domingo, 30 de abril de 2017

EL TRABAJO ES EL EJE ORGANIZADOR DE LA COMUNIDAD




En el valor del trabajo se anida la fuerza espiritual que motiva el progreso de las personas y los pueblos. Cuando él no existe, sea por excesiva opulencia o por extrema miseria, la vida extravía su sentido humanista y cunde el vacío existencial o la desesperación de la impotencia. Por esta razón crucial, la laboriosidad ha sido exaltada como constructora del marco de desarrollo de las más diversas civilizaciones; y considerada el eje organizador de las comunidades que mejor las representan.

Hablar del trabajo abarca el sinónimo social de la larga lucha del los trabajadores por la dignificación de su condición, el reconocimiento de su esfuerzo y la libertad de sus distintas formas de expresión, agrupamiento y acción. Temática que alcanza su mayor nivel cuando, en fechas memorables para la historia social, mostraron su protagonismo en la esfera de las grandes decisiones de las que estaban excluidos. En la Argentina, este hecho glorioso fue el 17 de octubre, gestado desde los ancestros de una incipiente conciencia nacional, volcada espontáneamente en una inédita movilización de masas, que consagró a Perón en un liderazgo popular inigualado.

El ser nacional en su proyección social

Esta impronta evidente, pero no excluyente de quienes tienen otra tradición política, implica la vigencia de un núcleo constituido por los signos, símbolos y creencias que erigen el “Ser Nacional” como faro orientador de un pensamiento operativo y programático, adaptado a las actuales circunstancias; pero también nutrido por un cúmulo invalorable de experiencias sociales. La posibilidad propia del Movimiento se recrea así ante la dinámica de una realidad contundente, que impone la verdad sin artificios, sobre la polarización efímera de los relatos proselitistas.

En el aspecto de fondo, la tarea estratégica iniciada por el peronismo histórico, en parte cumplida y en parte pendiente, nos convoca hoy a preservar la democracia constitucional de las tendencias manifiestas de “gobernar de hecho”, con la inacción casi total del parlamento y la tergiversación reglamentaria de las leyes aprobadas por el Congreso. Pero preservar la democracia, que tanto nos costó restaurar a nosotros, y no a los empresarios especuladores que colaboraron y lucraron con la dictadura, exige también perfeccionarla deslindando posiciones con los extremos violentistas de ambos signos, y facilitar el camino pacífico de la participación activa del pueblo y sus organizaciones sociales libremente gestionadas.

La cultura del trabajo y la producción

La cultura del trabajo ubica al capital al servicio de la economía y ésta al servicio de la ciudadanía. Su centro de gravedad es la tarea productiva, equidistante del consumismo exacerbado y la apuesta financiera especulativa. Porque el empleo genuino enlaza cotidianamente vocaciones personales, vínculos familiares y relaciones solidarias que trascienden todo reduccionismo mercantil. Son los miles de emprendimientos y pequeñas empresas concebidas como formas entrañables de vida en común; lejos del subsidio sin destino, la deformación del mercado interno por la mala praxis comercial de las corporaciones, y la explotación abusiva de nuestros recursos humanos y naturales.

El mundo del trabajo y la producción vibra al unísono en un mensaje mayoritario, sencillo y potente, que no se puede desoír, so pena de frustrar el objetivo imprescindible de la unión nacional. Vía inaccesible para la tecnocracia autoritaria, que simula buenos modales en los estudios televisivos, sin hacer nada concreto para tomar distancia de sus intereses sectoriales y consensuar las pautas verdaderas de una salida de la crisis hacia el crecimiento y el desarrollo sostenido.

La gran paritaria nacional de la concertación económica y social

Disponerse a dialogar en busca de consenso, con paciencia y constancia, presupone, no la actitud despreciativa de la discriminación que profundiza la “grieta” o fractura de la sociedad, sino la consideración mutua de los actores tripartitos para un debate serio de sus propuestas bien fundamentadas. Es el modo de salir “por arriba” del laberinto de inflación y recesión que destruye los puestos de ocupación y empleo, especialmente en la matriz industrial y sus derivados fabriles.

El movimiento gremial tiene que estar a la altura de este desafío en las complejidades de una nueva escena geopolítica regional y mundial de grandes cambios e incertidumbre. Porque hasta los países centrales se han decidido a acotar el poder de las transnacionales, para la protección de sus mercados de trabajo y consumo. Ocasión para destacar al legado previsor de Perón, que anticipó la evolución del sindicalismo corporativo al sindicalismo comunitario, con la actualización de su paradigma de principios y procedimientos. Este reto inexorable exige la capacitación intensiva de sus nuevos cuadros y el recambio progresivo de los viejos dirigentes. Factores necesarios para revalidar la fuerza de su concepción doctrinaria y de su capacidad estratégica y táctica.

La comunidad nacional como sujeto histórico

La concepción justicialista, desde su gesta fundante, tiene una opción preferencial por los trabajadores, dada la especial función  que cumplen sus organizaciones en la base social de un país que ansia realizarse plenamente, sin recurrir a la violencia emboscada de un foquismo estéril. Para nosotros no se vence con las armas, sino con la inteligencia y la organización que provienen de una convicción inexorable. Esta preferencia, no es sectorial ni excluyente, porque respeta al conjunto del sujeto histórico que surge de la integración solidaria de la comunidad nacional.

Por lo demás, el justicialismo considera que en la justicia social no hay derechos sin deberes de cumplimento obligatorio, dentro de un criterio de armonía y equidad. En consecuencia, ningún peronista debe resignarse a soportar la evidencia de conductas insensibles, venales ni desviaciones  económicas. El mundo del conocimiento y la información facilita la tarea indelegable de corregir estas falencias, con una iniciativa orgánica y prudente que construya un consenso de renovación. Porque la organización prevalece finalmente sobre sus adversarios improvisados y necios, como  lo demuestra el modelo estructural de Perón, actualizable pero irreversible en el ciclo largo de la historia.


                                                                                             JULIÁN LICASTRO
Buenos Aires, Mayo de 2017.


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