lunes, 11 de septiembre de 2017

METODOLOGÍA DE LAS ALIANZAS



METODOLOGÍA DE LAS ALIANZAS

La voluntad de unión

Frente a la sombría exhibición de divisionismo inocuo, en la crisis cultural de nuestra sociedad, surge la respuesta de la razón como voluntad de unión. Pero no hacia cualquier forma de unidad, sino de aquella que manifiesta los rasgos de la verdad y la justicia, en tanto valores motivantes de los impulsos asociativos comunitarios. Luego, la alianza es la proyección de una identidad significante, que desea ampliarse para crear una “cadena de potencial” por la diversidad complementaria de sus propuestas y medios.

Es la manera prudente de reducir riesgos, disminuir bajas, acceder a espacios de acción más influyentes y descubrir nuevas alternativas de movilización y desarrollo. Aquí el arte de la estrategia se combina con el oficio de la diplomacia para servir a la gran política, demostrando que el “todo cualitativo” es superior a la mera suma de sus partes. Hecho evidente que contagia el efecto sinérgico de la multiplicación de logros efectivos, que resultan imperdibles para un conjunto con ciertas expectativas unificantes.

La razón profunda, no el intelectualismo superficial, se enfoca entonces en la articulación de “alianzas tácticas”, como modo expeditivo de salvar dificultades. Mientras construye “alianzas estratégicas” que, sobre el ejercicio básico de lo urgente, aspiran a compartir líneas programáticas y operacionales de vasto alcance, visión panorámica y consistencia en los cuadros directivos.

La alianza es, a la vez, una herramienta de lucha y de paz, de resistencia activa y de gobierno estable, en la sucesión habitual de las etapas de un nuevo ciclo histórico. Porque aliarse con éxito, en una dimensión prolongada, es obligarse mutuamente a cubrir las falencias y debilidades de sus integrantes. La cuestión es elegir correctamente los aliados para sostener lo esencial de lo concertado, y superar las desavenencias frecuentes de la práctica cotidiana de la militancia. La prioridad se consustancia en un nivel elevado que define claramente los objetivos centrales y los lineamientos de ejecución apropiados a una serie de eventos decisivos.

La elección de los aliados

En el terreno concreto de las “fuerzas en presencia” hay poco margen para la retórica discursiva y la expresión gratuita de deseos, porque prima la disposición espiritual y física de asumir un gran esfuerzo. Aunque la persuasión no se interrumpa nunca, ya que no hay aliado perfecto, incondicional y definitivo. La evolución de las circunstancias beligerantes, sumará o restará fuerzas a la coalición; o podrá cambiar la naturaleza o el grado de la relación establecida inicialmente entre los concordantes.

La responsabilidad de conducción debe evitar desprestigiarse con fracasos en su política de alianzas, lo que implica no apresurarse en la elección del “quién” y del “cómo” de cada acuerdo a establecer. Y especialmente, no improvisar compromisos, descartar referencias ambiguas o consentir ansiedades oportunistas. Ser amable y ponderado siempre, porque las vinculaciones políticas suelen regresar, aún para incitar conflictos. Como la presencia irritante de los “falsos aliados”, campeones del rumor disolvente, y de la deserción instantánea ante el menor contratiempo.

Trabajar intensamente en reunir aliados exige coherencia y constancia. No subestimar a ninguno, ni tampoco permitir que nadie nos haga sentir dependiente de su “apoyo” especulativo. Por esta causa es primordial, como ya lo anticipamos doctrinariamente, dedicarse a crecer y organizarse en medio de la crisis, con prudencia para fortalecer nuestro propio despliegue y estructuras de contención. La clave es no caer en situaciones que desmerezcan la tarea necesaria de predicar con el ejemplo la recomposición nacional.

Liderazgo y posición central

Todo dispositivo defensivo tiene vanguardias, retaguardias y alas derechas e izquierdas. Fracciones especiales que existen en función de proteger al “grueso”, a la columna principal, y no al revés. Principio basamental que condena la ambición letal de algunas jefaturas que proponen “la misión invertida”, pretendiendo que el conjunto se inmole detrás de iniciativas parciales, pero serias y carentes de posibilidades reales de triunfo.

Perón fue un maestro en ejercer su liderazgo desde la posición central, equidistante de alas y flacos subsidiarios, para salvaguardar, precisamente, al Movimiento Nacional de los intentos extremos con inferencia ideológica. Una función nada fácil, porque significa lidiar constantemente con ideas contradictorias, antagonismos internos y tendencias facciosas, cuando ha llegado la instancia de inclusión y no de exclusión.

Las alianzas no se impulsan por la palabra “anti”, sino por la palabra “con”; eslabonando con flexibilidad los objetivos sectoriales legítimos que dinamizan, coordinadamente, toda nuestra actividad económica, cultural y política. En tiempos muy sensibles por la fractura social expuesta, la conducta personal incide más que nunca en la ley moral de la conducción pública como verdad de experiencia. Ella enfatiza la humildad sincera y la autenticidad, sobre la simulación virtual y el sofisma tecnocrático.

                                       Buenos Aires, 11 de septiembre de 2017.
                                                                               Julián Licastro

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