1/2015
LAS CLAVES POLÍTICAS DE LA TRANSICIÓN
Destacamos el protagonismo de
sectores no militantes que se politizan. Son integrantes de la sociedad civil
que tienen sus propias motivaciones referidas a la marcha del país y quieren
participar de las decisiones que los involucran. Han demostrado capacidad de
autoconvocatoria y sus manifestaciones, emergentes de momentos críticos, han
desbordado las respuestas partidarias. Aunque esta politización, que agrega valor
al pluralismo, todavía no alcanza el rango de una cultura política superadora
de la coyuntura.
Estas manifestaciones
multitudinarias constituyen una reacción ante la incapacidad de los partidos en una
fase decadente que sustituye la “política-acción” por la “política-actuación”,
con preeminencia del espectáculo. El resultado resume ambigüedad, poca credibilidad
y actitudes cambiantes. Todo queda en un juego de encuestas por la
representación, que significa ocupar un cargo, muchas veces sin la condición
cualitativa de la “representatividad”, que es imprescindible, porque agrega a
la legalidad electoral la legitimidad política de la eficacia.
¿Cómo se revierte esta involución
que hoy inhibe el marco institucional para el desarrollo del potencial
económico y social argentino?. En principio, retomando el camino de la
construcción de ciudadanía con la prédica y el ejemplo de principios y valores
trascendentes, y estimulando el sentido de pertenencia que es donde se cultivan
las virtudes republicanas. Una tarea nada fácil ni rápida pero que puede adquirir
fuerza para encaminar el futuro.
Si bien se ha registrado
mediáticamente que la movilización civil es más notoria en la clase media
porteña, no hay que olvidar las manifestaciones que a diario se realizan en los
barrios de la capital, el conurbano y en todo el país, reclamando por la
delincuencia, el corte de servicios, los graves accidentes evitables, la venta
de narcóticos y otros problemas
recurrentes.
Estos hechos, ligados directa o
indirectamente a la corrupción, suscitan el repudio de sectores humildes y
desprotegidos que peticionan con la convicción de sus derechos. Por lo demás,
en uno y otro sector, hay que considerar
que la “movilización” no es sólo “manifestación”, sino un proceso integrado a
logros organizativos permanentes. Es decir, promotor de organizaciones libres, autónomas del clientelismo
y capaces de tomar iniciativas sin depender de dádivas.
De otro lado, valores superiores
como libertad, verdad y justicia tienen que sostenerse en el arraigo local y no
en declaraciones abstractas. Siempre lo “universal” se genera paso a paso y
lugar por lugar, para no reducirse a una entelequia ni a un relato. Por esta
razón, la construcción de ciudadanía se realiza mejor cuando acompaña la
formación de la conciencia nacional, que distingue a los pueblos con
personalidad.
Allí, además de los sectores medios
tradicionales, se expresa el carácter de los productores y trabajadores, porque
la unión y pacificación requeridas surgen de un criterio amplio de bien común.
Luego, la democracia no corre el riesgo de quedarse en la apariencia, y se
ejerce vitalmente en tanto sistema participativo y no autoritario.
Nos preguntamos si tendremos una
transición tranquila o traumática. Hay que ser optimistas pero no ingenuos: rescatar
a las instituciones exige paralelamente que se rescaten a sí mismas de la
ineficacia y la corrupción donde éstas existan. El límite a no traspasar es el
uso de la violencia con fines políticos y una malformación del poder con
tendencia absolutista.
Además, hay que confiar en la
trasformación que se está dando en la base social democratizando la
organización territorial feudalizada. Nos referimos al impulso de las
comunidades con verdadero liderazgo, por su contacto directo con la gente y sus
aspiraciones más sentidas. [3.3.15]
2/2015
LA DEFENSA DE LA
CONSTITUCION NACIONAL
En una instancia de conflicto de
poderes, se impone sostener las prescripciones de nuestra Constitución,
predicarlas en la práctica ciudadana y aplicarlas en la realidad política. Un
ejercicio que implica crecer en el nivel de convivencia por encima de las
banderías partidarias y desarrollar la voluntad de participar. Porque en caso
de llegar a un punto indeseado de crisis, se agravaría la responsabilidad
pasiva de numerosos argentinos que aún se mantienen indiferentes.
La guía de la llamada “ley de leyes”
es imprescindible, en esta transición,
donde un cúmulo de legislación importante es tratada en forma rápida y parcial,
sin adquirir el peso decisivo de la legitimidad. Ésta, más allá del número
formal que puede “aprobar” las leyes, es el criterio republicano por excelencia
que promueve el diálogo en el ámbito pluralista del parlamento. De este modo,
la concertación es sinónimo de una comunidad que, si bien está compuesta por
diferentes sectores, compone una identidad definida que es la condición para
existir y autodeterminarse.
En cuanto a la oposición, dividida,
se limita por ahora a anticipar que en un próximo gobierno derogaría lo
legislado, descontando la incertidumbre intermedia y resignándose a la pérdida
de imagen del país. Pareciera que, confirmando las críticas, no a la política,
sino a la politiquería, pasamos con improvisación o desaprensión de la
“libertad” sin prudencia que lleva a la anarquía, a la “autoridad” sin
persuasión que niega a los que piensan diferente.
Por esta fragilidad institucional,
reiterada en nuestra trayectoria, la carta magna establece su propia
autodefensa para las situaciones y actos de fuerza contrarios al sistema
democrático (Art. 36). Y los considera insanablemente nulos, condenando a sus autores con la inhabilitación perpetua
y la exclusión de todo indulto o conmutación de penas.
Acciones imprescriptibles que por
igual recaen sobre quienes usurpen cargos y funciones, debiendo responder civil
y penalmente por ello. Estas duras sanciones se complementan con el
reconocimiento al derecho de resistencia ciudadana, determinando un amplio
espectro de situaciones de facto donde se incluyen asonadas castrenses,
dictaduras cívico-militares y golpes civiles.
Lo novedoso, y hasta ahora
incumplido de la reforma del año 1994, es que en el párrafo siguiente del mismo
Art. 36, se expresa que también atentan contra el sistema democrático quienes
incurren en graves delitos dolosos contra el Estado que conlleve
enriquecimiento. Queda claro, entonces, que la corrupción sistemática, siempre
ligada a ineptitud, desidia o asociación ilícita, socava el orden
institucional; y merece las manifestaciones civiles de rechazo, en forma
contigua a los culpables de violentar los derechos humanos.
Con esta contundencia la Constitución ingresa
al principio de la soberanía popular (Art. 37), garantizando el pleno ejercicio
de los derechos políticos y consagrando el sufragio universal, secreto y
obligatorio. Con tal propósito, propugna la igualdad real de oportunidades para
el acceso a cargos electivos y partidarios; y crea el marco favorable a la
organización y funcionamiento de las fuerzas políticas como instituciones
esenciales. Conceptos que demandan las medidas preventivas y correctivas que
fortalezcan la libre expresión de las preferencias electorales contra cualquier
tipo de fraude.
La filosofía clásica que, en los
albores de la democracia inspiró su matriz conceptual y el eje estructural de
sus formas orgánicas, definió al hombre como un ser político por su naturaleza
gregaria y social. Y distinguió a la justicia como la virtud propia de la
convivencia pacífica en la comunidad de personas libres (la polis). Es fácil
comprender que, cuando ella se debilita o suprime, nos expone a descender en la
escala de la evolución. [10.3.15]
3/2015
EL ROL INTEGRAL DE LAS FUERZAS POLITICAS
En la Constitución Nacional,
los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático
(Art.38). Su creación y el ejercicio de
sus actividades son libres dentro de una normatividad que debe garantizar su
organización y funcionamiento, la representación de las minorías, la
competencia de los candidatos a cargos electivos, el acceso a la información
pública y la difusión de sus ideas. A tal efecto, el Estado contribuye al
sostenimiento de sus actividades y la capacitación de sus dirigentes; con la
obligación de las distintas agrupaciones de dar publicidad del origen y
aplicación de sus fondos y patrimonio.
Se describe así un
régimen de funciones articuladas, destacando el rol integral del partido
político, especialmente por la necesidad de concordar el principio de elección,
con el principio de selección. El primero destaca la votación, por la mayoría,
de los candidatos que ocuparán los cargos dispuestos en la convocatoria
electoral; mientras el segundo, fundado en la formación y capacitación, tiende
a remarcar la idoneidad necesaria para la gestión ejecutiva o legislativa que
les corresponde. De esta doble condición surge el aforismo que indica que: una
de las faltas más graves en una república, es aceptar un cargo para el cual no
se está preparado.
Es imprescindible
ratificar la amplitud operativa y las múltiples misiones de las agrupaciones
políticas. En particular, de cara a la transición hacia un nuevo ciclo
gubernativo, para no volver a cometer los errores y las fallas de los períodos
anteriores. Sobre todo, hay que superar la acepción de “partido” como un
aparato profesionalizado y cerrado en una tarea excluyente de carácter
proselitista. Una estructura inerte, fuera de las campañas periódicas, con
vacíos en la formulación programática, y en la preparación política y técnica
de cuadros y dirigentes.
El arte de conducir
seres libres es distinto al oficio de mandar en un régimen de sumisión. En la
conducción democrática ya el pensar es una praxis, porque tiene un método para
priorizar los argumentos motivantes de
militantes, afiliados y adherentes. Luego, la prédica coherente va logrando una
unidad de acción voluntaria enriquecida detrás del interés general. Éste ideal
no desconoce el principio realista de que “todo poder tiende a expandirse”,
potenciando la ambición de personajes venales y círculos de influencia. Pero
estos males se moderan, o se vencen, cuando prevalece el rumbo y la templanza
de los verdaderos estadistas.
El buen rendimiento
de una fuerza no empieza en la tarea partidaria; ella requiere el precedente de
la educación familiar y comunitaria donde se siembran las primeras nociones y
aspiraciones espirituales. Y aunque las vicisitudes de la vida muchas veces
parecen desmentirlas, siempre están allí como un faro orientador que hace
posible las relaciones humanas que tejen la trama de la sociedad. Por el contrario, cuando el respeto mutuo
desaparece, la estructuración social se paraliza y la comunidad se
autodestruye. En consecuencia, el ideal ético existe para exigir
gobernabilidad, estabilidad y destino al instinto gregario.
Elevar el debate de
contenidos que faltan en los paneles mediáticos, impulsar el diálogo entre
distintas corrientes para constituir alianzas perdurables; y lograr el clima
tolerante que debe facilitar las discusiones racionales, siendo metas
importantes no agotan el desafío que enfrentamos de madurar ahora o decaer definitivamente. También
necesitamos mejorar el nivel de las conversaciones cotidianas que entablamos en
los lugares de trabajo y en los espacios
públicos; ya que muchos de los problemas que sufrimos lo son por
nuestros hábitos individualistas y prejuiciosos, que nos impiden construir una
identidad ciudadana pluralista y confiada en sí misma. [17.3.15]
4/2015
VALORACION
Y RIESGOS DE LAS ALIANZAS Y FRENTES
El pensamiento clásico que forjó nuestra forma de
ver y de vivir, se plasmó en categorías políticas, ligadas por relaciones de
cercanía u oposición como: lo individual y lo colectivo: lo privado y lo
público; y en el pensamiento: lo teórico y lo práctico. Vínculos que, según cada
experiencia, comprendía también sus desviaciones a los extremos:
individualismo; colectivismo; privatismo; estatismo, dogmatismo y pragmatismo.
El sistema acentuaba la necesidad de conducir con criterio amplio de
contención, condición que sigue vigente en la actualidad.
Un desafío previsto en la misma metodología del
conocimiento creativo, que tiene la ocasión de ofrecer una síntesis superadora,
restableciendo, con sus matices, la identidad integral del conjunto afectada
por el sectarismo de las partes. Es una oportunidad, no un oportunismo, que
requiere el esfuerzo de una actitud constructiva para neutralizar los excesos
de los antagonismos.
Dentro de esta regla, verificada especialmente en
los períodos de transición, tenemos que reflexionar sobre las alternativas para
conjurar una fragmentación caótica del país. En este orden vale la concertación
de alianzas o frentes, apelando a corrientes afines o reunidas para
complementarse mutuamente. Vía escogida por estadistas de renombre que supieron
encontrar su articulación correcta; en el caso de Perón, convocando a un frente
nacional del “bloque histórico de fuerzas” enroladas en las mismas banderas
políticas, económicas y sociales.
Esta opción trascendente de la gran política
refiere a una visión que sobrepasa las presunciones triunfantes de un partido o movimiento
aislado; porque se plantea, además de ganar una elección, realizar un gobierno
de transformación, cuya premisa es la unidad y solidaridad que la posibilite y sostenga.
Una propuesta clara y viable en función del bien común, que debe definirse con
los objetivos y lineamientos de un núcleo esencial de políticas de Estado.
La matriz conceptual que destacamos en el origen
milenario de la República,
custodia el ejercicio de la política con la filosofía y la ética. Es decir:
política con doctrina, que suma al análisis profundo de la realidad la técnica
de la planificación democrática; y política con ética, que impone la conducta
honesta de dirigentes y funcionarios. Así, sin improvisación ni corrupción, se
perfila una práctica exitosa, no con la “utopía” del relato ni el espectáculo
de la frivolidad, sino el ideal posible de un futuro diferente.
Tenemos que sentirnos responsables de la
construcción compartida de fuerzas sólidas y eficaces, y no culpables de nuevos
errores y frustraciones. Las alianzas y frentes serán por la solución de los
problemas de la comunidad o no serán; lo que incluye advertir sobre los riesgos
del tactiquismo, el internismo y el mero reparto de cargos.
En una dirección equívoca, lejos de remediar la
fragmentación, la estaríamos agravando con efectos imprevisibles. Por esta
razón, es más necesario que nunca el protagonismo social y ciudadano, para
elegir nuestro destino sin resignarnos pasivamente a la instrumentación de
ambiciones y engaños.
La aspiración legítima a representar a un pueblo
requiere coraje moral, compromiso civil, sensibilidad social y formación
estratégica. Los recursos logísticos son importantes, pero no deben estar al
mando, so pena de degradar la democracia en plutocracia por el uso masivo de
dineros públicos o privados. Nuestra esperanza está en la convocatoria a los
valores que, por el reconocimiento al mérito, obtenga la selección de los
mejores y no la adulación de los mediocres. [24.3.15]
5/2015
DISCERNIR
ENTRE REALIDAD Y APARIENCIA
Desde siempre la
alegoría de la luz refiere al conocer, al pensar, a esclarecer la realidad por
la verdad develada en el trasfondo de los hechos. Y la alegoría de la oscuridad
hace a la ignorancia, la sinrazón, el enmascaramiento de las cosas con olvido
del ser substancial.
Por eso, en el campo
de la política, el conocimiento alienta los hábitos democráticos que la
perfeccionan, mientras la ignorancia, incluso la del supuesto intelectual, se
queda en la apariencia o la simulación que la desgastan y destruyen.
La trayectoria
argentina es una muestra de estas tendencias opuestas, que chocan
periódicamente, frustrando la realización de la comunidad que requiere, en
cambio, la acumulación constante de esfuerzos virtuosos. Por lo tanto, aprender
a competir sin agredir y a disentir sin exacerbar las diferencias, es el ánimo
imprescindible para la convivencia cotidiana y para construir progresivamente
un destino común de grandeza.
Únicamente esta
visión estratégica, capaz de enlazar a varias generaciones, nos puede sacar de
un clima de división, escepticismo o indiferencia que no se compadece con
nuestras posibilidades.
En esta laxitud
espiritual se esconde, sin embargo, una insatisfacción con los factores
preocupantes de nuestra inmadurez civil; además del disgusto íntimo que genera
la indolencia ante problemas crónicos que con el tiempo se naturalizan y
aceptan. Máxime ante el catalizador de una violencia pre-política que atraviesa
el ámbito intrafamiliar, vecinal y colectivo. Pulsión social a prevenir porque
potencia la inseguridad, y puede alcanzar formas “ideológicas” de polarización
en la catarsis de una crisis no querida.
Así, es difícil
progresar con una tonalidad de cambio y solidaridad, porque falta la “nave” de
la metáfora clásica que simboliza el ensamble de Estado y sociedad para
mantener el rumbo firme en circunstancias difíciles. He ahí la tarea de
restauración a cumplir en lo político, empezando por el debate pendiente del
“qué hacer” fundado en argumentos demostrables y fuerza probatoria. Lo
contrario del discurso anodino de inspiración publicitaria que todavía impregna
a algunos candidatos y los torna ambiguos, volubles e intercambiables.
Las campañas
electorales no ocurren para lograr tan magros resultados, sino precisamente
para promover el perfil dirigente de todos los candidatos; en especial los
pretendientes a los niveles de conducción superior que exigen idoneidad,
abnegación, decisión y humildad. En consecuencia, no es la frivolidad ni el
improperio la materia prima de una actividad que debe recuperar el lenguaje
conceptual y simbólico que consolida el arte del liderazgo, y articula un
despliegue de equipos de trabajo y organización territorial.
Recambio de ciclo
significa conclusión de los “relatos” de uno y otro lado, utilizados para
posicionarse ante un “modelo” que ya no existe. Vislumbrar lo nuevo implica el
momento propicio para aproximarse a la verdad, porque ocultarla o disimularla
transmite incertidumbre y paraliza el impulso de la tarea pendiente.
Lo mismo pasa con las
verdades a medias: porque gestión sin conducción es mera administración carente
de perspectivas; política sin ética es corrupción impune; y ética sin política
es simple declamación de falso moralismo. En fin, que la democracia no debe
simularse sino realizarse con el respeto al funcionamiento institucional y a la
cultura del trabajo. [14.4.15]
6/2015
CAMPAÑA
ELECTORAL Y COMPROMISO CIUDADANO
Los grandes maestros afirman que las
virtudes y defectos del alma de los hombres se proyectan en las virtudes y
defectos de la comunidad, destacando así la vía educativa para la evolución
ciudadana. Según este concepto tratamos el desenvolvimiento de las campañas
políticas, exponiendo el contraste entre conocimiento e ignorancia. Ahora, para
completar las premisas de una buena participación, nos toca hacerlo en la
opción por la libertad y dignidad frente a las distintas formas de manipular la
voluntad popular.
No nos referimos, obviamente, “a
quién” votar, sino a “cómo” interpretar el derecho y el deber del sufragio en
la intimidad de la reflexión previa, para contribuir a una mayor calidad
institucional. Porque votar es un hecho simple en el marco formal del sistema
democrático, pero no tan sencillo cuando se reivindican los contenidos reales
de su funcionamiento integral y justo. En este trance, el arma fundamental es
la capacidad civil de autodeterminarse.
El acto comicial no se comprende
como un hecho aislado, al margen del grado de integración en lo cultural, lo
productivo y la organización territorial efectiva, no la que aparenta el mapa.
Porque concurrir ante el padrón como un paso efímero y disperso, descarta su
repercusión concreta en la vida colectiva, y pierde la oportunidad de incidir pacíficamente en el progreso
necesario y posible. La política, pues, no es propiedad de los políticos que la
desean acaparar, sino del pueblo que quiere participar.
Hay que encarar la tarea de
neutralizar la red de clientelismo, estatal o partidista, que funciona en la base
social expropiando la libertad por una contraprestación miserable. Un mecanismo
que sustituye con dádivas lo que debiera ser un proselitismo legítimo, sin
promesas, presiones y amenazas que especulan con los más vulnerables.
Sobrevuela este paisaje los nubarrones del temor, porque pocos hablan
pero todos presienten “ajustes” por agotamiento de recursos, extendiendo el
miedo a perder subsidios y “planes”. Angustia natural por defender la
subsistencia familiar, aunque la inflación haya reducido el poder adquisitivo
de los aportes, que eternizan la cautividad política de la exclusión
estructural. Por lo demás, la persistencia del asistencialismo crónico ha
vuelto a demostrar su incompetencia, en comparación a la creación de trabajo
genuino como principal política de Estado.
Otro modo de afectar la voluntad
electoral suele impactar en ciertas capas medias, sin tantas necesidades
materiales pero gran déficit de perspicacia política y sensibilidad social. En
especial, aquellos que confunden solvencia técnica con rigidez tecnocrática,
inserción mundial con globalización trasnacional y planificación estratégica
con retórica generalista. Es decir, con simplificaciones esquemáticas que no
profundizan el análisis de los problemas, ni el orden de prioridades, ni las
medidas específicas y graduales de solución.
Tenemos que debatir sin demora estos
temas pendientes, cuidando de no provocar ni pontificar, para proponer los
objetivos y lineamientos más adecuados. Ellos tienen que diseñarse acorde al
desarrollo de nuestras fuentes y fuerzas productivas, dentro de un conjunto
armónico: sin los extremos del estatismo, el privatismo, la xenofobia y la
extranjerización. A tal fin, hay que retomar los principios y valores de la
comunidad que ansiamos, y conferir a las mejores virtudes y sentimientos
argentinos una expresión ética y política de excelencia. [14.4.15]
7/2015
APRENDER EN
LA PRÁCTICA
DE LOS ACIERTOS Y ERRORES
La comunidad es una
construcción conjunta que trasciende todo aislamiento individual, organizando
sus relaciones de producción, reproducción y convivencia. Sin el ideal del bien
común, que madura como cultura de identidad y arraigo, ella se reduce a un
conglomerado amorfo, inestable y violento que frustra expectativas y esperanzas.
La diferencia entre
uno y otro estadio de la evolución política, corresponde al progreso de las
instituciones y estructuras, y a la solvencia del régimen de conducción y
gobierno. La calidad del poder así constituído abre o cierra perspectivas
económicas y sociales en cada etapa; encomiando la selección y elección de sus
dirigentes en un marco civil centrado en el deber y la satisfacción de
participar.
Las campañas
electorales resultan importantes porque en ellas se juega el destino de un
tramo de trayectoria histórica, con consecuencias que, a veces, comprometen
factores claves que hacen a su razón de ser. Por tanto, hay que advertir sobre
todo aquello que puede dañar la síntesis vital de la cuestión nacional, que es
menester preservar de la fragmentación decadente y estéril.
Hoy, el desarrollo de
los comicios primarios ofrece la oportunidad de efectuar un balance
metodológico de los errores y aciertos en el ejercicio del sufragio, con el
objeto de mejorar la acción de fondo en las elecciones generales. Con este
propósito, la referencia debe superar lo táctico con lo didáctico, para
contribuir al esclarecimiento mutuo, que
es lo propio de la educación política entre personas libres.
Una falla letal para
la democracia es el fraude, real o aparente, por comisión u omisión de las
autoridades responsables, máxime en los procedimientos tecnológicos que
multiplican el volumen de votos afectados, respecto a las consabidas trampas a
escala reducida de ciertos punteros barriales.
De igual manera, una
“modernidad” mal entendida puede variar la pretensión innovadora de los
partidos no tradicionales. Ellos tienen que prevenir las mañas del viejo
caciquismo, como la saturación personalista, el uso discrecional del aparato,
la opacidad en la administración de fondos y las designaciones arbitrarias o
divisionistas.
Lo más positivo del
balance, todavía incipiente, es el tono moderado de muchos precandidatos
triunfantes en los distintos distritos, y su disposición a dialogar sobre el
eje de políticas públicas concertadas. Dato relevante, después de un tiempo de
confrontación excesiva, que revierte ahora en una apertura. Es una amplitud de
miras que representa mejor la directriz de la alternancia democrática, respecto
al esquema “cambio o continuidad” carente aún de precisiones programáticas.
La unidad requerida
no es la uniformidad insulsa entre componentes demasiado semejantes, ni la
verticalidad fingida para obtener favoritismo. Por el contrario, es la unión
dinámica de aportes esenciales para enriquecer una plataforma compartida. Éste
es también el valor de la reflexión política, porque repensar lo actuado, sin
engañarse a sí mismo, fortalece la estrategia y anula la tentación del cinismo
y del escepticismo.
Revisar los flancos
vulnerables de nuestra acción, implica una catarsis de alcance filosófico por
su apelación a la sabiduría y la prudencia, que libra a la militancia honesta
de los resabios de lecciones vividas dolorosamente. Así permite aprovechar los
beneficios de todo lo aprendido en la práctica concreta, para retomar con
energía la misión permanente. [21.4.15]
8/ 2015
EJERCER LA
DEMOCRACIA, AFIRMAR LA REPÚBLICA
Un proceso
electoral prolongado, con exceso de listas de candidatos, puede saturar la
atención ciudadana sin consolidar los liderazgos necesarios para la próxima etapa. Por eso es importante repasar
conceptos esenciales que estimulen el ejercicio de la democracia y a la vez
defiendan la integridad de la república
que es indivisible.
Entre estos
conceptos hay que distinguir “lo político” de “la política”, donde lo político
es el todo que abarca lo profundo del relacionamiento colectivo; y la política
es la parte instrumental, criticable cuando se extravía tras los intereses
personales de los dirigentes.
La comunidad
constituye el marco histórico del desarrollo institucional: tiene causas y
efectos políticos que no pueden soslayarse. En este aspecto, “lo apolítico” en
rigor no existe, ante el entramado del
“nosotros social” y sus múltiples ramificaciones. La política, en cambio, es la
dirección circunstancial aplicada al gobierno, la cual no siempre se ejerce con
equidad y eficacia. Ella resulta cuestionable cuando trasluce intereses
espúreos de personajes asociados para delinquir con la cobertura de la
estructura estatal. Y acaparan potestades
públicas, al margen de excusas ideológicas: sea con falsas promesas,
reivindicaciones ficticias, negación de información oficial y maniobras de
corrupción.
Revertir
esta deformación crónica insumirá tiempo y constancia, empezando con la tarea
de quienes se consideren partícipes y testigos de su comunidad de pertenencia.
En ella el individuo suele estar más atento y arraigado, por la influencia
local ineludible que marca su identidad.
La soledad que acecha al
individualismo, suele presentar un punto de inflexión respecto del ánimo
egoísta que aísla y aliena. Hito de transformación que indica un vuelco hacia
la “voluntad de conciencia” y el deseo de acceder a los valores solidarios para
combatir la inercia de prácticas antisociales.
El nuevo impulso empieza cuando cada
uno asume la responsabilidad de involucrarse desde el primer escalón de su
ámbito directo. Porque la suma paulatina de espacios organizados hace a una
construcción de contención poderosa, contra la fragmentación caótica y la actitud
indolente o agresiva.
Seguir con desgano los relatos
ideológicos o mediáticos, sin reaccionar frente a la realidad, equivale a
consentir la caída de una comunidad en parálisis decadente, donde las consignas
se confunden y los buenos ejemplos desaparecen. En una opción distinta, pensar
con afán productivo es un camino
factible para empeñar correctamente nuestras energías. La acción
positiva crecerá comprobando que se marcha acompañado por quienes también saben
tomar la iniciativa.
Lo principal es ir consensuando la
estrategia integradora de la comunidad, articulando los diferentes componentes
de la sociedad civil y sus organizaciones libres, con el apoyo de un Estado
presente, pero no autista en términos de “aparato” insensible. En la
coordinación de Estado y Sociedad, resultará imprescindible la
descentralización por unidades territoriales, municipales y subregionales, que
expresan una democracia cercana a las bases para su mayor protagonismo.
La sociedad es la base del Estado,
que debe servirla y no traicionarla con funcionarios prepotentes que limitan su
desarrollo. Por esta razón, los reformadores eficaces de estructuras caducas
tendrán que crear conceptos válidos para una adecuada “toma de posición” con
ideas y sentimientos innovadores. En esta definición se concreta el paso previo
de una intervención comunitaria en los problemas de acción pendiente. [28.4.15]
9/2015
EXHIBICIÓN
ELECTORAL O PROPUESTAS VERDADERAS
Pensar es aplicar la facultad
distintiva del ser humano a comprender aquello que capta. Constituye la premisa
de una obra y, particularmente, el incentivo que “forma el ánimo” para hacer un
trabajo. Éste es el sentido a destacar en un pensar metódico, dirigido a un
reclamo nacional por aspiraciones y necesidades, lo que exige hablar claro sin
artificios ni engaños.
La conducción, que es el arte de las
artes, sin el cual no hay orden sino caos, se transmite a través de un lenguaje
orientador de la transformación de la realidad. Es un código de palabras e
imágenes que explican con propiedad el rol de las distintas actividades de la
“polis”, ayudando a armonizar sus funciones complementarias. Sus contenidos
surgen de la fuente sencilla de una “filosofía de la acción” que le confiere
consistencia, mediante un discurso argumental ético y lógico con centro en la
equidad social.
El resultado del pensar productivo,
realizado de manera individual o en equipo, es el pensamiento comunitario que,
cuando se encuentra bien fundado, es un razonamiento vivo que se abre a sí mismo
para adaptarse a las circunstancias cambiantes de tiempo y espacio. Y que, a la
vez, se presta al intercambio enriquecedor de diversos matices, por la
corrección mutua, y sin recelos, de un proyecto conjunto.
Alrededor de este juicio y su fuerza
motriz, las cosas no permanecen inmutables, pues reciben su impacto oportuno,
motivando distintos grados de modificación en las conductas personales, los
comportamientos colectivos, las estructuras orgánicas y los procedimientos
técnicos. Cuando esta expresión creativa no existe, o cuando es bloqueada por
ignorancia o represión, hay una clara señal de peligro, porque se niega el
proceso prometedor de una nueva configuración de los vínculos de la comunidad,
que es imprescindible para ingresar a un nivel más elevado de su trayectoria.
Los desafíos del pensar en el
contexto de un sistema democrático comienzan cuando la versión única busca
imponerse, por la vía autoritaria, según la conveniencia de un círculo propenso
a fingir y por eso deficitario de credibilidad y confianza. O cuando, dudando
de su vigencia, el discurso unilateral se encierra en consignas superficiales,
rechazando debatir en profundidad los cuestionamientos constructivos de la
crítica y la autocrítica.
Por estas razones, y máxime en un
cuadro de transición, la pregunta “qué debemos hacer”, clave para intervenir en
la situación, tiene que estar presidida por una interrogación preliminar sobre
“cómo debemos pensar”, y, consecuentemente, cómo trasmitir reflexiones que
sirvan al diálogo. La respuesta puede esbozarse como “un pensar para hacer
pensar” y llevarnos persuasivamente a una más activa participación, ofreciendo:
finalidades claras, aceptación de la realidad y perseverancia en la propuesta
de políticas públicas, sin descalificar a nadie por prejuicios.
El enlace entre pensar, hablar y
obrar no opera por exhibición electoral, sino por algo concreto que se llama
organización; y que en el plano nacional trasciende los partidos en la
estructura del Estado. En la realidad, este orden superior se encuentra entre
la idea perfecta de los clásicos, y nuestras formas imperfectas, que sin
embargo no hay que naturalizar para siempre. Al contrario, una reforma
equilibrada del Estado, que expurgue sus elementos ineptos y dolosos, será
esencial para lograr el éxito de las políticas públicas concertadas
democráticamente.[5.5.15]
10/2015
EL DEBER
SER DEL ESTADO
Pensar en concertar políticas
públicas, como signo de la próxima etapa, supone la definición de un Estado
suficiente, capaz de expresar una identidad nacionalmente conformada. Es decir,
un nivel de conocimiento y reconocimiento con categorías comunes, que permitan
formular objetivos y lineamientos para lograrlo. No significa una opción
obligatoria sino preferencial, equidistante del estatismo extremo, y de la
reducción neoliberal del sistema institucional.
En esta concepción, el Estado se
asienta en un entramado de relaciones recíprocas de sentido, y en un conjunto
de formas culturales sin las cuales no valdrían sus acciones políticas. Porque
resumir sus funciones a brindar ciertos servicios y a guardar el orden, lo
condenaría a un rol reaccionario, desconociendo la importancia de la identidad
geopolítica, la promoción económica y la inclusión social.
Hay, en consecuencia, una dimensión
moral de la actividad pública, al no declinar las metas vitales de la comunidad
y exigir a todos una rectitud ética. Decir esto no es pecar de ingenuidad,
porque la corrupción es la causa fundamental del fracaso de innumerables
gobiernos, planes y programas, desviando recursos y desgastando la confianza
del pueblo en el régimen democrático.
El Estado tiene una razón de ser y
un deber ser. La “razón de ser”, probada en la historia, muestra que las
sociedades que subsistieron lo hicieron porque se organizaron en alguna
modalidad de Estado como entidad jurídica. Y el “deber ser”, indica que esas
distintas formas jurídicas pudieron evolucionar cuando consiguieron coordinar
los intereses de sus sectores internos, y contaron con un cuerpo articulado de
funcionarios idóneos. Por el contrario, cuando el bien común desapareció, por
la codicia y la impunidad de sus dirigentes, esas sociedades también
sucumbieron.
En las cuestiones de Estado, la ley
moral no actúa si meramente se declama, porque recién opera incorporada a la
práctica. Allí sí, mediante la transparencia pública y el respeto a los cauces
naturales de la participación popular, es posible renovar el “pacto de
soberanía” implícito en la representación y la representatividad política del ordenamiento
institucional.
La evolución correlativa de los
procedimientos de conducción y del derecho, especialmente el derecho social y
sus actualizaciones, exige agilidad en los criterios de comunicación. En ellos
gravitará la carga simbólica que es atributo del ejercicio del poder, y la
buena sintonía entre la matriz de emisión de los gobernantes y la matriz de
recepción de los gobernados. En su defecto, éstos irán abriendo vías propias de
información y difusión política, con medios primarios o sofisticados. Pero la
comunicación siempre será un factor clave.
Es necesario un clima de persuasión
sobre la posibilidad del consenso, dados algunos principios y valores
innegables; especialmente en períodos tensos por eventuales modificaciones y
cambios relevantes. La tarea consiste en desarmar las “falsas antinomias”, y en
cuanto a las verdaderas, evitar que se conviertan en antagónicas al precio de
manifestaciones de lucha violenta.
En última instancia, toda autoridad,
no sólo legal sino legítima, surge de un acto de credibilidad que se mantiene
por el contacto con la sociedad en su conjunto. Si esta conexión se pierde,
aparece la tentación de la coerción económica o social que, paradójicamente, es
lo opuesto a la fortaleza política. Al tiempo que la sociedad, dividida al
principio para retroceder en la defensiva, se va uniendo para avanzar con
fuerza en la participación.[12.5.15]
11/2015
PERFECCIONAR
EL ESTADO SIN
IMPOSTURAS INTELECTUALES
La cultura es la elaboración
espiritual fundamental de la realización de un pueblo. Su cualidad esencial es
su impronta creadora, superando la simple imitación o copia. Esto no significa
vedar el acceso a las tendencias llamadas universales, que en rigor alcanzan
tal categoría desde un origen nacional; pero sí enriquecer dinámicamente
nuestra valoración, sin lesionar la matriz singular que nos caracteriza.
En este sentido trascendente, y no
xenófobo, las comunidades que ansían conducirse a sí mismas, y liberarse de las
presiones internas y externas que las mantienen dependientes, suelen sufrir la
doble “colonización pedagógica” de las ideologías de derecha e izquierda.Son opuestos,
tácticamente enfrentados, que comparten, sin embargo, la misma estrategia de
importar mecánicamente conceptos procedentes de otras experiencias históricas.
Esta tergiversación resulta más
evidente en una categorización integral de la cultura, que no se reduce a lo
académico, literario y artístico, sino que abarca la fuente inspiradora de
creencias profundas, y una filosofía de la vida de raíz comunitaria. Así,
preservando los matices del albedrío individual, se expresa en un mismo
lenguaje y permite la organización de la sociedad y el equilibrio de sus
instituciones.
En la Argentina contemporánea
es necesario fortalecer las políticas de Estado en cultura y educación,
evitando el “unicato” que mata la creatividad y el sectarismo que niega la
diferencia o la reprime. Luego, el mayor despliegue de nuestra capacidad de
pensar, es lo contrario de la actividad rentada de los “teóricos”
justificadores de cualquier aventura económica, diplomática o política.
En este punto, la honestidad
intelectual significa no ocultar ni simular la identidad política. Porque todo
debate es válido, a condición de no caer en el “entrismo” que penetra las
corrientes mayoritarias para intentar su ruptura y desviación. La ejemplaridad
del verdadero pensador exige docencia con decencia, logos con ética; y también
tolerancia y discreción sin sobreactuar la exposición mediática ni fingir
lealtad por conveniencia.
Las filosofías políticas rigen en
ciclos largos de la historia con cimientos casi permanentes. Las doctrinas
sociales, que se enmarcan en ellas, actúan en ciclos cortos, por lo que deben
actualizarse periódicamente para adaptarse a la evolución de las
circunstancias, evitando una rigidez dogmática impropia de la persuasión
democrática.
El intelectual diletante actúa sin
vocación de resultado, como mero entretenimiento dialéctico y distracción
polémica, renuente a trabajar sistemáticamente
en la formulación de los objetivos y líneas de acción de las políticas
públicas. Son intelectuales dedicados a criticar a otros intelectuales en
círculos presuntuosos de iniciados, sin las capacidades profesionales y
técnicas necesarias para orientar la “metodología de la solución de problemas”.
El pensamiento estratégico, en
contraste con el ideologismo cerrado, tiene que seguir los caminos fructíferos
de la sinceridad, austeridad y humildad de los grandes maestros. Virtudes
imprescindibles, hoy más que nunca, para enfrentar el desafío de una sociedad
del conocimiento; en un esfuerzo dirigido al logro científico y tecnológico
para la liberación definitiva.[19.5.15]
12/2015
EL PODER
SIMBÓLICO - CULTURAL DE UN ESTADO DE TRABAJO
La perspectiva política del país
enfrenta la disyuntiva: visión estratégica o división estéril. La opción correcta
exige considerar que conducir es un servicio que ejerce el poder a través del
deber y no del sectarismo ni la ambición desmedida. Por ello es necesario
predicar con el ejemplo para instaurar un Estado de trabajo, equidistante del
neoliberalismo y el neomarxismo, tributarios de concepciones dependientes
resistidas por las grandes mayorías.
Nuestra posición, a diferencia de
las ideas copiadas y rígidas, se orienta por aspiraciones y posibilidades
singulares y específicas. En tal sentido, la clave de acceso al porvenir es la
concertación social para la producción y el trabajo; ya que el “progresismo”
abstracto no suscita organización territorial, ni educación laboral, ni
desarrollo económico.
Es menester descubrir la relación
directa de la política con las cuestiones primordiales que el pueblo intuye y
siente con el peso de la multitud, a la espera de planes y programas con
voluntad de resolución y capacidad técnica. Buena ocupación para los cuadros
que sepan evaluar los defectos de las formas orgánicas viejas y faciliten su
pasaje fluido a otros procedimientos, porque un futuro diferente reclama una
militancia distinta.
Resulta imprescindible demostrar
austeridad y coraje, no sólo como preceptos morales, sino como normas
intrínsecas a la nueva realidad que se perfila, sobre la endeblez de las
pretensiones individuales o de círculo. De lo contrario, la movilización de
parcialidades fragmentadas nunca podrá concentrar las fuerzas necesarias para
actuar con el menor costo en tiempo, contradicciones y penurias.
Sin proyecto de nación, la comunidad
diluye su ecuación de derechos y deberes. Luego, se consiente la apropiación en
términos de negociado contra el patrimonio público. Y se ejerce la
“ejemplaridad al revés”, que premia el oportunismo del corrupto y castiga la
honestidad del ciudadano que trabaja y cumple. En consecuencia, hay que
prevenir la degradación de una sociedad que revierta sus vínculos permanentes por
“relaciones de conveniencia” de corto plazo.
La puja distributiva se agrava en la
persecución de intereses sectoriales a cualquier costo, pues sin identidad
nacional no hay concertación, que es la referencia equitativa de una gran
paritaria nacional. Falencia que, a su vez, deja a las paritarias gremiales
como una institución sin libertad por una presión autoritaria; ya que es
imposible ordenar la economía de un país políticamente desordenado.
En cuanto a la orfandad de grandes
liderazgos, no siempre se corrige con el
conductor carismático que provee la historia en sus momentos culminantes. Hay
otros momentos, cuando se regresa de “relatos” y divisiones, en los cuales urge
establecer un sistema prudente de cooperación y consenso. Esto no disminuye la
competencia del nuevo gobierno, pero recupera el equilibrio participativo de
una marcha previsible hacia el futuro, sin jefaturas unilaterales.
La transición de la conflictividad a
la solidaridad implica una tarea ardua, ligada al “poder simbólico”, por el
carácter inmaterial de su fuerza, compuesta de estructuras mentales sobre el
modo de pensar y de ser. Esta disposición es reacia a modificarse, porque
defiende su sentido existencial como una cuestión de vida o muerte.
El Estado, aún con sus defectos,
juega aquí un rol cooperante, que está inscripto en las significaciones del
imaginario colectivo, sumado al despliegue de las entidades oficiales en el
total de la actividad comunitaria. Por consiguiente, es en la reforma estatal
gradual donde se encuentra el apoyo del mejoramiento de los hábitos
democráticos, logrando el rescate de la vocación de servicio público.[26.5.15]
13/2015
LA DIGNIFICACIÓN DEL LENGUAJE POLÍTICO
Nuestra conciencia tiene la facultad
de discernir por la emisión constante de criterios y juicios, que otorgan a
todo su significado y sentido. Esta actividad intelectiva, sin embargo, no es
estrictamente individual, porque utiliza un lenguaje elaborado y acumulado en el tiempo por la acción
colectiva de la comunidad. En este contexto de arraigo cultural, cada uno “es”
su idioma de pertenencia, como dicen los grandes maestros; agregando que el
hombre, en su evolución, no se queda en lo que “hace” y quiere trascender, con
ideas y sentimientos, al significado pleno de su “obrar”.
De modo similar, en la vida de los
pueblos, el alcance de los sucesivos liderazgos se revela, en un plano
profundo, cuando ya ha transcurrido cada etapa; y pasan a ser evaluados
objetivamente por nuevas generaciones, incluyendo los herederos de sus
opositores. Esta distancia otorga una valoración más auténtica, respecto al
relato auto referencial que solemos declamar sin garantía de permanencia. La
abnegación, en cambio, ha sido recompensada muchas veces en la memoria de los
ciclos largos de la historia.
Sucede que el “símbolo” va más allá
del “acto”, al explicar los deseos, y tendencias de una época. Razón suficiente
para cuidar los gestos y expresiones políticas, siempre sujetos al registro
público que pendula entre lo solemne y lo banal. Un estilo correcto parte de
principios, sigue con coherencia y culmina consagrando fines, sabiendo que la
palabra nace de la intención y vive para la acción, y no en el repertorio de
frases hechas o efectistas.
La práctica política se sustenta en
la palabra, pero ésta no la sustituye; ya que “mejor que decir es hacer y mejor
que prometer es realizar”. Una conducción persuasiva sabe escuchar para hacerse
oír y comprender para hacerse entender; recordando que se dirige al conjunto
social que también integran quienes piensan diferente.
La “expresión” es un don relevante
cuando se distingue de la “comunicación” técnica, porque es portadora de
sabiduría, protección y estímulo. Para ella lo principal no es el ego que
dictamina desde los vértices de un aparato publicitario o de mando, sino el
aporte brindado con llaneza y que resulta útil al intercambio de tareas
concurrentes al compromiso solidario.
La voluntad de verdad, que rechaza
la hipocresía, aumenta la conciencia organizativa, por definición plural. Y
hace que la satisfacción de compartir el trabajo y reconocerse en lo producido,
evite la alienación de las personas respecto del esfuerzo cumplido. Actitud
noble que no descarta a nadie y pondera el valor de la experiencia como
requisito para que la juventud crezca sin esquemas superficiales.
La recuperación política del
lenguaje apropiado, destaca la obligación de encontrar la expresión justa;
donde la sencillez no implique vulgaridad, la elocuencia no caiga en desaires
ni burlas, y el discurso resida en sus contenidos y no en negar o descalificar
al otro. Los argentinos, tenemos que admitirlo, somos adictos a la
confrontación con consignas como: “nosotros
o ellos”, “amigos o enemigos”.
Es hora de dejar de lado todo
aquello que entrañe priorizar factores de agresividad, a fin de no paralizarnos
en obsesiones y provocaciones extemporáneas en las actuales circunstancias
políticas. No significa renunciar a la lucha de ideas, que sería renunciar a la
vida, pero sí debatir con altura las diferencias y contradicciones. Y, al mismo
tiempo, darnos la posibilidad de coincidir en cuestiones de Estado que reclaman
cooperación de fuerzas. [2.6.15]
14/2015
EL
ESTADO: CREACIÓN HISTÓRICA O INVENCIÓN BUROCRÁTICA
Promediando las reflexiones sobre el
Estado, para comprender mejor la necesidad de contar con políticas públicas, es
preocupante constatar hasta ahora la falta de propuestas, alternativas y
debates. Vemos así que la campaña electoral se manifiesta por ausencia, como
aquello que ha sido reemplazado por acciones publicitarias de “relaciones
públicas”, sin el balance preciso de lo correcto e incorrecto para encarar el
futuro.
Un análisis serio, no oportunista,
debe ponderar lo que funciona bien, porque ha sobrevivido crisis, retrocesos y
ensayos; y, desde el lado opuesto, revisar lo incompatible con las
solicitaciones actuales de la sociedad. En esta tarea, la ostentación
personalista o ideológica es mala consejera, igual que el resentimiento y la
revancha, porque oscurecen el campo de aplicación de un tratamiento progresivo
y prudente.
La realidad empírica tiene que
contrastarse con la “imagen-objetivo” del Estado como creación histórica de una
amalgama cultural. Un proceso sedimentado en un territorio y una memoria
colectiva, para referir los rasgos destacables del comportamiento ciudadano.
Los clásicos dicen, justamente, que “el Estado es la gran política en acto”,
recordando las obligaciones y deberes de la conducción, para evitar que su
voluntad sólo se reconozca en derechos irrestrictos a expensas de la comunidad.
En la secuencia delicada de una
transición compleja, con conflictos emergiendo en varios flancos que acumulan
tensiones, lo principal es la humildad. Esta virtud sincera, y no actuada ni
neutral, incide con sus valores y convicciones en la realidad que es la verdad.
Y testimonia una sensibilidad social que descarta la tentación dirigencial de
aislarse y distanciarse unilateralmente de la gente y sus urgencias.
Lamentablemente, en la lucha de
intereses, que se potencian en la esfera pública, las distintas facciones
suelen instalar un “Estado dentro del Estado”, concentrando la facultad de
nombramientos y designaciones en sus propios integrantes. Falta de amplitud que
se expande a despecho de las regulaciones de carrera y mérito, dejando a muchos
postulantes fuera de toda selección por concurso de aptitudes reales.
Por esta causa, reiterada en
diferentes gobiernos, las innovaciones tienen que repensarse metodológicamente
para poder superar las “restricciones estructurales” establecidas por numerosas
disposiciones anteriores. En particular, la invención burocrática de líneas y
formatos de trámites engorrosos para facilitar la corrupción y el tráfico de
influencias. Obstáculos que requieren la sabiduría de abrir gradualmente los
márgenes de iniciativa para una reforma sustentable.
Añadamos aquí que “la razón histórica”, valga la
contradicción, no siempre ha sido racional en la construcción de un Estado con
medidas inteligentes; porque en cada momento también actuó el azar, la
confusión del contexto y el determinismo de la necesidad. Factores que
desmienten el purismo de los relatos retrospectivos y la negación de los
agentes entonces actuantes; pues cuando una génesis orgánica es vital, las
grandes tendencias reaparecen en el curso y recurso de la historia que se
repite.
Pese a las dificultades, la defensa
honesta del Estado tiene que seguir el eje de las fuerzas de cohesión,
neutralizando las fuerzas de dispersión que se agitan en cada encrucijada de su
desenvolvimiento, especialmente por presiones geopolíticas. El propósito es acentuar nuestra
identificación con el país, afianzando los hábitos positivos en un código
posible de convivencia cotidiana, espíritu de trabajo y voluntad de diálogo.
[9.6.15]
15/2015
EL
ACUERDO NACIONAL DE LA
ESTRATEGIA ECONÓMICA
El problema argentino “no es
económico sino político”. La elocuencia de este axioma resume la vigencia de un
legado histórico que, al destacar la riqueza de nuestro potencial, vincula la
estrategia de desarrollo con los principios esenciales de soberanía y justicia.
Por tanto, condena el subdesarrollo inducido por la dominación y la entrega,
responsables de la cronicidad de crisis casi idénticas, que sólo “modernizan”
las estructuras asimétricas de la dependencia.
Una subcultura política “legaliza”
este esquema colonial, devenido neocolonial o semicolonial porque, con
distintos argumentos, trata de naturalizar la inviabilidad de la construcción
nacional y el fracaso de la unión continental libre de nuevas hegemonías. Hoy, además,
los relatos de raíz neoliberal y neomarxista se unifican en un “plan
transideológico”, que lucra por igual con cualquier modelo estatal, de un lado
al otro del mundo.
La situación se agrava pese a las
“cumbres” que debaten el tema a nivel global, con pretensión de “neutralidad”
científica o académica, mientras aumenta el desorden geopolítico y las guerras
del petróleo; y se aguadizan la pobreza, la violencia étnica y las
manifestaciones de descontento. Paralelamente, por impacto de esta misma realidad,
ceden las interpretaciones ficticias de los hechos, y se reabre la instancia de
replantear la ecuación económica desde la base.
En este punto, la doctrina de una
economía eficiente y productiva con finalidad social, tiene el ejemplo de los
países que supieron reconstruirse partiendo de los grandes acuerdos nacionales.
Éstos respondieron a visiones de conjunto que tomaron la sociedad como un todo
dinámico e indivisible. Al hacerlo así, neutralizaron las posiciones sectarias
y sus postulados de cambio violento, por el alto costo humano que introduce el
germen de la decadencia.
La economía social corrige los males endémicos de la codicia
egocéntrica, el fraude comercial y la corrupción administrativa, y ordena las
herramientas que edifican un sistema creativo en un “sustrato programático”
válido para orientar la conducción. En principio, la “planificación”
indicativa”, que asegura racionalidad en la organización empresaria privada y
pública; al par que ambas áreas se complementan sin privilegios ni exclusiones.
Obviamente, esto no incluye los excesos burocráticos que coartan la libertad
para innovar y expandir la producción de bienes y servicios necesarios.
La “iniciativa organizada”, no
improvisada, es otro factor primordial para lanzar emprendimientos auspiciosos,
atraer inversiones productivas, y disponer la infraestructura adecuada. Un
esfuerzo inteligente que no se reduce a la satisfacción somera de necesidades
básicas, pues una vez cumplidas, atiende las aspiraciones que sobrepasan la
mera subsistencia, propendiendo a una vida plena en el orden moral, educativo y
cultural.
Igualmente, la “distribución
social”, fin y reinicio del ciclo económico por aplicación de la capacidad
adquisitiva, ha de ser justa, como remuneración y estímulo de empresarios, trabajadores
y demás sectores de la comunidad. La participación legítima en la riqueza común
es el lazo de cohesión entre la grandeza nacional y el progreso popular. Por
cierto, hay que promover el consumo, pero sin confundirlo con el fomento al
“consumismo” que niega el ahorro, hipoteca el desarrollo y encubre la
inexperiencia en la gestión económica.
La cultura del trabajo nos reubicará
en la región y el mundo, en una era de grandes intercambios facilitados por la
tecnología. Una actitud que modificará la práctica inveterada del facilismo y
la improvisación. Para ello, debemos seleccionar liderazgos que no deleguen en
sus asesores técnicos la toma de decisiones. Porque un acuerdo estratégico
exige habilidad política para concertarlo, y constancia política para
mantenerlo activo como fuente institucional de cooperación y apoyo. [16-6-15]
16/2015
POLÍTICA
ECONÓMICA Y DOCTRINA SOCIAL
En nuestra concepción la dignidad de
la vida prima sobre la economía, recusando al “economicismo”, liberal o
marxista, que niega a las personas y a los pueblos su esperanza de realización
plena. Por eso la política, como medio instrumental, y no fin en sí misma, debe
orientar el capital a la actividad productiva para servir a la comunidad en el
propósito integral de una democracia de justicia y paz.
La cultura del trabajo, que
comprende toda una escala de valores esenciales, es el eje organizador de la
sociedad, en una relación equilibrada de deberes y derechos que es menestar
preservar de la manipulación ideológica. Porque el progreso real requiere
concretar la tarea pendiente en la construcción del país, mientras el
“progresismo” declama en abstracto agravando la frustración social.
Equidistante de los extremos hay
voluntades dispuestas a emprender planes eficaces para la utilización
independiente de nuestras reservas naturales; articulando con ecuanimidad el
balance de esfuerzos y beneficios. En un sistema de este carácter, con un
protagonismo compartido y sin arbitrariedades del poder, todos tenemos algo que
decir, hacer y ofrecer al bien general.
Este horizonte prometedor y
accesible implica remover los obstáculos que traban nuestro avance, como los
especuladores financieros, los agoreros de colapsos económicos y los mentores
de una supuesta “pacificación” impuesta por la inmovilidad social y la amenaza
represiva. Pero también, los pregoneros del facilismo y la improvisación que
aumentan absurdamente la pobreza y la indigencia en una naturaleza pródiga.
Del contraste entre país promisorio
y vidas carenciadas surge precisamente la conciencia redentora del compartir
para multiplicar las posibilidades. Fuente de una doctrina humanista y
fraterna, basada en la dignificación social como reivindicación colectiva,
superadora del individualismo egoísta que es causa de debilidad.
Por este motivo, la doctrina alcanza
su total significado al concebir el “bien común” como protección universal de
la condición humana, para incorporarnos a una gran fuerza con capacidad
transformadora. Proceso de integración e identificación comunitaria que
convierte la protesta en propuesta, y une el idealismo de la solidaridad con el
realismo de la organización para la justicia social.
Construir una opción válida a los
excesos del capitalismo opresivo no habilita la transgresión irresponsable de
las leyes genuinas del arte de la economía, error que desemboca fatalmente en
aventuras y fracasos. Al contrario, implica un afán mayor por la excelencia
profesional, técnica y política para no decepcionar a quienes quieren
prosperar, sin caer por la vía del resentimiento en un dirigismo mediocre y
venal.
De igual manera, la obligación de
asistir a los hermanos marginados y excluidos no consagra la subcultura
subsidiada de la desocupación permanente. Es preciso crear trabajo digno para
el rescate de la emergencia social que humilla y entraña cautividad clientelar.
Así la libertad se recupera por la acción personal de cada uno al aportar su
esfuerzo indelegable para el sustento mutuo.
La dinámica económica es implacable;
suele resistir el endoso de autoridad, la conducción dual y el secretismo de
poder, porque necesita vislumbrar claramente la coincidencia entre eficacia y
equidad. Quien no lo demuestre activamente arriesgará su liderazgo, y quien lo
imponga con absolutismo enfrentará un conflicto imprevisible, cuando es la hora
del consenso. [23.6.15]
17/2015
LA
INDEPENDENCIA ECONÓMICA Y EL SER
NACIONAL
El Ser Nacional no es una entelequia
ideológica ni una consigna partidaria, sino un concepto profundo que expresa la
matriz existencial de un pueblo, interpretando sus mitos fundantes, arquetipos
éticos y gestas sociales. Decimos “mitos”
no en la acepción negativa de la mixtificación, la superstición o el engaño,
sino como reflejo metafísico de grandes verdades espirituales que acompañan a
la comunidad en los desafíos cruciales de su destino.
Son alegorías incorporadas a las tradiciones
colectivas, pero que no se detienen en el pasado, porque deben actualizarse
hacia el futuro proyectando el núcleo de valores que lo caracteriza. Con este
sentimiento, que enfoca su propia perspectiva lógica, orienta la formación de
la identidad nacional, y la constituye soberanamente en sujeto histórico.
En la identidad nacional,
precisamente, se resume la razón de la vida en conjunto y se justifica un
devenir protagónico para la realización de sus aspiraciones. Afirmación de la
voluntad de supervivencia que
trasciende, ligada a principios de unidad y cohesión, para superar la prueba
del tiempo y las adversidades. Por tanto, exige hacer lo necesario para su
despliegue; advirtiendo que, a la inversa, el extravío del ser, o su
ocultamiento, implican una decadencia inexorable.
El ser nacional, como concepto
liberador y no reaccionario, conjuga mística y razón, abnegación e
inteligencia, en orden a forjar la “unidad en la diversidad”, integrando a los
sectores de la comunidad de manera complementaria. Convenciendo y no venciendo,
persuadiendo y no mandando, organizando el diálogo y tendiendo al consenso en
lo substancial. Sabiendo que la palabra orientadora tiene el don de convertir
el pensamiento en motivo y el motivo en acción.
El bien común comprende la
disposición de los ciudadanos a actuar
con mesura y protegerse mutuamente con mentalidad fraterna. Supone la
convicción de que la libertad sólo es posible con responsabilidad; y que el
Estado tiene que fijar normas claras y hacerlas cumplir para garantizar las
relaciones de respeto, cooperación y convivencia. De allí el rescate a efectuar
del principio de autoridad, sin confundirlo con el autoritarismo y su réplica
en los remedos de anarquía.
Obviamente, la credibilidad del
oficialismo y de la oposición necesita recuperarse de la frivolidad de la
“política- espectáculo”. Una forma de proselitismo virtual que aleja a los
dirigentes de los problemas reales del país y de la angustia de los más
necesitados. En su medida, pues, y armónicamente, la democracia de trabajo
puede brindar respuestas eficaces; y resguardar a la vez un estilo de
prudencia, discreción y transparencia.
En el plano económico, lo nacional
confluye en la región continental y se expresa como “independencia” inherente a
la determinación de los pueblos. No representa la “autarquía”, de las viejas
concepciones beligerantes, que frustra y aisla porque resulta vana; sino la
integración y el intercambio justo que fortalece y promueve el desarrollo
combinado.
Es el desafío anunciado en un legado
doctrinario actualizado, no dogmático, que establece la estrategia como
antídoto del facilismo y el cortoplacismo. En consecuencia, es imperioso dejar
la “politización” primaria del subdesarrollo, para alcanzar el nivel superior
de “cultura política” en una sociedad equilibrada y próspera. Sin esta
esperanza la Argentina
no existirá, porque existir es trabajar para realizar el Ser Nacional, pensando
en las próximas generaciones y no únicamente en las próximas elecciones.
[7.7.15]
18/2015
EL PROTAGONISMO
ECONÓMICO DE LA
DECISIÓN POPULAR
Para los jóvenes “el presente siempre es lo nuevo”; para los veteranos
la historia se repite con cambios de forma. Hace a la integración de las
generaciones conciliar ambas perspectivas para aprovechar la experiencia y, a
la vez, apreciar los factores de una etapa distinta. Una mirada amplia facilita
comprender la dinámica económica, ya que las transformaciones estructurales se
convalidan en la prueba de la alternancia política. Recién entonces, aunque
parezca paradógico, integran el patrimonio común en un ciclo largo de la
historia.
La crítica justificada de las falencias del “populismo”, no tiene que
encubrir la crisis teórica y práctica de la “ortodoxia económica” que lo
provoca; pues la situación global demuestra
la caducidad de las viejas recetas del ajuste, la devaluación y la
deuda. De igual manera, se exponen las limitaciones de la aventura
“cortoplacista”, al negar la planificación estratégica como herramienta del
arte de gobernar.
En síntesis: la “austeridad” liberal fracasa porque sin crecimiento no
hay reactivación, pero el “consumismo” por sí tampoco genera desarrollo. La
solución se encuentra en el acuerdo nacional de una economía social, siguiendo
el rumbo de políticas de Estado que atraigan la adhesión ciudadana para un
mejor ejercicio electoral y funcionamiento institucional.
La soberanía popular es clave en la movilización económica voluntaria, a diferencia de una
gestión arbitraria, sin calidad ejecutiva; y del asambleísmo obstructivo, sin
calidad parlamentaria. Nos referimos a la disposición colectiva de involucrarse
en un esfuerzo productivo y de innovación tecnológica, para participar sin
centralización excesiva de las decisiones.
Este esfuerzo implica gobernar “con” el pueblo y sus organizaciones
libres de extracción comunitaria; al tiempo que se enfoca la tarea difícil,
pero posible, de perfeccionar el sistema representativo para fortalecerlo. Así
se complementará el orden institucional del país federal, con las iniciativas
locales de participación directa para
recuperar las economías regionales; y cooperar con los programas encarados por
los buenos líderes territoriales.
Entre las imposturas ideológicas de la actualidad, se encuentra el
significado confuso de “cambio”, que no es una palabra mágica, y puede incubar
la pretensión de regresar en un sentido involutivo, con retoques cosméticos.
Con igual esquematismo, desde otro lado, se declama la integración de la
región, sin destacar que no disuelve el carácter soberano de los Estados, ni
admite la permeabilidad abusiva de las
fronteras.
La democracia no está amenazada hoy por el golpismo, sino interpelada
por su capacidad o ineptitud para solucionar los problemas presentes y futuros
de la globalización asimétrica que concentra riqueza y expande pobreza.
Deformación cultural que se ignora al precio del oportunismo y del
escepticismo, que podrían terminar socavando nuestra autoestima, por una trama
inaceptable de intereses espúreos y desconfianza generalizada.
La autoridad moral del Papa, en su reciente peregrinación, ha ratificado
la necesidad de resolver desafíos que comprometen el sentido de la vida en
nuestra América. Entre ellos: la desigualdad social por desocupación y pobreza;
la voracidad de la especulación capitalista; la corrupción con impunidad y
provocación; la complicidad con el narcotráfico; y las ideologías intolerantes
que culminan en unicatos. No hay equidad sin democracia, ni democracia sin
equidad, y en esta síntesis superadora, nada debe alterar el clima de
legalidad, justicia y paz que los pueblos reclaman. [14.7.15]
19/2015
CRISIS DE LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA EN OCCIDENTE
Observar la perspectiva general de la política en el ámbito de la
cultura occidental, nos facilita captar el carácter de la crisis propia, que no
escapa al cúmulo de factores que la inducen. Decimos “política” como articulación
de un sistema amplio, capaz de incorporar fuerzas distintas, mas que ejercer la
defensa cerrada de intereses unilaterales. Y definimos a “occidente” considerando
la diferente legitimidad axiomática, de inspiración teocrática, que alienta los
regímenes integristas de oriente.
En nuestro mundo, el imperio moderno que creó el federalismo
doctrinario, y produjo miles de dirigentes, hace tiempo que alterna el
“reinado” de dos familias poderosas con pretensiones dinásticas, situación
contraria de hecho a los principios democráticos. Allí también, el
endiosamiento de la tecnología y el ascenso de la tecnocracia no han servido
para moderar la codicia de los ricos cada vez más ricos, ni corregir el
contraste social, el racismo violento y el crímen globalizado del tráfico de
drogas.
Subyace una inestabilidad existencial, donde las viejas formas caducan
sin entreabrir el camino a las nuevas, lo cual revierte en divisiones
estériles. Igual ocurre en Europa, donde la “indignación” genera movilizaciones
contestatarias de pronóstico reservado. En todos lados, el relativismo moral y
la especulación evidencian la impotencia de los liderazgos establecidos para
recuperar el equilibrio en sociedades fragmentadas.
Esta fragilidad institucional aumenta con el planteo transideológico de
las corporaciones que lucran por igual con cualquier modelo estatal o
referencia pública, en pro de una voracidad financiera ilimitada. Mientras muchos
ciudadanos se desorientan y pierden el sentido constitutivo de la unidad y organización
comunitaria.
Aquí actúa el coro de gurúes o “celebridades” mediáticas discordantes, y
el manejo discrecional del autoritarismo, con artificios “legales” y
maquinaciones de cúpula. En nuestro país, el desgaste de los partidos
tradicionales, y la sinuosidad temprana de los nuevos nucleamientos, origina el
concepto difuso de “espacio político”, facilitando la entrada y salida de dirigentes
según su conveniencia. El resultado ronda el perfil superficial e
intercambiable de los candidatos, que retacean definiciones necesarias para
ordenar el escenario electoral.
En el planteo de las alianzas y frentes, donde se privilegia el “llegar”, y no el “gobernar”, la fugacidad de
los acuerdos se expone con componendas contradictorias para aquellos votantes
desencantados del proceso electoral. Máxime cuando se pacta en forma
individual, al margen de la orientación partidaria, sin generar lealtades
permanentes a nada ni a nadie.
Esta realidad desnaturaliza el espíritu de las primarias y malversa su
costo en tiempo y recursos que, directa o indirectamente, pagan los
contribuyentes. Así, hay más alianzas que partidos, y más partidos que
corrientes políticas, presagiando una atomización imprevisible. Por lo menos,
hasta después del último comicio, donde habrá que concertar un núcleo
estratégico de políticas de Estado, como alternativa a una complicación
ingobernable.
Nuestra región es valorada como una “zona de paz” respecto a la lucha
externa entre Estados, pero resulta a la vez una de las más desiguales del
mundo; paradoja que reitera el método de las “hipótesis de conflicto” en el
plano interno. Éste es el riesgo a conjurar, cualquiera sea el nombre y la
modalidad que adquiera como acechanza serial de la historia. Para hacerlo, hay
que descartar las ideologías de confrontación que agotaron su ciclo, y hacer
propicia la predicación universal de la doctrina social justa, que renace por la
dignidad del trabajo y la solidaridad. [21.7.15]
20/2015
EL CONTROL
CIUDADANO E INSTITUCIONAL DEL PODER
El poder es la voluntad
concretada en energía organizada para lograr efectos. Según la evolución
de un pueblo, así será el carácter del poder, que resultará constructivo cuando
se guíe por una “ética del hacer” al servicio del bien común. Un modo amplio de
encuadramiento y conducción, que libera la mayor potencialidad del compromiso
comunitario que lo origina y enmarca.
El poder se ejerce, su expresión es la acción, pero ella debe ocurrir
democráticamente, sin la arbitrariedad de los excesos y abusos. Por eso el poder
que vale no se conquista, se construye, superando toda pretensión estática, ya que está inmerso
en una dinámica de cambio, que el tiempo termina por absorber colectivamente.
Esta realidad nutrió la génesis orgánica del Estado, implementando los
mecanismos institucionales que pudieran favorecer liderazgos adaptados alternadamente
a diferentes etapas.
En cuanto a la función del Estado, los tratadistas actuales la ubican en
un campo intermedio, entre las versiones antagónicas del idealismo y el
materialismo histórico. El Estado no sería el espacio neutro donde se dirimen
las conflictos con un afán desinteresado de justicia; pero tampoco el aparato burocrático y represivo al mando
irrestricto de los círculos dominantes. Tesis ésta que propicia las propuestas
de medidas perfectibles del servicio público, fuera de la rigidez tradicional.
Esta nueva valoración del Estado como matriz simbólica otorga sentido y
significado a las normas de la comunidad; tema en el cual ha logrado
unanimidad, a juzgar por la concurrencia, a sus distintas instancias, de todas
las corrientes del arco ideológico. De manera inversa a este fenómeno general
por la legalización de intereses y demandas, aumentan los cuestionamientos
particulares a los malos funcionarios, antes protegidos detrás de la supuesta
honorabilidad de sus cargos.
En esta perspectiva surge el concepto del control ciudadano para
enfrentar las diversas formas de corrupción, apropiación de bienes públicos,
tráfico de influencias, e incluso la inercia dolosa del burocratismo. Problemas
discutidos en el ámbito parlamentario, como lugar natural de debate plural y labor
legislativa.
Luego, los países más avanzados en este aspecto crearon organismos
específicos, con apoyo tecnológico y presupuesto propio. Pautas con que
nacieron nuevos institutos, como: auditorías, sindicaturas, procuraciones,
defensorías, entes reguladores de servicios e inspecciones generales de
justicia. Nuestro país tomó esta referencia para promulgar su propia
legislación, que rige ya desde algunos años, aunque acotada en su eficacia por
el relativismo ético.
Éste es el camino a retomar y corregir, con una política de Estado
acordada por los actores del nuevo ciclo político. Condición para aplicar las
facultades originales de tales organismos, ante los cuales se presentan las
irregularidades observadas, y se efectúa su seguimiento en sede administrativa
o judicial. Siempre recordando que la denuncia mediática o la protesta pública
no involucran distraer el dictamen por la vía establecida.
El control, realizado de manera objetiva y metódica, viene a completar
el sistema de conducción, al incluir la crítica, la autocrítica y la rectificación.
Cuando éstas son aceptadas sinceramente, celebramos la búsqueda conjunta de la
verdad que nadie puede monopolizar;
haciendo que el desgaste institucional se detenga, y las organizaciones se
depuren apelando a su reserva.
Todo lo contrario de montar deliberadamente un esquema omnímodo, de
interpretación subjetiva, basado tendenciosamente en la excepción, la
emergencia y la irregularidad para violentar las estructuras y procedimientos
de lucha contra la corrupción y apartar a los jueces naturales de las causas en
trámite. [28.7.15]
21/2015
LA CRÍTICA RESPONSABLE AL PODER ES UN APORTE ÚTIL Y NO AGRESIÓN
Originada en una
actitud filosófica, la crítica es un modo del saber, el puente reflexivo que
vincula la práctica concreta con los principios y criterios que conforman la
teoría de los buenos resultados. Un estratega se dedica así a pensar lo digno
de ser pensado, sin detenerse en lo subjetivo o superficial, para concentrarse
en perfeccionar sus procedimientos operativos.
Luego, el sujeto de
la estrategia no es el ego excesivo del “liderazgo único”, sino el equipo
equilibrado y funcional que, aún en la esfera política y económica, emplea la
técnica reconocida de un Estado Mayor. Es decir, utiliza un método analítico y creativo que no
atiende a cuestiones personales o comentarios susceptibles, porque tiene su
“voluntad de verdad” orientada orgánicamente a la consecución tenaz de los
objetivos fijados.
Por esta razón,
hasta la crítica adversaria, cuando es inteligente y fundamentada, no debe censurarse,
pues contiene un material útil a la estructura de razonamiento y síntesis que
preside el arte de gobernar. Ayuda, desde una referencia lateral, a monitorear
el propósito posible y el camino practicable para realizar el fin propuesto en
su culminación política. Lo privativo del conductor, que por definición lo
distingue, es un entusiasmo sin ingenuidad, una elocuencia sin engaño y una
convocatoria amplia sin sumisión de las personas.
La alteridad
requiere alejarse de la compulsión por uniformar las respuestas de la gente a
las distintas demandas de la realidad, y a descartar la repetición monocorde de
consignas impuestas por grupos ultras o facciosos. Éste es el adversario que
parece amigo, pero impide la captación de nuevos sectores, y es el factor
irritativo del sentido de moderación que regula la participación popular en el
proceso de reformas pendientes.
La larga marcha del
poder es posible acumulando efecto, a fin de recargar la energía imprescindible
con una sucesión planificada de metas alcanzadas, a diferencia de la urgente “revolución
para los revolucionarios”. Ésta desprecia al pueblo por “indolente”, y
convierte el extremo en violencia para corregir la indiferencia ideológica de
la multitud pragmática.
Por eso es
importante elaborar un saber situado, integrado a nuestra idiosincrasia, para
apoyar la transformación en el marco de pautas culturales genuinas. Sin
subestimar ni sobrestimar nuestras virtudes, porque la verdadera capacidad argentina
sólo se potenciará en el tiempo con una educación de calidad, que hoy no
existe.
Es menester forjar
nuestra identidad nacional, sin la cual no hay conciencia comunitaria ni
proyecto compartido. Una ecuación incomprensible para el “progresismo” de la
decadencia, que no registra la pobreza para eliminarla del relato, que no
considera los aplazos para ocultar la crisis educativa y que defiende al
victimario y no a la víctima para soslayar la inseguridad. Mientras el
“garantismo” permite al funcionario deshonesto ser juez y parte de
organizaciones ilegales.
En fin, una
“ejemplaridad inversa” que pretende decodificar civilmente los valores del
respeto, la lealtad y la convivencia en la escuela del hogar, que es la primera
escuela. En tanto que el Estado Nacional es la “familia de familias”, nacido
para protegerlas y permitir su evolución integral en una gran comunidad de
destino.
Queda planteado el
desafío a que nos lleva el relativismo moral y la ambigüedad política que, por
fragmentación, parece condenarnos al eterno retorno al divisionismo y el
atraso, frente al dominio financiero y tecnológico que avanza sobre la voluntad
de los pueblos. Esta voluntad debe reconstruirse desde la recuperación de los
lazos afectivos y espirituales, hasta la reafirmación de una democracia de
origen, procedimientos y fines legítimos. [4.8.15]
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