miércoles, 13 de septiembre de 2017

LA COMUNIDAD DEL AFECTO EN LA EDUCACIÓN POLÍTICA MUTUA



LA COMUNIDAD DEL AFECTO EN LA EDUCACIÓN POLÍTICA MUTUA


La dimensión espiritual del saber

El acceso al saber crea al maestro. El traza el primer avance sobre el conocimiento político y doctrinario acumulado en un largo proceso colectivo. La conclusión reciproca también es cierta, porque el maestro es ante todo guía espiritual, pues la dimensión superior de la existencia humana no es sustituible por la técnica. Luego, el verdadero maestro es un maestro de vida, sea por la palabra hablada que nos imprime su energía, sea por la palabra escrita que profundiza la reflexión, consolida la enseñanza y facilita la polémica enriquecedora.

Con su ayuda comenzamos a percibir nuestro camino con los ojos de la filosofía y de la historia .Porque la “vida se entiende mirando hacia atrás y se realiza mirando hacia adelante”. En esta paradoja nos encontramos con nosotros mismos para construir nuestro destino irrevocable. Si elegimos mal y edificamos una vida falsa, el tiempo actúa como vengador y nos pide cuentas en el momento más inesperado. Si elegimos bien, al menos en las cuestiones importantes, y corregimos nuestros errores, la duda existencial, que siempre habita la conciencia individual, se alivia con la esperanza de la “misión cumplida”.

Decían los clásicos que el hombre es “el ser que valora”, condición ineludible para crear y ejercer la voluntad de hacerlo, de donde surge la conducta adecuada. Ser, en consecuencia, implica formarse en el esfuerzo y defender la causa asumida para justificar la existencia. Actitud que desafía el sentimiento depresivo de la “nada”, genera un campo específico de acción y, al aceptar los peligros de una militancia honrada, forja el sentido heroico de la lucha.

La valentía exigida ante las pruebas de la adversidad se llama dignidad, más allá del coraje físico. Y el vínculo afectivo entre maestro y discípulo, en el taller apasionante del liderazgo, comienza en el principio de respeto. No hay educación sin voluntad de aprender; por eso, quien niega la consideración, debida, por su versión sectaria y no amplia de la juventud, niega su misma evolución y se condena perpetuamente a la ignorancia.

Conformación de la personalidad política

La autenticidad en la conformación de la personalidad política, reclama superar la exacerbación del individualismo para adquirir la fuerza de la pertenencia. Esto no demanda renunciar a la realización personal, sino concretarla plenamente en el seno de la comunidad, compartiendo vivencias, protagonismo y solidaridad. La comunidad, para serlo realmente, requiere organización y conducción como categorías fundantes y como criterios de convivencia. Es la decisión consciente de sus integrantes por constituir una ética pública práctica.



La formación de líderes en todas las disciplinas es una misión de todos, porque si los cuadros no demuestran sus virtudes, los valores no valen y la conducción no conduce. Por eso “poder” es una palabra vacía de verdadero contenido si no se basa en la autoridad moral y la eficacia directiva, algo que no surge del proselitismo vulgar o del acomodo y el reparto. Nace en rigor de un proceso intenso de “toma de conciencia” que reclama cada vez mayor entrega y responsabilidad. Quien elude este compromiso recusa el fundamento de su función referencial y la usurpa, mereciendo su revocatoria.

Tenemos una existencia anterior y otra posterior a nuestro limitado tiempo biológico. La anterior puede rastrearse en la herencia histórica que nos precede; y la posterior advertirse en la posible continuidad de nuestros pensamientos y obras. Estamos involucrados pues en el concepto de ”especie” con instinto de sobrevivencia; y también en la impronta de una cultura de participación determinada. Porque el horizonte de libertad y justicia se eleva mediante logros trascendentes que sólo se alcanzan de manera conjunta.

La “vida activa” más propia de la juventud y la “vida contemplativa” del veterano no antagonizan, al complementarse en el curso constante de la educación y la capacitación política mutua. Con la contemplación y la meditación juzgamos la actividad y la práctica en el marco de una doctrina no dogmática. Mientras que en el desempeño activo, donde la creación deviene a sus formas estratégicas y tácticas, estamos obligados a vernos cara a cara con la realidad, sin excusas ni justificaciones.

Significado, simbolismo y sentido político

Un pensar orgánico, capaz de mantener la coherencia de un movimiento multitudinario, se ordena según este tríptico. En principio, el “significado” de un acto es la manifestación de las propiedades políticas que entraña para realizar su propósito sin equívocos ni confusiones. El “simbolismo”, a su vez, prolonga la evocación inspiradora de las conductas ejemplares. Y el “sentido” permite asimilarlo en el contexto histórico, sintetizando los anhelos y sentimientos que le dieron origen.

Vías necesarias para la credibilidad de la prédica y la militancia, dentro del plan de contener y concentrar fuerzas, construyendo lo permanente, no lo efímero. De allí la maestría destacada por su facultad de enfrentar la anticultura            de lo “urgente” sobre lo “importante”. Y elucidar el culto mediático por lo instantáneo y lo fugaz para borrar la memoria colectiva. Su testimonio irrefutable evita la banalidad que no constituye recuerdo, ayudando a preservar el patrimonio público de la conciencia nacional.

Buenos Aires, 14 de septiembre de 2017.
Julián Licastro

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