domingo, 29 de octubre de 2017

LA PREFIGURACIÓN POLÍTICA DEL PORVENIR



LA PREFIGURACIÓN POLÍTICA DEL PORVENIR

Reconstruir la fuerza espiritual y política interna

El peronismo no ha llegado a la forma final de su existencia como movimiento nacional, según la expresión de deseos de sus adversarios enconados: que atacan sus virtudes más que sus defectos. Luego, para estar a la altura de su primera trayectoria, y de un porvenir que prefigure nuevos logros responsables, debe asumir la actitud progresiva de reconstruir su fuerza espiritual y política. Esta tarea abarca un planteo programático más actual, una organización más ágil y una visión de conducción más amplia. Pero siempre en la misión de su fundamento originario, que lo justifica en la comunidad argentina y le da un lugar singular en la historia.

La efectividad de esa historia no es la de un pasado ya ausente, sino la de una presencia vital y activa en la transformación social. Tal la persistencia en una directriz existencial reafirmada, como declaración necesaria de una voluntad militante que se respeta a sí misma. Y de este modo, no claudica de sus principios esenciales, evitando caer definitivamente en su opuesto filosófico como un partido más del sistema.

Los peronistas lo son realmente comprendiendo este imperativo de su naturaleza. Muchas veces la ansiedad por actuar, que juega malas pasadas, se motiva en un impulso que surge del fondo de la conciencia colectiva. Porque su mística “siente “ que su verdad se sostiene por sí y procede a la lucha concretada en hechos. Pero este buen sentimiento tiene que educarse en la prudencia, para que no sólo le resulte fácil comprender la “cantidad” en las situaciones de conflicto, sino también la “calidad” de los factores complejos que intervienen.

El impulso debe ordenarse por el análisis

El impulso no quiere esperar, pero debe hacerlo, escuchando la prédica de la palabra organizada para una respuesta planificada. La improvisación, sus apresuramientos y errores son la muerte equivocada de los grandes movimientos que nacieron para perdurar en el tiempo. De allí también la importancia de los maestros y los formadores, aunque éstos no abunden en los periodos difíciles, por cansancio o impotencia. Pero eso no importa, ya que se ha dicho que, en tanto haya alguien que cree en una gran idea, la idea vive, y puede multiplicarse después en una diversidad de nuevas reservas generacionales.

Hace a la veteranía política el saber que, cuando llega el momento propicio, la idea se encarna en muchos más de lo que se consideraban “elegidos”. Y entonces la voluntad de ser se manifiesta plenamente para realizar los objetivos soñados. En esta condición, la decisión de compromiso es mas fuerte que el instinto de conservación, porque la vida vuelve a alcanzar un sentido trascendente y esclarecedor que no existe cuando todavía se está asimilando un contraste.

No es la propuesta de la temeridad y su carga destructora, sino de la “resolución equilibrada”, que reúne al espíritu audaz con el análisis de posibilidades. Siempre detrás de grandes objetivos, porque sin ellos no hay estrategas, sino gestores especulativos de puestos y tráficos de influencia. Mientras que la verdadera militancia sabe que la política sin la energía del espíritu y del pensamiento es nada.

La historia se suele leer desde el presente y sus conclusiones referirse directamente a él. Por eso se trastoca cuando se simulan “nuevos valores”, a despecho de los valores clásicos, que se niegan con tono indiscriminado. En consecuencia, hay que seguir el camino de las creencias esenciales; y hacer pedagogía política, ayudando a recuperar las figuras, contenidos y símbolos que no engañan, porque conservan profundamente una significación irrevocable.

La realización del espacio político

Todo esto implica un trabajo interno antes que externo, y autocrítico antes que crítico, respetando los ciclos de concentración y agrupamiento cumplidos en los espacios propios para resurgir. Recordemos que el espacio se  “realiza“ en la medida que se lo ocupa armónicamente y se desarrollan todas sus posibilidades. Es un espacio “potencial” que se convierte en “acto”, de orden territorial, por la presencia de una mística de pertenencia. La clave del momento es aplicar allí la velocidad apropiada a cada idiosincrasia social y cultural; pues una aceleración desmedida tiene un efecto destructivo de la trama de relaciones que lo componen y de la misma militancia que lo integra.

El agotamiento de la política como “fin” y no como “medio” de superación social, carece de ideas y sentimientos afines a tal propósito. Y expresa, por ausencia, una petición urgente de filosofía popular, deducible de la práctica y la experiencia colectiva. En este trance, sólo el talento creador es capaz de atraer una realidad sensible anterior a la actividad política, que recién entonces fructifica en innovaciones genuinas de crecimiento y desarrollo, paso a paso y lugar por lugar, más allá de las necesarias obras materiales.

Sin poses ideológicas “populistas” la razón comunitaria crece en la “unidad de concepción” generadora de doctrina. Punto inicial que, al desdoblarse en formas complementarias, compone un todo inteligible para enmarcar voluntades; y sin el cual cada parte existe fugazmente en vano. Es lógico que, en este tiempo, la acción exterior se supedite a la acción interna, sin injurias vulgares que denotan “sangrar por la herida”. Por su lado, el gobierno tiene menos certezas que incertidumbre, por intentar una “concertación al revés”, que pasó abruptamente del marketing del silencio, a forzar su propio plan de “reformas”, sobre un comicio sobrevaluado por nuestra división egoísta: que hoy reclama humildad.

                                                                                           


Buenos Aires, 29 de octubre de 2017.
Julián Licastro



lunes, 23 de octubre de 2017

REQUISITOS PREPOLÍTICOS DE UN CORRECTO EJERCICIO DEMOCRÁTICO



REQUISITOS PREPOLÍTICOS
 DE UN CORRECTO EJERCICIO DEMOCRÁTICO

Un proceso en la evolución de los pueblos

La creación de legitimidad es un logro espiritual y social., que nace en la evolución del alma de los pueblos. Ella genera la situación favorable para fundar y fundamentar el marco normativo de la legalidad. Sin aquella, ésta sería una instancia vacía de principios y valores básicos para el ejercicio real de la democracia. Algo sin duda ausente en el accionar de los partidos, carentes de contenidos para orientar, con lealtad ciudadana y honestidad administrativa, las decisiones del país. Uniformados como están, más allá de matices, en la corrupción persistente, el doble discurso y el desdén por la construcción de consensos.

Campañas de palabras sueltas, gesticulación de marketing sin compromiso, que al final terminaron mudas, no por respeto a nada, sino porque no sabían que decir frente a eventos graves y conflictos absurdos. Hitos sucesivos de desequilibros y contrastes que los muestran parados en la nada, porque el Estado no existe, la sociedad se diluye y la comunidad se fragmenta, permitiendo que cada quien haga lo que quiera, donde quiera y cuando quiera.

En esta ficción general, no se ha votado un modelo de país, con pautas razonables y explicables, debates de fondo y participación activa, que supere substancialmente las campañas anteriores. La nueva época prometida no aparece todavía con estos actos primarios, de gente de todas las clases llevadas para aplaudir de antemano cualquier frase, incluyendo la más vulgar y la más desubicada. Así, los candidatos, lamentablemente, respondieron al viejo error de la autorreferencia constante y vedetista.

Ahora vienen las consecuentes secuelas de un comicio cuyos resultados señalan tanto como lo que presagian; si no tomamos conciencia del aviso de “tormenta perfecta”, por la simple proyección de las variables actuales. Y cuyas medidas post-electorales, según lo poco que se ha filtrado para no anticipar “malas noticias”, harán aún más compleja, aunque no imposible, la salida del laberinto.

No ceder a los extremos económicos o ideológicos

Las divisiones nacionales son irreconciliables cuando permanecen obsesivamente en el plano inferior donde emergieron. Luego, sólo pueden resolverse si acceden al nivel superior, donde la comprensión lógica, con el auxilio de la ética y la experiencia histórica, suele señalar el deber ser y el deber hacer. Esto, en el arte de la conducción, se llama: responsabilidad. Obligación moral y práctica de proceder con sensatez, mal que les pese a los extremismos económicos e ideológicos y a los provocadores violentos.

La “responsabilidad” que sepa demostrar la dirigencia sería la virtud paralela y complementaria de la “legitimidad” que otorga el pueblo. Ya que ambas reunidas, generan y potencian una legalidad estructural, caracterizada por la justicia, la austeridad y la solidaridad. Una conversión necesaria y factible de la democracia formalista neoliberal, atrasada en desarrollo político, económico y social, en una democracia participativa, equitativa y comunitaria dirigida con acierto, sin sectarismo ni exclusiones.

Una democracia donde se respeten los derechos de la persona, sin llegar al límite del individualismo egocéntrico del que somos celosos hasta el desborde de la anarquía. Una democracia donde la apertura equilibrada al intercambio cultural y comercial, no signifique el extravío de la identidad nacional. Y donde nuestro aporte a la paz y la estabilidad no resigne los niveles estratégicos y tecnológicos de nuestra defensa y presencia geopolítica.

Parecen contradicciones insalvables pero no lo son, si sabemos evitar dos opuestos igualmente frustrantes: dejarse llevar por la inercia hasta un materialismo hedonista, o marchar contra corriente sacrificando el pueblo al determinismo ideológico. Lo indicado es la tercera posición, adaptada tácticamente a los nuevos factores presentes en la realidad cambiante, pero siempre en interés concreto y perspectiva histórica del ser argentino.

Respetar los resultados y reconstruir internamente al movimiento

Pasada la última dictadura la democracia electoral ya no es un derecho a conquistar sino un deber a cumplir, que exige perfeccionarla con una nueva cultura política. Ayer, las Fuerzas Armadas se autodestruyeron por intervenir en política interna y en beneficio de un sector. Hoy las Fuerzas de seguridad corren un riesgo parecido, perdiendo confiabilidad ciudadana y calidad profesional. Quién entonces custodiará la integridad territorial si esta doble destrucción se consuma. Por ello, hay que retomar el sentido del honor, la prudencia y la vocación de servicio, no en la declamación sino en los hechos.

Respetar los resultados en paz, deja al presidente en actitud de asimilar y encarar sinceramente los problemas pendientes, sin exagerar el optimismo porque ha despertado expectativas contrapuestas. Pero nos permite a todos seguir, con posibles demoras y recaídas, por el camino de la libertad, la justicia y la nacionalidad, que deseamos sin discriminaciones inconducentes.

Pero los peronistas tenemos cuestiones  internas a dilucidar claramente para no confundir populismos de “izquierda” con justicialismo, lo que implica la autocrítica a la confusión deliberada de nuestra identidad política; y dejar de lado los viejos procedimientos que repetirían el fracaso reiteradamente hasta la extinción. Nuestro primer trabajo es reagrupar a los cuadros y adherentes ubicados en distintas posiciones de circunstancias, y hacerlo alrededor de la actualización de “modelo argentino”. Es el primer paso de una larga marcha que sólo coronará la renovada esperanza del pueblo en los verdaderos continuadores del pensamiento transformador de Perón.

Buenos Aires, 23 de octubre de 2017.                                       
Julián Licastro

domingo, 15 de octubre de 2017

LA MADURACIÓN DE LA LEALTAD CREADORA DEL DISEÑO DE UN PAÍS INTEGRADO



LA MADURACIÓN DE LA LEALTAD
CREADORA DEL DISEÑO DE UN PAÍS INTEGRADO

Realidad  y contradicciones superables

En la singular tarea de encontrar soluciones originales y concretas a los problemas fundamentales del país, es necesario, antes que nada, curar la afección que se cierne sobre el alma argentina y su voluntad de persistencia y diferenciación. Diferencia como aspiración virtuosa de una personalidad propia, síntesis de las cualidades de sus diversos afluentes, y no el extravío de la xenofobia y la discriminación social o étnica.

Se trata de superar nuestros prejuicios en el registro que va de la indolencia al autoritarismo, para descubrir la verdad en la maraña de contradicciones secundarias que son superables, a condición de abandonar los extremos del resentimiento y la codicia. La comunidad se organiza por el trabajo y se destruye por la corrupción, que  permanece como sistema, enraizada en la sociedad que la practica en distintos grados y formas, incluyendo la apatía civil y la omisión culposa.

Ciencia económica “pura” o arte pragmático

En este marco general de anomia, la alta corrupción, institucionalizada, se ejerce por el desvío conceptual de la economía, que sus beneficiarios presentan como una ”ciencia pura”, encubriendo con preceptos teóricos “universales”, el esquema discrecional de un poder desmedido. Cuando en realidad, la economía es un arte de verificación pragmática; cuyos principios generales se aplican de manera adaptable al curso y contexto político y social de un espacio y tiempo históricos.

Se constituye así una cultura económica que favorece la producción o la especulación;  la distribución o la concentración; el empleo o la desocupación y, en fin, los intereses nacionales o los extraños. Lo cual no significa proponer una autonomía cerrada y aislada, imposible en el mundo actual, pero sí el margen necesario de independencia, justicia y soberanía. Sin estos requisitos, que modulan con equilibrio los factores de inversión y consumo, cada gobierno de turno reitera la apropiación espúrea de los recursos públicos, y “roba” el tiempo de vida de los ciudadanos al frustrar sus anhelos, sueños y esperanzas.

“Liderazgos esenciales y pueblo substancial”

Para romper este círculo vicioso, la acción política tiene el desafío de establecer liderazgos esenciales en el seno participativo de un pueblo substancial. Liderazgos no individualistas, pero tampoco despersonalizados, como máquinas automáticas de deshumanización de la comunidad., que no tiene un entramado técnico sino sensible. Por eso, gobernar para la felicidad del pueblo adquiere el potencial unitivo que otorga la satisfacción y la alegría contagiosa, como anticuerpo saludable de las pasiones desbordadas del divisionismo estéril.

Sin la humanización del poder se pierde, además, la génesis de fuerzas creativas en el acto de trasformar la realidad. Y al confundir el número con la calidad de las personas, se cae simultáneamente en una serie vinculante de equívocos: arrogancia, inercia, desgaste y resistencia pasiva, activa o violenta. Hay una lógica que, tarde o temprano, se manifiesta con crudeza: no se puede conducir aquello que se desconoce, y no se puede conocer aquello que se niega con sentimientos encontrados, aprensiones absurdas y refugios psicológicos elitistas.

La doctrina nacional compendio de estadismo magistral

La doctrina nacional compendia y difunde la experiencia invalorable de un estadismo magistral, aunque no es fácil, por falencias personales de ejecutivos incapaces, el traducirlas al orden práctico de los hechos. Pero su plexo de principios y valores, que es menester profundizar, comprende una invitación al compromiso político y social sin el cual nos condenamos al escepticismo, defeccionando de nuestra facultad de autodeterminación moral y material.

Ciertos dirigentes caen, paralelamente, en su autoconsagración prematura, ignorando que el juicio definitivo de lo político compete al ciclo largo de la posteridad. La obsecuencia y la adulación, amplificada por la saturación interesada de los medios, es señal de incipientes curvas descendentes a prevenir con sobriedad y mesura. Todos ellos, defectos reiterados que culminan en una campaña sin palabras y gestos sin contenido, porque no se debate ni se vota un “modelo argentino” que señale las pautas de las políticas, planes y programas que revelen la dirección estratégica del porvenir.

El principal modelo a concordar

Antes y ahora se ha decretado la muerte estadística de vastas franjas sociales, para  exaltar “éxitos” y ocultar fracasos, jugando con una ingenuidad que ha estrechado el campo de maniobra de la manipulación por un esclarecimiento paulatino. Algo que habrá de acelerarse después del comicio con pronóstico reservado, si no se apela al diálogo y al consenso, que descarte la nivelación drástica “por arriba” o “por abajo” en vez de lograr un promedio ecuánime, acorde con el crecimiento genuino y el desarrollo sustentable. Así lo advirtieron los autores y predicadores que forjaron un pensamiento nacional; que ya trasciende a las nuevas generaciones con la guía constructiva de nuestra rigurosa autocrítica.

El espacio histórico del justicialismo doctrinario no puede malversarse en el vacío incierto de una ausencia inexplicable, poblada espectralmente por los tránsfugas de diversos posperonismos de  conveniencia. Porque quedaría en suspenso el desenvolvimiento actualizado del principal modelo a concordar para reintegrar la matriz nacional, federal y comunitaria de la gran Argentina.


Buenos Aires, 17 de octubre de 2017.
Julián Licastro



sábado, 7 de octubre de 2017

PRÓLOGO PARA REPENSAR LAS PERSPECTIVAS DEL SER ARGENTINO



PRÓLOGO PARA REPENSAR LAS PERSPECTIVAS
DEL SER ARGENTINO


Encrucijada cultural y salida del laberinto

Nuestra nación se encuentra en una encrucijada que, por la compleja relación entre muchos factores, condensa una crisis cultural, no aislada, en un mundo agónico de todos los principios y valores conocidos. Esa axiología no ha sido sustituida ni actualizada para un orden más humano, reparando la brecha entre evolución técnica e involución social causada por una mística inversa. Una anti-ética que endiosa el poder del dinero a expensas del olvido del “ser” en los extremos crecientes de opulencia y miseria.

Hace falta el auxilio de una actitud filosófica, no teórica ni académica, para aunar percepciones, intuiciones y sentimientos en busca del sentido profundo de la vida, y su significado práctico en los hechos cotidianos. Hechos que nos duelen y preocupan cuando vemos agravarse la tentación individual y grupal de “salvarse”, bajo formas facciosas o corporativas. Una patología que disuelve el pacto constitutivo de la sociedad y fractura la comunidad de pertenencia territorial y lazos solidarios.

Por esta razón, repensar nuestros problemas principales es una obra común exenta de egocentrismo, requiriendo ámbitos flexibles a la libertad, la diversidad y la expresividad. Claves para aprovechar el talento neutralizado por la arrogancia y el resentimiento, la prepotencia y el traslado de culpas, y las antinomias de un desencuentro constante. Las luchas del pasado no pueden olvidarse porque son parte inseparable de la historia, pero deben superarse en sus prejuicios y rencores para acceder al porvenir. La condición humana tiene este privilegio de poder transformarse para alcanzar un nivel superior de la cultura propia.

Hay que salir por arriba del laberinto ciclotímico que nos aqueja y de una marcha en círculo como defecto impuesto desde antiguo por antagonismos ancestrales. Y que al saturarse ahora en el presente por la acumulación de conflictos irresueltos por desidia, afecta la conciencia de nuestra identidad y amaga instalar un futuro absurdo. Tal como lo vemos en países de configuración inestable y  regionalismos secesionistas.

El destino es tendencia, no determinismo

El divisionismo arrebatado y destructor, o la “unidad” impuesta por la brutalidad no es unión sino dominio y termina en opresión y la resistencia consecuente. Así lo vimos en las dictaduras cívico - militares que planteaban la desaparición forzada de un bando. Pero el destino es tendencia, no determinismo, y puede modificarse como lo hicieron otros pueblos con valentía civil y heroísmo social.
 
No es un camino adecuado ignorar el mal en sus “causas” para declamar la desgracia en sus “efectos”. Sino ahondar en su análisis con honestidad y realismo, para formular un diagnóstico veraz, y un tratamiento aceptado por su comprensión de los problemas con amplitud de espíritu. Sabiendo explicar los fundamentos del plan propuesto y las bases del modelo elegido, como impulsores de la decisión colectiva de cumplirlos.

¿Sabemos pensar?, ¿sabemos hablar? ¿sabemos escuchar? Porque no hay comunidad sin lenguaje coherente y propensión al diálogo. Con estas herramientas hay que indagar, preguntar y dudar para luego afirmar con solvencia, sin vulgaridad ni oscurantismo. Aproximaciones sucesivas a un rumbo firme que persiga la meta soñada: lograr la síntesis de objetivos que expresen los intereses de la conciencia nacional. Porque sin conciencia no hay proyecto y sin proyecto no hay esperanza.

El ser argentino necesita integrarse con la coordinación del “hombre económico” promotor de riqueza, el “hombre social” defensor de justicia y el “hombre político”, vigía de un potencial apropiado para persistir en nuestra rica geografía, y en la historia de los pueblos protagonistas. Cambiar no es pasar de mano la llave de la impunidad, ni atestiguar el desfalco pasado mientras se perpetran quizás otros mayores. Porque el designio circular se acelera en cada etapa, con la complicidad de una trama mediática y jurídica que naturaliza y aumenta la extorsión, el despilfarro y el robo.

La autoestima estratégica como fuerza interior

Hay que equilibrar el rango de los esfuerzos y beneficios, eliminando el sacrificio inhumano y las círculos de concentración perturbadores de un estado de dignidad posible. Ésta rechaza el elitismo de las clases impiadosas; la exclusión agobiante de los más vulnerables; y la inseguridad provocada por desesperación, delincuencia y vandalismo. Cuestiones graves que nos recuerdan que “crear trabajo”, la asignatura principal del desafío de gobernar, está pendiente.

Sepamos reconocer estos defectos evidentes sin perder nuestra estima estratégica, como fuerza interior para corregirnos y realizarnos plenamente. Porque los valores esenciales son imprescindibles cuando se ha prometido eficacia con ética. No más pues de lo mismo, maquillando formas para no variar el fondo. Viejo truco de los liderazgos de apariencia que se corrompen prematuramente, sin alcanzar la categoría del estadismo, que es el arte de lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.


                                                  Buenos Aires, 8 de octubre de 2017.
Julián Licastro