martes, 5 de junio de 2018

I. EL MODELO ARGENTINO Y EL ARTE DE LA CONDUCCIÓN



I. EL MODELO ARGENTINO Y EL ARTE DE LA CONDUCCIÓN

  1. En la gran política lo más importante es decidir desde lo propio, movilizando unidas las energías y fuerzas nacionales hacia el modelo de país que anhelamos.

  1. Esto significa tomar la iniciativa en el orden exterior e interior, para construir “poder” como sistema compartido signado por el bien común.

  1. Un poder con visión estratégica y sentido social que ofrece  posibilidades para todos y no sólo a un sector.

  1. La fe imprescindible de un pueblo en su realización la define y decide, exigiendo imaginación, creatividad, honestidad  y constancia en la implementación de sus propias herramientas políticas, económicas y sociales.

  1. Por el contrario, la aceptación de un modelo impuesto por la globalización tecnocrática y la mundialización financiera lleva al fracaso; porque la desigualdad no es la causa sino la consecuencia de un esquema dominante.

  1. La mera ”gestión” de gobierno como rol administrativo, aún suponiendo un esfuerzo voluntarista, es insuficiente para asistir a la franja excluida por el carácter sesgado y especulativo de la concentración económica (monopolios y  oligopolios que se imponen sin limitación).

  1. Una nación substancial, no aparente, necesita, más que “gestores”, conductores y estadistas que logren la síntesis operativa de idealismo y realismo, de aspiración y posibilidad.

  1. La clave es concordar y concertar los grandes objetivos necesarios y sus lineamientos de acción, para poder actuar con éxito en el complejo ajedrez de los intereses regionales e internacionales.

  1. Necesitamos evolucionar del Estado-individuo al Estado-institución, para obtener la organicidad, la potencialidad y la continuidad requerida por un proyecto estratégico (la teoría errónea de un “Estado nacional mínimo” es funcional al mundialismo trasnacional).

  1. En el marco republicano, debemos perfeccionar nuestro ejercicio de la democracia representativa (“de, por y para el pueblo”), integrando los nuevos elementos de la democracia participativa (“con el pueblo”).
                                                                                                                       
  1. Para madurar en esta perspectiva sin violencia, donde la fuerza, la solidez y el impulso vienen del grado de capacitación  de cuadros y bases, es preciso elevar el nivel de conciencia política, evitando el entrismo, el oportunismo y la manipulación que son los vicios de la politiquería.

  1. El trabajo en equipo y en red es el más adecuado para generar nuevas estructuras y formas de representación y de acción, superando el espontaneísmo y las contramarchas  producto de la falta de preparación y de plan.

  1. La autoridad es una función de conducción y no de dominio: “conducir no es mandar sino persuadir”.

  1. Una conducción desorganizada cae en el individualismo, la arbitrariedad y el autoritarismo, que son su negación. Una conducción coherente  incluye habilidades de comunicación, negociación  y disuasión, ya que: “mejor que vencer es convencer”.

  1. La conducción, en tanto servicio a la comunidad, se manifiesta en los sistemas de “economía mixta” (empresarial privada y empresarial estatal), asegurando su complementación mutua con eficacia, sin negociados y sin conflictos de intereses.

  1. La palabra ordenadora y promotora de la conducción “hace y hace hacer”, mediante conceptos efectivos, sentimientos sinceros e imágenes atrayentes. La vulgaridad revela ignorancia.

  1. La mirada previsora de la conducción tiene el don de descubrir las líneas de resistencia de una situación; y a la vez, identificar las fuerzas dispuestas a su convocatoria para sumarlas.

  1. La crítica, como modo del conocer, se diferencia de la noción primaria de reproche o represión, ya que el saber, la comprensión y la experiencia política.

  1. El liderazgo implica las virtudes personales que dan brillo a la conducción orgánica y facilitan el desenvolvimiento estratégico.

  1. Se distingue de la mera “jefatura” formal o burocrática porque reúne: vocación, abnegación y carisma.

  1. La organización se humaniza, superando el “mando” mecánico con un liderazgo que protege y desarrolla la personalidad y valoración de sus integrantes y participantes.

  1. Liderazgo sin mesianismo; entusiasmo sin triunfalismo y prestigio sin elitismo. La verdadera excelencia es generosa.

  1. Respeto sin temor; adhesión sin obsecuencia y lealtad sin sumisión. La verdadera militancia exige dignidad.

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