En el desarrollo de las primarias
APRENDER DE LOS ACIERTOS Y ERRORES
La comunidad es una
construcción conjunta que trasciende todo aislamiento individual organizando
sus relaciones de producción, reproducción y convivencia. Sin el ideal del bien
común, que madura como cultura de identidad y arraigo, ella se reduce a un
conglomerado amorfo, inestable y violento que frustra expectativas y
esperanzas.
La diferencia entre
uno y otro estadio de la evolución política, corresponde al progreso de las
instituciones y estructuras, y a la solvencia del régimen de conducción y
gobierno. La calidad del poder así constituido abre o cierra perspectivas
económicas y sociales en cada etapa; encomiando la selección y elección de sus
dirigentes en un marco civil centrado en el deber y la satisfacción de
participar.
Las campañas
electorales resultan importantes porque en ellas se juega el destino de un
tramo de trayectoria histórica, con consecuencias que, a veces, comprometen
factores claves que hacen a su razón de ser. Por tanto, hay que advertir sobre
simulaciones y aventuras que pueden dañar la síntesis vital de la cuestión
nacional, que es menester preservar de la fragmentación decadente y estéril.
Hoy, el desarrollo
de los comicios primarios ofrece la oportunidad de efectuar un balance
metodológico de los errores y aciertos en el modo de ejercer el sufragio, con
el objeto de mejorar la acción de fondo enfocada en las elecciones generales.
Con este propósito, la referencia debe superar lo táctico con lo didáctico,
para contribuir al esclarecimiento
mutuo, que es lo propio de la educación política entre personas libres.
Una falla letal
para la democracia es el fraude, real o aparente, por comisión u omisión de las
autoridades responsables, máxime en los procedimientos tecnológicos que
multiplican el volumen de votos afectados, respecto a las consabidas trampas a
escala reducida de ciertos punteros barriales. De igual manera, una
“modernidad” mal entendida puede variar la pretensión innovadora de los
partidos no tradicionales. Ellos tienen que prevenir las mañas del viejo
caciquismo, como la saturación personalista, el uso discrecional del aparato,
la opacidad en la administración de fondos y las designaciones arbitrarias o
divisionistas.
Lo más positivo del
balance, todavía incipiente, es el tono moderado de los precandidatos
triunfantes en los distintos espacios, y su disposición a dialogar sobre el eje
de políticas públicas concertadas. Dato relevante, después de un tiempo de
confrontación excesiva, que revierte ahora en una apertura. Es una amplitud de
miras que representa mejor la directriz de la alternancia democrática, respecto
al esquema “cambio o continuidad” carente aún de debates y precisiones
programáticas.
La unidad requerida
no es la uniformidad insulsa entre componentes demasiado semejantes, ni la
verticalidad fingida para obtener favoritismo. Por el contrario, es la unión
dinámica de aportes esenciales para enriquecer una plataforma compartida. Éste
es también el valor de la reflexión política, porque repensar lo actuado, sin
engañarse a sí mismo, fortalece la estrategia y anula la tentación del
escepticismo y del cinismo.
Revisar los flancos
vulnerables de nuestra acción, implica una catarsis de alcance filosófico por
su apelación a la sabiduría y la prudencia, que libra a la militancia honesta
de los resabios de lecciones vividas dolorosamente. Así permite aprovechar los
beneficios de todo lo aprendido en la práctica concreta, para retomar con
energía la misión permanente.
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