15. QUIEN CALLA OTORGA
Dentro
del régimen de corrupción impune, el escándalo del ocultamiento de dinero
proveniente de coimas y sobreprecios, resultó un compendio del cinismo del
populismo camporista, que tanto combatimos para diferenciarlo de la verdadera
identidad peronista.* Porque este hecho indecoroso, fue del grotesco
delincuencial a la profanación ¿consentida? de un monasterio; y del argumento
absurdo de la donación religiosa, a la simulación ridícula de locura. Como si
no fuera bastante con la patología del funcionario desleal, desbordado por su
paranoia de circunstancias aberrantes.
Un
prisma concentrado donde se ven condesadas todas las maneras perversas,
sospechadas en estos años, que de pronto se hacen realidad in-fraganti. Una vergüenza
demoledora del “relato”, cuyas consecuencias el tiempo terminará de desplegar,
hasta la destrucción de la codicia por la
codicia misma, que no pueden disimular sus cómplices políticos,
judiciales y mediáticos. La única duda es saber si fuimos un país con una banda
de ladrones, o una banda de ladrones con un país: una asociación ilícita real
enquistada en un gobierno supletorio, como rol secundario del enriquecimiento
ilícito.
Nuestra
comunidad recibe así un golpe incalculable que resiente su cohesión desde la
cúspide a la base; y nuestro Estado muestra al desnudo la vulnerabilidad de su
ordenamiento jurídico. El espacio de encuentro, que significa la confluencia de
voluntades responsables fue humillado, y la correspondencia entre deberes y
derechos convertida en broma de mal gusto. En fin, seguir tipificando este
hecho inédito, nos llevaría a la desazón propia, a la decepción ciudadana, con
lo cual el robo alcanzaría a nuestros corazones, tentándonos al escepticismo de
bajar los brazos, y refugiarnos en la indiferencia y el aislamiento individual.
Éste
es el punto de inflexión que debe distinguirnos del mero seguimiento morboso
del caso policial y judicial. Porque es imperioso plantear que nos aguarda el
proceso, largo y penoso, de corregir la política con la ética; y desenmascarar
aquellas sectas y facciones que practican una “militancia” de conveniencia,
abatiéndose sobre los cargos que capturan, deforman y desvían en su beneficio
mercenario.
Prevenir el desorden y el caos
Las
creencias profundas y la educación ética deben volver a trazar los límites
justos en la convivencia ciudadana para neutralizar los extremos ideológicos; y
para impedir que la criminalidad económica y política violente la armonía
indispensable. Nadie espera un resultado idílico, pero sí que la relación entre
necesidades, derechos y obligaciones, tratada con equidad, evite el desaborde
de las grandes mayorías y de las minorías institucionales, como principio
liminar de la democracia.
Sólo
la ética, a través de la intención positiva de sus valores, crea el ambiente
favorable para el mejor desenvolvimiento de todos. Lo cual, si bien no congela
la lucha de los intereses legítimos o ilegítimos, explícitos o clandestinos que
afectan al conjunto, lo resguarda de las peores secuelas del desorden y el
descontrol que están latentes en la sociedad argentina.
Nuestra
vida cotidiana ha dado un vuelco involutivo que ignora las “viejas” verdades
fundamentales, y las sustituye con “nuevos” postulados superficiales, nublando
la realidad con la ficción. Y esta mentira, que es la mentira de la apariencia
y la pose, se vuelve contra sí, reduciendo las aspiraciones más nobles del ser
humano. Especialmente, al envilecer las relaciones entre las personas y sus
lazos de organización, solidaridad y trabajo.
Se
abandona entonces el contacto con el pensamiento acumulado por la progresión
coherente de una cultura, y se dificulta el pensar que se está creando como
reserva para aplicar en el futuro. El resultado es la actitud vulgar y hasta
brutal a la que nos estamos acostumbrando, resistiendo la reelaboración de una concepción
social que languidece, por la falta de fe y de mística, virtudes que siempre
descubren nuevos contenidos y motivaciones en el sentido de la vida.
Asumir la libertad de nuestra voluntad
La
preferencia por lo inmediato y lo efímero espera todo del momento y nada del
plan, despreciando su preparación y su constancia. Un perfil de la existencia
precaria, como enfermedad cultural seguida de muerte: la evidencia del declive civilizatorio que simula
imágenes, exhibe lo exterior, ostenta la figura impostada y opta por la nada.
En
un contraste total, no se acompasa el progreso material con el espiritual. Y la
tecnología, en vez de reforzar al máximo las formas productivas de una
organización civil equitativa, privilegia la especulación económica, el comercio
de lo superfluo y los mecanismos viciosos del abandono y la amoralidad. Una
onda de negligencia y destrato se transmite hacia todos los estamentos de la
sociedad, “insectificada” y “masificada”; donde hay también un mercado de
conciencias que se subastan, incluyendo al funcionariado infiel.
Estamos
en un punto de inflexión facilitado, paradójicamente, por lo complicado de la
situación, saturada de sofismas, cuando no de voces ignorantes disfrazadas de
“opinión”, que nos lleva a plantear la libertad de nuestra voluntad frente a
las modas impuestas con su vacío existencial. Y como requisito, de abajo hacia
arriba, para rehumanizar la política, y recrear los movimientos sociales que le
dan sustento estructural permanente.
Puestos
a reparar, con humildad y firmeza, el tejido comunitario, rescatemos la
política, que abandonó la vocación de servicio y llegó a su nivel moral más
bajo. Una actividad mercantil denegatoria de su rol representativo y abocado al
beneficio individual y grupal de los integrantes de la “clase política”.
Apología de la corrupción que se manifiesta por “contagio” de los pares
propensos a la venalidad; y por “compulsión” que obliga a someterse para no ser
marginados por los “códigos” mafiosos que copan el sistema.
Buscar la unidad, que no es impunidad sino
justicia
La
lógica inversa del sistema ignora, niega o difama al militante honesto, en la
superación de esta prueba en que lo pone un repliegue oscuro de la historia.
Reto para templar la propiedad de la autoestima y la fidelidad a las
convicciones que forman nuestra conciencia y adhesión a la gran política. La
política como arte de la conducción que, hoy más que nunca, demanda la tenacidad de un pensamiento estratégico sin
límites de tiempo.
Queremos
cumplir lo que sentimos como misión indeclinable; y esperamos corporizar en una
fuerza de relevo por la empatía patriótica con tantas personas, sectores y
organizaciones que luchan por unir y reconstruir la Argentina de nuestros
ideales y nuestra posteridad. Buscamos la unidad que no es igual a impunidad,
porque exige investigar hasta descubrir la verdad y sancionar a los culpables,
caiga quien caiga, sin persecución ni privilegios.
Justicia
imparcial, sin las dilaciones y subterfugios que implican complicidad. Y ética
real, sin aspavientos moralistas carentes de pruebas concretas. Sólo así será
posible la autocrítica política, económica y social de los errores cometidos. Y
la elevación espiritual de la comunidad reivindicada sobre las pasiones que nos
dividen, enfrentan e impiden el éxito de realizarnos plenamente.
_______________________________________________________________
* Peronismo o populismo: debate sobre
la identidad política, 142 páginas, Buenos Aires, 2012.