terminaron mudas, no por respeto a nada, sino porque no sabían que decir frente a eventos graves y conflictos absurdos. Hitos sucesivos de desequilibros y contrastes que los muestran parados en la nada, porque el Estado no existe, la sociedad se diluye y la comunidad se fragmenta, permitiendo que cada quien haga lo que quiera, donde quiera y cuando quiera.

En esta ficción general, no se ha votado un modelo de país, con pautas razonables y explicables, debates de fondo y participación activa, que supere substancialmente las campañas anteriores. La nueva época prometida no aparece todavía con estos actos primarios, de gente de todas las clases llevadas para aplaudir de antemano cualquier frase, incluyendo la más vulgar y la más desubicada. Así, los candidatos, lamentablemente, respondieron al viejo error de la autorreferencia constante y vedetista.

Ahora vienen las consecuentes secuelas de un comicio cuyos resultados señalan tanto como lo que presagian; si no tomamos conciencia del aviso de “tormenta perfecta”, por la simple proyección de las variables actuales. Y cuyas medidas post-electorales, según lo poco que se ha filtrado para no anticipar “malas noticias”, harán aún más compleja, aunque no imposible, la salida del laberinto.

No ceder a los extremos económicos o ideológicos

Las divisiones nacionales son irreconciliables cuando permanecen obsesivamente en el plano inferior donde emergieron. Luego, sólo pueden resolverse si acceden al nivel superior, donde la comprensión lógica, con el auxilio de la ética y la experiencia histórica, suele señalar el deber ser y el deber hacer. Esto, en el arte de la conducción, se llama: responsabilidad. Obligación moral y práctica de proceder con sensatez, mal que les pese a los extremismos económicos e ideológicos y a los provocadores violentos.

La “responsabilidad” que sepa demostrar la dirigencia sería la virtud paralela y complementaria de la “legitimidad” que otorga el pueblo. Ya que ambas reunidas, generan y potencian una legalidad estructural, caracterizada por la justicia, la austeridad y la solidaridad. Una conversión necesaria y factible de la democracia formalista neoliberal, atrasada en desarrollo político, económico y social, en una democracia participativa, equitativa y comunitaria dirigida con acierto, sin sectarismo ni exclusiones.

Una democracia donde se respeten los derechos de la persona, sin llegar al límite del individualismo egocéntrico del que somos celosos hasta el desborde de la anarquía. Una democracia donde la apertura equilibrada al intercambio cultural y comercial, no signifique el extravío de la identidad nacional. Y donde nuestro aporte a la paz y la estabilidad no resigne los niveles estratégicos y tecnológicos de nuestra defensa y presencia geopolítica.

Parecen contradicciones insalvables pero no lo son, si sabemos evitar dos opuestos igualmente frustrantes: dejarse llevar por la inercia hasta un materialismo hedonista, o marchar contra corriente sacrificando el pueblo al determinismo ideológico. Lo indicado es la tercera posición, adaptada tácticamente a los nuevos factores presentes en la realidad cambiante, pero siempre en interés concreto y perspectiva histórica del ser argentino.

Respetar los resultados y reconstruir internamente al movimiento

Pasada la última dictadura la democracia electoral ya no es un derecho a conquistar sino un deber a cumplir, que exige perfeccionarla con una nueva cultura política. Ayer, las Fuerzas Armadas se autodestruyeron por intervenir en política interna y en beneficio de un sector. Hoy las Fuerzas de seguridad corren un riesgo parecido, perdiendo confiabilidad ciudadana y calidad profesional. Quién entonces custodiará la integridad territorial si esta doble destrucción se consuma. Por ello, hay que retomar el sentido del honor, la prudencia y la vocación de servicio, no en la declamación sino en los hechos.

Respetar los resultados en paz, deja al presidente en actitud de asimilar y encarar sinceramente los problemas pendientes, sin exagerar el optimismo porque ha despertado expectativas contrapuestas. Pero nos permite a todos seguir, con posibles demoras y recaídas, por el camino de la libertad, la justicia y la nacionalidad, que deseamos sin discriminaciones inconducentes.

Pero los peronistas tenemos cuestiones  internas a dilucidar claramente para no confundir populismos de “izquierda” con justicialismo, lo que implica la autocrítica a la confusión deliberada de nuestra identidad política; y dejar de lado los viejos procedimientos que repetirían el fracaso reiteradamente hasta la extinción. Nuestro primer trabajo es reagrupar a los cuadros y adherentes ubicados en distintas posiciones de circunstancias, y hacerlo alrededor de la actualización de “modelo argentino”. Es el primer paso de una larga marcha que sólo coronará la renovada esperanza del pueblo en los verdaderos continuadores del pensamiento transformador de Perón.

Buenos Aires, 23 de octubre de 2017.                                       
Julián Licastro

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