5/2015
Para saber votar
DISCERNIR ENTRE REALIDAD Y APARIENCIA
Desde siempre la
alegoría de la luz refiere al conocer, al pensar, a esclarecer la realidad por
la verdad develada en el trasfondo de los hechos. Y la alegoría de la oscuridad
hace a la ignorancia, la sinrazón, el enmascaramiento de las cosas con olvido
del ser substancial. Por eso, en el campo de la política, el conocimiento
alienta los hábitos democráticos que la perfeccionan; mientras la ignorancia,
incluso la del supuesto intelectual, se queda en la apariencia o la simulación
que la desgastan y destruyen.
La trayectoria
argentina es una muestra de estas tendencias opuestas, que chocan
periódicamente, frustrando la realización de la comunidad que requiere, en
cambio, la acumulación constante de esfuerzos virtuosos. Por lo tanto, aprender
a competir sin agredir y a disentir sin extremar las diferencias, es el ánimo
imprescindible para la convivencia cotidiana, y para construir progresivamente
un destino común de grandeza. Únicamente esta visión estratégica, capaz de
enlazar a varias generaciones, nos puede sacar de un clima de división,
escepticismo o indiferencia que no se compadece con nuestras posibilidades.
En esta laxitud
espiritual se esconde, sin embargo, una insatisfacción con los factores preocupantes
de nuestra inmadurez civil; además del disgusto íntimo que genera la indolencia
ante problemas crónicos que con el tiempo se naturalizan y aceptan. Máxime ante
el catalizador de una violencia pre-política que atraviesa el ámbito
intrafamiliar, vecinal y colectivo. Pulsión social a prevenir porque potencia
la inseguridad, y puede alcanzar formas “ideológicas” de polarización en la
catarsis de una crisis no querida.
Así, es difícil
progresar en la historia con una tonalidad de cambio y solidaridad, porque
falta la “nave” de la metáfora clásica que simboliza el ensamble de Estado y
sociedad para mantener el rumbo firme en circunstancias difíciles. He ahí la
tarea de restauración a cumplir en lo político, empezando por el debate
pendiente del “qué hacer” fundado en argumentos demostrables y fuerza
probatoria. Lo contrario del discurso anodino de inspiración publicitaria que
todavía impregna a algunos candidatos y los torna ambiguos, volubles e
intercambiables.
Las campañas
electorales no ocurren para lograr tan magros resultados, sino precisamente
para promover el perfil dirigente de todos los candidatos; en especial los
pretendientes a los niveles de conducción superior que exigen idoneidad,
abnegación, decisión y humildad. En consecuencia, no es la frivolidad ni el
improperio la materia prima de una actividad que debe recuperar el lenguaje
conceptual y simbólico que consolida el arte del liderazgo, y articula un
despliegue de equipos de trabajo y organización territorial. Recambio de ciclo
significa conclusión de los “relatos” de uno y otro lado, utilizados para
posicionarse ante un “modelo” que ya no existe.
Vislumbrar lo nuevo implica el momento propicio para aproximarse a la
verdad, porque ocultarla o disimularla transmite incertidumbre y paraliza el
impulso de la tarea pendiente. Lo mismo pasa con las verdades a medias: porque
gestión sin conducción es mera administración carente de perspectivas; política
sin ética es corrupción impune; y ética sin política es simple declamación de
falso moralismo. En fin, que la democracia no debe simularse sino realizarse
con el respeto al funcionamiento institucional y a la cultura de la producción
y el trabajo.
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