PRÓLOGO PARA REPENSAR LAS
PERSPECTIVAS
DEL SER ARGENTINO
Encrucijada cultural y
salida del laberinto
Nuestra nación se encuentra en una encrucijada que,
por la compleja relación entre muchos factores, condensa una crisis cultural,
no aislada, en un mundo agónico de todos los principios y valores conocidos.
Esa axiología no ha sido sustituida ni actualizada para un orden más humano,
reparando la brecha entre evolución técnica e involución social causada por una
mística inversa. Una anti-ética que endiosa el poder del dinero a expensas del
olvido del “ser” en los extremos crecientes de opulencia y miseria.
Hace falta el auxilio de una actitud filosófica, no
teórica ni académica, para aunar percepciones, intuiciones y sentimientos en
busca del sentido profundo de la vida, y su significado práctico en los hechos
cotidianos. Hechos que nos duelen y preocupan cuando vemos agravarse la
tentación individual y grupal de “salvarse”, bajo formas facciosas o
corporativas. Una patología que disuelve el pacto constitutivo de la sociedad y
fractura la comunidad de pertenencia territorial y lazos solidarios.
Por esta razón, repensar nuestros problemas
principales es una obra común exenta de egocentrismo, requiriendo ámbitos
flexibles a la libertad, la diversidad y la expresividad. Claves para
aprovechar el talento neutralizado por la arrogancia y el resentimiento, la
prepotencia y el traslado de culpas, y las antinomias de un desencuentro
constante. Las luchas del pasado no pueden olvidarse porque son parte
inseparable de la historia, pero deben superarse en sus prejuicios y rencores
para acceder al porvenir. La condición humana tiene este privilegio de poder
transformarse para alcanzar un nivel superior de la cultura propia.
Hay que salir por arriba del laberinto ciclotímico
que nos aqueja y de una marcha en círculo como defecto impuesto desde antiguo
por antagonismos ancestrales. Y que al saturarse ahora en el presente por la
acumulación de conflictos irresueltos por desidia, afecta la conciencia de
nuestra identidad y amaga instalar un futuro absurdo. Tal como lo vemos en
países de configuración inestable y
regionalismos secesionistas.
El destino es tendencia,
no determinismo
El divisionismo arrebatado y destructor, o la “unidad”
impuesta por la brutalidad no es unión sino dominio y termina en opresión y la
resistencia consecuente. Así lo vimos en las dictaduras cívico - militares que
planteaban la desaparición forzada de un bando. Pero el destino es tendencia, no
determinismo, y puede modificarse como lo hicieron otros pueblos con valentía
civil y heroísmo social.
No es un camino adecuado ignorar el mal en sus
“causas” para declamar la desgracia en sus “efectos”. Sino ahondar en su
análisis con honestidad y realismo, para formular un diagnóstico veraz, y un
tratamiento aceptado por su comprensión de los problemas con amplitud de
espíritu. Sabiendo explicar los fundamentos del plan propuesto y las bases del
modelo elegido, como impulsores de la decisión colectiva de cumplirlos.
¿Sabemos pensar?, ¿sabemos hablar? ¿sabemos escuchar?
Porque no hay comunidad sin lenguaje coherente y propensión al diálogo. Con
estas herramientas hay que indagar, preguntar y dudar para luego afirmar con
solvencia, sin vulgaridad ni oscurantismo. Aproximaciones sucesivas a un rumbo
firme que persiga la meta soñada: lograr la síntesis de objetivos que expresen
los intereses de la conciencia nacional. Porque sin conciencia no hay proyecto
y sin proyecto no hay esperanza.
El ser argentino necesita integrarse con la
coordinación del “hombre económico” promotor de riqueza, el “hombre social”
defensor de justicia y el “hombre político”, vigía de un potencial apropiado
para persistir en nuestra rica geografía, y en la historia de los pueblos
protagonistas. Cambiar no es pasar de mano la llave de la impunidad, ni
atestiguar el desfalco pasado mientras se perpetran quizás otros mayores.
Porque el designio circular se acelera en cada etapa, con la complicidad de una
trama mediática y jurídica que naturaliza y aumenta la extorsión, el
despilfarro y el robo.
La autoestima estratégica
como fuerza interior
Hay que equilibrar el rango de los esfuerzos y
beneficios, eliminando el sacrificio inhumano y las círculos de concentración
perturbadores de un estado de dignidad posible. Ésta rechaza el elitismo de las
clases impiadosas; la exclusión agobiante de los más vulnerables; y la
inseguridad provocada por desesperación, delincuencia y vandalismo. Cuestiones
graves que nos recuerdan que “crear trabajo”, la asignatura principal del
desafío de gobernar, está pendiente.
Sepamos reconocer estos defectos evidentes sin perder
nuestra estima estratégica, como fuerza interior para corregirnos y realizarnos
plenamente. Porque los valores esenciales son imprescindibles cuando se ha
prometido eficacia con ética. No más pues de lo mismo, maquillando formas para
no variar el fondo. Viejo truco de los liderazgos de apariencia que se corrompen
prematuramente, sin alcanzar la categoría del estadismo, que es el arte de
lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.
Buenos Aires, 8 de octubre de 2017.
Julián Licastro
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