miércoles, 5 de noviembre de 2014

ENCUENTROS CON JORGE ABELARDO RAMOS El colorado más querido por los peronistas



Al cumplirse 20 años de la inscripción histórica del inolvidable “Colorado”, dicho así en un doble sentido, me sumo cariñosamente al homenaje de sus amigos y discípulos de partido, desde mi identidad peronista, que reafirmo plenamente más allá de la crítica y autocrítica por las falencias y desviaciones cometidas en su  nombre. Creo que así vale este modesto testimonio, recuperación de la voz del maestro que trasciende sus propios núcleos políticos, para impregnar a la amplia comunidad que sigue los principales lineamientos del pensamiento nacional.

Leyendo a Ramos me acerqué a sus ideas señeras, junto con un grupo de instructores del Colegio Militar que, en 1969, nos fuimos identificando precisamente por los libros que teníamos en la biblioteca personal de nuestras habitaciones del casino de oficiales, con el deseo de entrevistarlo y conversar personalmente. Hernandez  Arregui, otro de mis pensadores escogidos, me decía: “lo mejor de mí puede conocerlo en mis obras”; pero yo, ya con una vida hecha, pienso que el hombre verdadero está detrás de la máscara en que refugia su autenticidad o su profesionalismo. Pinceladas de humanidad que se recuerdan con calidez, mezcladas indisolublemente con el eco profundo de sus ideas vigentes.

Tuve la suerte de tratarlos a ambos con frecuencia, porque en esos años de protagonismo militar de la política, era difícil resistirse a una invitación para reunirse con oficiales jóvenes que soñaban con la revolución nacional. De igual manera, desfilamos por la casa de Jauretche -que en ese momento estaba con Methol Ferré quien me regaló su libro “El Uruguay como problema”- Rodolfo Puiggros, José María Rosa, Fermín Chávez, el inefable Cesar Marcos y otros ilustres argentinos, de quienes atesoro sus escritos, con dedicatorias generosas de aliento en una misión que sabían demasiado difícil en la era de un antiperonismo cerrado.

Ellos, pese a los desengaños y persecuciones sufridas, no habían perdido la esperanza del regreso a la causa nacional de la Fuerzas Armadas, especialmente del Ejército, y nos animaron a viajar a Madrid para recibir el dictamen de nuestro hombre del destino, iniciando con ello una larga e intensa trayectoria política.
Hay muchas vivencias que marcaron desde entonces mi vida, los años culminantes, y que ya he narrado detalladamente en “Diálogos con Perón” – Lecciones Actuales”[1], que es inconveniente repetir fuera de un contexto de época, que es distinto, aunque sigue pendiente el mismo noble compromiso de construir el potencial de la Argentina. Diré sin embargo, para respetar las notas personales que, caracterizan este homenaje que, entre la personalidad seria y solitaria de Juan José y la más sencilla y campechana de Don Arturo, Jorge Abelardo se distinguía por su oratoria locuaz y brillante, y sus planteos animados de esa cierta “locura” que da la mística de una militancia que consume la vida.

El cardenal Antonio Quarracino, con simpatías peronistas, que  lo veía en el hospital donde se moría en la soledad de los grandes, me contó que Ramos le dijo, en una de sus últimas visitas y guiñándole un ojo: “ahora comprendo la razón de un celibato sincero, porque una fe muy fuerte suele sacrificar la familia”.

Volviendo a la relación polémica de Abelardo y Juan José, al principio muy amigos, se distanciaron por la cuestión de crear o no un partido de izquierda nacional al margen del peronismo; ya que según Hernández Arregui, lo que sí se necesitaba era conformar un ala izquierda del movimiento, pero unida al conjunto mayoritario y heterogéneo de éste. Ironías del destino porque, cruzando estas posiciones que los diferenciaron durante décadas, uno se acercó a la autarquía de la tendencia y el otro casi se afilia al justicialismo.

Respecto a nuestras divisiones y peleas internas, le escuché decir al Colorado: “gracias a que no me encuadré con ninguno, todos los peronistas son mis amigos”. Creo que hacia referencia al devenir azaroso de los movimientos de base tan ancha que son vulnerables al copamiento de los advenedizos y oportunistas. Situación lamentable que deja en el camino lo mejor de su reserva de cuadros políticos, sociales y técnicos; y que no hemos podido revertir todavía.

Los forjadores de la conciencia nacional

El homenaje a Ramos se extiende a todos aquellos pensadores de su generación que, desde las postrimerías de la década infame y el llamado “fraude patriótico” forjaron, en el fragor de la entreguerra, la conciencia nacional de los argentinos, tal como llegó a nosotros en las décadas del 60 y 70.

Recibimos de ellos, no sólo una nueva “práctica” política basada en la austeridad y el sacrificio, sino una verdadera “praxis” como proyección de un patriotismo popular emancipador, y munida del criterio de análisis para la reflexión objetiva sobre la corrección o no de nuestras posiciones estratégicas en el terreno de lucha.

Ellos ya no están físicamente, y gran parte de su mundo geopolítico y geoeconómico se transformó con nuevos desafíos. Por eso, como  auténticos discípulos, en vez de nostalgias y reiteraciones, debemos transmitir la importancia de su honestidad intelectual y valores humanos, y los principios fundamentales que, por su alto contenido conceptual, constituyen referencias permanentes para la continuidad de la militancia, en la natural complementación de las sucesivas  generaciones.

Luego, es menester asumir con humildad y firmeza la condición de transmisores de una experiencia que no merece el olvido, pero agregando nuestras propias consideraciones y vivencias sobre las materias que cada uno ha trabajado con solvencia; y que resta plasmar orgánicamente como propuestas de políticas de estado, junto a la articulación paulatina de redes de equipos idóneos para un nuevo e indefectible ciclo democrático[2].

Como nuestro talento es modesto, comparado con el de aquella generación histórica, podemos mitigar la diferencia con una tarea conjunta que ellos no terminaron de lograr, en la era de las grandes individualidades intelectuales, teóricas, históricas y literarias de la línea nacional: porque hoy tenemos las facilidades técnicas y metodológicas para el trabajo colectivo, aplicado específicamente a lo útil, que en la gran política, no en la politiquería, siempre mira al porvenir.



[1] Editorial Lumiere, Buenos Aires 2012, texto ampliado de las versiones anteriores publicadas con el título “Mi encuentro con Perón. Memorias e ideales”, en los años 2004 y 2008.
[2] Con el Dr. Luís Rodríguez debatimos mucho este tema, aprovechando la confianza y franqueza que prodigan 40 años de amistad. Él fue el compañero destacado por Ramos para participar activamente del proyecto de la “Generación Intermedia” desde la Secretaría Política de la Presidencia de la Nación, a mi cargo y cuya red de contactos mantuvimos en los peores años de la dictadura. Mi reconocimiento especial por sus innumerables aportes nacidos de un entusiasmo  lúcido y  permanente.

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