jueves, 23 de noviembre de 2017

IDEAS Y SUGERENCIAS PARA LOS NUEVOS DIRIGENTES DE LA RECONSTRUCCIÓN PERONISTA



IDEAS Y SUGERENCIAS
PARA LOS NUEVOS DIRIGENTES
DE  LA RECONSTRUCCIÓN PERONISTA

Índice

  1. La comunicación vence al espacio
  2. Criterios de prédica para cuadros
  3. Criterios para la elaboración del pensamiento político
  4. Fe y razón, ética y política
  5. La tercera posición en la geopolítica actual
  6. La salida del escepticismo
  7. El crecimiento orgánico en la crisis
  8. Metodología nacional de las alianzas
  9. La comunidad del afecto en la educación política mutua
  10. Amistad social y reconciliación auténtica
  11. La democracia es una creación cultural permanente
  12. Repensar las perspectivas del ser argentino 
  13. Maduración de la lealtad en el diseño de un país integrado
  14. Requisitos prepolíticos del ejercicio democrático
  15. La prefiguración política del porvenir
  16. La militancia en los tiempos de la anomia
  17. Soberanía es luchar por la existencia propia
                   
1. LA COMUNICACIÓN VENCE AL ESPACIO

La organización vence al tiempo y la comunicación vence al espacio

La lamentable descomposición posperonista en sectores impotentes para modificar una situación compleja, puede convertirse en un escenario reversible después de unos comicios que han perdido significación dentro de la gran política. Más allá de candidaturas maquilladas en la reductiva matriz televisiva, donde no hay lugar para el debate serio, avanza un proceso histórico que, en su eclosión , puede dar oportunidad a una elección verdadera acicateada por la doble estimulación que representa la codicia económica regresiva por derecha y la anarquía social inconducente por izquierda.

Todavía, sin embargo, es la hora de los “pos”. La pospolítica que entraña la sustitución gerencial de la conducción democrática; la posverdad que es la mentira de los fanatismo de uno y otro signo; el poscapitalismo como el reino de la especulación improductiva; y la posmodernidad destructora de los valores de identidad cultural e intercambio no monocorde con las otras culturas y pueblos soberanos. Este proceso se acelera porque es inviable, y también por las torpezas, excesos y cegueras de los dirigentes actuales, y su celebridad tan vacía como efímera.

Los protagonistas que vienen son otros: cuadros formados y bases realistas, con necesidades, demandas y aspiraciones concretas, que quieren construir un país entre todos aprovechando su potencialidad extraordinaria, que no merece un tratamiento colonial. Pero esta reivindicación natural, para no frustrarse, comprende una labor inteligente de análisis integral, actualización de procedimientos, prédica veraz y capacitación intensiva de la militancia del orden territorial, clave de la organización y la comunicación permanente.

Análisis situado de la realidad

¿Cuáles son las motivaciones que nos conmueven a tantos compañeros para hacer esta tarea? La crítica del abuso de poder violentando el sistema institucional; las reformas sesgadas y facciosas que no terminan con las perversiones más evidentes de la “democracia”· que desacreditan; y los excesos casi totalitarios de la función propagandística de los aparatos mediáticos monopolizados que anulan cualquier margen de periodismo independiente y confunden la interpretación pública de la actualidad. Es la comunicación al revés que nos aísla, divide y fractura.

Por eso es imprescindible analizar situadamente los datos objetivos de la realidad y profundizarlos para descubrir los factores de poder que los determinan de modo encubierto. Y luego transmitir la información con una red de enlace y canales alternativos a la trampa establecida por “el medio es el mensaje”, la cual invalida aún las buenas exposiciones y declaraciones periodísticas.

Oponerse a un sistema transnacional tan poderoso, donde se copia hasta el formato del programa local más banal, requiere una gran capacidad analítico-sintética para  trasmitir verdades, a la vez conceptuales y empíricas, dirigidas a los movimientos de acción. Constituye así un reclamo de coherencia, fundamentación crítica y práctica; y una prueba de sus convicciones en la prédica, los gestos y las conductas concretas. El esfuerzo, primeramente en soledad, debe abrirse al contacto con la militancia y contagiarse de quienes resisten el prejuicio, la distracción y el engaño.

La estructura de un lenguaje creativo

Es imprescindible conocer y respetar la dinámica entre la libertad personal y el marco de criterios comunitarios de una sociedad que enfrenta al vasallaje. El adversario es la conjunción entre los centros imperiales o hegemónicos y la prensa globalizada. El desafío es alcanzar voces de prestigio por su aptitud pensante y actitud ética, generadoras de contenidos comprensibles y atractivos que demuestren compartir vivencias e historias de lucha.

Necesitamos formular la estructura del lenguaje adecuado a la tarea de pensar para hacer y de hablar para organizar, con un poder expresivo equidistante de la improvisación balbuciente y el racionalismo extremo. La materia prima es la idea viva acompañada de los valores esenciales y los sentimientos solidarios que las consolidan. Así se articulará un lenguaje creativo, distinto a la utilería comercial de los “asesores de imagen”, y más eficaz y honesto para dar respuesta precisa a las preguntas acuciantes de la sociedad.

Un nuevo modelo de comunicación

Encontrar las expresiones justas utilizando la riqueza de nuestro idioma, implicará ir alcanzando un nuevo modelo de comunicación que supere la robotización informática y mediática. Y de esta manera fortalecer, por sobre toda distancia, las relaciones humanas con emociones sinceras de enlace espiritual. Caracteres valiosos que formarán parte de un nuevo ciclo histórico de renovación de las viejas cúpulas partidarias y gremiales atacadas, con pocas excepciones, por los males del desgaste, el escepticismo y la corrupción.

En el eje de un conocimiento promotor de la comunidad organizada y libre, es la hora del trasvasamiento generacional. Sus principales misiones son defender una democracia participativa substancial; criticar con fervor las causas y consecuencias de la declinación del país; y cubrir el vasto despliegue geográfico argentino con las banderas genuinas de los intereses y aspiraciones del bien común nacional.
                                                   
2. CRITERIOS DE PRÉDICA PARA CUADROS

La palabra de la vieja y nueva partidocracia ha perdido toda credibilidad, anulando la función ordenadora de la concepción, organización y acción política; y complicando aún más, el divisionismo y caos actual. Cualquiera dice cualquier cosa y promete lo que no va a realizar, en el festival de engaños, consentidos por la llamada “opinión pública”, de un juego electoral superficial que excluye cínicamente los principios y valores esenciales.

Todo lo contrario de trabajar motivando creencias positivas, expectativas razonables, ideas factibles y tareas realizables. Surge entonces la exigencia de una conversión profunda que limite la retórica y suprima los contenidos fingidos, aportando la creatividad y la experiencia que cada uno puede sumar, cultivando un estilo realista de convivencia, sin exagerar los defectos ni las virtudes de quienes postulan intereses definidos y aspiraciones concretas.

La historia señala que en la etapa preparatoria de los movimientos transformadores actúan “grandes escritores”, que influyen selectivamente sobre los líderes con talento para emerger de la crisis. Pero que, ya en la convocatoria multitudinaria de estos mismos movimientos, la iniciativa es de los “grandes oradores”. En ambos casos, se trata de pensadores nacionales que reflexionan sin colonización mental y se dirigen directamente a objetivos bien señalados para facilitar su logro.

De igual modo, deben actuar los “grandes cuadros” de la base social, sintiendo que su principal acicate es la situación de su comunidad. Y en esa pertenencia, escuchar los reclamos crecientes de trabajo, justicia y seguridad elementales para hablar luego de un plan de desarrollo. Son cuadros del orden territorial, cuya misión dura toda una vida, lo cual los inclina a una conducta equilibrada: sin fanatismo ideologista ni pragmatismo conformista según el péndulo tan habitual y dañino del acomodo coyuntural.

Diferencia entre dogma y doctrina

La doctrina es una línea coherente y sistemática con criterios probados para comprender los problemas que nos afectan, y ayudar a proponer  soluciones prácticas. Se diferencia claramente del dogma cerrado sobre sí, que pretende inculcar preceptos obligatorios, fijados en un tiempo determinado y que se anquilosan por persistir aislados de la dinámica permanente de la realidad.

De allí que la doctrina deba actualizarse por etapas, sin traicionar las pautas filosóficas que la sustentan, para atender las contingencias de la evolución. Esta actualización abarca hoy los procedimientos orgánicos que incluyen nuevas estructuras de agrupamiento y representación. Métodos de acción que asumen tácticas novedosas surgidas de una gran amplitud social, y no sólo del tradicional ámbito partidario y gremial. Y también caracteres de mayor participación y protagonismo compartido en el sistema de conducción y su pleno despliegue geográfico contra la rémora del caciquismo.

Todo aquello que no signifique naturalmente “capacidad de adaptación” pesará en contra de la autocrítica constructiva que hay que explicitar, no murmurar, con el agregado de propuestas acordes para salir del laberinto, suturar heridas, y moderar las ambiciones. Causas que suman a la incredulidad popular y violentan la conciencia de unidad como factor de triunfo.

Conocer la naturaleza humana

El liderazgo en la base debe profundizar su conocimiento de la naturaleza humana. Es decir, tomar distancia de quienes exaltan el optimismo o el pesimismo, no fundamentado, de una situación, sin que esto conlleve caer en la indiferencia o el escepticismo. Contra tales extremos, son famosos los recursos del liderazgo persuasivo de Perón, y su ejercicio del humor y la ironía para desarmar las trampas de las falsas antinomias.

Necesitamos avanzar en la organización participativa del Movimiento según sus propias indicaciones sucesorias, en vez de inventar verticalismos que  correspondieron a momentos históricos fundacionales y por ende irrepetibles. Por eso hay que expresar liderazgo; sin arrogancia, entusiasmo sin triunfalismo y prestigio sin ficción. Y en el nivel de la militancia: respeto sin temor, adhesión sin obsecuencia y lealtad sin sumisión.

Lo mejor de la naturaleza humana es el rescate de su dignidad, fuente del plexo de derechos y deberes, que pueden construir una comunidad de realización a partir de una búsqueda sincera de sentido y trascendencia. El mejor enlace con nuestra gente tiene esta dirección espiritual, lejos de la predicción lúgubre o catastrófica, para acentuar la satisfacción del hacer común. Un planteo esperanzador, sin desconocer por ingenuidad los obstáculos que provienen del odio, el prejuicio y la codicia.

Poder seleccionar para saber elegir

Observar con discernimiento la vida, especialmente en el plano pasional de la política, debe servirnos  para afirmar o para dudar, según nuestro libre albedrío. Y para asumir las consecuencias de aciertos y errores; salvando el “principio de responsabilidad”  de la genuina voluntad de conducción. Si los partidos del sistema han burlado la finalidad de las primarias, para concentrar en pocas manos la designación discrecional de miles de candidatos, habrá que implementar otros mecanismos. Porque lo fundamental es que la “selección” la haga el pueblo votando y no la manipulación de los círculos de influencia.

Este proceso evolutivo no se reduce a la juvenilia,  irrespetuosa de la sabiduría, que hoy campea como apología de la antipolítica “posmoderna”. El trasvasamiento no es la sustitución banal de la experiencia por el esquematismo, sino el consenso intergeneracional sobre los grandes objetivos nacionales y sus vías de ejecución eficaz.
                                            
3. CRITERIOS PARA LA ELABORACIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO

Hay crisis que por su gravitación histórica exigen volver a empezar desde el comienzo. Es una prueba de voluntad para grupos hermanados que se sienten responsables del porvenir y establecen un criterio de ejemplo personal, obligándose a “practicar lo predicado”. Esta actitud, tolerante con las ideas y sentimientos de buena fe, sólo excluye el tono irrespetuoso de las instancias de disolución social. La renovación de la esperanza así lo exige ante las adversidades de la vida y de la política, imponiendo la consideración real de los otros y la solidaridad efectiva con los compañeros más vulnerables. Es el primer paso para recrear estructuras básicas de contención por la confianza mutua, la paciencia común y el trato sencillo. Porque, sin esta disposición espiritual, no habría condiciones mínimas para encarar las tareas pendientes.

La indagación inicial se refiere, sin duda, a nuestra identidad cuestionada desde siempre y hoy más que nunca por la “colonización mental”; esta vez con la fuerza arrolladora del mundialismo capitalista privado y los omnímodos instrumentos tecnocráticos de la globalización asimétrica. Situación que enfatiza reafirmar la vigencia de una concepción estratégica del país a mediano y largo plazo, innovando en procedimientos y metodologías, pero sin traicionar la base filosófica permanente sobre la que se apoya.

Por lo tanto, el pensamiento que nace como diálogo íntimo y profundo, entre dudas y certezas personales, se expresa luego como diálogo compartido y enriquecido con todos los compañeros, para constituir el motor de una nueva política. Unidad esencial en la diversidad de matices que amalgaman la intensa tradición política argentina. Esto es independiente de las formas subsidiarias con que, a su turno, las apliquen las distintas orientaciones partidarias. La diferencia, sin embargo, descartará por igualmente estériles el mero juego intelectual diletante, y la mediocridad de las campañas electorales.

Creación, prédica y tradición

El hombre es un ser libre dotado de lenguaje. Todo entendimiento entre personas debe percibirse en un intercambio convenido por partes iguales y equiparables; y sólo establecido en las convicciones estimuladas por la enseñanza de los grandes maestros y fundadores de movimientos de transformación nacional. Cuando ello ocurre idealmente se va conformando una doctrina coherente que unifica fuerzas y suma la masa decisiva para modificar circunstancias penosas de injusticia, opresión y explotación.

Esta doctrina vital, que surge en forma oral, y después se escribe para profundizarla, se articula mediante el sano sentido común del pueblo que la inspira y al cual se dirige. Y cuyo único riesgo sería congelarla como dogma cerrado a la dinámica vivificante de la realidad. Se trasmite entonces de generación en generación, consolidando una tradición en cuestiones de fondo y aceptando la autocrítica de las consignas esquemáticas que no sobreviven las coyunturas. Este pensar sabiamente pragmático dificulta la acción insidiosa de los “sabios ignorantes”, que suelen complicar lo simple, cundo no insertar sus teorías difusas.

Cuestión siempre descubierta en poco tiempo relativo, según la escala de los ciclos de la historia. Porque la tradición, cuando se mantiene viva y presente en las claves del conocer popular, se afirma ante las defecciones preanunciadas, al recordar las acciones simbólicas y ejemplares de sus maestros, héroes y mártires.

Todo esto obviamente se resiente con la indiferencia social, el individualismo  antiorgánico y la corrupción de los falsos dirigentes que abundan. Sus discursos no existen o no se escuchan, porque han perdido credibilidad, sustituidos por insólitas campañas sin palabras, o con esquemas vacíos y repetitivos; que incluso se reducen a un acto de fe invertido: “tienen que seguir creyendo en mí, aunque los milagros prometidos salieron al revés” (inversión, inflación, déficit, trabajo y pobreza cero).

4. FE Y RAZÓN, ÉTICA Y POLÍTICA

En el proceso evolutivo del conocimiento, fe y razón, siendo categorías deferentes, tienden a un punto que las refuerza mutuamente o, al menos, suaviza su antagonismo. Es lo que sucede, contrariamente, entre quienes no hablan de la corrupción pasada, y quienes no hablan de la corrupción presente, como dos ramas gemelas de una lógica perversa que “naturalizaría” la venalidad perpetua. Hoy, además, se busca la disolución de  los partidos para facilitar la manipulación de aquellos personajes que entran en el formato “actoral” de la televisión. Según este formato, no hay programas faranduleros que no sean también políticos; ni hay programas políticos que no sean también faranduleros. 

De esta forma, festejada por ciertos sectores medios, la cultura política cualitativa y reflexiva revierte a mera politización cuantitativa y pasional, negando el intercambio de propuestas compatibles con el acuerdo económico-social que demanda un país previsible y gobernable democráticamente. La “diversión” pues, concebida como “distracción” de los problemas esenciales, fuerza una agenda diaria de nimiedades, donde se prohíbe, directa y absurdamente, hablar de temas conflictivos.

Pero el verdadero entretenimiento puede venir, cuando, con un humor distinto y una mentalidad despierta, resulte atractivo reconstruir la comunidad civil para encarar entre todos la crisis que nos aqueja. Porque es obvio que hacen falta cuerpos organizados de reflexión, planificación y ejecución para sortear la improvisación del individualismo exacerbado y tránsfuga. Único modo de converger sobre los objetivos nacionales con el mayor consenso posible. Y a la vez, evitar que ética y política se sigan alejando sin límites, hasta comprometer definitivamente la convivencia argentina.
                                                                  
Nuevas categorías de actualización de nuestra concepción estratégica

Desde la época clásica a la moderna, la filosofía refiere la palabra “categoría” a los conceptos generales que ayudan a la razón a elaborar sus criterios. Pero esta definición académica corresponde unirla a la percepción popular de los desafíos que encara la persistencia orgánica de la comunidad. En consecuencia, más allá de lo táctico, es menester conjugar una mentalidad coherente y leal a nuestra concepción superior, porque la estrategia es el pensamiento previsor y coordinador de la vida colectiva, frente a las acechanzas de extinción.

A pesar de los problemas, Argentina ha ido consolidando una tradición capaz de evocar historia, invocar principios y convocar acciones. Todo ello, en una aspiración trascendente de valores fundamentales, cuya conciencia nacional se propone atraer la verdad, que no inventa sino descubre. Fuerza espiritual necesaria para resistir con esperanza el temor a la pobreza, la pérdida del trabajo, y la inseguridad cotidiana como parte de un plan imaginado o consentido de cambio traumático o violento.

Retomar las virtudes de lo trascendente, no de lo efímero, significa voluntad de realización para rearticular la comunidad, hecho imprescindible incluso para concretar las aspiraciones personales. Porque aún lo individual, demanda la reflexión básica de la “filosofía de la vida” para reencontrar el sentido de la existencia, y del diálogo fundante de un mismo ámbito de pertenencia. Ningún otro lenguaje, y menos el idioma criptográfico de la tecnocracia, podrá satisfacer la indagación de las inquietudes humanas esenciales.

La verdadera política como servicio y construcción

De allí la inclusión comunitaria de la política, sentida como servicio y construcción, descartando el sesgo inmoral de la vieja y nueva manipulación. Porque ella aborta el esfuerzo de educación con las dádivas de los recursos espúreos. Nada material tendrá éxito sin el nuevo mensaje de esta concepción existencial, lejos de la indiferencia social disimulada en la caridad proselitista y de la compra-venta de votos. Es la vieja historia que hemos padecido en los ciclos “posperonistas” que deformaron al Movimiento. Y ahora, en la etapa de la “pospolítica”, como el reino virtual de las cosas superficiales, los esquemas reales de explotación y la idolatría de la plutocracia. La condición humana yace así sin rumbo, absorbida por los artefactos y reducida a la impiadosa denominación de la gente como meros “usuarios”.

Mientras la cuestión nacional se reduce al esquema mercantil de los tecnócratas, extraños al sentimiento  patriótico, el “orden” mundial sufre las consecuencias de una penetración que subvierte Estados soberanos y desvanece sus fronteras. Aunque también registra la respuesta de corrientes numerosa que defienden la producción, el trabajo y el mercado de su país. No es el caso de copiar los caracteres específicos de estas experiencias en las más grandes potencias. Porque sabemos que hay nacionalismos de opresión y nacionalismos de liberación y desarrollo como el peronismo originario de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

5. LA TERCERA POSICIÓN EN LA GEOPOLÍTICA ACTUAL

La perspectiva de la tercera posición excede sus inicios en la década del 40 frente a los conflictos sistémicos con los imperios de entonces. Hoy abarca también los conflictos asistémicos que protagonizan las corporaciones, y la disputa principal entre China y EEUU. Aquellas viejas alianzas, de un modo u otro, respondían a coincidencias culturales e ideológicas. En la nueva escena, la única verdad es la globalización asimétrica manejada por las transnacionales en el “capitalismo salvaje” y sin reglas.

Por tal razón, el postulado matriz del Movimiento fue, y sigue siendo, “la organización de la comunidad nacional como sujeto histórico”, constituido por el pueblo en su conjunto. Y no una “sociedad” de conveniencia, separada de las decisiones tomadas por magnates y oligarquías. Este fue el “escándalo” político que puso a todos los partidos tributarios del sistema, por derecha e izquierda, contra el General Perón.

El segundo postulado es institucionalizar “el Estado nacional como sujeto jurídico” sólido y eficaz, para contener los excesos del mundialismo financiero privado. Este proceso desmesurado, sin la menor “ética económica” no globaliza las ganancias sino sólo las perdidas, contra el derecho de los pueblos al desarrollo sustentable con equilibrio ambiental. Necesidad que impulsa una reforma estatal abierta a la participación de la sociedad, desechando las estructuras burocráticas proclives a la corrupción y el autoritarismo.

Finalmente, la proposición de establecer “la concertación productiva como sujeto social”, crea la base de sustentación equitativa, sin reiterar la “guerra” interna de precios y salarios que provoca los extremos de la pobreza creciente en un país pródigo, y la concentración de riquezas en la instancia terminal de la especulación a cualquier precio. Allí la crisis es mundial, con el retorno de tendencias divisionistas, aislacionistas y supremacistas, donde agonizan los valores de occidente representados por una Europa decaída. Lo que explica que ahora se analice tanto, en el aspecto filosófico, teológico y estratégico, las intensas convulsiones que agitan el Sur de América, hasta ayer desestimado como las tierras y mares del “fin del mundo”.

Por esta causa abrimos el debate sobre las nuevas categorías de actualización, y su aplicación por los cuadros formados solidariamente que detestan el divisionismo. Ya que, en el desenlace de esta batalla de inteligencia y voluntad, se juega la desaparición de la Argentina, “desguazada” por grupos de negocios, o su renacer en una nación integral, soberana y señera.
                                                               
La unidad en el movimiento

Remarcando, como lo hemos hecho, la creación superior de la estrategia, corresponde nutrirla con los nuevos factores que generan las acciones tácticas de impacto relevante. No hacerlo sería congelar el pensar estratégico como “teorización”, sin incidencia operativa alguna. En la vía correcta, pues, un análisis que busque la verdad en sí, y no la ratificación cerrada de prejuicios, verá abrirse el nuevo horizonte de limitaciones y posibilidades que configura la continuidad de la lucha.

Un instante de clarificación nos dice que estos fragmentos electorales no constituyen el verdadero Movimiento, por su falta de rumbo y coherencia. Y al mismo tiempo, nos indica que ha llegado el momento preciso de plantear, con nuestras voces militantes, la superación de una larga crisis espiritual y orgánica que no subsanaron ni sus figuras más conocidas. Los próximos comicios, por ejemplo, no pueden valorarse por victorias o derrotas, sino en la visión más aguda de que hay un mundo político que muere y otro que nace, si sabemos albergar actualizadamente, y sin exclusiones a priori, los principios y valores de nuestra mejor esencia formativa.

Son un ocaso y una alborada fértiles, donde una renovada potencia de vida organizativa puede representar el comienzo de una gran tarea. Para ello, las aspiraciones individuales deben desplazarse del egocentrismo inútil, a otra faceta más positiva de la condición humana encaminada por creencias profundas, gestos persuasivos y debates reflexivos. Actitud que tiene una esperanza ponderada en las diversas formas de participación social, basadas en la intención plena de intuición política del pueblo. Una propensión a “volver a ser en los valores”, porque ellos no sólo encarnan una identidad, sino una reafirmación definitiva en la fusión de lo sensible con lo trascendente.

No hablamos de los próximos meses, sino de los próximos años, donde nuestra inteligencia guiará la fuerza y la consolidará con los paradigmas de dignidad y justicia. Descartando los dualismos ideológicos que confunden y separan; e insistiendo en los hechos históricos que acentúan los fundamentos del sentimiento de patria. La decadencia de hoy no es la forma final del peronismo que sueñan nuestros adversarios cerriles. Lo más importante es lo que tiene que llegar si realmente “somos, sabemos y podemos hacerlo”.

6. LA SALIDA DEL ESCEPTICISMO

Siempre una parte de cada existencia discurre buscando las razones de su designio; y aún muchos mueren sin haberlas hallado. Es lo que Perón consideraba el pecado de “pasar desapercibidamente por la vida”. Por eso no nos culpemos demasiado de aquello que fuimos aceptando. Siempre ocurre así cuando prima la disciplina degradada a sumisión, la adhesión vestida de obsecuencia o la medianía disfrazada de moderación. Lo primordial ahora es captar y difundir esta revelación insoslayable, que ya nos impulsa a vencer el desánimo de la frustración y la pesadez asfixiante del tedio y la impotencia. Nosotros no nacimos para “aburrirnos” cuando la alternativa es la lucha por la sobrevivencia nacional.

Tomar una iniciativa, comenzar a organizar y poner algo en funcionamiento. Esta metodología es parte de nuestro aprendizaje de alternativas creadoras: sabiendo que los constructores son más que los destructores, aunque no estén todavía al mando. Situación desgastante a revertir cuanto antes, planificando bien antes de obrar, porque en el obtuso mecanismo del subdesarrollo institucional, muchas veces un absurdo no invalida un error, sino lo consolida por la vía pasional de la obcecación impropia. Tal lo que esperan que hagamos nuestros rivales.

Las cualidades genuinas no pueden permanecer ocultas en los buenos militantes, porque ellas entrañan exigencias de representación a expresarse y cultivarse. Sólo así, con miles de nuevos referentes y predicadores, se producirá la salida drástica del escepticismo; que en caso contrario confirmaría nuestra decadencia. Una vez resuelta la cuestión de la “voluntad política”, con real vocación de poder, corresponderá neutralizar los obstáculos de las peleas necias, y el “orgullo” herido de los dirigentes que ya cumplieron en exceso su ciclo. Y también,  sancionar la incapacidad de los ineptos crónicos, protegidos por el “amiguismo” y convencidos de sus virtudes inexistentes.

Comprenderse bien entre compañeros es absolutamente necesario ante el riesgo de divisionismo que fomenta la ingeniería pospolítica. Ellos son campeones en manipulación técnica e informaciones engañosas. Es lo único que saben hacer porque no ven, no escuchan y no sienten la realidad de la gente, que reducen a un factor numérico y de repetición serial, sin caracteres distintivos ni personales.

Planteo realista y  perspectiva histórica 

Nada de esto es fácil, porque conviven las tensiones de las múltiples contradicciones a las que hemos llegado, sin darnos cuenta a tiempo. Y empujados por un ajuste local, regional y mundial provocado por el caos de la economía salvaje. Para empezar a solucionarlo, hay que hacer un planteo realista de los problemas, señalando prioridades e indicando propuestas efectivas de acción. Sin resultados no hay respuesta, sino más discursos vacíos de contenidos originales.

Llega la hora de la verdad. Es la hora cúlmine de la comunicación y la solidaridad de los compañeros; donde el afecto fraterno nos impide ser extraños los unos a los otros, principio y fin de toda comunidad. La justicia, que da nombre a nuestra doctrina, es virtud y sabiduría; mientras la injusticia es vicio e ignorancia. Valga esta definición clásica como vaticinio de triunfo, para librar una batalla principal que supere los procedimientos secundarios de la improvisación. Además, tenemos a nuestro favor la perspectiva histórica de la memoria colectiva del Pueblo.


7. EL CRECIMIENTO ORGÁNICO EN LA CRISIS

El proceso de incorporación

En todos los ámbitos de actividad es vital fortalecer la organización donde participamos y que conforman los elementos cualitativos y cuantitativos afines a su propósito. Así avanza la marcha hacia la gran unidad que requiere el Movimiento. Lo hace en principio por pequeños grupos, basados en un instinto de sobrevivencia, con capacidad de sumarse progresivamente a instancias cada vez mayores con un perfil similar de ideales y motivaciones.

En una situación normal este proceso de incorporación, que nos pasa de la inacción a la acción, es más lento y está encuadrado por sus referentes habituales. Pero en circunstancias de emergencia, con conciencia del daño irreversible que supone “perder tiempo”, el entramado de enlaces se va operando espontáneamente y con mayor rapidez, por distintas iniciativas tendientes todas a mancomunarse en las tareas más urgentes. La sorpresa adversaria, casi siempre contra sus análisis prematuros, comprueba la rapidez de la reconstrucción de nuestras estructuras de resistencia y lucha.

Hay detrás de estas respuestas expeditivas, una tradición que no es “pasado” sino “experiencia”; y no se diluye tan fácilmente ante el arte menor del marketing publicitario. Máxime cuando éste reitera fraudes informativos de corto alcance. Cientos de operadores mediáticos esforzándose por ubicar al presidente en primera página y los titulares noticiosos, chocan con la sencilla paciencia de aquellos que no abandonan su misión en los conteos definitivos. Por otro lado, la descalificación que este mercantilismo hace de todo aquello que no sea oficialismo, juega en contra, porque en algún momento de sinceramiento político habrá que considerar las verdaderas reformas demandadas por el conjunto del país, y no sólo un sector.

No hacerlo, o hacerlo bajo cuerda con dirigentes venales, suena al tono tan criticado de imposición arbitraria; según lo están intentando ahora mismo que “van por todo”, desmantelando al Estado y privatizando sus funciones esenciales. Lo cual incluye inventar un “estadista” que quizás carece de las virtudes básicas: presencia sólida, rumbo definido, mentalidad no presionable y aptitud para manejar las variables concorde al bien común, y nunca al reparto para contentar ambiciones parcializadas y centrifugas.

El proceso de integración

El espacio orgánico de la militancia suele crearse de una expansión de la concepción política, madurada al ritmo de una ecuación histórica. Es causal no casual, aunque se subestime el papel de sedimentación estructural de la militancia territorial y social. Es un llamado perentorio que se hace oír en nuevas formas de expresión, articulación y referencia. Esta incitación, surgiendo de un lugar determinado, se reproduce velozmente en todos los demás núcleos con expectativas. La clave es no pretender adueñarse del nuevo ciclo que se inicia, para potenciar su trasmisión libre, difundida hasta el último linde del despliegue por “la comunicación que vence al espacio”.
De este modo, el pensamiento se va enriqueciendo y adaptando a todos los grupos con su respectiva idiosincrasia, que resisten los manuales de intervención centrista de las usinas de imagen. El impulso innovador se replica con notas propias de la geografía de pertenencia e incursiona con sabiduría de baqueano en el método mas apropiado para ir refundando el Movimiento lugar por lugar. Y para descartar progresivamente a los malos dirigentes partidarios y gremiales que defeccionan para acomodarse.

Hay una densidad de ideales y sentimientos que coinciden en un molde de presiones intensas, y lleva de la mano a coincidir en lo fundamental, dejando al costado la discusión de cargos electorales. Ventaja de la educación social de subsistencia que, bien encuadrada, evita a la vez la indolencia de la indiferencia y el atajo de la violencia desbordada. Tal cual lo enseñó Perón, y lo repitieron constantemente los predicadores leales que lo entendieron y lo amaron. Luego, queda poco lugar para reaparecer con “las vanguardias esclarecidas” que se reagrupan por suerte en otro punto.

Es posible entonces saltar de jerarquía, pero dentro del arte superior de la conducción, pasando de la incorporación a la integración, que es un proceso de mayor complejidad, donde se intercambian metodologías complementarias del ámbito político, social, técnico y cultural. Lo promueve una militancia de “libertad responsable” que recuerda los errores inspirados en una especie de castrismo sureño, con medidas efectistas pero no efectivas y resultado efímero.

El proceso de identificación

La intemperancia y la ira son malas consejeras, aunque tengamos razones para la indignación, lo cual evita el juego que esperan los grupos de interés, su procedimientos de facto y su corrupción a escala. Lo contrario para quienes queremos ser creíbles y confiables conteniendo la fuerza en sus posiciones tácticas y estratégicas más convenientes. La idea es mantener latente la presión ofensiva que promete éxito en el momento de la decisión, sin arriesgar en aventuras inciertas. Porque no se trata sólo de pelear, sino de ganar.

Todo vacío de autocontrol es un vacío de conducción que se paga con infantilismo y voluntarismo: armas viejas que no sirven,. Pero en el tiempo de preparación que resta, hay algo crucial que hacer, pasando de la incorporación y la integración al proceso cualitativo de la identificación plena con los principios, valores y criterios del Movimiento y su actualización de categorías estratégicas para acceder al gobierno y gobernar. Debemos encarnar al Movimiento con su mística originaria para evitar o moderar diputas menores, o divisiones por ambiciones de grupos y sectores. Tal el proceso reclamado en el legado de Perón, que significa convertir la politización numérica en “cultura política” afirmando las políticas de Estado, no de grupo, que nos vacunen contra la doblez y nos protejan de la infamia de los adversarios irracionales.

8. METODOLOGÍA  NACIONAL DE LAS ALIANZAS

La voluntad de unión

Frente a la sombría exhibición de divisionismo inocuo, en la crisis cultural de nuestra sociedad, surge la respuesta de la razón como voluntad de unión. Pero no hacia cualquier forma de unidad, sino de aquella que manifiesta los rasgos de la verdad y la justicia, en tanto valores motivantes de los impulsos asociativos comunitarios. Luego, la alianza es la proyección de una identidad significante, que desea ampliarse para crear una “cadena de potencial” por la diversidad complementaria de sus propuestas y medios.

Es la manera prudente de reducir riesgos, disminuir bajas, acceder a espacios de acción más influyentes y descubrir nuevas alternativas de movilización y desarrollo. Aquí el arte de la estrategia se combina con el oficio de la diplomacia para servir a la gran política, demostrando que el “todo cualitativo” es superior a la mera suma de sus partes. Hecho evidente que contagia el efecto sinérgico de la multiplicación de logros efectivos, que resultan imperdibles para un conjunto con ciertas expectativas unificantes.

La razón profunda, no el intelectualismo superficial, se enfoca entonces en la articulación de “alianzas tácticas”, como modo expeditivo de salvar dificultades. Mientras construye “alianzas estratégicas” que, sobre el ejercicio básico de lo urgente, aspiran a compartir líneas programáticas y operacionales de vasto alcance, visión panorámica y consistencia en los cuadros directivos.

La alianza es, a la vez, una herramienta de lucha y de paz, de resistencia activa y de gobierno estable, en la sucesión habitual de las etapas de un nuevo ciclo histórico. Porque aliarse con éxito, en una dimensión prolongada, es obligarse mutuamente a cubrir las falencias y debilidades de sus integrantes. La cuestión es elegir correctamente los aliados para sostener lo esencial de lo concertado, y superar las desavenencias frecuentes de la práctica cotidiana de la militancia. La prioridad se consustancia en un nivel elevado que define claramente los objetivos centrales y los lineamientos de ejecución apropiados a una serie de eventos decisivos.

La elección de los aliados

En el terreno concreto de las “fuerzas en presencia” hay poco margen para la retórica discursiva y la expresión gratuita de deseos, porque prima la disposición espiritual y física de asumir un gran esfuerzo. Aunque la persuasión no se interrumpa nunca, ya que no hay aliado perfecto, incondicional y definitivo. La evolución de las circunstancias beligerantes, sumará o restará fuerzas a la coalición; o podrá cambiar la naturaleza o el grado de la relación establecida inicialmente entre los concordantes.

La responsabilidad de conducción debe evitar desprestigiarse con fracasos en su política de alianzas, lo que implica no apresurarse en la elección del “quién” y del “cómo” de cada acuerdo a establecer. Y especialmente, no improvisar compromisos, descartar referencias ambiguas o consentir ansiedades oportunistas. Ser amable y ponderado siempre, porque las vinculaciones políticas suelen regresar, aún para incitar conflictos. Como la presencia irritante de los “falsos aliados”, campeones del rumor disolvente, y de la deserción instantánea ante el menor contratiempo.

Trabajar intensamente en reunir aliados exige coherencia y constancia. No subestimar a ninguno, ni tampoco permitir que nadie nos haga sentir dependiente de su “apoyo” especulativo. Por esta causa es primordial, como ya lo anticipamos doctrinariamente, dedicarse a crecer y organizarse en medio de la crisis, con prudencia para fortalecer nuestro propio despliegue y estructuras de contención. La clave es no caer en situaciones que desmerezcan la tarea necesaria de predicar con el ejemplo la recomposición nacional.

Liderazgo y posición central

Todo dispositivo defensivo tiene vanguardias, retaguardias y alas derechas e izquierdas. Fracciones especiales que existen en función de proteger al “grueso”, a la columna principal, y no al revés. Principio basamental que condena la ambición letal de algunas jefaturas que proponen “la misión invertida”, pretendiendo que el conjunto se inmole detrás de iniciativas parciales, pero serias y carentes de posibilidades reales de triunfo.

Perón fue un maestro en ejercer su liderazgo desde la posición central, equidistante de alas y flacos subsidiarios, para salvaguardar, precisamente, al Movimiento Nacional de los intentos extremos con inferencia ideológica. Una función nada fácil, porque significa lidiar constantemente con ideas contradictorias, antagonismos internos y tendencias facciosas, cuando ha llegado la instancia de inclusión y no de exclusión.

Las alianzas no se impulsan por la palabra “anti”, sino por la palabra “con”; eslabonando con flexibilidad los objetivos sectoriales legítimos que dinamizan, coordinadamente, toda nuestra actividad económica, cultural y política. En tiempos muy sensibles por la fractura social expuesta, la conducta personal incide más que nunca en la ley moral de la conducción pública como verdad de experiencia. Ella enfatiza la humildad sincera y la autenticidad, sobre la simulación virtual y el sofisma tecnocrático.


9. LA COMUNIDAD DEL AFECTO EN LA EDUCACIÓN POLÍTICA MUTUA

La dimensión espiritual del saber

El acceso al saber crea al maestro. El traza el primer avance sobre el conocimiento político y doctrinario acumulado en un largo proceso colectivo. La conclusión reciproca también es cierta, porque el maestro es ante todo guía espiritual, pues la dimensión superior de la existencia humana no es sustituible por la técnica. Luego, el verdadero maestro es un maestro de vida, sea por la palabra hablada que nos imprime su energía, sea por la palabra escrita que profundiza la reflexión, consolida la enseñanza y facilita la polémica enriquecedora.

Con su ayuda comenzamos a percibir nuestro camino con los ojos de la filosofía y de la historia .Porque la “vida se entiende mirando hacia atrás y se realiza mirando hacia adelante”. En esta paradoja nos encontramos con nosotros mismos para construir nuestro destino irrevocable. Si elegimos mal y edificamos una vida falsa, el tiempo actúa como vengador y nos pide cuentas en el momento más inesperado. Si elegimos bien, al menos en las cuestiones importantes, y corregimos nuestros errores, la duda existencial, que siempre habita la conciencia individual, se alivia con la esperanza de la “misión cumplida”.

Decían los clásicos que el hombre es “el ser que valora”, condición ineludible para crear y ejercer la voluntad de hacerlo, de donde surge la conducta adecuada. Ser, en consecuencia, implica formarse en el esfuerzo y defender la causa asumida para justificar la existencia. Actitud que desafía el sentimiento depresivo de la “nada”, genera un campo específico de acción y, al aceptar los peligros de una militancia honrada, forja el sentido heroico de la lucha.

La valentía exigida ante las pruebas de la adversidad se llama dignidad, más allá del coraje físico. Y el vínculo afectivo entre maestro y discípulo, en el taller apasionante del liderazgo, comienza en el principio de respeto. No hay educación sin voluntad de aprender; por eso, quien niega la consideración, debida, por su versión sectaria y no amplia de la juventud, niega su misma evolución y se condena perpetuamente a la ignorancia.

Conformación de la personalidad política

La autenticidad en la conformación de la personalidad política, reclama superar la exacerbación del individualismo para adquirir la fuerza de la pertenencia. Esto no demanda renunciar a la realización personal, sino concretarla plenamente en el seno de la comunidad, compartiendo vivencias, protagonismo y solidaridad. La comunidad, para serlo realmente, requiere organización y conducción como categorías fundantes y como criterios de convivencia. Es la decisión consciente de sus integrantes por constituir una ética pública práctica.

La formación de líderes en todas las disciplinas es una misión de todos, porque si los cuadros no demuestran sus virtudes, los valores no valen y la conducción no conduce. Por eso “poder” es una palabra vacía de verdadero contenido si no se basa en la autoridad moral y la eficacia directiva, algo que no surge del proselitismo vulgar o del acomodo y el reparto. Nace en rigor de un proceso intenso de “toma de conciencia” que reclama cada vez mayor entrega y responsabilidad. Quien elude este compromiso recusa el fundamento de su función referencial y la usurpa, mereciendo su revocatoria.

Tenemos una existencia anterior y otra posterior a nuestro limitado tiempo biológico. La anterior puede rastrearse en la herencia histórica que nos precede; y la posterior advertirse en la posible continuidad de nuestros pensamientos y obras. Estamos involucrados pues en el concepto de ”especie” con instinto de sobrevivencia; y también en la impronta de una cultura de participación determinada. Porque el horizonte de libertad y justicia se eleva mediante logros trascendentes que sólo se alcanzan de manera conjunta.

La “vida activa” más propia de la juventud y la “vida contemplativa” del veterano no antagonizan, al complementarse en el curso constante de la educación y la capacitación política mutua. Con la contemplación y la meditación juzgamos la actividad y la práctica en el marco de una doctrina no dogmática. Mientras que en el desempeño activo, donde la creación deviene a sus formas estratégicas y tácticas, estamos obligados a vernos cara a cara con la realidad, sin excusas ni justificaciones.

Significado, simbolismo y sentido político

Un pensar orgánico, capaz de mantener la coherencia de un movimiento multitudinario, se ordena según este tríptico. En principio, el “significado” de un acto es la manifestación de las propiedades políticas que entraña para realizar su propósito sin equívocos ni confusiones. El “simbolismo”, a su vez, prolonga la evocación inspiradora de las conductas ejemplares. Y el “sentido” permite asimilarlo en el contexto histórico, sintetizando los anhelos y sentimientos que le dieron origen.

Vías necesarias para la credibilidad de la prédica y la militancia, dentro del plan de contener y concentrar fuerzas, construyendo lo permanente, no lo efímero. De allí la maestría destacada por su facultad de enfrentar la anticultura            de lo “urgente” sobre lo “importante”. Y elucidar el culto mediático por lo instantáneo y lo fugaz para borrar la memoria colectiva. Su testimonio irrefutable evita la banalidad que no constituye recuerdo, ayudando a preservar el patrimonio público de la conciencia nacional.


10. AMISTAD SOCIAL Y RECONCILIACIÓN AUTÉNTICA

Tropezar y caer para descubrir

Los pueblos que llegaron al protagonismo predestinado por su gran potencial, antes de lograrlo insistieron con el método: “tropezar y caer para descubrir”; contrariando a aquellos sectores obsecados en presumir de sabios, negar errores y continuar en la ignorancia. La mayoría sin embargo, acepta voluntariamente este dolor del sentimiento de país frustrado, pero manteniendo el ideal pendiente como telón de fondo de las discusiones y enjuiciamientos políticos diarios.

La esperanza está así latente en tanto esencia de la condición humana, que no reniega nunca de la ilusión y acepta el tiempo de “maduración” que lleva elaborar pacientemente una verdad comunitaria. Pues acertar anticipadamente, por una capacidad individual sin acompañamiento del conjunto, equivale en sus  efectos prácticos a equivocarse.

El sentido final de nuestro proceder, entre contradicciones políticas habituales, se revela cuando la acción ha culminado y se difunde como parte de la historia. Porque toda historia es ejemplar, de lo bueno y de lo malo, en tanto se la escribe para eso, librada al juicio de la posteridad. Es la comunidad, en última instancia, la que tiene la posibilidad de reconciliar su pasado en una articulación justa, que apunte al porvenir para construirlo entre todos.

Vista en el prisma integrador del diálogo, ciertas diferencias políticas pueden representar diversas modalidades de acuerdo, si se descartan la descalificación del otro y la intolerancia. Esto excede la función restringida de un jefe partidario para apelar a la amplitud del estadista. Él debe incorporar los elementos del desorden en el orden para evitar, con habilidad, no con torpeza, que lo destruyan. Ignorar esta paradoja de la conducción potencia las formas traumáticas de la exclusión, alimentada por tendencias represivas, dejándole la iniciativa táctica a la provocación permanente que “marca la agenda” azarosa de la vida cotidiana.

Teorías imperativas o propuestas prácticas

Las ideas son “imperativas” en el marco frío de la teoría, mientras que en el seno de la práctica se suavizan en “propuestas”. Por esta razón, la mecanización no puede tomar el control de lo que no es mecánico, so pena del reduccionismo tecnocrático que envuelve el interés sesgado de sus negocios. En este aspecto, “Amistad Social” es el clásico término eclesial que refiere a la concertación productiva entre empresarios y trabajadores; aplicado hoy a contrarrestar la especulación desbordada del capitalismo salvaje, sin reglas. Y proteger a los más vulnerables de la sociedad por su emergencia ocupacional, alimentaria y habitacional.


Nosotros, a su vez, consideramos que su significado más trascendente es su paso preconstitutivo de la “Reconciliación Nacional”, pues aquí aparece el sujeto histórico, que es el conjunto de la comunidad. A ella le competen las decisiones estratégicas, como pueblo llano, rechazando el mando discrecional de viejas o nuevas hegemonías que se sientan dueñas del país; alentando la “grieta” mediática, verificada en realidad en la fractura social y territorial de la Argentina.

Las recientes reuniones de la Pastoral Social con la CGT, instituciones que como todas las del país son afectadas por la crisis cultural profunda que nos preocupa, parecen prologar el primer viaje a la patria, como pontífice, del Papa Francisco. Las citas y conceptos de los religiosos y de los gremialistas estuvieron centradas en sus discursos y encíclicas, para que su pronta presencia aliente la adhesión de todos los sectores, oficialistas y opositores, a la voluntad de tender puentes sobre compartimentos cerrados, beligerantes y por ello sin salida.

Cultura del encuentro o arrogancia autoritaria

Cuando la milenaria experiencia vaticana ha percibido conflictos internos o externos de magnitud, no ha dudado en acudir a sacerdotes jesuitas para altos cargos tradicionales del clero secular. La excepción se convierte en regla al buscar “conductores” en una forma especial de ”santidad” ligada a la pacificación por el dominio del arte de la estrategia. Rasgo impreso a la Compañía por su fundador, el coronel español, luego San Ignacio de Loyola (1491.1556), desde sus “ejercicios espirituales” de claras reminiscencias castrenses.

Y el Padre Bergoglio lo ha ratificado con su presencia orientadora en las zonas de conflicto geopolítico más intenso, intercediendo por la paz mundial. Es un prestigio reconocido del que no puede prescindirse para evitar una encrucijada de violencia, de incalculables consecuencias nacionales y continentales. La cual no es una afirmación confesional sino histórica, abierta a todas las personas de buena voluntad.

Desde la campaña de 2015 postulamos “entre todos o nadie” cuya síntesis argumental se publicó en un libro. Allí la palabra “nadie” no quería decir “ninguno” sino “caos”. La peor situación para resolver la grave crisis de identidad y fe nacional que sufrimos en nuestra trayectoria institucional. Por lo demás, la paz espiritual necesaria a la “Cultura del Encuentro” no suprime doctrinas ni programas, al realizarse democráticamente en el modelo de país que ansiamos, aceptando la diversidad de origen, el debate público y la polémica política. Es la manera de superar, por igual, los autoritarismos “prehistóricos” y “posmodernos”, neutralizando las ambiciones desmedidas de cualquier signo. ¿Será posible?

11. LA  DEMOCRACIA ES UNA CREACIÓN CULTURAL PERMANENTE

La razón democrática comunitaria

En una democracia comunitaria el valor principal es la soberanía popular, incluso sobre los marcos restrictivos recibidos de la vieja normatividad “conservadora”, que está obligada a reformar para cumplir sus fines reivindicativos. Más allá de una retórica principista, lo que irrita concretamente a los pudientes contra los carenciados es la aplicación de este poder soberano a una mejor distribución de la riqueza nacional. Crece entonces una rivalidad irreconciliable que orilla la polarización, el enfrentamiento y la violencia.

Históricamente los sectores retardatarios, más ligados al sistema de intereses externo que interno, promovieron al golpismo cívico-militar con el argumento paradojal de “salvar la democracia”. La conducción superior del Movimiento tuvo así que ubicarse dinámicamente en un espacio central, ante el intento de desbordar por izquierda con un “marxismo” liberal y la pretensión de obturar por derecha el avance reformista con un democratismo falaz.

Obviamente, en unos y otros existió y existe la “tentación hegemónica” que sólo podría moderarse en un largo ciclo de cultura política, que exige la autolimitación consciente de la voluntad de poder. A tal fin, habría que consensuar un régimen amplio de educación y protagonismo de la civilidad, con instituciones acordes a una proyección de futuro no totalitaria, pero sí de desarrollo compartido e integrado.

Hay aquí una lucha por conquistar el Estado como factor de planificación y facilitación de nuevas estructuras políticas, económicas y sociales. También equidistantes, tanto del viejo plan estalinista de abrogarse la representación excluyente de la sociedad. Y, en el otro extremo, de la ambición elitista de acaparar las facultades decisorias de la comunidad nacional como sujeto histórico.

La tentación hegemónica

Ayer Alfonsín, e incluso De la Rúa, y hoy Macri tuvieron y tienen su “momento hegemónico”. El primero con su propuesta del “tercer movimiento histórico” superador de radicalismo y peronismo al que imaginaba incorporado a su mando. El segundo con su intento fracasado de salvar una gestión desastrosa con la implantación del estado de sitio y la represión policial cruenta. Y el tercero, más agresivo, al pensar que disolvió definitivamente al peronismo aprovechando la oportunidad de un “pejotismo” dividido en varias partes. Como alguien dijo con acierto ”se ve que llevan en su corazón un pequeño Perón”, por la tradicional habilidad de éste en abarcar distintos sectores políticos y sociales, aunque el General resulte inigualable.

El propio presidente actual le inauguró un monumento con reconocimiento explicito del “antes y después” que significó la aparición de Perón en la historia argentina. Verdad evidente, al margen de su utilización electoral en la inminencia del comicio. Pero el carisma, la obra y el pensamiento nacional de su legado explican su perennidad, después de décadas de acusaciones de demagogia y cesarismo.

El oficialismo se entusiasma ahora con un peronismo que “provincialice sus intereses” como lo hizo el radicalismo en la década kirchnerista, en busca de apoyos y prebendas del gobierno central. Pero el peronismo sabe que perder su carácter de fuerza nacional implicaría ceder espacios irrecuperables. El tema aquí es otro: cómo instalar figuras que no tengan las limitaciones de hoy, para aspirar a la categoría presidencial con una capacidad de estadistas. Es un proceso colectivo que no se debe ni se puede acelerar con artificios partidocráticos ni negociaciones de cúpula.

Esto no impide concertar leyes y medidas que beneficien directamente al pueblo. Pero sin perder identidad política, ni dejar de ejercer una profunda autocrítica; y realizar a la par una actualización de programas y procedimientos sin traicionar las raíces doctrinarias. Y menos, jugar a desestabilizar al ejecutivo de turno, que será sucedido, normal y pacíficamente,  “si se deja ayudar” por una oposición constructiva.

El regreso de la evolución participativa

Para una presidencia vacilante, que ve más el negocio que el poder y soporta en silencio las graves torpezas políticas de los CEO, el peronismo es inmanejable. Sea en la oposición frontal, o en la cooperación circunstancial, por la impericia dirigencial del PRO que no puede contenerlo.

Un factor perturbador del “quietismo” que desearía disfrutar el neoliberalismo que accedió al gobierno por la desviación ideológica y la gestión fallida del cristinismo, sumado a una pésima digitación de candidatos; y al rechazo de la Iglesia contra las cabezas políticas visibles del narcotráfico en zonas liberadas. Una advertencia para esta administración que aún no ha conseguido crear trabajo y premia la especulación financiera sobre la inversión productiva, dejando fuera de su “proyecto” a más de la mitad del país.

Esta “diferente pero no tanto” acumulación de presiones desde la base, impacta en el funcionamiento “armónico” de las élites que pasan a dividirse y luchar por sus intereses propios, constituyendo el peor enemigo de sí mismas. Luego, por la apertura de estas líneas interiores podrá volver a evolucionar la democracia participativa y no el formalismo vacío de una partidocracia residual al servicio de la codicia desmedida sin fronteras éticas ni territoriales.

12. REPENSAR LAS PERSPECTIVAS DEL SER ARGENTINO

Encrucijada cultural y salida del laberinto

Nuestra nación se encuentra en una encrucijada que, por la compleja relación entre muchos factores, condensa una crisis cultural, no aislada, en un mundo agónico de todos los principios y valores conocidos. Esa axiología no ha sido sustituida ni actualizada para un orden más humano, reparando la brecha entre evolución técnica e involución social causada por una mística inversa. Una anti-ética que endiosa el poder del dinero a expensas del olvido del “ser” en los extremos crecientes de opulencia y miseria.

Hace falta el auxilio de una actitud filosófica, no teórica ni académica, para aunar percepciones, intuiciones y sentimientos en busca del sentido profundo de la vida, y su significado práctico en los hechos cotidianos. Hechos que nos duelen y preocupan cuando vemos agravarse la tentación individual y grupal de “salvarse”, bajo formas facciosas o corporativas. Una patología que disuelve el pacto constitutivo de la sociedad y fractura la comunidad de pertenencia territorial y lazos solidarios.

Por esta razón, repensar nuestros problemas principales es una obra común exenta de egocentrismo, requiriendo ámbitos flexibles a la libertad, la diversidad y la expresividad. Claves para aprovechar el talento neutralizado por la arrogancia y el resentimiento, la prepotencia y el traslado de culpas, y las antinomias de un desencuentro constante. Las luchas del pasado no pueden olvidarse porque son parte inseparable de la historia, pero deben superarse en sus prejuicios y rencores para acceder al porvenir. La condición humana tiene este privilegio de poder transformarse para alcanzar un nivel superior de la cultura propia.

Hay que salir por arriba del laberinto ciclotímico que nos aqueja y de una marcha en círculo como defecto impuesto desde antiguo por antagonismos ancestrales. Y que al saturarse ahora en el presente por la acumulación de conflictos irresueltos por desidia, afecta la conciencia de nuestra identidad y amaga instalar un futuro absurdo. Tal como lo vemos en países de configuración inestable y  regionalismos secesionistas.

El destino es tendencia, no determinismo

El divisionismo arrebatado y destructor, o la “unidad” impuesta por la brutalidad no es unión sino dominio y termina en opresión y la resistencia consecuente. Así lo vimos en las dictaduras cívico - militares que planteaban la desaparición forzada de un bando. Pero el destino es tendencia, no determinismo, y puede modificarse como lo hicieron otros pueblos con valentía civil y heroísmo social.

No es un camino adecuado ignorar el mal en sus “causas” para declamar la desgracia en sus “efectos”. Sino ahondar en su análisis con honestidad y realismo, para formular un diagnóstico veraz, y un tratamiento aceptado por su comprensión de los problemas con amplitud de espíritu. Sabiendo explicar los fundamentos del plan propuesto y las bases del modelo elegido, como impulsores de la decisión colectiva de cumplirlos.

¿Sabemos pensar?, ¿sabemos hablar? ¿sabemos escuchar? Porque no hay comunidad sin lenguaje coherente y propensión al diálogo. Con estas herramientas hay que indagar, preguntar y dudar para luego afirmar con solvencia, sin vulgaridad ni oscurantismo. Aproximaciones sucesivas a un rumbo firme que persiga la meta soñada: lograr la síntesis de objetivos que expresen los intereses de la conciencia nacional. Porque sin conciencia no hay proyecto y sin proyecto no hay esperanza.

El ser argentino necesita integrarse con la coordinación del “hombre económico” promotor de riqueza, el “hombre social” defensor de justicia y el “hombre político”, vigía de un potencial apropiado para persistir en nuestra rica geografía, y en la historia de los pueblos protagonistas. Cambiar no es pasar de mano la llave de la impunidad, ni atestiguar el desfalco pasado mientras se perpetran quizás otros mayores. Porque el designio circular se acelera en cada etapa, con la complicidad de una trama mediática y jurídica que naturaliza y aumenta la extorsión, el despilfarro y el robo.

La autoestima estratégica como fuerza interior

Hay que equilibrar el rango de los esfuerzos y beneficios, eliminando el sacrificio inhumano y las círculos de concentración perturbadores de un estado de dignidad posible. Ésta rechaza el elitismo de las clases impiadosas; la exclusión agobiante de los más vulnerables; y la inseguridad provocada por desesperación, delincuencia y vandalismo. Cuestiones graves que nos recuerdan que “crear trabajo”, la asignatura principal del desafío de gobernar, está pendiente.

Sepamos reconocer estos defectos evidentes sin perder nuestra estima estratégica, como fuerza interior para corregirnos y realizarnos plenamente. Porque los valores esenciales son imprescindibles cuando se ha prometido eficacia con ética. No más pues de lo mismo, maquillando formas para no variar el fondo. Viejo truco de los liderazgos de apariencia que se corrompen prematuramente, sin alcanzar la categoría del estadismo, que es el arte de lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.

13. LA MADURACIÓN DE LA LEALTAD
CREADORA DEL DISEÑO DE UN PAÍS INTEGRADO

Realidad  y contradicciones superables

En la singular tarea de encontrar soluciones originales y concretas a los problemas fundamentales del país, es necesario, antes que nada, curar la afección que se cierne sobre el alma argentina y su voluntad de persistencia y diferenciación. Diferencia como aspiración virtuosa de una personalidad propia, síntesis de las cualidades de sus diversos afluentes, y no el extravío de la xenofobia y la discriminación social o étnica.

Se trata de superar nuestros prejuicios en el registro que va de la indolencia al autoritarismo, para descubrir la verdad en la maraña de contradicciones secundarias que son superables, a condición de abandonar los extremos del resentimiento y la codicia. La comunidad se organiza por el trabajo y se destruye por la corrupción, que  permanece como sistema, enraizada en la sociedad que la practica en distintos grados y formas, incluyendo la apatía civil y la omisión culposa.

Ciencia económica “pura” o arte pragmático

En este marco general de anomia, la alta corrupción, institucionalizada, se ejerce por el desvío conceptual de la economía, que sus beneficiarios presentan como una ”ciencia pura”, encubriendo con preceptos teóricos “universales”, el esquema discrecional de un poder desmedido. Cuando en realidad, la economía es un arte de verificación pragmática; cuyos principios generales se aplican de manera adaptable al curso y contexto político y social de un espacio y tiempo históricos.

Se constituye así una cultura económica que favorece la producción o la especulación;  la distribución o la concentración; el empleo o la desocupación y, en fin, los intereses nacionales o los extraños. Lo cual no significa proponer una autonomía cerrada y aislada, imposible en el mundo actual, pero sí el margen necesario de independencia, justicia y soberanía. Sin estos requisitos, que modulan con equilibrio los factores de inversión y consumo, cada gobierno de turno reitera la apropiación espúrea de los recursos públicos, y “roba” el tiempo de vida de los ciudadanos al frustrar sus anhelos, sueños y esperanzas.

“Liderazgos esenciales y pueblo substancial”

Para romper este círculo vicioso, la acción política tiene el desafío de establecer liderazgos esenciales en el seno participativo de un pueblo substancial. Liderazgos no individualistas, pero tampoco despersonalizados, como máquinas automáticas de deshumanización de la comunidad., que no tiene un entramado técnico sino sensible. Por eso, gobernar para la felicidad del pueblo adquiere el potencial unitivo que otorga la satisfacción y la alegría contagiosa, como anticuerpo saludable de las pasiones desbordadas del divisionismo estéril.

Sin la humanización del poder se pierde, además, la génesis de fuerzas creativas en el acto de trasformar la realidad. Y al confundir el número con la calidad de las personas, se cae simultáneamente en una serie vinculante de equívocos: arrogancia, inercia, desgaste y resistencia pasiva, activa o violenta. Hay una lógica que, tarde o temprano, se manifiesta con crudeza: no se puede conducir aquello que se desconoce, y no se puede conocer aquello que se niega con sentimientos encontrados, aprensiones absurdas y refugios psicológicos elitistas.

La doctrina nacional compendio de estadismo magistral

La doctrina nacional compendia y difunde la experiencia invalorable de un estadismo magistral, aunque no es fácil, por falencias personales de ejecutivos incapaces, el traducirlas al orden práctico de los hechos. Pero su plexo de principios y valores, que es menester profundizar, comprende una invitación al compromiso político y social sin el cual nos condenamos al escepticismo, defeccionando de nuestra facultad de autodeterminación moral y material.

Ciertos dirigentes caen, paralelamente, en su autoconsagración prematura, ignorando que el juicio definitivo de lo político compete al ciclo largo de la posteridad. La obsecuencia y la adulación, amplificada por la saturación interesada de los medios, es señal de incipientes curvas descendentes a prevenir con sobriedad y mesura. Todos ellos, defectos reiterados que culminan en una campaña sin palabras y gestos sin contenido, porque no se debate ni se vota un “modelo argentino” que señale las pautas de las políticas, planes y programas que revelen la dirección estratégica del porvenir.

El principal modelo a concordar

Antes y ahora se ha decretado la muerte estadística de vastas franjas sociales, para  exaltar “éxitos” y ocultar fracasos, jugando con una ingenuidad que ha estrechado el campo de maniobra de la manipulación por un esclarecimiento paulatino. Algo que habrá de acelerarse después del comicio con pronóstico reservado, si no se apela al diálogo y al consenso, que descarte la nivelación drástica “por arriba” o “por abajo” en vez de lograr un promedio ecuánime, acorde con el crecimiento genuino y el desarrollo sustentable. Así lo advirtieron los autores y predicadores que forjaron un pensamiento nacional; que ya trasciende a las nuevas generaciones con la guía constructiva de nuestra rigurosa autocrítica.

El espacio histórico del justicialismo doctrinario no puede malversarse en el vacío incierto de una ausencia inexplicable, poblada espectralmente por los tránsfugas de diversos posperonismos de  conveniencia. Porque quedaría en suspenso el desenvolvimiento actualizado del principal modelo a concordar para reintegrar la matriz nacional, federal y comunitaria de la gran Argentina.
14. REQUISITOS PREPOLÍTICOS DEL EJERCICIO DEMOCRÁTICO
Un proceso en la evolución de los pueblos
La creación de legitimidad es un logro espiritual y social., que nace en la evolución del alma de los pueblos. Ella genera la situación favorable para fundar y fundamentar el marco normativo de la legalidad. Sin aquella, ésta sería una instancia vacía de principios y valores básicos para el ejercicio real de la democracia. Algo sin duda ausente en el accionar de los partidos, carentes de contenidos para orientar, con lealtad ciudadana y honestidad administrativa, las decisiones del país. Uniformados como están, más allá de matices, en la corrupción persistente, el doble discurso y el desdén por la construcción de consensos.
Campañas de palabras sueltas, gesticulación de marketing sin compromiso, que al final terminaron mudas, no por respeto a nada, sino porque no sabían que decir frente a eventos graves y conflictos absurdos. Hitos sucesivos de desequilibros y contrastes que los muestran parados en la nada, porque el Estado no existe, la sociedad se diluye y la comunidad se fragmenta, permitiendo que cada quien haga lo que quiera, donde quiera y cuando quiera.
En esta ficción general, no se ha votado un modelo de país, con pautas razonables y explicables, debates de fondo y participación activa, que supere substancialmente las campañas anteriores. La nueva época prometida no aparece todavía con estos actos primarios, de gente de todas las clases llevadas para aplaudir de antemano cualquier frase, incluyendo la más vulgar y la más desubicada. Así, los candidatos, lamentablemente, respondieron al viejo error de la autorreferencia constante y vedetista.
Ahora vienen las consecuentes secuelas de un comicio cuyos resultados señalan tanto como lo que presagian; si no tomamos conciencia del aviso de “tormenta perfecta”, por la simple proyección de las variables actuales. Y cuyas medidas post-electorales, según lo poco que se ha filtrado para no anticipar “malas noticias”, harán aún más compleja, aunque no imposible, la salida del laberinto.
No ceder a los extremos económicos o ideológicos
Las divisiones nacionales son irreconciliables cuando permanecen obsesivamente en el plano inferior donde emergieron. Luego, sólo pueden resolverse si acceden al nivel superior, donde la comprensión lógica, con el auxilio de la ética y la experiencia histórica, suele señalar el deber ser y el deber hacer. Esto, en el arte de la conducción, se llama: responsabilidad. Obligación moral y práctica de proceder con sensatez, mal que les pese a los extremismos económicos e ideológicos y a los provocadores violentos.
La “responsabilidad” que sepa demostrar la dirigencia sería la virtud paralela y complementaria de la “legitimidad” que otorga el pueblo. Ya que ambas reunidas, generan y potencian una legalidad estructural, caracterizada por la justicia, la austeridad y la solidaridad. Una conversión necesaria y factible de la democracia formalista neoliberal, atrasada en desarrollo político, económico y social, en una democracia participativa, equitativa y comunitaria dirigida con acierto, sin sectarismo ni exclusiones.
Una democracia donde se respeten los derechos de la persona, sin llegar al límite del individualismo egocéntrico del que somos celosos hasta el desborde de la anarquía. Una democracia donde la apertura equilibrada al intercambio cultural y comercial, no signifique el extravío de la identidad nacional. Y donde nuestro aporte a la paz y la estabilidad no resigne los niveles estratégicos y tecnológicos de nuestra defensa y presencia geopolítica.
Parecen contradicciones insalvables pero no lo son, si sabemos evitar dos opuestos igualmente frustrantes: dejarse llevar por la inercia hasta un materialismo hedonista, o marchar contra corriente sacrificando el pueblo al determinismo ideológico. Lo indicado es la tercera posición, adaptada tácticamente a los nuevos factores presentes en la realidad cambiante, pero siempre en interés concreto y perspectiva histórica del ser argentino.
Respetar los resultados y reconstruir internamente al movimiento
Pasada la última dictadura la democracia electoral ya no es un derecho a conquistar sino un deber a cumplir, que exige perfeccionarla con una nueva cultura política. Ayer, las Fuerzas Armadas se autodestruyeron por intervenir en política interna y en beneficio de un sector. Hoy las Fuerzas de seguridad corren un riesgo parecido, perdiendo confiabilidad ciudadana y calidad profesional. Quién entonces custodiará la integridad territorial si esta doble destrucción se consuma. Por ello, hay que retomar el sentido del honor, la prudencia y la vocación de servicio, no en la declamación sino en los hechos.
Respetar los resultados en paz, deja al presidente en actitud de asimilar y encarar sinceramente los problemas pendientes, sin exagerar el optimismo porque ha despertado expectativas contrapuestas. Pero nos permite a todos seguir, con posibles demoras y recaídas, por el camino de la libertad, la justicia y la nacionalidad, que deseamos sin discriminaciones inconducentes.
Pero los peronistas tenemos cuestiones internas a dilucidar claramente para no confundir populismos de “izquierda” con justicialismo, lo que implica la autocrítica a la confusión deliberada de nuestra identidad política; y dejar de lado los viejos procedimientos que repetirían el fracaso reiteradamente hasta la extinción. Nuestro primer trabajo es reagrupar a los cuadros y adherentes ubicados en distintas posiciones de circunstancias, y hacerlo alrededor de la actualización de “modelo argentino”. Es el primer paso de una larga marcha que sólo coronará la renovada esperanza del pueblo en los verdaderos continuadores del pensamiento transformador de Perón.
15. LA PREFIGURACIÓN POLÍTICA DEL PORVENIR

La fuerza espiritual y política interna

El peronismo no ha llegado a la forma final de su existencia como movimiento nacional, según la expresión de deseos de sus adversarios enconados: que atacan sus virtudes más que sus defectos. Luego, para estar a la altura de su primera trayectoria, y de un porvenir que prefigure nuevos logros responsables, debe asumir la actitud progresiva de reconstruir su fuerza espiritual y política. Esta tarea abarca un planteo programático más actual, una organización más ágil y una visión de conducción más amplia. Pero siempre en la misión de su fundamento originario, que lo justifica en la comunidad argentina y le da un lugar singular en la historia.

La efectividad de esa historia no es la de un pasado ya ausente, sino la de una presencia vital y activa en la transformación social. Tal la persistencia en una directriz existencial reafirmada, como declaración necesaria de una voluntad militante que se respeta a sí misma. Y de este modo, no claudica de sus principios esenciales, evitando caer definitivamente en su opuesto filosófico como un partido más del sistema.

Los peronistas lo son realmente comprendiendo este imperativo de su naturaleza. Muchas veces la ansiedad por actuar, que juega malas pasadas, se motiva en un impulso que surge del fondo de la conciencia colectiva. Porque su mística “siente “ que su verdad se sostiene por sí y procede a la lucha concretada en hechos. Pero este buen sentimiento tiene que educarse en la prudencia, para que no sólo le resulte fácil comprender la “cantidad” en las situaciones de conflicto, sino también la “calidad” de los factores complejos que intervienen.

El impulso debe ordenarse por el análisis

El impulso no quiere esperar, pero debe hacerlo, escuchando la prédica de la palabra organizada para una respuesta planificada. La improvisación, sus apresuramientos y errores son la muerte equivocada de los grandes movimientos que nacieron para perdurar en el tiempo. De allí también la importancia de los maestros y los formadores, aunque éstos no abunden en los periodos difíciles, por cansancio o impotencia. Pero eso no importa, ya que se ha dicho que, en tanto haya alguien que cree en una gran idea, la idea vive, y puede multiplicarse después en una diversidad de nuevas reservas generacionales.

Hace a la veteranía política el saber que, cuando llega el momento propicio, la idea se encarna en muchos más de lo que se consideraban “elegidos”. Y entonces la voluntad de ser se manifiesta plenamente para realizar los objetivos soñados. En esta condición, la decisión de compromiso es mas fuerte que el instinto de conservación, porque la vida vuelve a alcanzar un sentido trascendente y esclarecedor que no existe cuando todavía se está asimilando un contraste.

No es la propuesta de la temeridad y su carga destructora, sino de la “resolución equilibrada”, que reúne al espíritu audaz con el análisis de posibilidades. Siempre detrás de grandes objetivos, porque sin ellos no hay estrategas, sino gestores especulativos de puestos y tráficos de influencia. Mientras que la verdadera militancia sabe que la política sin la energía del espíritu y del pensamiento es nada.

La historia se suele leer desde el presente y sus conclusiones referirse directamente a él. Por eso se trastoca cuando se simulan “nuevos valores”, a despecho de los valores clásicos, que se niegan con tono indiscriminado. En consecuencia, hay que seguir el camino de las creencias esenciales; y hacer pedagogía política, ayudando a recuperar las figuras, contenidos y símbolos que no engañan, porque conservan profundamente una significación irrevocable.

La realización del espacio político

Todo esto implica un trabajo interno antes que externo, y autocrítico antes que crítico, respetando los ciclos de concentración y agrupamiento cumplidos en los espacios propios para resurgir. Recordemos que el espacio se  “realiza“ en la medida que se lo ocupa armónicamente y se desarrollan todas sus posibilidades. Es un espacio “potencial” que se convierte en “acto”, de orden territorial, por la presencia de una mística de pertenencia. La clave del momento es aplicar allí la velocidad apropiada a cada idiosincrasia social y cultural; pues una aceleración desmedida tiene un efecto destructivo de la trama de relaciones que lo componen y de la misma militancia que lo integra.

El agotamiento de la política como “fin” y no como “medio” de superación social, carece de ideas y sentimientos afines a tal propósito. Y expresa, por ausencia, una petición urgente de filosofía popular, deducible de la práctica y la experiencia colectiva. En este trance, sólo el talento creador es capaz de atraer una realidad sensible anterior a la actividad política, que recién entonces fructifica en innovaciones genuinas de crecimiento y desarrollo, paso a paso y lugar por lugar, más allá de las necesarias obras materiales.

Sin poses ideológicas “populistas” la razón comunitaria crece en la “unidad de concepción” generadora de doctrina. Punto inicial que, al desdoblarse en formas complementarias, compone un todo inteligible para enmarcar voluntades; y sin el cual cada parte existe fugazmente en vano. Es lógico que, en este tiempo, la acción exterior se supedite a la acción interna, sin injurias vulgares que denotan “sangrar por la herida”. Por su lado, el gobierno tiene menos certezas que incertidumbre, por intentar una “concertación al revés”, que pasó abruptamente del marketing del silencio, a forzar su propio plan de “reformas”, sobre un comicio sobrevaluado por nuestra división egoísta: que hoy reclama humildad.

16. LA MILITANCIA EN LOS TIEMPOS DE LA ANOMIA

Compromiso solidario o indiferencia egoísta

La militancia ideal surge de una evolución del sentido de individuación de la persona humana en busca de una identidad propia para realizarse plenamente. En esta trayectoria progresiva suele percibir una pesrspectiva más amplia, captando las raíces culturales que la potencian y sitúan como partícipe de una comunidad, en el ámbito relacional de una época histórica.

En los tiempos “épicos”, por su carga impulsora de grandes transformaciones, dicha sensibilidad se da naturalmente, venciendo el aislamiento y la indiferencia. Y expresándose políticamente en miles de sujetos activos de un comportamiento público protagónico.

Es lo opuesto a lo vivido en la realidad de una involución regresiva del individuo hacia el egoísmo, visto como condición para alcanzar los objetos materiales de un pasar superficial y hedónico. En esta existencia sin significación ni reglas hay que librarse de todo peso cultural, histórico y social; y disfrutar lo deseable por anodino que fuera, tratando de escapar de los imperativos del ser mismo, reflejados en el espejo de un alma vacía.

Esta fuga hacia la nada implica abandonar la costosa costumbre de pensar, evaluando por sí los datos de la situación, que ahora no importa; de la pobreza, que ahora no existe y de una corrupción que persiste por una tolerancia compartida. Y para  la cual la corrupción general no es un robo, el peor de todos, al margen del nivel social del corrupto, sus modales educados o burdos y los “justificativos” refinados o vulgares.

Luego, se opta fácilmente por un bando, y se considera el equilibrio y el diálogo como sinónimos de tibieza. Se llega entonces a un “fanatismo” de comodidad mental, cuya simplificación binaria, que fomentan los aparatos mediáticos, hace la apología del maniqueísmo y aborrece de la tercera posición. Así, los argentinos, en vez de debatir ideas contraponemos prejuicios; y el consenso, tan necesario para las reformas pendientes, se aleja en un mar de contradicciones e intereses facciosos.

Una comunidad de acuerdos esenciales

En la aridez de este terreno hay que resignificar la función de la militancia como presencia efectiva, manteniendo los principios y valores permanentes, pero innovando en su metodología. La participación colectiva no significa masificación ni anonimato; eludiendo de este modo las tendencias cerradas del ideologismo y adecuando la organización a las expectativas de la comunidad. Actitud que exige, junto a una cohesión voluntaria, no impuesta, la libertad de criterio para llevar la iniciativa en cada punto de irradiación de nuestro despliegue movimientista.

Ni la obediencia obsecuente del mediocre; ni la rebeldía permanente que daña la coordinación de esfuerzos; ni la politización mecánica de consignas esquemáticas; ni la pose “intelectual” del sabelotodo. Nada de eso nos sirve. En esta hora compleja y crucial, que devela los antagonismos de un sistema caduco, se abre la posibilidad militante de establecer una nueva cultura política sin la cual  naufragará el país de la tecnocracia, el burocratismo y el partidismo venal.

El cambio es imposible sin equidad, porque la justicia social es la única acción que previene el caos y su secuela multiforme y recurrente de violencia. La solución consiste en tratar con claridad un modelo propio de desarrollo integral, y no aceptar sumisamente un “modernismo” transnacional, dominado por la acumulación privatista de la riqueza mundial.

Este espacio de actividad productiva no surge de manera espontánea, sino alumbrado por el clamor de “todas las voces”. Y crece en la medida en que lo ocupan, eficazmente, todos los sectores y dimensiones de una comunidad madura de acuerdos esenciales. No hacerlo, alineándose en silencio detrás de los que mandan, como se hizo otras veces, será un indicio evidente de complicidad o desidia inmoral y antipolítica.

Cooperación generacional y corrección de errores

Los prejuicios no deben replicarse sino superarse; especialmente el de la clase media de profesionales y técnicos. Razón suficiente para incorporar cuadros de esta franja importante, completando la articulación política y social. Igualmente, hay que concretar la cooperación generacional, capaz de trasvasar experiencia y energía; sin descartar a los veteranos; pero tampoco “eternizando”  la dirigencia de ciclos pasados que, tarde o temprano, se extinguirá.

La perseverancia es una virtud porque permite la continuidad del esfuerzo directriz; pero la obcecación ciega no asume errores ni es responsable para efectuar correcciones. Así lo entendieron los grandes estadistas que, sobre las circunstancias aciagas de un momento determinado, siguen permaneciendo en la memoria profunda de los pueblos aunque parezcan olvidados y hayan sido traicionados.

Estos líderes históricos ofrecieron la enseñanza de una dinámica didáctica de teoría y practica política, para evitar la improvisación de gobierno que se paga con la angustia de los más vulnerables. Así constituyeron el cuerpo doctrinal universal de la estrategia, un arte superior vedado a los necios. Por esta condición señera de “maestro”, más allá de todas sus obras, nosotros esperamos con amor a Perón, en aquel día glorioso. Porque personificaba la sabiduría trascendente de una vida jugada al destino y la acción.

17. SOBERANÍA ES LUCHAR POR LA EXISTENCIA PROPIA

La cuestión nacional y la categoría superior de patria

Soberanía es la lucha por la existencia de un pueblo decidido a ocupar un lugar propio y singular en el concierto de las naciones del mundo. Esta dimensión, donde el hombre evoluciona del instinto gregario a la conformación comunitaria, expresa una instancia histórica, en la cual la comunidad persiste en la voluntad de vencer los desafíos que le niegan la potestad fundamental de determinarse a si misma. Luego, lo primero a plantear es la “cuestión nacional”, sin cuya resolución caminará a ciegas condenada al subdesarrollo crónico. Demérito que incluye el estigma de encarnar una “subhumanidad”, con el destrato de los países centrales y la arrogancia habitual de sus dirigentes.

La cuestión nacional se perfila en el marco geopolítico; sin el cual la politiquería se sumerge en una corriente “colonial” que merodea penosamente las decisiones de los países hegemónicos y sus alianzas de poder. Esta realidad comprende hoy no sólo a un núcleo de ”Estados soberanos”, sino a centros transnacionales que arbitran los balances globales de producción y especulación; aumentan la acumulación privatista de la riqueza mundial; y utilizan la tecnocracia corporativa para capitalizar los adelantos científico-tecnológicos y enajenar la creatividad en los países dependientes.

La cuestión política y el marco mundial

La cuestión política es la segunda instancia, para formular la nueva matriz productiva y laboral que corresponda al sentido existencial de todo un destino compartido. Por esta elevada aspiración no es un problema de “cantidad”; sino de “cualidad”, cuya carencia se sustituye erróneamente por una precipitación “materialista” que opera en contra, porque cosifica, segrega y excluye. Tal la razón por la cual pueblos pobres pero dignos se engrandecieron. Y naciones destruidas por la guerra se levantaron de sus ruinas y volvieron a ser potencia.

La comunidad organizada refiere a este encuentro humanista bajo la protección de un “ser nacional” inalienable, que evite la indigencia afectiva; defienda la significación de su trabajo y  sus recursos; mantenga la memoria histórica sin odios divisivos; y actualice sus tradiciones en un proyecto conjunto de acceso inteligente al porvenir. Piedra angular de una cultura emprendedora, que instala su motivación entre nosotros y trata de habitar, con miles de proyectos creadores de empleo genuino, un gran territorio querible y hospitalario.

En este plano primordial, no hay nación posible sin “unidad nacional”. Porque sólo una conciencia colectiva donde prevalezcan los recuerdos y costumbres que nos unen en lo esencial, manteniendo abiertas todas las opiniones, permitirá ejercer sin agravios la función compensadora de la palabra.  Ella, al realizar el diálogo sobre los asuntos que nos afectan a todos, dirimirá grandes pautas económicas y sociales, promoviendo un pluralismo sincero, no obstruccionista y efectivo.

La cuestión social sin caos ni subsidios

La cuestión social, resuelta como justicia social, deviene sólidamente cuando corona una proyección de integración constructiva, según la concepción del modelo argentino, centrado en la cultura del trabajo. No como lo plantea el “posmarxismo”, desvinculado de una producción sustentable en las opciones claves de nuestro desarrollo. Por eso la problemática social concreta, no abstracta, está sostenida en una estrategia planificada y permanente.

No representa un elemento disruptivo de la “izquierda” caótica, impiadosa con la gente que expone al choque constante. Ni tampoco significa un coto cerrado de subsidios humillantes por parte de la ”derecha” neoliberal. Ella pretende comprar pacificación ante la posible  respuesta de un ajuste en la capacidad adquisitiva de los sectores medios y populares que pagan impuestos. Máxime por la indignación que provoca el blanqueo malicioso de evasiones millonarias de personajes encumbrados y sus parientes.

Excelencia técnica y recuperación del Estado

Este código simbólico protector de la convivencia fructífera, no exime sino enfatiza el empeño teórico y práctico de una excelencia técnica, en el diseño e implementación de los programas y las medidas que deben facilitar el consenso y ejecución de las reformas pendientes. Pero esta eficacia no tendría que reducirse a la apropiación abusiva del menguado sector competitivo argentino; sino ampliarlo en una vastedad geográfica plena de posibilidades, pero carente de apoyo logístico y financiero para sumar su acción regional a nuestro caudal productivo.

Esto implica la recuperación y saneamiento del Estado, sin “corrupción” ni “conflicto de intereses” que concentra negociados en unos pocos “avivados”. Esta vez todos tenemos la obligación de actuar atenta y firmemente, para que la alternancia democrática no sea una mera excusa para cambiar de mano el saqueo de un país rico, empobrecido por el círculo vicioso de las mafias de empresarios, funcionarios, políticos y aquellos jueces oportunistas y venales.

Hemos omitido muchos factores geopolíticos, tecnológicos y defensivos que hacen a la soberanía nacional. Lo hicimos para destacar que nuestro principal adversario a la existencia del país como tal somos nosotros mismos. Especialmente si nos dejamos engañar por el despropósito de una “concertación“ impuesta, edulcorada por los aparatos mediáticos que se  benefician de un  régimen que repite las recetas de la globalización asimétrica.

Podemos pagar más caro que nunca la ilusión ingenua de considerarnos “cosmopolitas” o “ciudadanos universales”, antes de haber hecho nuestro aporte distintivo de esfuerzo y talento nacional. Este es el protagonismo civil demandado en el presente, para que los héroes de la “Vuelta de Obligado”, en el ciclo largo de la historia, no hayan peleado valientemente pero en vano.