1/2015
¿Hacia una democracia de trabajo?
LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN
Es necesario hablar sobre cómo se perfila el nuevo ciclo político para
avanzar respecto al reiterado balance- bueno, regular o malo, del ciclo ya
agotado. Empecemos destacando el protagonismo creciente de sectores no
militantes que se politizan. Son integrantes de la sociedad civil que tienen
sus propias ideas y motivaciones referidas a la marcha del país y quieren
participar de las decisiones públicas que los involucran. Han demostrado
capacidad de autoconvocatoria y sus manifestaciones emergentes de una serie de
momentos críticos, han desbordado las diferentes respuestas partidarias. Aunque
es natural que esta politización agregue valor a la pluralidad democrática,
todavía no alcanza el rango de una cultura política creativa, superadora de la
coyuntura.
Estas manifestaciones multitudinarias constituyen una reacción en los
hechos ante la incapacidad de los partidos y los políticos profesionales tan
fragmentados, y a la saturación producida por el populismo y el autoritarismo.
Es una fase decadente que sustituye la “política-acción” por la
“política-actuación”, con preeminencia del espectáculo, el marketing y la
banalidad. El resultado negativo resume referencias ambiguas, poca credibilidad
y actitudes demasiados cambiantes. Todo queda, finalmente, en un juego numérico
de encuestas por la representación, que significa ocupar un cargo, muchas veces
sin la condición cualitativa de la representatividad. Esta es una virtud
imprescindible, porque agrega a la legalidad electoral la legitimidad política
y la eficacia en la gestión de quienes están formados y capacitados como
estadistas.
¿Cómo se revierte esta involución que hoy inhibe el marco institucional
básico para el desarrollo del potencial económico y social argentino?. En
principio, retomando el camino de la construcción de ciudadanía con la prédica
y el ejemplo de principios y valores trascendentes, y estimulando el sentido de
pertenencia que es donde se cultivan las virtudes del orden republicano. Una
tarea nada fácil ni rápida pero que adquiere gran fuerza para encaminar el
futuro con estabilidad, convivencia y grandeza.
Si bien se ha registrado mediáticamente que la movilización civil es
más notoria en la clase media porteña, no hay que olvidar las manifestaciones
que a diario se realizan en los barrios de la capital, el conurbano y en todo
el país, algunos de gran magnitud reclamando por la delincuencia, el corte de
servicios, los graves accidentes evitables, la venta de narcóticos y la irresponsabilidad en el tránsito. Estos y
otros hechos lamentables, ligados directa o indirectamente a la corrupción,
suscitan el repudio masivo de sectores humildes y desprotegidos que peticionan
con la convicción de sus derechos. Por lo demás, en uno y otro sector social, hay que considerar que la
“movilización” no es sólo “manifestación”, sino un proceso integrado a logros
organizativos permanentes. Es decir, promotor en cantidad y calidad de
organizaciones libres del pueblo, autónomas del clientelismo y capaces de
llevar la iniciativa sin depender de dádivas ni subsidios.
De otro lado, valores superiores como libertad, verdad y justicia
tienen que sostenerse en el arraigo local concreto y no en declaraciones
abstractas. Siempre lo “universal” se genera paso a paso y lugar por lugar,
para no reducirse a una entelequia ni a un relato. Por esta razón histórica, la
construcción de ciudadanía se realiza mejor cuando acompaña la formación de la
conciencia nacional que distingue a los pueblos con personalidad e integrados
educativa y culturalmente. Allí, además de los sectores medios tradicionales,
se expresa el carácter de los productores y trabajadores de un país, porque la
unión y pacificación requeridas surgen de un criterio amplio de bien común,
dentro de un proyecto compartido. Luego, la democracia no corre el riesgo de
quedarse en la apariencia, y se ejerce vitalmente en tanto democracia
participativa y justa; todo lo cual constituye con ánimo deliberativo
generalizado que puede condicionar la postulación adecuada de un núcleo
esencial de políticas de estado, a defender por toda la comunidad después del
episodio comicial.
Nos preguntamos si debemos esperar una transición tranquila o
traumática. Sin duda hay que ser optimistas pero no ingenuos. Rescatar a las
instituciones exige paralelamente que se rescaten a sí mismas de la ineficacia
y la corrupción donde éstas existan. El límite a no traspasar es el uso de la
violencia con fines políticos y una malformación del poder con tendencia
absolutista: todos somos necesarios, pero ninguno imprescindible. Además, hay
que confiar en la trasformación sustancial que se está dando en la base social
democratizando la organización territorial feudalizada. Nos referimos al
impulso de las comunidades municipales con verdadero liderazgo que abren nuevas
perspectivas, por su contacto directo con la gente y sus aspiraciones de
trabajo genuino, seguridad y progreso.
Buenos Aires, marzo de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario