miércoles, 5 de noviembre de 2014

LIDERAZGO DE ACCIÓN O LIDERAZGO DE ACTUACIÓN


El rol específico del pensar teórico y técnico

   El aprendizaje político de los pueblos se desenvuelve a lo largo de un proceso con sus tiempos de maduración, porque se realiza en el terreno de la práctica, la experiencia y la prueba permanente. Todo intento de apresurarlo ideológicamente suele condenarse al fracaso, por la impaciencia del pensar teoricista que a veces “conoce” sin “comprender la realidad y, en su abstracción, no distingue los factores reales que influyen en su dinámica.
   Esta limitación “intelectual” resalta el rol específico de los verdaderos pensadores con abnegación vocacional, que quieren acompañar, y en lo posible facilitar, esa evolución. Finalidad tras la cual tratan de captar las vivencias y criterios del conjunto social y sus complejidades sectoriales, para participar con desarrollos teóricos y técnicos que, sin imposiciones mesiánicas, brinden herramientas y metodologías de apoyo.

La toma de decisiones como proceso racional y perfectible

   Esta actitud científica (no cientificista), aportando creativamente a la conducción democrática, y comprometida con el bien común, es clave en la elaboración de políticas públicas eficaces, necesarias para una prosperidad sustentable. Una tarea de profesionales de excelencia, seleccionados sin prejuicios partidistas, para asistir al sistema integrado de toma de decisiones con temperamento racional y perfectible. Se suman así cualitativamente las mejores ideas dentro de una lógica dialogante y comprensiva, en un clima imprescindible de eticidad, sin favoritismos ni privilegios.
   Los grandes planes se orientan por grandes objetivos alcanzables gradualmente, y cuyo peso laboral, económico y financiero debe ser transgeneracional, porque los ciclos amplios de una estrategia transformadora dan fruto final a largo plazo, y no sacrificando a nadie. De igual manera, estos objetivos tienen que definirse con exactitud y sustentarse en estudios profundos; y no en el “tráfico de sentimientos nacionales” de la propaganda  sin escrúpulos. Aunque el tiempo se encarga en definitiva de desmentir todo ilusionismo, en la coyuntura afectan nuestra credibilidad como país en áreas vitales que hacen a la geopolítica, la defensa, la infraestructura y la integración territorial.

Ejecución y verificación de los planes

   Sin embargo los planes no son para los planificadores como círculos tecnocráticos, encareciendo la conveniencia del resaltar el carácter orientador y concertador de la articulación de medidas propuestas, para conseguir la aprobación del pueblo y sus organizaciones. Se abre así la etapa del debate político y social del plan, para enriquecerlo con el aporte de todos y lograr la mayor participación. No podría ser de otro modo, porque las políticas de estado (no de partido, ni facción) surgen de necesidades imperiosas y colectivas, y su ejecución debe verificarse, paso a paso, con los organismos de regulación, auditoría y control democrático.
   Por su extensión en tiempo y espacio, la planificación concertada requiere continuidad y reafirmación en la alternancia constitucional de los gobiernos sucesivos. Sin estos principios vitales, son esperanzas y recursos perdidos y mayor desprestigio de la dirigencia política. Luego, hay que asimilar la lección afligente de sufrir la incoherencia de los “liderazgos de actuación” con discursos contradictorios y elusivos, y optar por el estilo de trabajo organizado de los “liderazgos de acción”, según sugiere la doctrina.

Sentido histórico o sentido histriónico

   En los tratados de filosofía política e historia hay muchas referencias objetivas sobre las formas erróneas de conducción que, con distintos tonos, señalan el riesgo del liderazgo “histriónico”. Un papel comparable al actor compenetrado en la escena de la representación teatral, con la pericia de creer “sinceramente” su ficción. Un personaje a tiempo completo, sin el descanso de la realidad y la depresión del entreacto, que se  encierra totalmente en la trama del argumento, como huida del “ser” hacia el “parecer”.
   Es la sobreactuación frecuente en la mentalidad políticamente narcisista, que en la escuela de cuadros hay que deshechar, cambiando la imitación por la autenticidad, la frivolidad por la profundidad, la seducción por la persuasión, la apariencia por la verdad y la soledad por la solidaridad. Seriamos entonces líderes serviciales; firmes sin arrogancia, serios sin solemnidad, formales sin rigidez y honestos con nosotros mismos, al tratar de resistir los vicios de la arbitrariedad, la sobreactuación y la hipocresía. [28.7.14]


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