martes, 21 de junio de 2016

15. QUIEN CALLA OTORGA



15. QUIEN CALLA OTORGA

Dentro del régimen de corrupción impune, el escándalo del ocultamiento de dinero proveniente de coimas y sobreprecios, resultó un compendio del cinismo del populismo camporista, que tanto combatimos para diferenciarlo de la verdadera identidad peronista.* Porque este hecho indecoroso, fue del grotesco delincuencial a la profanación ¿consentida? de un monasterio; y del argumento absurdo de la donación religiosa, a la simulación ridícula de locura. Como si no fuera bastante con la patología del funcionario desleal, desbordado por su paranoia de circunstancias aberrantes.

Un prisma concentrado donde se ven condesadas todas las maneras perversas, sospechadas en estos años, que de pronto se hacen  realidad in-fraganti. Una vergüenza demoledora del “relato”, cuyas consecuencias el tiempo terminará de desplegar, hasta la destrucción de la codicia por la  codicia misma, que no pueden disimular sus cómplices políticos, judiciales y mediáticos. La única duda es saber si fuimos un país con una banda de ladrones, o una banda de ladrones con un país: una asociación ilícita real enquistada en un gobierno supletorio, como rol secundario del enriquecimiento ilícito.

Nuestra comunidad recibe así un golpe incalculable que resiente su cohesión desde la cúspide a la base; y nuestro Estado muestra al desnudo la vulnerabilidad de su ordenamiento jurídico. El espacio de encuentro, que significa la confluencia de voluntades responsables fue humillado, y la correspondencia entre deberes y derechos convertida en broma de mal gusto. En fin, seguir tipificando este hecho inédito, nos llevaría a la desazón propia, a la decepción ciudadana, con lo cual el robo alcanzaría a nuestros corazones, tentándonos al escepticismo de bajar los brazos, y refugiarnos en la indiferencia y el aislamiento individual.

Éste es el punto de inflexión que debe distinguirnos del mero seguimiento morboso del caso policial y judicial. Porque es imperioso plantear que nos aguarda el proceso, largo y penoso, de corregir la política con la ética; y desenmascarar aquellas sectas y facciones que practican una “militancia” de conveniencia, abatiéndose sobre los cargos que capturan, deforman y desvían en su beneficio mercenario.

Prevenir el desorden y el caos

Las creencias profundas y la educación ética deben volver a trazar los límites justos en la convivencia ciudadana para neutralizar los extremos ideológicos; y para impedir que la criminalidad económica y política violente la armonía indispensable. Nadie espera un resultado idílico, pero sí que la relación entre necesidades, derechos y obligaciones, tratada con equidad, evite el desaborde de las grandes mayorías y de las minorías institucionales, como principio liminar de la democracia.

Sólo la ética, a través de la intención positiva de sus valores, crea el ambiente favorable para el mejor desenvolvimiento de todos. Lo cual, si bien no congela la lucha de los intereses legítimos o ilegítimos, explícitos o clandestinos que afectan al conjunto, lo resguarda de las peores secuelas del desorden y el descontrol que están latentes en la sociedad argentina.

Nuestra vida cotidiana ha dado un vuelco involutivo que ignora las “viejas” verdades fundamentales, y las sustituye con “nuevos” postulados superficiales, nublando la realidad con la ficción. Y esta mentira, que es la mentira de la apariencia y la pose, se vuelve contra sí, reduciendo las aspiraciones más nobles del ser humano. Especialmente, al envilecer las relaciones entre las personas y sus lazos de organización, solidaridad y trabajo.

Se abandona entonces el contacto con el pensamiento acumulado por la progresión coherente de una cultura, y se dificulta el pensar que se está creando como reserva para aplicar en el futuro. El resultado es la actitud vulgar y hasta brutal a la que nos estamos acostumbrando, resistiendo la reelaboración de una concepción social que languidece, por la falta de fe y de mística, virtudes que siempre descubren nuevos contenidos y motivaciones en el sentido de la vida.

Asumir la libertad de nuestra voluntad

La preferencia por lo inmediato y lo efímero espera todo del momento y nada del plan, despreciando su preparación y su constancia. Un perfil de la existencia precaria, como enfermedad cultural seguida de muerte: la evidencia  del declive civilizatorio que simula imágenes, exhibe lo exterior, ostenta la figura impostada y opta por la nada.

En un contraste total, no se acompasa el progreso material con el espiritual. Y la tecnología, en vez de reforzar al máximo las formas productivas de una organización civil equitativa, privilegia la especulación económica, el comercio de lo superfluo y los mecanismos viciosos del abandono y la amoralidad. Una onda de negligencia y destrato se transmite hacia todos los estamentos de la sociedad, “insectificada” y “masificada”; donde hay también un mercado de conciencias que se subastan, incluyendo al funcionariado infiel.

Estamos en un punto de inflexión facilitado, paradójicamente, por lo complicado de la situación, saturada de sofismas, cuando no de voces ignorantes disfrazadas de “opinión”, que nos lleva a plantear la libertad de nuestra voluntad frente a las modas impuestas con su vacío existencial. Y como requisito, de abajo hacia arriba, para rehumanizar la política, y recrear los movimientos sociales que le dan sustento estructural permanente.

Puestos a reparar, con humildad y firmeza, el tejido comunitario, rescatemos la política, que abandonó la vocación de servicio y llegó a su nivel moral más bajo. Una actividad mercantil denegatoria de su rol representativo y abocado al beneficio individual y grupal de los integrantes de la “clase política”. Apología de la corrupción que se manifiesta por “contagio” de los pares propensos a la venalidad; y por “compulsión” que obliga a someterse para no ser marginados por los “códigos” mafiosos que copan el sistema.

Buscar la unidad, que no es impunidad sino justicia

La lógica inversa del sistema ignora, niega o difama al militante honesto, en la superación de esta prueba en que lo pone un repliegue oscuro de la historia. Reto para templar la propiedad de la autoestima y la fidelidad a las convicciones que forman nuestra conciencia y adhesión a la gran política. La política como arte de la conducción que, hoy más que nunca, demanda la  tenacidad de un pensamiento estratégico sin límites de tiempo.

Queremos cumplir lo que sentimos como misión indeclinable; y esperamos corporizar en una fuerza de relevo por la empatía patriótica con tantas personas, sectores y organizaciones que luchan por unir y reconstruir la Argentina de nuestros ideales y nuestra posteridad. Buscamos la unidad que no es igual a impunidad, porque exige investigar hasta descubrir la verdad y sancionar a los culpables, caiga quien caiga, sin persecución ni privilegios.

Justicia imparcial, sin las dilaciones y subterfugios que implican complicidad. Y ética real, sin aspavientos moralistas carentes de pruebas concretas. Sólo así será posible la autocrítica política, económica y social de los errores cometidos. Y la elevación espiritual de la comunidad reivindicada sobre las pasiones que nos dividen, enfrentan e impiden el éxito de realizarnos plenamente.


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* Peronismo o populismo: debate sobre la identidad política, 142 páginas, Buenos Aires, 2012.

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