martes, 17 de marzo de 2015

¿Hacia una democracia de trabajo? LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN



1/2015
¿Hacia una democracia de trabajo?
LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN

Es necesario hablar sobre cómo se perfila el nuevo ciclo político para avanzar respecto al reiterado balance- bueno, regular o malo, del ciclo ya agotado. Empecemos destacando el protagonismo creciente de sectores no militantes que se politizan. Son integrantes de la sociedad civil que tienen sus propias ideas y motivaciones referidas a la marcha del país y quieren participar de las decisiones públicas que los involucran. Han demostrado capacidad de autoconvocatoria y sus manifestaciones emergentes de una serie de momentos críticos, han desbordado las diferentes respuestas partidarias. Aunque es natural que esta politización agregue valor a la pluralidad democrática, todavía no alcanza el rango de una cultura política creativa, superadora de la coyuntura. 

Estas manifestaciones multitudinarias constituyen una reacción en los hechos ante la incapacidad de los partidos y los políticos profesionales tan fragmentados, y a la saturación producida por el populismo y el autoritarismo. Es una fase decadente que sustituye la “política-acción” por la “política-actuación”, con preeminencia del espectáculo, el marketing y la banalidad. El resultado negativo resume referencias ambiguas, poca credibilidad y actitudes demasiados cambiantes. Todo queda, finalmente, en un juego numérico de encuestas por la representación, que significa ocupar un cargo, muchas veces sin la condición cualitativa de la representatividad. Esta es una virtud imprescindible, porque agrega a la legalidad electoral la legitimidad política y la eficacia en la gestión de quienes están formados y capacitados como estadistas. 

¿Cómo se revierte esta involución que hoy inhibe el marco institucional básico para el desarrollo del potencial económico y social argentino?. En principio, retomando el camino de la construcción de ciudadanía con la prédica y el ejemplo de principios y valores trascendentes, y estimulando el sentido de pertenencia que es donde se cultivan las virtudes del orden republicano. Una tarea nada fácil ni rápida pero que adquiere gran fuerza para encaminar el futuro con estabilidad, convivencia y grandeza. 

Si bien se ha registrado mediáticamente que la movilización civil es más notoria en la clase media porteña, no hay que olvidar las manifestaciones que a diario se realizan en los barrios de la capital, el conurbano y en todo el país, algunos de gran magnitud reclamando por la delincuencia, el corte de servicios, los graves accidentes evitables, la venta de narcóticos y  la irresponsabilidad en el tránsito. Estos y otros hechos lamentables, ligados directa o indirectamente a la corrupción, suscitan el repudio masivo de sectores humildes y desprotegidos que peticionan con la convicción de sus derechos. Por lo demás, en uno y otro  sector social, hay que considerar que la “movilización” no es sólo “manifestación”, sino un proceso integrado a logros organizativos permanentes. Es decir, promotor en cantidad y calidad de organizaciones libres del pueblo, autónomas del clientelismo y capaces de llevar la iniciativa sin depender de dádivas ni subsidios. 

De otro lado, valores superiores como libertad, verdad y justicia tienen que sostenerse en el arraigo local concreto y no en declaraciones abstractas. Siempre lo “universal” se genera paso a paso y lugar por lugar, para no reducirse a una entelequia ni a un relato. Por esta razón histórica, la construcción de ciudadanía se realiza mejor cuando acompaña la formación de la conciencia nacional que distingue a los pueblos con personalidad e integrados educativa y culturalmente. Allí, además de los sectores medios tradicionales, se expresa el carácter de los productores y trabajadores de un país, porque la unión y pacificación requeridas surgen de un criterio amplio de bien común, dentro de un proyecto compartido. Luego, la democracia no corre el riesgo de quedarse en la apariencia, y se ejerce vitalmente en tanto democracia participativa y justa; todo lo cual constituye con ánimo deliberativo generalizado que puede condicionar la postulación adecuada de un núcleo esencial de políticas de estado, a defender por toda la comunidad después del episodio comicial. 

Nos preguntamos si debemos esperar una transición tranquila o traumática. Sin duda hay que ser optimistas pero no ingenuos. Rescatar a las instituciones exige paralelamente que se rescaten a sí mismas de la ineficacia y la corrupción donde éstas existan. El límite a no traspasar es el uso de la violencia con fines políticos y una malformación del poder con tendencia absolutista: todos somos necesarios, pero ninguno imprescindible. Además, hay que confiar en la trasformación sustancial que se está dando en la base social democratizando la organización territorial feudalizada. Nos referimos al impulso de las comunidades municipales con verdadero liderazgo que abren nuevas perspectivas, por su contacto directo con la gente y sus aspiraciones de trabajo genuino, seguridad y progreso.
Buenos Aires, marzo de 2015


No hay comentarios:

Publicar un comentario