martes, 17 de marzo de 2015

Instituciones fundamentales de la democracia EL ROL DE LAS FUERZAS POLITICAS



3/2015
Instituciones fundamentales de la democracia

EL ROL DE LAS FUERZAS POLITICAS

Para la Constitución Nacional, los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático (Art.38).  Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro de una normatividad que debe garantizar su organización y funcionamiento, la representación de las minorías, la competencia de la postulación de candidatos a cargos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas. A tal efecto, el Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes; con la obligación consiguiente de las distintas agrupaciones de dar publicidad del origen y aplicación de sus fondos y patrimonio.

Se describe así un régimen de funciones que conforman un conjunto articulado, destacando el rol integral del partido político en la sociedad, especialmente por la necesidad de concordar el principio de elección, con el principio de selección. El primero destaca la votación, por la mayoría, de los candidatos que ocuparán los cargos dispuestos en la convocatoria electoral; mientras el segundo, fundado en la formación y la capacitación, tiende a remarcar la idoneidad necesaria para la gestión ejecutiva o legislativa que a ellos les corresponde. De esta doble condición surge el célebre aforismo que indica que: una de las faltas más graves en una república, es aceptar un cargo para el cual no se está preparado.

Es imprescindible ratificar la amplitud operativa y las múltiples misiones de las agrupaciones políticas. En particular, de cara a la transición emprendida hacia un nuevo ciclo gubernativo, para no volver a cometer los errores y las fallas de los períodos anteriores que, tarde o temprano, frustraron las esperanzas de tantos ciudadanos. Sobre todo, hay que superar la acepción popular de “partido” considerado un aparato profesionalizado, y cerrado en una tarea excluyente de carácter proselitista. Una estructura inerte, fuera de las campañas periódicas, con vacíos en la formulación doctrinaria y programática, y escasa preparación política y técnica de cuadros y dirigentes.

El arte de conducir seres libres es muy distinto al simple oficio de mandar en un régimen de sumisión o servilismo. En la conducción democrática ya el pensar es una praxis, porque tiene un método para concebir y priorizar los argumentos motivantes  de militantes, afiliados y adherentes. Luego la prédica coherente va logrando una unidad de acción voluntaria y solidaria enriquecida detrás del interés general. Éste ideal no desconoce el principio realista de que “todo poder tiende a expandirse”, potenciando la ambición desmedida de personajes venales y círculos de influencia. Pero estos males se moderan o se vencen cuando prevalece el equilibrio y la templanza de los verdaderos estadistas, que saben mantener firme el rumbo estratégico establecido orgánicamente.

El buen comportamiento y rendimiento de una fuerza, en realidad, no empieza en la tarea partidaria; ella requiere el precedente de la educación familiar y comunitaria donde se siembran las primeras nociones y aspiraciones espirituales. Y aunque las vicisitudes de la vida muchas veces parecen desmentirlas, siempre están allí como un faro orientador que hace posible las relaciones de intercambio y vecindad que tejen la trama de la sociedad.  Por el contrario, cuando el respeto mutuo y la reciprocidad moral desaparecen, la estructuración social se paraliza y la comunidad se autodestruye. En consecuencia, el ideal ético, más allá de de cierta “utopía” existe para exigir gobernabilidad, estabilidad y destino al instinto gregario. Y, a la vez, para ofrecer su impulso constructor a la naturaleza singular del hombre, desplegada políticamente en la geografía y la historia de su evolución.

Elevar el debate de contenidos que faltan en las mesas mediáticas; exigir el diálogo entre distintas corrientes para constituir alianzas perdurables; y lograr el clima tolerante que debe facilitar las discusiones racionales, siendo metas importantes no agotan el desafío que enfrentamos  de madurar ahora o decaer definitivamente. Según lo prueban las manifestaciones generadas por la actitud propicia de la base, también necesitamos mejorar masivamente el nivel de las conversaciones cotidianas que entablamos en los lugares de trabajo y en los espacios  públicos. Ya que muchos de los problemas que sufrimos lo son por nuestros hábitos individualistas y prejuiciosos, que nos impiden construir una identidad ciudadana creativa, pluralista y confiada en sí misma.
Buenos Aires, marzo de 2015

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