miércoles, 5 de noviembre de 2014

ESPÍIRITU NACIONAL CON GRANDEZA Y VOCACIÓN DE TRABAJO




El ser nacional: teoría polémica o vivencia efectiva

   Una comunidad organizada existe como entidad nacional significante si es capaz de encarar un espíritu histórico de grandeza. Es decir, si se propone algo más que la simple subsistencia de los países  marginados o fallidos, que carecen de personalidad cultural y proyección estratégica. Definición preliminar para ubicar este concepto en una posición equidistante de cierta izquierda que lo desdeña por sus prejuicios ideológicos, y de cierta derecha que lo exalta con carácter reaccionario y xenófobo.
   La historicidad, en cambio, procede de los factores de espacio y tiempo  en los cuales se concreta la realización de un pueblo, con conciencia y voluntad de serlo. El “espacio” significa el lugar de pertenencia, que se debe ocupar y organizar plenamente, armonizando geografía y población en un orden territorial fructífero. Y “tiempo” expresa las etapas y ciclos vigentes en la trayectoria evolutiva de cada comunidad. Sin estos contenidos, en permanente gestación por la experiencia colectiva, no hay historia, sino naturaleza, cuando no regresión a las formas primarias de los agrupamientos humanos.

El ser político como nutriente del ser nacional

   Esta es la involución que, explicita o implícitamente, provocan los ideologismos laterales a la amplia perspectiva de despliegue de la comunidad, y cuya acción se inclina a la división y polarización, y finalmente a la disgregación nacional por una crisis de identidad no resuelta. Dilema que es menester dilucidar con la dinámica de la participación civil, la organización social y la renovación institucional, recuperando el principio del bien común: única forma de dignificar la política y vencer a la corrupción, la arrogancia y  el desánimo.
   Vocación de trabajo y servicio que, trascendiendo la escena proselitista, comienza en los sectores abandonados por la mala dirigencia. Labor muy distinta al simple montaje y desmontaje de agrupaciones rentadas de apoyo a candidatos oportunistas o fugaces. Ellos son más sensibles a la figuración y la componenda, que a las necesidades apremiantes de los argentinos invisibles para las estadísticas oficiales de pobreza.

La necesidad de verdaderos estadistas

   En una percepción superior de la política, conviven el tiempo presente, con el pasado-presente y el futuro-presente. Juntos crean las categorías existenciales de la memoria histórica y del proyecto histórico, sin las cuales no surgen los estadistas de gran trayectoria. Nos demoramos así en el subdesarrollo político,  económico y social pese a nuestros recursos humanos y naturales; porque el exceso de candidatos, jefaturas y caudillismos no disimula la falta de liderazgos sólidos, equipos de excelencia y planes con medidas serias y de fondo.
 Sólo una nación sustancial, no nominal, tiene valores fundamentales, intérpretes válidos, representantes honestos y dirigentes sabios. Son las virtudes palpables que le permiten reconocerse y hacerse conocer, sobre los discursos aleatorios de oficialistas y opositores en el estrecho marco de los intereses partidistas y facciosos. Una nación que, segura de su valer, se abre al intercambio fructífero con toda la esfera internacional, sin cambiar un poder dominante por los arrestos de otros, con el señuelo de la burocracia ideológica inepta [“los sabios ignorantes”].

Crítica, autocrítica y actualización

   De cara al porvenir, es preciso recoger las mejores experiencias de las distintas tradiciones políticas que confluyen en el objetivo de realizar la patria pendiente, sea antes o después del hecho comicial. Por lo demás, su resultado serviría de poco sin las reformas consensuadas que esperan el fin de un ciclo terminado y la reconstrucción del diálogo institucional y social para la concertación. Por nuestro lado, es urgente procesar la crítica, la autocrítica y la actualización que nos refiera sinceramente a la esencia del movimiento originario: soberanía, independencia y justicia, sin simulaciones, imprevisiones ni caos.
   La militancia vocacional, pero no ingenua, implica humildad, entrega y esfuerzo para adentrarse profundamente en la densidad de la vida comunitaria; logrando, en libertad, el equilibrio entre realización personal y colectiva. Con esta finalidad, hay que capacitarse en organización, conducción y planificación, sabiendo que quienes piensan diferente representan variantes respetables, y aún pueden actuar como adversarios electorales, pero son partícipes necesarios de la unión y el desarrollo nacional. [14.7.14]


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