IDEAS Y SUGERENCIAS
PARA LOS NUEVOS DIRIGENTES
PARA LOS NUEVOS DIRIGENTES
DE LA RECONSTRUCCIÓN
PERONISTA
Índice
- La comunicación vence al espacio
- Criterios de prédica para cuadros
- Criterios para la elaboración del pensamiento político
- Fe y razón, ética y política
- La tercera posición en la geopolítica actual
- La salida del escepticismo
- El crecimiento orgánico en la crisis
- Metodología nacional de las alianzas
- La comunidad del afecto en la educación política mutua
- Amistad social y reconciliación auténtica
- La democracia es una creación cultural permanente
- Repensar las perspectivas del ser argentino
- Maduración de la lealtad en el diseño de un país integrado
- Requisitos prepolíticos del ejercicio democrático
- La prefiguración política del porvenir
- La militancia en los tiempos de la anomia
- Soberanía es luchar por la existencia propia
1. LA COMUNICACIÓN VENCE
AL ESPACIO
La organización vence al
tiempo y la comunicación vence al espacio
La lamentable descomposición posperonista en sectores
impotentes para modificar una situación compleja, puede convertirse en un
escenario reversible después de unos comicios que han perdido significación
dentro de la gran política. Más allá de candidaturas maquilladas en la
reductiva matriz televisiva, donde no hay lugar para el debate serio, avanza un
proceso histórico que, en su eclosión , puede dar oportunidad a una elección
verdadera acicateada por la doble estimulación que representa la codicia
económica regresiva por derecha y la anarquía social inconducente por
izquierda.
Todavía, sin embargo, es la hora de los “pos”. La
pospolítica que entraña la sustitución gerencial de la conducción democrática;
la posverdad que es la mentira de los fanatismo de uno y otro signo; el
poscapitalismo como el reino de la especulación improductiva; y la
posmodernidad destructora de los valores de identidad cultural e intercambio no
monocorde con las otras culturas y pueblos soberanos. Este proceso se acelera
porque es inviable, y también por las torpezas, excesos y cegueras de los
dirigentes actuales, y su celebridad tan vacía como efímera.
Los protagonistas que vienen son otros: cuadros
formados y bases realistas, con necesidades, demandas y aspiraciones concretas,
que quieren construir un país entre todos aprovechando su potencialidad
extraordinaria, que no merece un tratamiento colonial. Pero esta reivindicación
natural, para no frustrarse, comprende una labor inteligente de análisis
integral, actualización de procedimientos, prédica veraz y capacitación
intensiva de la militancia del orden territorial, clave de la organización y la
comunicación permanente.
Análisis situado de la
realidad
¿Cuáles son las motivaciones que nos conmueven a
tantos compañeros para hacer esta tarea? La crítica del abuso de poder
violentando el sistema institucional; las reformas sesgadas y facciosas que no
terminan con las perversiones más evidentes de la “democracia”· que
desacreditan; y los excesos casi totalitarios de la función propagandística de
los aparatos mediáticos monopolizados que anulan cualquier margen de periodismo
independiente y confunden la interpretación pública de la actualidad. Es la
comunicación al revés que nos aísla, divide y fractura.
Por eso es imprescindible analizar situadamente los
datos objetivos de la realidad y profundizarlos para descubrir los factores de
poder que los determinan de modo encubierto. Y luego transmitir la información
con una red de enlace y canales alternativos a la trampa establecida por “el
medio es el mensaje”, la cual invalida aún las buenas exposiciones y
declaraciones periodísticas.
Oponerse a un sistema transnacional tan poderoso,
donde se copia hasta el formato del programa local más banal, requiere una gran
capacidad analítico-sintética para
trasmitir verdades, a la vez conceptuales y empíricas, dirigidas a los
movimientos de acción. Constituye así un reclamo de coherencia, fundamentación
crítica y práctica; y una prueba de sus convicciones en la prédica, los gestos
y las conductas concretas. El esfuerzo, primeramente en soledad, debe abrirse
al contacto con la militancia y contagiarse de quienes resisten el prejuicio, la
distracción y el engaño.
La estructura de un
lenguaje creativo
Es imprescindible conocer y respetar la dinámica
entre la libertad personal y el marco de criterios comunitarios de una sociedad
que enfrenta al vasallaje. El adversario es la conjunción entre los centros
imperiales o hegemónicos y la prensa globalizada. El desafío es alcanzar voces
de prestigio por su aptitud pensante y actitud ética, generadoras de contenidos
comprensibles y atractivos que demuestren compartir vivencias e historias de lucha.
Necesitamos formular la estructura del lenguaje
adecuado a la tarea de pensar para hacer y de hablar para organizar, con un
poder expresivo equidistante de la improvisación balbuciente y el racionalismo
extremo. La materia prima es la idea viva acompañada de los valores esenciales
y los sentimientos solidarios que las consolidan. Así se articulará un lenguaje
creativo, distinto a la utilería comercial de los “asesores de imagen”, y más
eficaz y honesto para dar respuesta precisa a las preguntas acuciantes de la
sociedad.
Un nuevo modelo de
comunicación
Encontrar las expresiones justas utilizando la
riqueza de nuestro idioma, implicará ir alcanzando un nuevo modelo de
comunicación que supere la robotización informática y mediática. Y de esta
manera fortalecer, por sobre toda distancia, las relaciones humanas con
emociones sinceras de enlace espiritual. Caracteres valiosos que formarán parte
de un nuevo ciclo histórico de renovación de las viejas cúpulas partidarias y
gremiales atacadas, con pocas excepciones, por los males del desgaste, el
escepticismo y la corrupción.
En el eje de un conocimiento promotor de la comunidad
organizada y libre, es la hora del trasvasamiento generacional. Sus principales
misiones son defender una democracia participativa substancial; criticar con
fervor las causas y consecuencias de la declinación del país; y cubrir el vasto
despliegue geográfico argentino con las banderas genuinas de los intereses y
aspiraciones del bien común nacional.
2. CRITERIOS DE PRÉDICA
PARA CUADROS
La palabra de la vieja y nueva partidocracia ha
perdido toda credibilidad, anulando la función ordenadora de la concepción,
organización y acción política; y complicando aún más, el divisionismo y caos actual.
Cualquiera dice cualquier cosa y promete lo que no va a realizar, en el
festival de engaños, consentidos por la llamada “opinión pública”, de un juego
electoral superficial que excluye cínicamente los principios y valores
esenciales.
Todo lo contrario de trabajar motivando creencias
positivas, expectativas razonables, ideas factibles y tareas realizables. Surge
entonces la exigencia de una conversión profunda que limite la retórica y
suprima los contenidos fingidos, aportando la creatividad y la experiencia que
cada uno puede sumar, cultivando un estilo realista de convivencia, sin
exagerar los defectos ni las virtudes de quienes postulan intereses definidos y
aspiraciones concretas.
La historia señala que en la etapa preparatoria de
los movimientos transformadores actúan “grandes escritores”, que influyen
selectivamente sobre los líderes con talento para emerger de la crisis. Pero
que, ya en la convocatoria multitudinaria de estos mismos movimientos, la
iniciativa es de los “grandes oradores”. En ambos casos, se trata de pensadores
nacionales que reflexionan sin colonización mental y se dirigen directamente a
objetivos bien señalados para facilitar su logro.
De igual modo, deben actuar los “grandes cuadros” de
la base social, sintiendo que su principal acicate es la situación de su
comunidad. Y en esa pertenencia, escuchar los reclamos crecientes de trabajo,
justicia y seguridad elementales para hablar luego de un plan de desarrollo.
Son cuadros del orden territorial, cuya misión dura toda una vida, lo cual los
inclina a una conducta equilibrada: sin fanatismo ideologista ni pragmatismo
conformista según el péndulo tan habitual y dañino del acomodo coyuntural.
Diferencia entre dogma y
doctrina
La doctrina es una línea coherente y sistemática con
criterios probados para comprender los problemas que nos afectan, y ayudar a
proponer soluciones prácticas. Se
diferencia claramente del dogma cerrado sobre sí, que pretende inculcar
preceptos obligatorios, fijados en un tiempo determinado y que se anquilosan
por persistir aislados de la dinámica permanente de la realidad.
De allí que la doctrina deba actualizarse por etapas,
sin traicionar las pautas filosóficas que la sustentan, para atender las
contingencias de la evolución. Esta actualización abarca hoy los procedimientos
orgánicos que incluyen nuevas estructuras de agrupamiento y representación.
Métodos de acción que asumen tácticas novedosas surgidas de una gran amplitud
social, y no sólo del tradicional ámbito partidario y gremial. Y también caracteres
de mayor participación y protagonismo compartido en el sistema de conducción y
su pleno despliegue geográfico contra la rémora del caciquismo.
Todo aquello que no signifique naturalmente
“capacidad de adaptación” pesará en contra de la autocrítica constructiva que
hay que explicitar, no murmurar, con el agregado de propuestas acordes para
salir del laberinto, suturar heridas, y moderar las ambiciones. Causas que
suman a la incredulidad popular y violentan la conciencia de unidad como factor
de triunfo.
Conocer la naturaleza
humana
El liderazgo en la base debe profundizar su
conocimiento de la naturaleza humana. Es decir, tomar distancia de quienes
exaltan el optimismo o el pesimismo, no fundamentado, de una situación, sin que
esto conlleve caer en la indiferencia o el escepticismo. Contra tales extremos,
son famosos los recursos del liderazgo persuasivo de Perón, y su ejercicio del
humor y la ironía para desarmar las trampas de las falsas antinomias.
Necesitamos avanzar en la organización participativa
del Movimiento según sus propias indicaciones sucesorias, en vez de inventar
verticalismos que correspondieron a
momentos históricos fundacionales y por ende irrepetibles. Por eso hay que
expresar liderazgo; sin arrogancia, entusiasmo sin triunfalismo y prestigio sin
ficción. Y en el nivel de la militancia: respeto sin temor, adhesión sin
obsecuencia y lealtad sin sumisión.
Lo mejor de la naturaleza humana es el rescate de su
dignidad, fuente del plexo de derechos y deberes, que pueden construir una comunidad
de realización a partir de una búsqueda sincera de sentido y trascendencia. El
mejor enlace con nuestra gente tiene esta dirección espiritual, lejos de la
predicción lúgubre o catastrófica, para acentuar la satisfacción del hacer
común. Un planteo esperanzador, sin desconocer por ingenuidad los obstáculos
que provienen del odio, el prejuicio y la codicia.
Poder seleccionar para
saber elegir
Observar con discernimiento la vida, especialmente en
el plano pasional de la política, debe servirnos para afirmar o para dudar, según nuestro
libre albedrío. Y para asumir las consecuencias de aciertos y errores; salvando
el “principio de responsabilidad” de la
genuina voluntad de conducción. Si los partidos del sistema han burlado la
finalidad de las primarias, para concentrar en pocas manos la designación
discrecional de miles de candidatos, habrá que implementar otros mecanismos.
Porque lo fundamental es que la “selección” la haga el pueblo votando y no la
manipulación de los círculos de influencia.
Este proceso evolutivo no se reduce a la
juvenilia, irrespetuosa de la sabiduría,
que hoy campea como apología de la antipolítica “posmoderna”. El trasvasamiento
no es la sustitución banal de la experiencia por el esquematismo, sino el
consenso intergeneracional sobre los grandes objetivos nacionales y sus vías de
ejecución eficaz.
3. CRITERIOS PARA LA ELABORACIÓN DEL
PENSAMIENTO POLÍTICO
Hay crisis que por su gravitación histórica exigen
volver a empezar desde el comienzo. Es una prueba de voluntad para grupos
hermanados que se sienten responsables del porvenir y establecen un criterio de
ejemplo personal, obligándose a “practicar lo predicado”. Esta actitud,
tolerante con las ideas y sentimientos de buena fe, sólo excluye el tono
irrespetuoso de las instancias de disolución social. La renovación de la
esperanza así lo exige ante las adversidades de la vida y de la política,
imponiendo la consideración real de los otros y la solidaridad efectiva con los
compañeros más vulnerables. Es el primer paso para recrear estructuras básicas
de contención por la confianza mutua, la paciencia común y el trato sencillo.
Porque, sin esta disposición espiritual, no habría condiciones mínimas para
encarar las tareas pendientes.
La indagación inicial se refiere, sin duda, a nuestra
identidad cuestionada desde siempre y hoy más que nunca por la “colonización
mental”; esta vez con la fuerza arrolladora del mundialismo capitalista privado
y los omnímodos instrumentos tecnocráticos de la globalización asimétrica.
Situación que enfatiza reafirmar la vigencia de una concepción estratégica del
país a mediano y largo plazo, innovando en procedimientos y metodologías, pero
sin traicionar la base filosófica permanente sobre la que se apoya.
Por lo tanto, el pensamiento que nace como diálogo
íntimo y profundo, entre dudas y certezas personales, se expresa luego como
diálogo compartido y enriquecido con todos los compañeros, para constituir el
motor de una nueva política. Unidad esencial en la diversidad de matices que
amalgaman la intensa tradición política argentina. Esto es independiente de las
formas subsidiarias con que, a su turno, las apliquen las distintas
orientaciones partidarias. La diferencia, sin embargo, descartará por
igualmente estériles el mero juego intelectual diletante, y la mediocridad de
las campañas electorales.
Creación, prédica y
tradición
El hombre es un ser libre dotado de lenguaje. Todo
entendimiento entre personas debe percibirse en un intercambio convenido por
partes iguales y equiparables; y sólo establecido en las convicciones
estimuladas por la enseñanza de los grandes maestros y fundadores de
movimientos de transformación nacional. Cuando ello ocurre idealmente se va
conformando una doctrina coherente que unifica fuerzas y suma la masa decisiva
para modificar circunstancias penosas de injusticia, opresión y explotación.
Esta doctrina vital, que surge en forma oral, y
después se escribe para profundizarla, se articula mediante el sano sentido
común del pueblo que la inspira y al cual se dirige. Y cuyo único riesgo sería
congelarla como dogma cerrado a la dinámica vivificante de la realidad. Se
trasmite entonces de generación en generación, consolidando una tradición en
cuestiones de fondo y aceptando la autocrítica de las consignas esquemáticas
que no sobreviven las coyunturas. Este pensar sabiamente pragmático dificulta
la acción insidiosa de los “sabios ignorantes”, que suelen complicar lo simple,
cundo no insertar sus teorías difusas.
Cuestión siempre descubierta en poco tiempo relativo,
según la escala de los ciclos de la historia. Porque la tradición, cuando se
mantiene viva y presente en las claves del conocer popular, se afirma ante las
defecciones preanunciadas, al recordar las acciones simbólicas y ejemplares de
sus maestros, héroes y mártires.
Todo esto obviamente se resiente con la indiferencia
social, el individualismo antiorgánico y
la corrupción de los falsos dirigentes que abundan. Sus discursos no existen o
no se escuchan, porque han perdido credibilidad, sustituidos por insólitas
campañas sin palabras, o con esquemas vacíos y repetitivos; que incluso se
reducen a un acto de fe invertido: “tienen que seguir creyendo en mí, aunque
los milagros prometidos salieron al revés” (inversión, inflación, déficit,
trabajo y pobreza cero).
4. FE Y RAZÓN, ÉTICA Y
POLÍTICA
En el proceso evolutivo del conocimiento, fe y razón,
siendo categorías deferentes, tienden a un punto que las refuerza mutuamente o,
al menos, suaviza su antagonismo. Es lo que sucede, contrariamente, entre
quienes no hablan de la corrupción pasada, y quienes no hablan de la corrupción
presente, como dos ramas gemelas de una lógica perversa que “naturalizaría” la
venalidad perpetua. Hoy, además, se busca la disolución de los partidos para facilitar la manipulación
de aquellos personajes que entran en el formato “actoral” de la televisión.
Según este formato, no hay programas faranduleros que no sean también
políticos; ni hay programas políticos que no sean también faranduleros.
De esta forma, festejada por ciertos sectores medios,
la cultura política cualitativa y reflexiva revierte a mera politización
cuantitativa y pasional, negando el intercambio de propuestas compatibles con
el acuerdo económico-social que demanda un país previsible y gobernable
democráticamente. La “diversión” pues, concebida como “distracción” de los
problemas esenciales, fuerza una agenda diaria de nimiedades, donde se prohíbe,
directa y absurdamente, hablar de temas conflictivos.
Pero el verdadero entretenimiento puede venir,
cuando, con un humor distinto y una mentalidad despierta, resulte atractivo
reconstruir la comunidad civil para encarar entre todos la crisis que nos
aqueja. Porque es obvio que hacen falta cuerpos organizados de reflexión,
planificación y ejecución para sortear la improvisación del individualismo
exacerbado y tránsfuga. Único modo de converger sobre los objetivos nacionales
con el mayor consenso posible. Y a la vez, evitar que ética y política se sigan
alejando sin límites, hasta comprometer definitivamente la convivencia
argentina.
Nuevas categorías de
actualización de nuestra concepción estratégica
Desde la época clásica a la moderna, la filosofía
refiere la palabra “categoría” a los conceptos generales que ayudan a la razón
a elaborar sus criterios. Pero esta definición académica corresponde unirla a
la percepción popular de los desafíos que encara la persistencia orgánica de la
comunidad. En consecuencia, más allá de lo táctico, es menester conjugar una
mentalidad coherente y leal a nuestra concepción superior, porque la estrategia
es el pensamiento previsor y coordinador de la vida colectiva, frente a las
acechanzas de extinción.
A pesar de los problemas, Argentina ha ido
consolidando una tradición capaz de evocar historia, invocar principios y
convocar acciones. Todo ello, en una aspiración trascendente de valores
fundamentales, cuya conciencia nacional se propone atraer la verdad, que no
inventa sino descubre. Fuerza espiritual necesaria para resistir con esperanza
el temor a la pobreza, la pérdida del trabajo, y la inseguridad cotidiana como
parte de un plan imaginado o consentido de cambio traumático o violento.
Retomar las virtudes de lo trascendente, no de lo
efímero, significa voluntad de realización para rearticular la comunidad, hecho
imprescindible incluso para concretar las aspiraciones personales. Porque aún
lo individual, demanda la reflexión básica de la “filosofía de la vida” para
reencontrar el sentido de la existencia, y del diálogo fundante de un mismo
ámbito de pertenencia. Ningún otro lenguaje, y menos el idioma criptográfico de
la tecnocracia, podrá satisfacer la indagación de las inquietudes humanas
esenciales.
La verdadera política como
servicio y construcción
De allí la inclusión comunitaria de la política,
sentida como servicio y construcción, descartando el sesgo inmoral de la vieja
y nueva manipulación. Porque ella aborta el esfuerzo de educación con las
dádivas de los recursos espúreos. Nada material tendrá éxito sin el nuevo
mensaje de esta concepción existencial, lejos de la indiferencia social
disimulada en la caridad proselitista y de la compra-venta de votos. Es la
vieja historia que hemos padecido en los ciclos “posperonistas” que deformaron
al Movimiento. Y ahora, en la etapa de la “pospolítica”, como el reino virtual
de las cosas superficiales, los esquemas reales de explotación y la idolatría
de la plutocracia. La condición humana yace así sin rumbo, absorbida por los
artefactos y reducida a la impiadosa denominación de la gente como meros
“usuarios”.
Mientras la cuestión nacional se reduce al esquema
mercantil de los tecnócratas, extraños al sentimiento patriótico, el “orden” mundial sufre las
consecuencias de una penetración que subvierte Estados soberanos y desvanece
sus fronteras. Aunque también registra la respuesta de corrientes numerosa que
defienden la producción, el trabajo y el mercado de su país. No es el caso de
copiar los caracteres específicos de estas experiencias en las más grandes
potencias. Porque sabemos que hay nacionalismos de opresión y nacionalismos de
liberación y desarrollo como el peronismo originario de la justicia social, la
independencia económica y la soberanía política.
5. LA TERCERA POSICIÓN
EN LA GEOPOLÍTICA
ACTUAL
La perspectiva de la tercera posición excede sus
inicios en la década del 40 frente a los conflictos sistémicos con los imperios
de entonces. Hoy abarca también los conflictos asistémicos que protagonizan las
corporaciones, y la disputa principal entre China y EEUU. Aquellas viejas
alianzas, de un modo u otro, respondían a coincidencias culturales e
ideológicas. En la nueva escena, la única verdad es la globalización asimétrica
manejada por las transnacionales en el “capitalismo salvaje” y sin reglas.
Por tal razón, el postulado matriz del Movimiento
fue, y sigue siendo, “la organización de la comunidad nacional como sujeto
histórico”, constituido por el pueblo en su conjunto. Y no una “sociedad” de
conveniencia, separada de las decisiones tomadas por magnates y oligarquías.
Este fue el “escándalo” político que puso a todos los partidos tributarios del
sistema, por derecha e izquierda, contra el General Perón.
El segundo postulado es institucionalizar “el Estado
nacional como sujeto jurídico” sólido y eficaz, para contener los excesos del
mundialismo financiero privado. Este proceso desmesurado, sin la menor “ética
económica” no globaliza las ganancias sino sólo las perdidas, contra el derecho
de los pueblos al desarrollo sustentable con equilibrio ambiental. Necesidad
que impulsa una reforma estatal abierta a la participación de la sociedad,
desechando las estructuras burocráticas proclives a la corrupción y el
autoritarismo.
Finalmente, la proposición de establecer “la
concertación productiva como sujeto social”, crea la base de sustentación
equitativa, sin reiterar la “guerra” interna de precios y salarios que provoca
los extremos de la pobreza creciente en un país pródigo, y la concentración de
riquezas en la instancia terminal de la especulación a cualquier precio. Allí
la crisis es mundial, con el retorno de tendencias divisionistas,
aislacionistas y supremacistas, donde agonizan los valores de occidente
representados por una Europa decaída. Lo que explica que ahora se analice
tanto, en el aspecto filosófico, teológico y estratégico, las intensas
convulsiones que agitan el Sur de América, hasta ayer desestimado como las
tierras y mares del “fin del mundo”.
Por esta causa abrimos el debate sobre las nuevas
categorías de actualización, y su aplicación por los cuadros formados
solidariamente que detestan el divisionismo. Ya que, en el desenlace de esta
batalla de inteligencia y voluntad, se juega la desaparición de la Argentina, “desguazada”
por grupos de negocios, o su renacer en una nación integral, soberana y señera.
La unidad en el movimiento
Remarcando, como lo hemos hecho, la creación superior
de la estrategia, corresponde nutrirla con los nuevos factores que generan las
acciones tácticas de impacto relevante. No hacerlo sería congelar el pensar
estratégico como “teorización”, sin incidencia operativa alguna. En la vía
correcta, pues, un análisis que busque la verdad en sí, y no la ratificación
cerrada de prejuicios, verá abrirse el nuevo horizonte de limitaciones y
posibilidades que configura la continuidad de la lucha.
Un instante de clarificación nos dice que estos
fragmentos electorales no constituyen el verdadero Movimiento, por su falta de
rumbo y coherencia. Y al mismo tiempo, nos indica que ha llegado el momento
preciso de plantear, con nuestras voces militantes, la superación de una larga
crisis espiritual y orgánica que no subsanaron ni
sus figuras más conocidas. Los próximos comicios, por ejemplo, no pueden
valorarse por victorias o derrotas, sino en la visión más aguda de que hay un
mundo político que muere y otro que nace, si sabemos albergar actualizadamente,
y sin exclusiones a priori, los principios y valores de nuestra mejor esencia
formativa.
Son un ocaso y una alborada fértiles, donde una
renovada potencia de vida organizativa puede representar el comienzo de una
gran tarea. Para ello, las aspiraciones individuales deben desplazarse del
egocentrismo inútil, a otra faceta más positiva de la condición humana encaminada
por creencias profundas, gestos persuasivos y debates reflexivos. Actitud que
tiene una esperanza ponderada en las diversas formas de participación social,
basadas en la intención plena de intuición política del pueblo. Una propensión
a “volver a ser en los valores”, porque ellos no sólo encarnan una identidad,
sino una reafirmación definitiva en la fusión de lo sensible con lo
trascendente.
No hablamos de los próximos meses, sino de los
próximos años, donde nuestra inteligencia guiará la fuerza y la consolidará con
los paradigmas de dignidad y justicia. Descartando los dualismos ideológicos
que confunden y separan; e insistiendo en los hechos históricos que acentúan
los fundamentos del sentimiento de patria. La decadencia de hoy no es la forma
final del peronismo que sueñan nuestros adversarios cerriles. Lo más importante
es lo que tiene que llegar si realmente “somos, sabemos y podemos hacerlo”.
6. LA SALIDA DEL ESCEPTICISMO
Siempre una parte de cada existencia discurre
buscando las razones de su designio; y aún muchos mueren sin haberlas hallado.
Es lo que Perón consideraba el pecado de “pasar desapercibidamente por la
vida”. Por eso no nos culpemos demasiado de aquello que fuimos aceptando.
Siempre ocurre así cuando prima la disciplina degradada a sumisión, la adhesión
vestida de obsecuencia o la medianía disfrazada de moderación. Lo primordial
ahora es captar y difundir esta revelación insoslayable, que ya nos impulsa a
vencer el desánimo de la frustración y la pesadez asfixiante del tedio y la
impotencia. Nosotros no nacimos para “aburrirnos” cuando la alternativa es la
lucha por la sobrevivencia nacional.
Tomar una iniciativa, comenzar a organizar y poner
algo en funcionamiento. Esta metodología es parte de nuestro aprendizaje de
alternativas creadoras: sabiendo que los constructores son más que los
destructores, aunque no estén todavía al mando. Situación desgastante a
revertir cuanto antes, planificando bien antes de obrar, porque en el obtuso
mecanismo del subdesarrollo institucional, muchas veces un absurdo no invalida
un error, sino lo consolida por la vía pasional de la obcecación impropia. Tal
lo que esperan que hagamos nuestros rivales.
Las cualidades genuinas no pueden permanecer ocultas
en los buenos militantes, porque ellas entrañan exigencias de representación a
expresarse y cultivarse. Sólo así, con miles de nuevos referentes y
predicadores, se producirá la salida drástica del escepticismo; que en caso
contrario confirmaría nuestra decadencia. Una vez resuelta la cuestión de la
“voluntad política”, con real vocación de poder, corresponderá neutralizar los
obstáculos de las peleas necias, y el “orgullo” herido de los dirigentes que ya
cumplieron en exceso su ciclo. Y también,
sancionar la incapacidad de los ineptos crónicos, protegidos por el
“amiguismo” y convencidos de sus virtudes inexistentes.
Comprenderse bien entre compañeros es absolutamente
necesario ante el riesgo de divisionismo que fomenta la ingeniería pospolítica.
Ellos son campeones en manipulación técnica e informaciones engañosas. Es lo
único que saben hacer porque no ven, no escuchan y no sienten la realidad de la
gente, que reducen a un factor numérico y de repetición serial, sin caracteres
distintivos ni personales.
Planteo realista y perspectiva histórica
Nada de esto es fácil, porque conviven las tensiones
de las múltiples contradicciones a las que hemos llegado, sin darnos cuenta a
tiempo. Y empujados por un ajuste local, regional y mundial provocado por el
caos de la economía salvaje. Para empezar a solucionarlo, hay que hacer un
planteo realista de los problemas, señalando prioridades e indicando propuestas
efectivas de acción. Sin resultados no hay respuesta, sino más discursos vacíos
de contenidos originales.
Llega la hora de la verdad. Es la hora cúlmine de la
comunicación y la solidaridad de los compañeros; donde el afecto fraterno nos
impide ser extraños los unos a los otros, principio y fin de toda comunidad. La
justicia, que da nombre a nuestra doctrina, es virtud y sabiduría; mientras la
injusticia es vicio e ignorancia. Valga esta definición clásica como vaticinio
de triunfo, para librar una batalla principal que supere los procedimientos
secundarios de la improvisación. Además, tenemos a nuestro favor la perspectiva
histórica de la memoria colectiva del Pueblo.
7. EL CRECIMIENTO ORGÁNICO
EN LA CRISIS
El proceso de
incorporación
En todos los ámbitos de actividad es vital fortalecer
la organización donde participamos y que conforman los elementos cualitativos y
cuantitativos afines a su propósito. Así avanza la marcha hacia la gran unidad
que requiere el Movimiento. Lo hace en principio por pequeños grupos, basados
en un instinto de sobrevivencia, con capacidad de sumarse progresivamente a
instancias cada vez mayores con un perfil similar de ideales y motivaciones.
En una situación normal este proceso de
incorporación, que nos pasa de la inacción a la acción, es más lento y está
encuadrado por sus referentes habituales. Pero en circunstancias de emergencia,
con conciencia del daño irreversible que supone “perder tiempo”, el entramado
de enlaces se va operando espontáneamente y con mayor rapidez, por distintas
iniciativas tendientes todas a mancomunarse en las tareas más urgentes. La
sorpresa adversaria, casi siempre contra sus análisis prematuros, comprueba la
rapidez de la reconstrucción de nuestras estructuras de resistencia y lucha.
Hay detrás de estas respuestas expeditivas, una
tradición que no es “pasado” sino “experiencia”; y no se diluye tan fácilmente
ante el arte menor del marketing publicitario. Máxime cuando éste reitera
fraudes informativos de corto alcance. Cientos de operadores mediáticos
esforzándose por ubicar al presidente en primera página y los titulares
noticiosos, chocan con la sencilla paciencia de aquellos que no abandonan su
misión en los conteos definitivos. Por otro lado, la descalificación que este
mercantilismo hace de todo aquello que no sea oficialismo, juega en contra,
porque en algún momento de sinceramiento político habrá que considerar las
verdaderas reformas demandadas por el conjunto del país, y no sólo un sector.
No hacerlo, o hacerlo bajo cuerda con dirigentes
venales, suena al tono tan criticado de imposición arbitraria; según lo están
intentando ahora mismo que “van por todo”, desmantelando al Estado y privatizando
sus funciones esenciales. Lo cual incluye inventar un “estadista” que quizás
carece de las virtudes básicas: presencia sólida, rumbo definido, mentalidad no
presionable y aptitud para manejar las variables concorde al bien común, y
nunca al reparto para contentar ambiciones parcializadas y centrifugas.
El proceso de integración
El espacio orgánico de la militancia suele crearse de
una expansión de la concepción política, madurada al ritmo de una ecuación
histórica. Es causal no casual, aunque se subestime el papel de sedimentación
estructural de la militancia territorial y social. Es un llamado perentorio que
se hace oír en nuevas formas de expresión, articulación y referencia. Esta
incitación, surgiendo de un lugar determinado, se reproduce velozmente en todos
los demás núcleos con expectativas. La clave es no pretender adueñarse del
nuevo ciclo que se inicia, para potenciar su trasmisión libre, difundida hasta
el último linde del despliegue por “la comunicación que vence al espacio”.
De este modo, el pensamiento se va enriqueciendo y
adaptando a todos los grupos con su respectiva idiosincrasia, que resisten los
manuales de intervención centrista de las usinas de imagen. El impulso
innovador se replica con notas propias de la geografía de pertenencia e
incursiona con sabiduría de baqueano en el método mas apropiado para ir
refundando el Movimiento lugar por lugar. Y para descartar progresivamente a
los malos dirigentes partidarios y gremiales que defeccionan para acomodarse.
Hay una densidad de ideales y sentimientos que
coinciden en un molde de presiones intensas, y lleva de la mano a coincidir en
lo fundamental, dejando al costado la discusión de cargos electorales. Ventaja
de la educación social de subsistencia que, bien encuadrada, evita a la vez la
indolencia de la indiferencia y el atajo de la violencia desbordada. Tal cual
lo enseñó Perón, y lo repitieron constantemente los predicadores leales que lo
entendieron y lo amaron. Luego, queda poco lugar para reaparecer con “las
vanguardias esclarecidas” que se reagrupan por suerte en otro punto.
Es posible entonces saltar de jerarquía, pero dentro
del arte superior de la conducción, pasando de la incorporación a la
integración, que es un proceso de mayor complejidad, donde se intercambian metodologías
complementarias del ámbito político, social, técnico y cultural. Lo promueve
una militancia de “libertad responsable” que recuerda los errores inspirados en
una especie de castrismo sureño, con medidas efectistas pero no efectivas y
resultado efímero.
El proceso de
identificación
La intemperancia y la ira son malas consejeras,
aunque tengamos razones para la indignación, lo cual evita el juego que esperan
los grupos de interés, su procedimientos de facto y su corrupción a escala. Lo
contrario para quienes queremos ser creíbles y confiables conteniendo la fuerza
en sus posiciones tácticas y estratégicas más convenientes. La idea es mantener
latente la presión ofensiva que promete éxito en el momento de la decisión, sin
arriesgar en aventuras inciertas. Porque no se trata sólo de pelear, sino de
ganar.
Todo vacío de autocontrol es un vacío de conducción
que se paga con infantilismo y voluntarismo: armas viejas que no sirven,. Pero
en el tiempo de preparación que resta, hay algo crucial que hacer, pasando de
la incorporación y la integración al proceso cualitativo de la identificación
plena con los principios, valores y criterios del Movimiento y su actualización
de categorías estratégicas para acceder al gobierno y gobernar. Debemos
encarnar al Movimiento con su mística originaria para evitar o moderar diputas
menores, o divisiones por ambiciones de grupos y sectores. Tal el proceso
reclamado en el legado de Perón, que significa convertir la politización
numérica en “cultura política” afirmando las políticas de Estado, no de grupo,
que nos vacunen contra la doblez y nos protejan de la infamia de los
adversarios irracionales.
8. METODOLOGÍA NACIONAL DE LAS ALIANZAS
La voluntad de unión
Frente a la sombría exhibición de divisionismo
inocuo, en la crisis cultural de nuestra sociedad, surge la respuesta de la
razón como voluntad de unión. Pero no hacia cualquier forma de unidad, sino de
aquella que manifiesta los rasgos de la verdad y la justicia, en tanto valores
motivantes de los impulsos asociativos comunitarios. Luego, la alianza es la
proyección de una identidad significante, que desea ampliarse para crear una
“cadena de potencial” por la diversidad complementaria de sus propuestas y
medios.
Es la manera prudente de reducir riesgos, disminuir
bajas, acceder a espacios de acción más influyentes y descubrir nuevas
alternativas de movilización y desarrollo. Aquí el arte de la estrategia se
combina con el oficio de la diplomacia para servir a la gran política,
demostrando que el “todo cualitativo” es superior a la mera suma de sus partes.
Hecho evidente que contagia el efecto sinérgico de la multiplicación de logros
efectivos, que resultan imperdibles para un conjunto con ciertas expectativas
unificantes.
La razón profunda, no el intelectualismo superficial,
se enfoca entonces en la articulación de “alianzas tácticas”, como modo
expeditivo de salvar dificultades. Mientras construye “alianzas estratégicas”
que, sobre el ejercicio básico de lo urgente, aspiran a compartir líneas
programáticas y operacionales de vasto alcance, visión panorámica y
consistencia en los cuadros directivos.
La alianza es, a la vez, una herramienta de lucha y
de paz, de resistencia activa y de gobierno estable, en la sucesión habitual de
las etapas de un nuevo ciclo histórico. Porque aliarse con éxito, en una
dimensión prolongada, es obligarse mutuamente a cubrir las falencias y
debilidades de sus integrantes. La cuestión es elegir correctamente los aliados
para sostener lo esencial de lo concertado, y superar las desavenencias
frecuentes de la práctica cotidiana de la militancia. La prioridad se
consustancia en un nivel elevado que define claramente los objetivos centrales
y los lineamientos de ejecución apropiados a una serie de eventos decisivos.
La elección de los aliados
En el terreno concreto de las “fuerzas en presencia”
hay poco margen para la retórica discursiva y la expresión gratuita de deseos,
porque prima la disposición espiritual y física de asumir un gran esfuerzo.
Aunque la persuasión no se interrumpa nunca, ya que no hay aliado perfecto,
incondicional y definitivo. La evolución de las circunstancias beligerantes,
sumará o restará fuerzas a la coalición; o podrá cambiar la naturaleza o el
grado de la relación establecida inicialmente entre los concordantes.
La responsabilidad de conducción debe evitar
desprestigiarse con fracasos en su política de alianzas, lo que implica no
apresurarse en la elección del “quién” y del “cómo” de cada acuerdo a
establecer. Y especialmente, no improvisar compromisos, descartar referencias
ambiguas o consentir ansiedades oportunistas. Ser amable y ponderado siempre,
porque las vinculaciones políticas suelen regresar, aún para incitar
conflictos. Como la presencia irritante de los “falsos aliados”, campeones del
rumor disolvente, y de la deserción instantánea ante el menor contratiempo.
Trabajar intensamente en reunir aliados exige
coherencia y constancia. No subestimar a ninguno, ni tampoco permitir que nadie
nos haga sentir dependiente de su “apoyo” especulativo. Por esta causa es primordial,
como ya lo anticipamos doctrinariamente, dedicarse a crecer y organizarse en
medio de la crisis, con prudencia para fortalecer nuestro propio despliegue y
estructuras de contención. La clave es no caer en situaciones que desmerezcan
la tarea necesaria de predicar con el ejemplo la recomposición nacional.
Liderazgo y posición
central
Todo dispositivo defensivo tiene vanguardias,
retaguardias y alas derechas e izquierdas. Fracciones especiales que existen en
función de proteger al “grueso”, a la columna principal, y no al revés.
Principio basamental que condena la ambición letal de algunas jefaturas que
proponen “la misión invertida”, pretendiendo que el conjunto se inmole detrás
de iniciativas parciales, pero serias y carentes de posibilidades reales de
triunfo.
Perón fue un maestro en ejercer su liderazgo desde la
posición central, equidistante de alas y flacos subsidiarios, para
salvaguardar, precisamente, al Movimiento Nacional de los intentos extremos con
inferencia ideológica. Una función nada fácil, porque significa lidiar
constantemente con ideas contradictorias, antagonismos internos y tendencias
facciosas, cuando ha llegado la instancia de inclusión y no de exclusión.
Las alianzas no se impulsan por la palabra “anti”,
sino por la palabra “con”; eslabonando con flexibilidad los objetivos
sectoriales legítimos que dinamizan, coordinadamente, toda nuestra actividad
económica, cultural y política. En tiempos muy sensibles por la fractura social
expuesta, la conducta personal incide más que nunca en la ley moral de la
conducción pública como verdad de experiencia. Ella enfatiza la humildad
sincera y la autenticidad, sobre la simulación virtual y el sofisma
tecnocrático.
9. LA COMUNIDAD DEL AFECTO
EN LA EDUCACIÓN
POLÍTICA MUTUA
La dimensión espiritual
del saber
El acceso al saber crea al maestro. El traza el
primer avance sobre el conocimiento político y doctrinario acumulado en un
largo proceso colectivo. La conclusión reciproca también es cierta, porque el
maestro es ante todo guía espiritual, pues la dimensión superior de la
existencia humana no es sustituible por la técnica. Luego, el verdadero maestro
es un maestro de vida, sea por la palabra hablada que nos imprime su energía,
sea por la palabra escrita que profundiza la reflexión, consolida la enseñanza
y facilita la polémica enriquecedora.
Con su ayuda comenzamos a percibir nuestro camino con
los ojos de la filosofía y de la historia .Porque la “vida se entiende mirando
hacia atrás y se realiza mirando hacia adelante”. En esta paradoja nos
encontramos con nosotros mismos para construir nuestro destino irrevocable. Si
elegimos mal y edificamos una vida falsa, el tiempo actúa como vengador y nos
pide cuentas en el momento más inesperado. Si elegimos bien, al menos en las
cuestiones importantes, y corregimos nuestros errores, la duda existencial, que
siempre habita la conciencia individual, se alivia con la esperanza de la
“misión cumplida”.
Decían los clásicos que el hombre es “el ser que
valora”, condición ineludible para crear y ejercer la voluntad de hacerlo, de
donde surge la conducta adecuada. Ser, en consecuencia, implica formarse en el
esfuerzo y defender la causa asumida para justificar la existencia. Actitud que
desafía el sentimiento depresivo de la “nada”, genera un campo específico de
acción y, al aceptar los peligros de una militancia honrada, forja el sentido
heroico de la lucha.
La valentía exigida ante las pruebas de la adversidad
se llama dignidad, más allá del coraje físico. Y el vínculo afectivo entre
maestro y discípulo, en el taller apasionante del liderazgo, comienza en el
principio de respeto. No hay educación sin voluntad de aprender; por eso, quien
niega la consideración, debida, por su versión sectaria y no amplia de la
juventud, niega su misma evolución y se condena perpetuamente a la ignorancia.
Conformación de la
personalidad política
La autenticidad en la conformación de la personalidad
política, reclama superar la exacerbación del individualismo para adquirir la
fuerza de la pertenencia. Esto no demanda renunciar a la realización personal,
sino concretarla plenamente en el seno de la comunidad, compartiendo vivencias,
protagonismo y solidaridad. La comunidad, para serlo realmente, requiere
organización y conducción como categorías fundantes y como criterios de
convivencia. Es la decisión consciente de sus integrantes por constituir una
ética pública práctica.
La formación de líderes en todas las disciplinas es
una misión de todos, porque si los cuadros no demuestran sus virtudes, los
valores no valen y la conducción no conduce. Por eso “poder” es una palabra
vacía de verdadero contenido si no se basa en la autoridad moral y la eficacia
directiva, algo que no surge del proselitismo vulgar o del acomodo y el
reparto. Nace en rigor de un proceso intenso de “toma de conciencia” que
reclama cada vez mayor entrega y responsabilidad. Quien elude este compromiso
recusa el fundamento de su función referencial y la usurpa, mereciendo su
revocatoria.
Tenemos una existencia anterior y otra posterior a
nuestro limitado tiempo biológico. La anterior puede rastrearse en la herencia
histórica que nos precede; y la posterior advertirse en la posible continuidad
de nuestros pensamientos y obras. Estamos involucrados pues en el concepto de
”especie” con instinto de sobrevivencia; y también en la impronta de una
cultura de participación determinada. Porque el horizonte de libertad y
justicia se eleva mediante logros trascendentes que sólo se alcanzan de manera
conjunta.
La “vida activa” más propia de la juventud y la “vida
contemplativa” del veterano no antagonizan, al complementarse en el curso
constante de la educación y la capacitación política mutua. Con la
contemplación y la meditación juzgamos la actividad y la práctica en el marco
de una doctrina no dogmática. Mientras que en el desempeño activo, donde la
creación deviene a sus formas estratégicas y tácticas, estamos obligados a
vernos cara a cara con la realidad, sin excusas ni justificaciones.
Significado, simbolismo y
sentido político
Un pensar orgánico, capaz de mantener la coherencia
de un movimiento multitudinario, se ordena según este tríptico. En principio,
el “significado” de un acto es la manifestación de las propiedades políticas
que entraña para realizar su propósito sin equívocos ni confusiones. El “simbolismo”,
a su vez, prolonga la evocación inspiradora de las conductas ejemplares. Y el
“sentido” permite asimilarlo en el contexto histórico, sintetizando los anhelos
y sentimientos que le dieron origen.
Vías necesarias para la credibilidad de la prédica y
la militancia, dentro del plan de contener y concentrar fuerzas, construyendo
lo permanente, no lo efímero. De allí la maestría destacada por su facultad de
enfrentar la anticultura de lo
“urgente” sobre lo “importante”. Y elucidar el culto mediático por lo
instantáneo y lo fugaz para borrar la memoria colectiva. Su testimonio
irrefutable evita la banalidad que no constituye recuerdo, ayudando a preservar
el patrimonio público de la conciencia nacional.
10. AMISTAD SOCIAL Y
RECONCILIACIÓN AUTÉNTICA
Tropezar y caer para
descubrir
Los pueblos que llegaron al protagonismo predestinado
por su gran potencial, antes de lograrlo insistieron con el método: “tropezar y
caer para descubrir”; contrariando a aquellos sectores obsecados en presumir de
sabios, negar errores y continuar en la ignorancia. La mayoría sin embargo,
acepta voluntariamente este dolor del sentimiento de país frustrado, pero
manteniendo el ideal pendiente como telón de fondo de las discusiones y
enjuiciamientos políticos diarios.
La esperanza está así latente en tanto esencia de la
condición humana, que no reniega nunca de la ilusión y acepta el tiempo de
“maduración” que lleva elaborar pacientemente una verdad comunitaria. Pues
acertar anticipadamente, por una capacidad individual sin acompañamiento del
conjunto, equivale en sus efectos
prácticos a equivocarse.
El sentido final de nuestro proceder, entre
contradicciones políticas habituales, se revela cuando la acción ha culminado y
se difunde como parte de la historia. Porque toda historia es ejemplar, de lo
bueno y de lo malo, en tanto se la escribe para eso, librada al juicio de la
posteridad. Es la comunidad, en última instancia, la que tiene la posibilidad
de reconciliar su pasado en una articulación justa, que apunte al porvenir para
construirlo entre todos.
Vista en el prisma integrador del diálogo, ciertas
diferencias políticas pueden representar diversas modalidades de acuerdo, si se
descartan la descalificación del otro y la intolerancia. Esto excede la función
restringida de un jefe partidario para apelar a la amplitud del estadista. Él
debe incorporar los elementos del desorden en el orden para evitar, con
habilidad, no con torpeza, que lo destruyan. Ignorar esta paradoja de la
conducción potencia las formas traumáticas de la exclusión, alimentada por
tendencias represivas, dejándole la iniciativa táctica a la provocación
permanente que “marca la agenda” azarosa de la vida cotidiana.
Teorías imperativas o
propuestas prácticas
Las ideas son “imperativas” en el marco frío de la
teoría, mientras que en el seno de la práctica se suavizan en “propuestas”. Por
esta razón, la mecanización no puede tomar el control de lo que no es mecánico,
so pena del reduccionismo tecnocrático que envuelve el interés sesgado de sus
negocios. En este aspecto, “Amistad Social” es el clásico término eclesial que
refiere a la concertación productiva entre empresarios y trabajadores; aplicado
hoy a contrarrestar la especulación desbordada del capitalismo salvaje, sin
reglas. Y proteger a los más vulnerables de la sociedad por su emergencia
ocupacional, alimentaria y habitacional.
Nosotros, a su vez, consideramos que su significado
más trascendente es su paso preconstitutivo de la “Reconciliación Nacional”,
pues aquí aparece el sujeto histórico, que es el conjunto de la comunidad. A
ella le competen las decisiones estratégicas, como pueblo llano, rechazando el
mando discrecional de viejas o nuevas hegemonías que se sientan dueñas del
país; alentando la “grieta” mediática, verificada en realidad en la fractura
social y territorial de la
Argentina.
Las recientes reuniones de la Pastoral Social con la CGT, instituciones que como
todas las del país son afectadas por la crisis cultural profunda que nos
preocupa, parecen prologar el primer viaje a la patria, como pontífice, del
Papa Francisco. Las citas y conceptos de los religiosos y de los gremialistas
estuvieron centradas en sus discursos y encíclicas, para que su pronta
presencia aliente la adhesión de todos los sectores, oficialistas y opositores,
a la voluntad de tender puentes sobre compartimentos cerrados, beligerantes y
por ello sin salida.
Cultura del encuentro o
arrogancia autoritaria
Cuando la milenaria experiencia vaticana ha percibido
conflictos internos o externos de magnitud, no ha dudado en acudir a sacerdotes
jesuitas para altos cargos tradicionales del clero secular. La excepción se
convierte en regla al buscar “conductores” en una forma especial de ”santidad”
ligada a la pacificación por el dominio del arte de la estrategia. Rasgo impreso
a la Compañía
por su fundador, el coronel español, luego San Ignacio de Loyola (1491.1556),
desde sus “ejercicios espirituales” de claras reminiscencias castrenses.
Y el Padre Bergoglio lo ha ratificado con su
presencia orientadora en las zonas de conflicto geopolítico más intenso,
intercediendo por la paz mundial. Es un prestigio reconocido del que no puede
prescindirse para evitar una encrucijada de violencia, de incalculables
consecuencias nacionales y continentales. La cual no es una afirmación confesional
sino histórica, abierta a todas las personas de buena voluntad.
Desde la campaña de 2015 postulamos “entre todos o
nadie” cuya síntesis argumental se publicó en un libro. Allí la palabra “nadie”
no quería decir “ninguno” sino “caos”. La peor situación para resolver la grave
crisis de identidad y fe nacional que sufrimos en nuestra trayectoria
institucional. Por lo demás, la paz espiritual necesaria a la “Cultura del
Encuentro” no suprime doctrinas ni programas, al realizarse democráticamente en
el modelo de país que ansiamos, aceptando la diversidad de origen, el debate
público y la polémica política. Es la manera de superar, por igual, los
autoritarismos “prehistóricos” y “posmodernos”, neutralizando las ambiciones
desmedidas de cualquier signo. ¿Será posible?
11. LA
DEMOCRACIA ES UNA CREACIÓN CULTURAL
PERMANENTE
La razón democrática
comunitaria
En una democracia comunitaria el valor principal es
la soberanía popular, incluso sobre los marcos restrictivos recibidos de la
vieja normatividad “conservadora”, que está obligada a reformar para cumplir
sus fines reivindicativos. Más allá de una retórica principista, lo que irrita
concretamente a los pudientes contra los carenciados es la aplicación de este
poder soberano a una mejor distribución de la riqueza nacional. Crece entonces
una rivalidad irreconciliable que orilla la polarización, el enfrentamiento y
la violencia.
Históricamente los sectores retardatarios, más
ligados al sistema de intereses externo que interno, promovieron al golpismo cívico-militar
con el argumento paradojal de “salvar la democracia”. La conducción superior
del Movimiento tuvo así que ubicarse dinámicamente en un espacio central, ante
el intento de desbordar por izquierda con un “marxismo” liberal y la pretensión
de obturar por derecha el avance reformista con un democratismo falaz.
Obviamente, en unos y otros existió y existe la
“tentación hegemónica” que sólo podría moderarse en un largo ciclo de cultura
política, que exige la autolimitación consciente de la voluntad de poder. A tal
fin, habría que consensuar un régimen amplio de educación y protagonismo de la
civilidad, con instituciones acordes a una proyección de futuro no totalitaria,
pero sí de desarrollo compartido e integrado.
Hay aquí una lucha por conquistar el Estado como
factor de planificación y facilitación de nuevas estructuras políticas,
económicas y sociales. También equidistantes, tanto del viejo plan estalinista
de abrogarse la representación excluyente de la sociedad. Y, en el otro extremo,
de la ambición elitista de acaparar las facultades decisorias de la comunidad
nacional como sujeto histórico.
La tentación hegemónica
Ayer Alfonsín, e incluso De la Rúa, y hoy Macri tuvieron y
tienen su “momento hegemónico”. El primero con su propuesta del “tercer
movimiento histórico” superador de radicalismo y peronismo al que imaginaba
incorporado a su mando. El segundo con su intento fracasado de salvar una
gestión desastrosa con la implantación del estado de sitio y la represión
policial cruenta. Y el tercero, más agresivo, al pensar que disolvió
definitivamente al peronismo aprovechando la oportunidad de un “pejotismo”
dividido en varias partes. Como alguien dijo con acierto ”se ve que llevan en
su corazón un pequeño Perón”, por la tradicional habilidad de éste en abarcar distintos
sectores políticos y sociales, aunque el General resulte inigualable.
El propio presidente actual le inauguró un monumento
con reconocimiento explicito del “antes y después” que significó la aparición
de Perón en la historia argentina. Verdad evidente, al margen de su utilización
electoral en la inminencia del comicio. Pero el carisma, la obra y el
pensamiento nacional de su legado explican su perennidad, después de décadas de
acusaciones de demagogia y cesarismo.
El oficialismo se entusiasma ahora con un peronismo
que “provincialice sus intereses” como lo hizo el radicalismo en la década kirchnerista,
en busca de apoyos y prebendas del gobierno central. Pero el peronismo sabe que
perder su carácter de fuerza nacional implicaría ceder espacios irrecuperables.
El tema aquí es otro: cómo instalar figuras que no tengan las limitaciones de
hoy, para aspirar a la categoría presidencial con una capacidad de estadistas.
Es un proceso colectivo que no se debe ni se puede acelerar con artificios
partidocráticos ni negociaciones de cúpula.
Esto no impide concertar leyes y medidas que
beneficien directamente al pueblo. Pero sin perder identidad política, ni dejar
de ejercer una profunda autocrítica; y realizar a la par una actualización de
programas y procedimientos sin traicionar las raíces doctrinarias. Y menos,
jugar a desestabilizar al ejecutivo de turno, que será sucedido, normal y
pacíficamente, “si se deja ayudar” por
una oposición constructiva.
El regreso de la evolución
participativa
Para una presidencia vacilante, que ve más el negocio
que el poder y soporta en silencio las graves torpezas políticas de los CEO, el
peronismo es inmanejable. Sea en la oposición frontal, o en la cooperación
circunstancial, por la impericia dirigencial del PRO que no puede contenerlo.
Un factor perturbador del “quietismo” que desearía
disfrutar el neoliberalismo que accedió al gobierno por la desviación
ideológica y la gestión fallida del cristinismo, sumado a una pésima digitación
de candidatos; y al rechazo de la
Iglesia contra las cabezas políticas visibles del
narcotráfico en zonas liberadas. Una advertencia para esta administración que
aún no ha conseguido crear trabajo y premia la especulación financiera sobre la
inversión productiva, dejando fuera de su “proyecto” a más de la mitad del
país.
Esta “diferente pero no tanto” acumulación de presiones
desde la base, impacta en el funcionamiento “armónico” de las élites que pasan
a dividirse y luchar por sus intereses propios, constituyendo el peor enemigo
de sí mismas. Luego, por la apertura de estas líneas interiores podrá volver a
evolucionar la democracia participativa y no el formalismo vacío de una
partidocracia residual al servicio de la codicia desmedida sin fronteras éticas
ni territoriales.
12. REPENSAR LAS
PERSPECTIVAS DEL SER ARGENTINO
Encrucijada cultural y
salida del laberinto
Nuestra nación se encuentra en una encrucijada que,
por la compleja relación entre muchos factores, condensa una crisis cultural,
no aislada, en un mundo agónico de todos los principios y valores conocidos.
Esa axiología no ha sido sustituida ni actualizada para un orden más humano,
reparando la brecha entre evolución técnica e involución social causada por una
mística inversa. Una anti-ética que endiosa el poder del dinero a expensas del
olvido del “ser” en los extremos crecientes de opulencia y miseria.
Hace falta el auxilio de una actitud filosófica, no
teórica ni académica, para aunar percepciones, intuiciones y sentimientos en
busca del sentido profundo de la vida, y su significado práctico en los hechos
cotidianos. Hechos que nos duelen y preocupan cuando vemos agravarse la
tentación individual y grupal de “salvarse”, bajo formas facciosas o
corporativas. Una patología que disuelve el pacto constitutivo de la sociedad y
fractura la comunidad de pertenencia territorial y lazos solidarios.
Por esta razón, repensar nuestros problemas
principales es una obra común exenta de egocentrismo, requiriendo ámbitos
flexibles a la libertad, la diversidad y la expresividad. Claves para
aprovechar el talento neutralizado por la arrogancia y el resentimiento, la
prepotencia y el traslado de culpas, y las antinomias de un desencuentro
constante. Las luchas del pasado no pueden olvidarse porque son parte
inseparable de la historia, pero deben superarse en sus prejuicios y rencores
para acceder al porvenir. La condición humana tiene este privilegio de poder
transformarse para alcanzar un nivel superior de la cultura propia.
Hay que salir por arriba del laberinto ciclotímico que
nos aqueja y de una marcha en círculo como defecto impuesto desde antiguo por
antagonismos ancestrales. Y que al saturarse ahora en el presente por la
acumulación de conflictos irresueltos por desidia, afecta la conciencia de
nuestra identidad y amaga instalar un futuro absurdo. Tal como lo vemos en
países de configuración inestable y
regionalismos secesionistas.
El destino es tendencia,
no determinismo
El divisionismo arrebatado y destructor, o la “unidad”
impuesta por la brutalidad no es unión sino dominio y termina en opresión y la
resistencia consecuente. Así lo vimos en las dictaduras cívico - militares que
planteaban la desaparición forzada de un bando. Pero el destino es tendencia,
no determinismo, y puede modificarse como lo hicieron otros pueblos con
valentía civil y heroísmo social.
No es un camino adecuado ignorar el mal en sus
“causas” para declamar la desgracia en sus “efectos”. Sino ahondar en su
análisis con honestidad y realismo, para formular un diagnóstico veraz, y un
tratamiento aceptado por su comprensión de los problemas con amplitud de
espíritu. Sabiendo explicar los fundamentos del plan propuesto y las bases del
modelo elegido, como impulsores de la decisión colectiva de cumplirlos.
¿Sabemos pensar?, ¿sabemos hablar? ¿sabemos escuchar?
Porque no hay comunidad sin lenguaje coherente y propensión al diálogo. Con
estas herramientas hay que indagar, preguntar y dudar para luego afirmar con
solvencia, sin vulgaridad ni oscurantismo. Aproximaciones sucesivas a un rumbo
firme que persiga la meta soñada: lograr la síntesis de objetivos que expresen
los intereses de la conciencia nacional. Porque sin conciencia no hay proyecto
y sin proyecto no hay esperanza.
El ser argentino necesita integrarse con la
coordinación del “hombre económico” promotor de riqueza, el “hombre social”
defensor de justicia y el “hombre político”, vigía de un potencial apropiado
para persistir en nuestra rica geografía, y en la historia de los pueblos
protagonistas. Cambiar no es pasar de mano la llave de la impunidad, ni
atestiguar el desfalco pasado mientras se perpetran quizás otros mayores.
Porque el designio circular se acelera en cada etapa, con la complicidad de una
trama mediática y jurídica que naturaliza y aumenta la extorsión, el
despilfarro y el robo.
La autoestima estratégica
como fuerza interior
Hay que equilibrar el rango de los esfuerzos y
beneficios, eliminando el sacrificio inhumano y las círculos de concentración
perturbadores de un estado de dignidad posible. Ésta rechaza el elitismo de las
clases impiadosas; la exclusión agobiante de los más vulnerables; y la
inseguridad provocada por desesperación, delincuencia y vandalismo. Cuestiones
graves que nos recuerdan que “crear trabajo”, la asignatura principal del
desafío de gobernar, está pendiente.
Sepamos reconocer estos defectos evidentes sin perder
nuestra estima estratégica, como fuerza interior para corregirnos y realizarnos
plenamente. Porque los valores esenciales son imprescindibles cuando se ha
prometido eficacia con ética. No más pues de lo mismo, maquillando formas para
no variar el fondo. Viejo truco de los liderazgos de apariencia que se
corrompen prematuramente, sin alcanzar la categoría del estadismo, que es el
arte de lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.
13. LA MADURACIÓN DE LA LEALTAD
CREADORA DEL DISEÑO DE UN
PAÍS INTEGRADO
Realidad y contradicciones superables
En la singular tarea de encontrar soluciones
originales y concretas a los problemas fundamentales del país, es necesario,
antes que nada, curar la afección que se cierne sobre el alma argentina y su
voluntad de persistencia y diferenciación. Diferencia como aspiración virtuosa
de una personalidad propia, síntesis de las cualidades de sus diversos
afluentes, y no el extravío de la xenofobia y la discriminación social o
étnica.
Se trata de superar nuestros prejuicios en el
registro que va de la indolencia al autoritarismo, para descubrir la verdad en
la maraña de contradicciones secundarias que son superables, a condición de
abandonar los extremos del resentimiento y la codicia. La comunidad se organiza
por el trabajo y se destruye por la corrupción, que permanece como sistema, enraizada en la
sociedad que la practica en distintos grados y formas, incluyendo la apatía
civil y la omisión culposa.
Ciencia económica “pura” o
arte pragmático
En este marco general de anomia, la alta corrupción,
institucionalizada, se ejerce por el desvío conceptual de la economía, que sus
beneficiarios presentan como una ”ciencia pura”, encubriendo con preceptos
teóricos “universales”, el esquema discrecional de un poder desmedido. Cuando
en realidad, la economía es un arte de verificación pragmática; cuyos
principios generales se aplican de manera adaptable al curso y contexto
político y social de un espacio y tiempo históricos.
Se constituye así una cultura económica que favorece
la producción o la especulación; la
distribución o la concentración; el empleo o la desocupación y, en fin, los
intereses nacionales o los extraños. Lo cual no significa proponer una
autonomía cerrada y aislada, imposible en el mundo actual, pero sí el margen
necesario de independencia, justicia y soberanía. Sin estos requisitos, que
modulan con equilibrio los factores de inversión y consumo, cada gobierno de
turno reitera la apropiación espúrea de los recursos públicos, y “roba” el
tiempo de vida de los ciudadanos al frustrar sus anhelos, sueños y esperanzas.
“Liderazgos esenciales y
pueblo substancial”
Para romper este círculo vicioso, la acción política
tiene el desafío de establecer liderazgos esenciales en el seno participativo
de un pueblo substancial. Liderazgos no individualistas, pero tampoco
despersonalizados, como máquinas automáticas de deshumanización de la
comunidad., que no tiene un entramado técnico sino sensible. Por eso, gobernar
para la felicidad del pueblo adquiere el potencial unitivo que otorga la
satisfacción y la alegría contagiosa, como anticuerpo saludable de las pasiones
desbordadas del divisionismo estéril.
Sin la humanización del poder se pierde, además, la
génesis de fuerzas creativas en el acto de trasformar la realidad. Y al
confundir el número con la calidad de las personas, se cae simultáneamente en
una serie vinculante de equívocos: arrogancia, inercia, desgaste y resistencia
pasiva, activa o violenta. Hay una lógica que, tarde o temprano, se manifiesta
con crudeza: no se puede conducir aquello que se desconoce, y no se puede
conocer aquello que se niega con sentimientos encontrados, aprensiones absurdas
y refugios psicológicos elitistas.
La doctrina nacional compendio
de estadismo magistral
La doctrina nacional compendia y difunde la
experiencia invalorable de un estadismo magistral, aunque no es fácil, por
falencias personales de ejecutivos incapaces, el traducirlas al orden práctico
de los hechos. Pero su plexo de principios y valores, que es menester
profundizar, comprende una invitación al compromiso político y social sin el
cual nos condenamos al escepticismo, defeccionando de nuestra facultad de
autodeterminación moral y material.
Ciertos dirigentes caen, paralelamente, en su
autoconsagración prematura, ignorando que el juicio definitivo de lo político
compete al ciclo largo de la posteridad. La obsecuencia y la adulación,
amplificada por la saturación interesada de los medios, es señal de incipientes
curvas descendentes a prevenir con sobriedad y mesura. Todos ellos, defectos
reiterados que culminan en una campaña sin palabras y gestos sin contenido,
porque no se debate ni se vota un “modelo argentino” que señale las pautas de
las políticas, planes y programas que revelen la dirección estratégica del
porvenir.
El principal modelo a
concordar
Antes y ahora se ha decretado la muerte estadística
de vastas franjas sociales, para exaltar
“éxitos” y ocultar fracasos, jugando con una ingenuidad que ha estrechado el
campo de maniobra de la manipulación por un esclarecimiento paulatino. Algo que
habrá de acelerarse después del comicio con pronóstico reservado, si no se
apela al diálogo y al consenso, que descarte la nivelación drástica “por
arriba” o “por abajo” en vez de lograr un promedio ecuánime, acorde con el
crecimiento genuino y el desarrollo sustentable. Así lo advirtieron los autores
y predicadores que forjaron un pensamiento nacional; que ya trasciende a las
nuevas generaciones con la guía constructiva de nuestra rigurosa autocrítica.
El espacio histórico del justicialismo doctrinario no
puede malversarse en el vacío incierto de una ausencia inexplicable, poblada
espectralmente por los tránsfugas de diversos posperonismos de conveniencia. Porque quedaría en suspenso el
desenvolvimiento actualizado del principal modelo a concordar para reintegrar
la matriz nacional, federal y comunitaria de la gran Argentina.
14. REQUISITOS PREPOLÍTICOS DEL EJERCICIO DEMOCRÁTICO
Un proceso en la evolución de los pueblos
La creación de
legitimidad es un logro espiritual y social., que nace en la evolución del alma
de los pueblos. Ella genera la situación favorable para fundar y fundamentar el
marco normativo de la legalidad. Sin aquella, ésta sería una instancia vacía de
principios y valores básicos para el ejercicio real de la democracia. Algo sin
duda ausente en el accionar de los partidos, carentes de contenidos para
orientar, con lealtad ciudadana y honestidad administrativa, las decisiones del
país. Uniformados como están, más allá de matices, en la corrupción
persistente, el doble discurso y el desdén por la construcción de consensos.
Campañas de
palabras sueltas, gesticulación de marketing sin compromiso, que al final
terminaron mudas, no por respeto a nada, sino porque no sabían que decir frente
a eventos graves y conflictos absurdos. Hitos sucesivos de desequilibros y
contrastes que los muestran parados en la nada, porque el Estado no existe, la
sociedad se diluye y la comunidad se fragmenta, permitiendo que cada quien haga
lo que quiera, donde quiera y cuando quiera.
En esta ficción
general, no se ha votado un modelo de país, con pautas razonables y
explicables, debates de fondo y participación activa, que supere
substancialmente las campañas anteriores. La nueva época prometida no aparece
todavía con estos actos primarios, de gente de todas las clases llevadas para
aplaudir de antemano cualquier frase, incluyendo la más vulgar y la más
desubicada. Así, los candidatos, lamentablemente, respondieron al viejo error de
la autorreferencia constante y vedetista.
Ahora vienen las
consecuentes secuelas de un comicio cuyos resultados señalan tanto como lo que
presagian; si no tomamos conciencia del aviso de “tormenta perfecta”, por la
simple proyección de las variables actuales. Y cuyas medidas post-electorales,
según lo poco que se ha filtrado para no anticipar “malas noticias”, harán aún
más compleja, aunque no imposible, la salida del laberinto.
No ceder a los extremos económicos o ideológicos
Las divisiones
nacionales son irreconciliables cuando permanecen obsesivamente en el plano
inferior donde emergieron. Luego, sólo pueden resolverse si acceden al nivel
superior, donde la comprensión lógica, con el auxilio de la ética y la
experiencia histórica, suele señalar el deber ser y el deber hacer. Esto, en el
arte de la conducción, se llama: responsabilidad. Obligación moral y práctica
de proceder con sensatez, mal que les pese a los extremismos económicos e
ideológicos y a los provocadores violentos.
La
“responsabilidad” que sepa demostrar la dirigencia sería la virtud paralela y
complementaria de la “legitimidad” que otorga el pueblo. Ya que ambas reunidas,
generan y potencian una legalidad estructural, caracterizada por la justicia,
la austeridad y la solidaridad. Una conversión necesaria y factible de la
democracia formalista neoliberal, atrasada en desarrollo político, económico y
social, en una democracia participativa, equitativa y comunitaria dirigida con
acierto, sin sectarismo ni exclusiones.
Una democracia
donde se respeten los derechos de la persona, sin llegar al límite del
individualismo egocéntrico del que somos celosos hasta el desborde de la
anarquía. Una democracia donde la apertura equilibrada al intercambio cultural
y comercial, no signifique el extravío de la identidad nacional. Y donde
nuestro aporte a la paz y la estabilidad no resigne los niveles estratégicos y
tecnológicos de nuestra defensa y presencia geopolítica.
Parecen
contradicciones insalvables pero no lo son, si sabemos evitar dos opuestos igualmente
frustrantes: dejarse llevar por la inercia hasta un materialismo hedonista, o
marchar contra corriente sacrificando el pueblo al determinismo ideológico. Lo
indicado es la tercera posición, adaptada tácticamente a los nuevos factores
presentes en la realidad cambiante, pero siempre en interés concreto y
perspectiva histórica del ser argentino.
Respetar los resultados y reconstruir internamente al
movimiento
Pasada la última
dictadura la democracia electoral ya no es un derecho a conquistar sino un deber
a cumplir, que exige perfeccionarla con una nueva cultura política. Ayer, las
Fuerzas Armadas se autodestruyeron por intervenir en política interna y en
beneficio de un sector. Hoy las Fuerzas de seguridad corren un riesgo parecido,
perdiendo confiabilidad ciudadana y calidad profesional. Quién entonces
custodiará la integridad territorial si esta doble destrucción se consuma. Por
ello, hay que retomar el sentido del honor, la prudencia y la vocación de
servicio, no en la declamación sino en los hechos.
Respetar los
resultados en paz, deja al presidente en actitud de asimilar y encarar
sinceramente los problemas pendientes, sin exagerar el optimismo porque ha
despertado expectativas contrapuestas. Pero nos permite a todos seguir, con
posibles demoras y recaídas, por el camino de la libertad, la justicia y la
nacionalidad, que deseamos sin discriminaciones inconducentes.
Pero los
peronistas tenemos cuestiones internas a dilucidar claramente para no confundir
populismos de “izquierda” con justicialismo, lo que implica la autocrítica a la
confusión deliberada de nuestra identidad política; y dejar de lado los viejos
procedimientos que repetirían el fracaso reiteradamente hasta la extinción.
Nuestro primer trabajo es reagrupar a los cuadros y adherentes ubicados en
distintas posiciones de circunstancias, y hacerlo alrededor de la actualización
de “modelo argentino”. Es el primer paso de una larga marcha que sólo coronará
la renovada esperanza del pueblo en los verdaderos continuadores del
pensamiento transformador de Perón.
15. LA PREFIGURACIÓN POLÍTICA
DEL PORVENIR
La fuerza espiritual y
política interna
El peronismo no ha llegado a la forma final de su
existencia como movimiento nacional, según la expresión de deseos de sus
adversarios enconados: que atacan sus virtudes más que sus defectos. Luego,
para estar a la altura de su primera trayectoria, y de un porvenir que
prefigure nuevos logros responsables, debe asumir la actitud progresiva de
reconstruir su fuerza espiritual y política. Esta tarea abarca un planteo
programático más actual, una organización más ágil y una visión de conducción
más amplia. Pero siempre en la misión de su fundamento originario, que lo
justifica en la comunidad argentina y le da un lugar singular en la historia.
La efectividad de esa historia no es la de un pasado
ya ausente, sino la de una presencia vital y activa en la transformación
social. Tal la persistencia en una directriz existencial reafirmada, como
declaración necesaria de una voluntad militante que se respeta a sí misma. Y de
este modo, no claudica de sus principios esenciales, evitando caer
definitivamente en su opuesto filosófico como un partido más del sistema.
Los peronistas lo son realmente comprendiendo este
imperativo de su naturaleza. Muchas veces la ansiedad por actuar, que juega
malas pasadas, se motiva en un impulso que surge del fondo de la conciencia
colectiva. Porque su mística “siente “ que su verdad se sostiene por sí y
procede a la lucha concretada en hechos. Pero este buen sentimiento tiene que
educarse en la prudencia, para que no sólo le resulte fácil comprender la
“cantidad” en las situaciones de conflicto, sino también la “calidad” de los
factores complejos que intervienen.
El impulso debe ordenarse
por el análisis
El impulso no quiere esperar, pero debe hacerlo,
escuchando la prédica de la palabra organizada para una respuesta planificada.
La improvisación, sus apresuramientos y errores son la muerte equivocada de los
grandes movimientos que nacieron para perdurar en el tiempo. De allí también la
importancia de los maestros y los formadores, aunque éstos no abunden en los
periodos difíciles, por cansancio o impotencia. Pero eso no importa, ya que se
ha dicho que, en tanto haya alguien que cree en una gran idea, la idea vive, y
puede multiplicarse después en una diversidad de nuevas reservas
generacionales.
Hace a la veteranía política el saber que, cuando
llega el momento propicio, la idea se encarna en muchos más de lo que se
consideraban “elegidos”. Y entonces la voluntad de ser se manifiesta plenamente
para realizar los objetivos soñados. En esta condición, la decisión de
compromiso es mas fuerte que el instinto de conservación, porque la vida vuelve
a alcanzar un sentido trascendente y esclarecedor que no existe cuando todavía
se está asimilando un contraste.
No es la propuesta de la temeridad y su carga
destructora, sino de la “resolución equilibrada”, que reúne al espíritu audaz
con el análisis de posibilidades. Siempre detrás de grandes objetivos, porque
sin ellos no hay estrategas, sino gestores especulativos de puestos y tráficos
de influencia. Mientras que la verdadera militancia sabe que la política sin la
energía del espíritu y del pensamiento es nada.
La historia se suele leer desde el presente y sus
conclusiones referirse directamente a él. Por eso se trastoca cuando se simulan
“nuevos valores”, a despecho de los valores clásicos, que se niegan con tono
indiscriminado. En consecuencia, hay que seguir el camino de las creencias
esenciales; y hacer pedagogía política, ayudando a recuperar las figuras,
contenidos y símbolos que no engañan, porque conservan profundamente una
significación irrevocable.
La realización del espacio
político
Todo esto implica un trabajo interno antes que
externo, y autocrítico antes que crítico, respetando los ciclos de
concentración y agrupamiento cumplidos en los espacios propios para resurgir.
Recordemos que el espacio se “realiza“
en la medida que se lo ocupa armónicamente y se desarrollan todas sus
posibilidades. Es un espacio “potencial” que se convierte en “acto”, de orden
territorial, por la presencia de una mística de pertenencia. La clave del
momento es aplicar allí la velocidad apropiada a cada idiosincrasia social y
cultural; pues una aceleración desmedida tiene un efecto destructivo de la
trama de relaciones que lo componen y de la misma militancia que lo integra.
El agotamiento de la política como “fin” y no como
“medio” de superación social, carece de ideas y sentimientos afines a tal
propósito. Y expresa, por ausencia, una petición urgente de filosofía popular,
deducible de la práctica y la experiencia colectiva. En este trance, sólo el
talento creador es capaz de atraer una realidad sensible anterior a la
actividad política, que recién entonces fructifica en innovaciones genuinas de
crecimiento y desarrollo, paso a paso y lugar por lugar, más allá de las
necesarias obras materiales.
Sin poses ideológicas “populistas” la razón
comunitaria crece en la “unidad de concepción” generadora de doctrina. Punto
inicial que, al desdoblarse en formas complementarias, compone un todo
inteligible para enmarcar voluntades; y sin el cual cada parte existe
fugazmente en vano. Es lógico que, en este tiempo, la acción exterior se
supedite a la acción interna, sin injurias vulgares que denotan “sangrar por la
herida”. Por su lado, el gobierno tiene menos certezas que incertidumbre, por
intentar una “concertación al revés”, que pasó abruptamente del marketing del
silencio, a forzar su propio plan de “reformas”, sobre un comicio sobrevaluado
por nuestra división egoísta: que hoy reclama humildad.
16. LA MILITANCIA EN LOS
TIEMPOS DE LA ANOMIA
Compromiso solidario o
indiferencia egoísta
La militancia ideal surge de una evolución del
sentido de individuación de la persona humana en busca de una identidad propia
para realizarse plenamente. En esta trayectoria progresiva suele percibir una pesrspectiva
más amplia, captando las raíces culturales que la potencian y sitúan como
partícipe de una comunidad, en el ámbito relacional de una época histórica.
En los tiempos “épicos”, por su carga impulsora de
grandes transformaciones, dicha sensibilidad se da naturalmente, venciendo el
aislamiento y la indiferencia. Y expresándose políticamente en miles de sujetos
activos de un comportamiento público protagónico.
Es lo opuesto a lo vivido en la realidad de una
involución regresiva del individuo hacia el egoísmo, visto como condición para
alcanzar los objetos materiales de un pasar superficial y hedónico. En esta
existencia sin significación ni reglas hay que librarse de todo peso cultural,
histórico y social; y disfrutar lo deseable por anodino que fuera, tratando de
escapar de los imperativos del ser mismo, reflejados en el espejo de un alma
vacía.
Esta fuga hacia la nada implica abandonar la costosa
costumbre de pensar, evaluando por sí los datos de la situación, que ahora no
importa; de la pobreza, que ahora no existe y de una corrupción que persiste
por una tolerancia compartida. Y para la
cual la corrupción general no es un robo, el peor de todos, al margen del nivel
social del corrupto, sus modales educados o burdos y los “justificativos”
refinados o vulgares.
Luego, se opta fácilmente por un bando, y se
considera el equilibrio y el diálogo como sinónimos de tibieza. Se llega
entonces a un “fanatismo” de comodidad mental, cuya simplificación binaria, que
fomentan los aparatos mediáticos, hace la apología del maniqueísmo y aborrece
de la tercera posición. Así, los argentinos, en vez de debatir ideas
contraponemos prejuicios; y el consenso, tan necesario para las reformas pendientes,
se aleja en un mar de contradicciones e intereses facciosos.
Una comunidad de acuerdos
esenciales
En la aridez de este terreno hay que resignificar la
función de la militancia como presencia efectiva, manteniendo los principios y
valores permanentes, pero innovando en su metodología. La participación
colectiva no significa masificación ni anonimato; eludiendo de este modo las
tendencias cerradas del ideologismo y adecuando la organización a las
expectativas de la comunidad. Actitud que exige, junto a una cohesión
voluntaria, no impuesta, la libertad de criterio para llevar la iniciativa en
cada punto de irradiación de nuestro despliegue movimientista.
Ni la obediencia obsecuente del mediocre; ni la
rebeldía permanente que daña la coordinación de esfuerzos; ni la politización
mecánica de consignas esquemáticas; ni la pose “intelectual” del sabelotodo.
Nada de eso nos sirve. En esta hora compleja y crucial, que devela los
antagonismos de un sistema caduco, se abre la posibilidad militante de establecer
una nueva cultura política sin la cual
naufragará el país de la tecnocracia, el burocratismo y el partidismo
venal.
El cambio es imposible sin equidad, porque la
justicia social es la única acción que previene el caos y su secuela multiforme
y recurrente de violencia. La solución consiste en tratar con claridad un
modelo propio de desarrollo integral, y no aceptar sumisamente un “modernismo”
transnacional, dominado por la acumulación privatista de la riqueza mundial.
Este espacio de actividad productiva no surge de
manera espontánea, sino alumbrado por el clamor de “todas las voces”. Y crece
en la medida en que lo ocupan, eficazmente, todos los sectores y dimensiones de
una comunidad madura de acuerdos esenciales. No hacerlo, alineándose en silencio
detrás de los que mandan, como se hizo otras veces, será un indicio evidente de
complicidad o desidia inmoral y antipolítica.
Cooperación generacional y
corrección de errores
Los prejuicios no deben replicarse sino superarse;
especialmente el de la clase media de profesionales y técnicos. Razón
suficiente para incorporar cuadros de esta franja importante, completando la
articulación política y social. Igualmente, hay que concretar la cooperación
generacional, capaz de trasvasar experiencia y energía; sin descartar a los
veteranos; pero tampoco “eternizando” la
dirigencia de ciclos pasados que, tarde o temprano, se extinguirá.
La perseverancia es una virtud porque
permite la continuidad del esfuerzo directriz; pero la obcecación ciega no
asume errores ni es responsable para efectuar correcciones. Así lo entendieron
los grandes estadistas que, sobre las circunstancias aciagas de un momento
determinado, siguen permaneciendo en la memoria profunda de los pueblos aunque
parezcan olvidados y hayan sido traicionados.
Estos líderes históricos ofrecieron la enseñanza de
una dinámica didáctica de teoría y practica política, para evitar la
improvisación de gobierno que se paga con la angustia de los más vulnerables.
Así constituyeron el cuerpo doctrinal universal de la estrategia, un arte
superior vedado a los necios. Por esta condición señera de “maestro”, más allá
de todas sus obras, nosotros esperamos con amor a Perón, en aquel día glorioso.
Porque personificaba la sabiduría trascendente de una vida jugada al destino y
la acción.
17. SOBERANÍA ES LUCHAR
POR LA EXISTENCIA PROPIA
La cuestión nacional y la
categoría superior de patria
Soberanía es la lucha por la existencia de un pueblo
decidido a ocupar un lugar propio y singular en el concierto de las naciones
del mundo. Esta dimensión, donde el hombre evoluciona del instinto gregario a
la conformación comunitaria, expresa una instancia histórica, en la cual la
comunidad persiste en la voluntad de vencer los desafíos que le niegan la
potestad fundamental de determinarse a si misma. Luego, lo primero a plantear
es la “cuestión nacional”, sin cuya resolución caminará a ciegas condenada al
subdesarrollo crónico. Demérito que incluye el estigma de encarnar una
“subhumanidad”, con el destrato de los países centrales y la arrogancia
habitual de sus dirigentes.
La cuestión nacional se perfila en el marco
geopolítico; sin el cual la politiquería se sumerge en una corriente “colonial”
que merodea penosamente las decisiones de los países hegemónicos y sus alianzas
de poder. Esta realidad comprende hoy no sólo a un núcleo de ”Estados
soberanos”, sino a centros transnacionales que arbitran los balances globales
de producción y especulación; aumentan la acumulación privatista de la riqueza
mundial; y utilizan la tecnocracia corporativa para capitalizar los adelantos
científico-tecnológicos y enajenar la creatividad en los países dependientes.
La cuestión política y el
marco mundial
La cuestión política es la segunda instancia, para
formular la nueva matriz productiva y laboral que corresponda al sentido
existencial de todo un destino compartido. Por esta elevada aspiración no es un
problema de “cantidad”; sino de “cualidad”, cuya carencia se sustituye
erróneamente por una precipitación “materialista” que opera en contra, porque
cosifica, segrega y excluye. Tal la razón por la cual pueblos pobres pero
dignos se engrandecieron. Y naciones destruidas por la guerra se levantaron de
sus ruinas y volvieron a ser potencia.
La comunidad organizada refiere a este encuentro humanista
bajo la protección de un “ser nacional” inalienable, que evite la indigencia
afectiva; defienda la significación de su trabajo y sus recursos; mantenga la memoria histórica
sin odios divisivos; y actualice sus tradiciones en un proyecto conjunto de acceso
inteligente al porvenir. Piedra angular de una cultura emprendedora, que
instala su motivación entre nosotros y trata de habitar, con miles de proyectos
creadores de empleo genuino, un gran territorio querible y hospitalario.
En este plano primordial, no hay nación posible sin
“unidad nacional”. Porque sólo una conciencia colectiva donde prevalezcan los
recuerdos y costumbres que nos unen en lo esencial, manteniendo abiertas todas
las opiniones, permitirá ejercer sin agravios la función compensadora de la
palabra. Ella, al realizar el diálogo
sobre los asuntos que nos afectan a todos, dirimirá grandes pautas económicas y
sociales, promoviendo un pluralismo sincero, no obstruccionista y efectivo.
La cuestión social sin
caos ni subsidios
La cuestión social, resuelta como justicia social,
deviene sólidamente cuando corona una proyección de integración constructiva,
según la concepción del modelo argentino, centrado en la cultura del trabajo.
No como lo plantea el “posmarxismo”, desvinculado de una producción sustentable
en las opciones claves de nuestro desarrollo. Por eso la problemática social
concreta, no abstracta, está sostenida en una estrategia planificada y
permanente.
No representa un elemento disruptivo de la
“izquierda” caótica, impiadosa con la gente que expone al choque constante. Ni
tampoco significa un coto cerrado de subsidios humillantes por parte de la
”derecha” neoliberal. Ella pretende comprar pacificación ante la posible respuesta de un ajuste en la capacidad
adquisitiva de los sectores medios y populares que pagan impuestos. Máxime por
la indignación que provoca el blanqueo malicioso de evasiones millonarias de
personajes encumbrados y sus parientes.
Excelencia técnica y
recuperación del Estado
Este código simbólico protector de la convivencia
fructífera, no exime sino enfatiza el empeño teórico y práctico de una
excelencia técnica, en el diseño e implementación de los programas y las
medidas que deben facilitar el consenso y ejecución de las reformas pendientes.
Pero esta eficacia no tendría que reducirse a la apropiación abusiva del
menguado sector competitivo argentino; sino ampliarlo en una vastedad
geográfica plena de posibilidades, pero carente de apoyo logístico y financiero
para sumar su acción regional a nuestro caudal productivo.
Esto implica la recuperación y saneamiento del
Estado, sin “corrupción” ni “conflicto de intereses” que concentra negociados
en unos pocos “avivados”. Esta vez todos tenemos la obligación de actuar atenta
y firmemente, para que la alternancia democrática no sea una mera excusa para
cambiar de mano el saqueo de un país rico, empobrecido por el círculo vicioso
de las mafias de empresarios, funcionarios, políticos y aquellos jueces
oportunistas y venales.
Hemos omitido muchos factores geopolíticos,
tecnológicos y defensivos que hacen a la soberanía nacional. Lo hicimos para
destacar que nuestro principal adversario a la existencia del país como tal
somos nosotros mismos. Especialmente si nos dejamos engañar por el despropósito
de una “concertación“ impuesta, edulcorada por los aparatos mediáticos que
se benefician de un régimen que repite las recetas de la
globalización asimétrica.
Podemos pagar más caro que nunca la ilusión ingenua
de considerarnos “cosmopolitas” o “ciudadanos universales”, antes de haber
hecho nuestro aporte distintivo de esfuerzo y talento nacional. Este es el
protagonismo civil demandado en el presente, para que los héroes de la “Vuelta
de Obligado”, en el ciclo largo de la historia, no hayan peleado valientemente
pero en vano.
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