jueves, 16 de noviembre de 2017

SOBERANÍA ES LUCHAR POR LA EXISTENCIA PROPIA



SOBERANÍA ES LUCHAR POR LA EXISTENCIA PROPIA


La cuestión nacional y la categoría superior de patria

Soberanía es la lucha por la existencia de un pueblo decidido a ocupar un lugar propio y singular en el concierto de las naciones del mundo. Esta dimensión, donde el hombre evoluciona del instinto gregario a la conformación comunitaria, expresa una instancia histórica, en la cual la comunidad persiste en la voluntad de vencer los desafíos que le niegan la potestad fundamental de determinarse a si misma. Luego, lo primero a plantear es la “cuestión nacional”, sin cuya resolución caminará a ciegas condenada al subdesarrollo crónico. Demérito que incluye el estigma de encarnar una “subhumanidad”, con el destrato de los países centrales y la arrogancia habitual de sus dirigentes.

La cuestión nacional se perfila en el marco geopolítico; sin el cual la politiquería se sumerge en una corriente “colonial” que merodea penosamente las decisiones de los países hegemónicos y sus alianzas de poder. Esta realidad comprende hoy no sólo a un núcleo de ”Estados soberanos”, sino a centros transnacionales que arbitran los balances globales de producción y especulación; aumentan la acumulación privatista de la riqueza mundial; y utilizan la tecnocracia corporativa para capitalizar los adelantos científico-tecnológicos y enajenar la creatividad en los países dependientes.

La cuestión política y el marco mundial

La cuestión política es la segunda instancia, para formular la nueva matriz productiva y laboral que corresponda al sentido existencial de todo un destino compartido. Por esta elevada aspiración no es un problema de “cantidad”; sino de “cualidad”, cuya carencia se sustituye erróneamente por una precipitación “materialista” que opera en contra, porque cosifica, segrega y excluye. Tal la razón por la cual pueblos pobres pero dignos se engrandecieron. Y naciones destruidas por la guerra se levantaron de sus ruinas y volvieron a ser potencia.

La comunidad organizada refiere a este encuentro humanista bajo la protección de un “ser nacional” inalienable, que evite la indigencia afectiva; defienda la significación de su trabajo y  sus recursos; mantenga la memoria histórica sin odios divisivos; y actualice sus tradiciones en un proyecto conjunto de acceso inteligente al porvenir. Piedra angular de una cultura emprendedora, que instala su motivación entre nosotros y trata de habitar, con miles de proyectos creadores de empleo genuino, un gran territorio querible y hospitalario.

En este plano primordial, no hay nación posible sin “unidad nacional”. Porque sólo una conciencia colectiva donde prevalezcan los recuerdos y costumbres que nos unen en lo esencial, manteniendo abiertas todas las opiniones, permitirá ejercer sin agravios la función compensadora de la palabra.  Ella, al realizar el diálogo sobre los asuntos que nos afectan a todos, dirimirá grandes pautas económicas y sociales, promoviendo un pluralismo sincero, no obstruccionista y efectivo.

La cuestión social sin caos ni subsidios

La cuestión social, resuelta como justicia social, deviene sólidamente cuando corona una proyección de integración constructiva, según la concepción del modelo argentino, centrado en la cultura del trabajo. No como lo plantea el “posmarxismo”, desvinculado de una producción sustentable en las opciones claves de nuestro desarrollo. Por eso la problemática social concreta, no abstracta, está sostenida en una estrategia planificada y permanente.

No representa un elemento disruptivo de la “izquierda” caótica, impiadosa con la gente que expone al choque constante. Ni tampoco significa un coto cerrado de subsidios humillantes por parte de la ”derecha” neoliberal. Ella pretende comprar pacificación ante la posible  respuesta de un ajuste en la capacidad adquisitiva de los sectores medios y populares que pagan impuestos. Máxime por la indignación que provoca el blanqueo malicioso de evasiones millonarias de personajes encumbrados y sus parientes.

Excelencia técnica y recuperación del Estado

Este código simbólico protector de la convivencia fructífera, no exime sino enfatiza el empeño teórico y práctico de una excelencia técnica, en el diseño e implementación de los programas y las medidas que deben facilitar el consenso y ejecución de las reformas pendientes. Pero esta eficacia no tendría que reducirse a la apropiación abusiva del menguado sector competitivo argentino; sino ampliarlo en una vastedad geográfica plena de posibilidades, pero carente de apoyo logístico y financiero para sumar su acción regional a nuestro caudal productivo.

Esto implica la recuperación y saneamiento del Estado, sin “corrupción” ni “conflicto de intereses” que concentra negociados en unos pocos “avivados”. Esta vez todos tenemos la obligación de actuar atenta y firmemente, para que la alternancia democrática no sea una mera excusa para cambiar de mano el saqueo de un país rico, empobrecido por el círculo vicioso de las mafias de empresarios, funcionarios, políticos y aquellos jueces oportunistas y venales.

Hemos omitido muchos factores geopolíticos, tecnológicos y defensivos que hacen a la soberanía nacional. Lo hicimos para destacar que nuestro principal adversario a la existencia del país como tal somos nosotros mismos. Especialmente si nos dejamos engañar por el despropósito de una “concertación“ impuesta, edulcorada por los aparatos mediáticos que se  benefician de un  régimen que repite las recetas de la globalización asimétrica.

Podemos pagar más caro que nunca la ilusión ingenua de considerarnos “cosmopolitas” o “ciudadanos universales”, antes de haber hecho nuestro aporte distintivo de esfuerzo y talento nacional. Este es el protagonismo civil demandado en el presente, para que los héroes de la “Vuelta de Obligado”, en el ciclo largo de la historia, no hayan peleado valientemente pero en vano.

Buenos Aires, 20 de noviembre de 2017.                                
Julián Licastro

No hay comentarios:

Publicar un comentario